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La historia oculta del Real Madrid contada por un culé PDF

493 Pages·1.572 MB·Spanish
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A mi padre, por la herencia barcelonista. A Jan y Mireia, por garantizar su continuidad a pesar de haber vivido siempre en Madrid. A Susanna, por acompañarme en las euforias y malos humores de culé, y por todo lo demás «Hay una estupidez recurrente dentro del fútbol, la que dice que lo único importante es ganar. La desesperación por ganar ataca todos los valores de referencia.» JORGE VALDANO Introducción No habrá muchos países en el mundo en los que a investigar la historia lo llamen «hurgar en el pasado» y en los que intentar esclarecer la verdad se considere poco menos que «remover odios ancestrales». En España, definitivamente, es así. Cualquier persona que decida, de forma forzosamente irreflexiva e irresponsable, adentrarse en una investigación de tipo histórico quedará sujeta de inmediato a sospecha ideológica. «¿Quién puede estar interesado en sumergirse en el lodazal de nuestra historia, en pringarse hasta arriba con la sangre de nuestros antepasados?», se preguntan las personas sensatas. Es imposible sacar nada en claro de los últimos trescientos años, con tanta revuelta, levantamiento, alzamiento, golpe de Estado, guerra, guerrilla, invasión en toda regla, y actos de resistencia patriótica o de terrorismo cobarde, según quien lo cuente. Dicho esto, cualquier observador imparcial propondría una solución bien obvia: olvidar la historia y mirar al futuro. Como en el chiste de «Doctor, me duele aquí»; «Pues póngase allí». Pero no, parece que tampoco es una buena opción. El español es un sujeto con obsesión por el pasado y que gusta de, en cualquier momento del día y en situación lo más inoportuna posible, entresacar del baúl de sus conocimientos históricos el espantajo que pueda convertir en animada trifulca cualquier apacible reunión familiar o de amigos. Y con la casa por barrer, permanecen en carne viva algunos temas sobre los que, quizás, convendría ya irse poniendo de acuerdo, como por ejemplo el sistema educativo, la separación Iglesia-Estado, la organización territorial, la lucha antiterrorista o el dilema de monarquía o república. Nada, nimiedades. El campo (minado) del fútbol Si adentrarse en el jardín de la historia es una alocada aventura, en lo que al fútbol se refiere mejor es calzarse las botas y el sombrero de Indiana Jones y aprender rápidamente a descolgarse por las lianas esquivando las dentelladas de los cocodrilos. La historia del deporte rey está llena de teorías de la conspiración, de leyendas negras sobre apoyos y zancadillas gubernamentales, campañas de acoso y derribo, resistencias numantinas ante conjuras dictatoriales, presiones a árbitros, hurtos de despacho y demás truculencias que nunca han terminado de ser demostradas al cien por cien ni tampoco refutadas del todo. La afición del F. C. Barcelona, por ejemplo, tiene interiorizados una serie de principios fundamentales que, por mucho que se escriba y se hable de la cuestión, probablemente nunca cambien. A saber: el Real Madrid ha recibido en distintos momentos de su historia el apoyo del régimen franquista y de sus estructuras federativas incluso después de la muerte del dictador, hasta bien entrados los años ochenta. Desde entonces, aunque no existan más consignas gubernamentales en favor del Madrid, persiste una cierta querencia del estamento arbitral y de las altas estructuras federativas a proteger los intereses del club blanco. Ya sea por inercia, porque la simbología del Real Madrid se ha asimilado desde siempre a la del Estado español, porque comparte ciudad con la sede de la Real Federación Española de Fútbol, porque en algunos ambientes subsiste un antibarcelonismo antropológico o por la presión del poderoso aparato mediático que rodea al club y que dispara sus sonoras salvas desde el centro de la península para que retumben hasta en su rincón más apartado. El caso es que, para muchos, España es el Madrid y el Madrid es España. Y, por lo tanto, en la Liga española se juega siempre en campo contrario. Para un madridista, todas estas quejas suenan a victimismo de honda raigambre. Y tampoco cambiará de opinión aunque se le aparezca el mismísimo caudillo para admitir, con la mano en el pecho, que prevaricó a favor del Real Madrid. Según los aficionados blancos, el carácter perdedor y conspiranoico de los culésse difumina en la noche de los tiempos. De hecho, ambos complejos, el de fracaso y el de manía persecutoria, se alimentan mutuamente y conviven desde siempre en perfecta simbiosis dentro de la mente retorcida de los catalanes. Para un merengue, causa un grave daño al deporte el pretender mezclar los éxitos de su club con la política, y es de mentes mezquinas buscar razones sociopolíticas detrás de las largas campañas de triunfos madridistas durante la dictadura y la Transición democrática. Es más: sustraerse a los lauros al Madrid es casi como pretender entrar con los elefantes de Aníbal en la sala de trofeos del estadio Bernabéu para dejar convertida en chatarra la enorme cantidad de oro, plata y cobre allí almacenada. Un anatema. La teoría general dicta que cuando uno gana no lo atribuye nunca a otro factor que no sea el de su superioridad manifiesta, y cuando uno pierde nunca deja de pensar que motivos externos y ajenos a su voluntad le han privado de la victoria. Esto es una verdad universal, pero no impide que haya en la historia de la rivalidad entre Real Madrid y Barcelona factores que no existen entre los clubes representativos de las dos principales ciudades de otros países, como el Paris Saint- Germain y el Olympique de Marseille, el Chelsea y el Manchester United o la Roma y el Milan. En España, es evidente que a la rivalidad deportiva entre ambos clubes se suman otras fuentes de hostilidad: la bicefalia Madrid-Barcelona, la resultante de la dialéctica nacional España-- Cataluña o las diferentes sensibilidades sociopolíticas que hay entre ambas ciudades. Tres ejes que se entrecruzan diabólicamente para complicar hasta el infinito la labor de árbitros, directivos, dirigentes federativos, periodistas e historiadores. Y aquí llega este libro, para seguir ahondando en la tenebrosidad del asunto. En lo que se refiere al aspecto estrictamente deportivo, hay que tener en cuenta que, por suerte, todas las polémicas se gestan durante noventa minutos dentro de un espacio finito que es de forma rectangular, de una longitud máxima de ciento veinte metros y de una anchura máxima de noventa. Pero dentro de estos parámetros espacio- temporales limitados, la cantidad de polémica que puede generarse es infinita, como se demuestra semana tras semana en nuestra Liga. Para regocijo de periodistas especializados, no hay un solo partido que no arroje jugadas polémicas que, después de ser vistas una y otra vez por especialistas de todo pelaje, siguen motivando agrias discusiones en los platós y los bares. Los

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