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La ley de la madre: ensayo sobre el sinthome sexual PDF

337 Pages·2012·5.783 MB·Spanish
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GENEVIEVE MOREL LA LEY DE LA MADRE Ensayo sobre el sinthome sexual ■ FONDO DE CULTURA ECONOMICA Distribución mundial para lengua española Primera edición, FCE Chile, 2012 Morel, Geneviéve La ley de la madre. Ensayo sobre el sinthome sexual / Geneviéve Morel / Traducido del francés por Esteban Radiszcz con la colaboración de Danilo Sanhueza Chile: FCE, 2012 350 p.; 13,5x21 cm (Colee. Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis) ISBN 978-956-289-103-5 La presente publicación ha sido financiada por el Magister de Psicología Clínica de Adultos del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, y con el apoyo del Programa Regional de Ayuda a la Publi­ cación de la Cooperación Regional Francesa en América del Sur dependiente ^del Ministerio francés de Asuntos Exteriores. © Fondo de Cultura Económica Av. Picacho Ajusco 227; Colonia Bosques del Pedregal; 14200 México, D.F. © Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Paseo Bulnes 152, Santiago, Chile Registro de Propiedad Intelectual N° 221.336 ISBN 978-956-289-103-5 Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Diseño de portada: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. Fotografía de portada: Medea, por Eugéne Delacroix, 1862. Colección Musée des Beaux-Arts, Francia Diagramación: Gloria Barrios A. Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra -incluido el diseño tipográ­ fico y de portada-, sea cual fuera el medio, electrónico o mecánico, sin el consenti­ miento por escrito de los editores. Impreso en Chile - Printed in Chile INTRODUCCIÓN Soñaba que nuestro viejo cura iba a tirarme de los bucles, lo que había sido el terror, la dura ley de mi infancia. La caída de Cronos, el descubrimiento de Prometeo, el nacimiento de Cristo no habían podido librar del peso del cielo a la humanidad hasta enton­ ces humillada, como lo había hecho el corte de mis bucles, que se había llevado consigo para.siempre la aterradora aprensión. En realidad, llegaron otras penas y otros miedos, pero el eje del mundo había cambiado de centro. Al dormir volvía a entrar con facilidad en aquel mundo de la antigua ley, y no me despertaba hasta que, habiendo intentado escapar en vano al pobre cura, muerto desde hacía tantos años, sentía que me tiraban con fuerza de los bucles por detrás. Y antes de reanudar el sueño, haciéndo­ me bien presente que el cura había muerto y que yo tenía el cabello corto, ponía sin embargo buen cui­ dado de construirme con la almohada, la manta, mi pañuelo y la pared un nido protector, antes de regre­ sar al mundo fantástico en el que a pesar de todo vivía el cura, y yo tenía bucles. MARCEL PROUST1 ¡Un mundo bastante ambiguo es el que el narrador de En busca del tiempo perdido aspira a reencontrar en su sueño intranquilo! Por cierto, el soñante recuperará ahi sus rizos de niño, pero como sabe por experiencia propia que puede perderlos, su terror seguirá vivo. Angustia de castración harto banal, dirá el hastiado. Pero no, no es banal en modo alguno. Y hay también algo más en este pasaje: la nostalgia del goce perdido para siempre, que se vuelve mítico y que es buscado a costa de revivir la horrible aprehensión experimentada por el corte de los bucles. Trágica compulsión de repetición, por lo tanto. Antes de la “dura Ley” del padre, el niño ha vivido en 1 Proust, M. Esquisse III, Á la recherche du temps perdu, I, Paris, Gallimard, La Pléiade, 1987, p. 645. 7 INTRODUCCIÓN un mundo del cual padece una nostalgia dolorosa: el mundo de la antigua ley, comparada aquí a con la "humanidad "hasta entonces humillada”, el reino de la madre. Luego de la muerte de esta, Proust escribe en una carta desgarradora. Toda nuestra vida no había sido más que un entrena­ miento en el que me enseñaba a no requerir de ella, en vista del día en que me dejaría; y ello desde mi infancia, cuando rechazaba diez veces venir a decirme buenas noches antes de salir, cuando yo veía al tren llevársela cuando me dejaba en el campo, cuando más tarde, en Fontainebleau y en aquel mismo verano en el que ella había ido a Saint-Cloud, le llamaba por teléfono a cada