Los evangelios de Mateo y Marcos nos narran cómo Jesús, en vísperas de su entrada en Jerusalén, al sentir hambre una mañana, se acercó a una higuera en la que no encontró frutos, lo que lo llevó a maldecirla y el árbol se secó.
El hecho resulta desconcertante para cualquier lector del evangelio y no se corresponde con la imagen que la cristiandad y la cultura occidental han querido preservar de Jesús como maestro sabio y bondadoso. Esa maldición parece una reacción iracunda, y desde el presente cuesta encontrar una explicación que justifique semejante comportamiento. Este libro se pregunta por la veracidad del relato y de esa imagen vulgarizada de Jesús, buscando explicación en el contexto social y político en el que vivió ese personaje.