hora usando cualquier pretexto. Esas ansiedades que terminaban mediante algunas palabras dichas por te­ léfono, o su visita a París, o un beso, con cuanta fuerza las siento yo ahora que sé que nada las podrá calmar más.2 ¿Se trata en verdad de un arrastre o más bien de la repeti­ ción infinita de una separación frustrada a causa de su impo­ sibilidad? En efecto, conocemos la escena del beso nocturno con la inmersión en “el horrible e indefinible sufrimiento que poco a poco se volvía inmenso, como la soledad, el silencio y la noche”.3 ¿Cómo un niño escapa a esa angustia? Se responderá, aunque no sin automatismo, que mediante la asunción del complejo de castración que permite disolver el complejo de Edipo. Pero esta respuesta, clásica y normativa, no es siempre valedera, y claramente no lo es en el caso del joven Marcel. Afortunadamente, existen otras soluciones. En este libro me interesa estudiar cómo un niño puede separarse de otro modo de su madre y sustraerse a su ley, aquella que lo encadena a veces de por vida y que, en todo caso, lo marca decisivamente. Mi primera hipótesis es que el sinthome,4 última y sofisticada definición del síntoma 2 Carta a Barrés, enero de 1906, citada en J. Tadié, Marcel Proust, París, Gallimard, Folio, 1999, p. 95. 3 Proust, M., Jean Santeuil, Paris, Gallimard, La Pléiade, 1972, p. 205. 4 Se ha decidido conservar la escritura en francés de esta noción avan­ zada por Lacan en su seminario sobre Joyce, en la medida en que no existe ninguna escritura en español que le sea comparable. Sinthome correspon­ de a la manera en que, en francés antiguo, se escribía la palabra síntoma INTRODUCCIÓN 9 elaborada por Lacan,5 puede separar al niño de su madre, eventualmente sin la participación del padre, y a veces mejor que él. El eje del mundo se encuentra entonces desplazado, como dice Proust. Así, la teoría del sinthome substituiría o, al menos, ampliaría la teoría freudiana del Edipo. La ley de la madre -lo mostraré a través de varios ejemplos clínicos- está hecha de palabras anudadas al placer y al sufri­ miento, es decir al goce materno, que se transmiten al niño desde su edad más temprana y que se imprimen para siempre en su inconsciente, modelando fantasías6 y síntomas. Esta ley está constituida de equívocos, como la lengua materna (lale- gua, según la expresión de Lacan), que constituyen el lecho de una cierta ambigüedad sexual, bien presente en Proust. El sinthome, del cual lalengua es su materia primera, sumerge (symptóme). Lacan recupera esta grafía para distinguir su noción de la noción de síntoma, sin por ello divorciar completamente los dos términos. A su vez, la vieja escritura francesa le permite formular algunas homo- nimias de relevancia para sus desarrollos conceptuales como, por ejem­ plo, Saint Homme (Santo Hombre) o sinthome madaquin (Saint Thomas d’Aquin). (N. de los T.) 5 El sinthome es lo que anuda y permite mantener reunidos lo real (el goce, es decir la distribución del placer en el cuerpo), lo imaginario (las imágenes, el sentido) y lo simbólico (el lenguaje, la palabra), sosteniendo así la realidad. 6 Pese a que la tradición de orientación lacaniana acostumbra a traducir el francés fantasme por el español fantasma, nosotros hemos preferido el término fantasía. Sin duda, las tres palabras derivan de la misma raíz latina phantasma, pero los usos de la lengua orientan a con­ siderar el vocablo fantasma como indicando la aparición, el espectro, al igual que el francés phantóme. Dicho significado se encuentra com­ pletamente ausente en el uso de los términos fantasme y fantasía, los cuales no sólo expresan denotaciones semejantes, sino que asimismo comparten una connotación erótica que no se encuentra en las pala­ bras fantasma y phantóme. Las razones esgrimidas por dicha tradición concernientes a resguardar una especial particularidad del concepto en Lacan, nos parecen completamente insuficientes. En ella se pierde la articulación conceptual e histórica evidente que, pese a sus diferencias, vincula el fantasme lacaniano con la phantasie freudiana y con la fantasy kleiniana. A decir verdad, la tradición parece responder más a cues­ tiones históricas referidas a las pugnas entre lacanianos y kleinianos en Argentina, así como a aspiraciones de hegemonía sobre la obra de Lacan por parte de algunas instituciones lacanianas. Para un panorama pormenorizado sobre este asunto, véase Sampson, A., La fantasía no es un fantasma, Artefacto, N° 3, 1992, pp. 189-199; Betteo, M., Entre fantasme y ‘fantasma’, hay un océano, Opacidades, N° 2, Bs. Aires, 2002, 93-108. (N. de los T.) 10 INTRODUCCIÓN sus raíces en esta "civilización minoico-micénica” donde rei­ na la ley de la madre, de la cual hablaba Freud a propósito de la sexualidad enigmática de la niña pequeña (la del niño varón no lo es menos, según la nueva perspectiva que propon­ go). En efecto, las interpretaciones inciertas que el niño hace de la oscura ley materna llenan de ambigüedad sus síntomas sexuales primarios, formando la matriz del futuro sinthome. De ahí que el sinthome -esta segunda hipótesis se articula a la anterior- sería una respuesta posible a la ambigüedad sexual, si esta se formula como una pregunta subjetiva en un análisis, incluso una solución estable y suficiente cuando, invasora, se vuelve un problema muy real. Esa es una de las razones de mi subtítulo: "Ensayo sobre el sinthome sexual”. Se trata, en efecto, de saber si es posible (y de qué modo) salir de esta sujeción, tanto a la ley materna como a la am­ bigüedad sexual que en revancha esta secreta, para alcanzar lo que se denomina identidad sexual -expresión compleja en psicoanálisis, sobre la cual volveré más adelante. En un libro anterior, Ambigüedades sexuales,7 desarrollé una teoría de la sexuación, es decir, de la manera por la cual se deviene, o no, hombre o mujer, en tres tiempos, tres mo­ mentos lógicos donde cada uno de ellos tiene su importancia. Al lado de lo que es impuesto, la anatomía por una parte (pri­ mer tiempo), y por otra el lugar del niño en el discurso que lo ha precedido en el mundo, del cual hace parte también la asignación del sexo en el estado civil (segundo momento),8 es necesario asignar un lugar esencial a la elección inconsciente del sujeto, enraizada en sus modalidades de goce y ligada a síntomas (tercer tiempo). Un pasaje de La bastarda, de Violette Leduc, demuestra la exigencia de dicha elección. Ella habla ahí de su relación devastadora con su madre. Ella me ofrecía cada mañana un regalo terrible: la desconfianza y la sospecha. Todos los hombres serían cabrones, todos los hombres no tendrían sentimientos. Ella fijaba su mirada con tanta intensidad durante su 7 Morel, G„ Ambiguetes sexuelles. Sexuation etpsychose, Paris, Anthro- pos, 2000 (existe una traducción al español: Morel, G., Ambigüedades sexuales: sexuación y psicosis, Buenos Aires, Manantial, 2002). 8 Es, en su parte consciente, el objeto de estudio del constructivismo social y de las teorías de género. INTRODUCCIÓN 11 declaración que yo me preguntaba si yo no sería un hombre.9 ¡He ahí, desde la segunda frase, la enunciación de una ley de la madre que parece no tener apelación! Y, sin embargo, como todo lo que surge del lenguaje, tal enunciación perma­ nece equívoca e induce la mayor ambigüedad. Prisionera del discurso materno, Violette debe elegir entre dos posiciones: ser la víctima potencial de los hombres que abusan de las mu­ jeres (posición asumida por su madre) u otra, más improba­ ble, que no obstante ella adopta frente a la intensa mirada de su madre: la del torturador masculino. Se trata ciertamente de una posición, de un juicio o de una elección que se puede considerar como forzada, debido a que las dos posiciones po­ sibles están estrictamente enmarcadas por la interpretación que el sujeto realiza del deseo materno, y que parece no admi­ tir una tercera vía. Una de las preguntas que se plantean es, evidentemente, saber lo que, en una elección forzada como la de Violette, por ejemplo, es modificable con posterioridad, eventualmente en un psicoanálisis. Estudié este problema con anterioridad, específicamente a propósito de sujetos llamados transexuales que querían cambiar de sexo, pero también en otros casos en los cuales el sujeto era el objeto de un "empuje- a-la-mujer".10 Extiendo aquí, entonces, a las otras estructuras clínicas -neurosis y perversiones- esta investigación empren­ dida primero respecto de las psicosis. Freud alude a esta "elección” del sujeto en 1905, en sus Tres ensayos, cuando rehúsa con justicia zanjar la discusión en tomo a los caracteres innatos o adquiridos de la inversión (querella que volvemos a encontrar en el debate contempo­ ráneo sobre la homosexualidad entre los constructivistas y los partidarios de la entera determinación biológica; querella que, incluso y por tristes razones, también se encuentra en el debate político reciente). Es necesario, afirma Freud, que algo en el individuo venga a sostener lo que aparece como ad­ quirido debido a múltiples influencias accidentales.11 Por lo 9 Leduc, V., La Batarde, París, Gallimard/Llmaginaire, 1999, p. 39. 10 Cf. Morel, G., Ambiguités sexuelles, op. cit., cap. 7; en particular los casos de Ven y de Yves, p. 200 sq., además de otros casos clínicos en los capítulos 8 y 9. 11 Freud, S. (1905), Tres ensayos de teoría sexual, en Obras Comple­ tas (trad. esp. J. L. Etcheverry), Buenos Aires, Amorrortu, 1992, vol. VII, pp. 127-128. 12 INTRODUCCIÓN tanto, resulta difícil seguir a Michel Foucault cuando afirma que el sexo es un elemento ideal, especulativo o imaginario fijado por el dispositivo de la sexualidad.12 Desde el punto de vista del psicoanálisis, el sexo es más bien el lugar real donde alguien se debate con opciones de goce y de síntomas que, contrariamente a lo que es impuesto por los diversos dispo­ sitivos, comportan una parte de decisión y, por lo tanto, de responsabilidad. Es precisamente este real el que intenté pre­ cisar teórica y clínicamente en la continuación de este libro recurriendo a la noción de sinthome sexual. En la primera parte se realiza un rápido recorrido por la clínica y la teoría con el fin de dar al lector una primera aproximación, muy concreta, de los alcances de este libro. Asumo la constatación de que el niño debe necesariamente separarse de su madre para sobrevivir psíquicamente. Pero esta sustracción a la "ley de la madre” -que yo explícito- no se realiza siempre bajo el modelo del Edipo freudiano. En cier­ tos casos de psicosis, pero también de neurosis, un síntoma es el agente de esta separación y se emparenta con lo que La­ can, reviniendo a los primeros años de su enseñanza sobre su teoría del Nombre-del-Padre de 1958, llamó el sinthome. Además, este síntoma, anudado a un equívoco materno, y a menudo teñido de ambigüedad sexual, es el vector de una cuestión vital sobre la posición sexuada del sujeto. Interrogo también la pertinencia de la “fantasía fundamental” en rela­ ción al sinthome, a partir del análisis de una mujer. De lo anterior se deduce la necesidad de explorar minu­ ciosamente -este es el objetivo de la segunda parte- la difí­ cil teoría del sinthome y su inserción tardía en la enseñanza de Lacan. Esta teoría presenta diferencias profundas con la del Edipo freudiano y con la primera teoría de lo simbólico y del Nombre-del-Padre, así como con la segunda etapa de la obra de Lacan, marcada por la insistencia sobre la fantasía y el objeto a. Se impone entonces un recorrido detallado por el arte de Joyce, que Lacan formuló como el paradigma del sinthome. Surgen ae aquí, en la tercera parte, ciertos elementos para una clínica del sinthome: el niño prolonga el síntoma de sus padres, encontrando así una vía alternativa a su identificación con estos, de donde resulta un medio de transmisión entre 12 Foucault, M., La voíonté de savoir, Paris, Gallimard/NRF, 1978, p. 205. INTRODUCCIÓN 13 las generaciones, en la familia, pero también en ei psicoaná­ lisis; el síntoma es un saber-hacer con la repetición; constitu­ ye una respuesta a la nominación equívoca del goce del niño por parte de la madre; funciona como separación; implica la reinvención de una nueva relación al Otro; es, finalmente, una creación. Releyendo a Freud, interrogo, en la cuarta parte, la contro­ vertida noción de perversión. Su frecuencia clínica es, como sabemos, atestiguada en el hombre, y dejo para un próximo libro el estudio detallado del sinthome femenino, iniciado en este libro mediante el estudio de algunos casos. Del sinthome como creación, Gide y sus tristes Schaudem transformados en energía dionisíaca ofrecen un ejemplo eminente. Bajo las máscaras tornasoladas del deseo, el escritor muestra la pre­ sencia de un síntoma donde la creación literaria se anuda a la ambigüedad sexual, a la amistad y a la búsqueda de Dios. Esta última parte finaliza con tres casos de hombres analiza­ dos, con elecciones de objeto diversas -heterosexual, homo­ sexual e indecidable-, que escogí debido a la predominancia de la ambigüedad sexual. Estos casos confirman el interés del concepto de sinthome en la neurosis y en la perversión, para suministrar un punto de apoyo ahí donde la relación al falo, profundamente intrincado en estos casos con la voluntad ma­ terna y con su ley, no basta para subsumir, ni el destino clínico del sujeto, ni la salida de la cura. El alcance de mi trabajo es también político. Primero, porque el hecho de interrogar ya no la identidad sino la am­ bigüedad sexual considerada como un fenómeno "normal”, reitera el gesto freudiano de poner en continuidad lo normal y lo patológico. Por lo demás, el sinthome lacaniano es una estructura que se sitúa en el cruce de lo universal y de lo sin­ gular. Por una parte, es universal en la medida en que todo ser hablante acusa recepción de su encuentro traumático con el lenguaje,13 produciendo un síntoma que envuelve su goce y su sufrimiento. De este síntoma él podrá, con algunos apor­ tes suplementarios, hacer su sinthome, de modo que no existe sujeto sin sinthome potencial. Por otra parte, el sinthome es singular porque su forma es tributaria de la contingencia del trauma sexual y de la historia de cada quien, insertado en el deseo de sus padres. 13 El sujeto es "respuesta de lo real”, dice Lacan. 14 INTRODUCCIÓN Con el sinthome, Lacan quería “recubrir” su Nombre-del- Padre, entendido como un significante trascendente y norma­ tivo referido a la neurosis que, heredero del Edipo freudiano, había situado en su encuentro con el estructuralismo y que debía orientar durablemente la reflexión abierta por el cam­ po psicoanalítico. Con la difusión de la doctrina lacaniana, el Nombre-del-Padre se volvió una norma para la familia, la diferencia de sexos y la salud mental: se ha pretendido que con este único significante, y con la significación fálica que lo acompaña, sería posible caracterizar definitivamente a la psicosis en su diferencia con la neurosis, distinguir los "ver­ daderos” hombres y las “verdaderas” mujeres, además de, finalmente, formular cuáles serían las formas psicoanalítica- mente aceptables de familia y de matrimonio. "Expertos” de la doctrina psicoanalítica han propuesto sus servicios en este sentido legislador. Una gran incertidumbre se ha manifesta­ do en el campo del psicoanálisis contemporáneo respecto de cuestiones de identidad sexual y de homoparentalidad.14 Este abanderamiento ha dado lugar a diversos discursos militantes o ideológicos que, por muy útiles que sean para el debate de­ mocrático, no resuelven el vacío conceptual y clínico que ahí se pone de manifiesto. Ahora bien, el psicoanálisis tiene los medios para sostener otro discurso, resultante de su práctica, la cual está, por la vía de los analizantes en sufrimiento, en relación directa con los grandes problemas de la actualidad y abierta sobre lo que Freud llamaba el Malestar en la Cultura. De ahí la importancia del giro lacaniano en los años seten­ ta: desde el Nombre-del-Padre hacia el sinthome. Lacan sustituye entonces a un significante trascenden­ te y universal una estructura del ser hablante, ciertamente 14 En un artículo que intenta interpretar el debate contemporáneo en Francia, Eric Fassin distingue tres "posturas”. La primera sería la de Michel Tort, que cuestionaría "el orden simbólico”; la segunda sería la de Michel Schneider que anuncia el reino de las madres y la pérdida del padre; la tercera, aquella de Elisabeth Roudinesco que, dice él, querría banalizar el cuestionamiento del psicoanálisis por parte de los movimien­ tos homosexuales y presentar a Lacan como un extremista. Para Fassin, existe una inversión contemporánea de la cuestión homosexual: es ella la que cuestiona ahora al psicoanálisis y ya no más a la inversa. Es tam­ bién la posición de Jean Allouch. Aun cuando sea políticamente exacto, aquello ¿no debería incitar a los psicoanalistas a repensar de nuevo la sexualidad, teniendo en cuenta los cambios sociohistóricos de la clínica? Cf. Fassin, E., L’inversion de la question homosexuelle, Revue francaise de psychanalyse, Homosexualités, Livre LXVII, 1/2003, PUF, pp. 263-284.

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