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La herencia del olvido : ensayos en torno a la razón compasiva PDF

217 Pages·2008·4.548 MB·Spanish
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LA HERENCIA DEL OLVIDO RE S O N A I P I R G A S O L N Ó I C C E L O C PREMIO NACIONAL DE ENSAYO 2009 PREFACIO DE CATHERINE CHALIER LA HERENCIA DEL OLVIDO ENSAYOS EN TORNO A LA RAZÓN COMPASIVA REYES MATE v errata naturae primera edición: septiembre de 2008 segunda edición: octubre de 2009 título original: La herrada del olvide © Reyes Mate, 2008 © Errata naturae editores, 2008 Bcrruguete 67, 1 C, escalera 2 28039 Madrid info@erratanatu rae.com www.erratanaturae.com © de la traducción del prefacio de Catherine Chalier, Irene Antón. 2008 ISBN: 978-84-936374-3-9 DEPÓSITO LEGAL: m-44.712-2009 diseño de portada E ILUSTRACIONES: David Sánchez DISEÑO DE INTERIOR Y MAQUBTACIÓN: ita.Ora impresión: Efca IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN índice Prefacio, por Catherine Charlier 9 Prólogo 23 1. Pensar en español en tiempos de globalización 41 2. América Latina y la particularidad de la universalidad europea 61 3. Lo que encontré en México 79 4. Judaismo, Modernidad y Capitalismo 95 5. Auschwitz y la fragilidad de Dios 111 6. Tanques judíos. Sobre el antisemitismo en nuestros tiempo 133 7. Tierra y huesos. Reflexiones sobre la historia, la memoria y la «memoria histórica» 149 8. La presencia pública de la religión en la sociedad contemporánea 177 9. El muñeco mecánico y el enano jorobado. Mesianismo y política en Walter Benjamín 193 10. Retrasar o acelerar el final. El sentido apocalíptico de la política 213 Bibliografía 225 Prefacio Los filósofos han realizado diferentes tentativas para definir Europa, sin embargo, todas ellas otorgan un lugar y un papel esenciales a la racionalidad griega como fuente de universali­ dad. Así, Jan Patocka considera que Europa es, para empezar, una realidad espiritual que se apoya en un único pilar: el de Grecia. Recusa, por tanto, la concepción habitual según la cual la vida europea reposaría sobre dos fundamentos, uno judío y otro griego, porque, dice: «la reflexión griega es lo que, al dar forma al elemento judío, le ha permitido convertirse en el ger­ men del nuevo mundo europeo»'. Dar forma significa aquí pensar, gracias a los conceptos y las categorías, un contenido de sentido —judío, en este caso— que, según esta tesis, sin el logos se quedaría encerrado en los estrechos límites de una sin­ gularidad sin alcance universal. La universalidad es entonces. 1 1J. Patocka. Platón «l'Europe, Lagrassc, Verdicr. 1983, p. 138. También: p. 159. Trad. cast. de Marco-Aurelio Galmarini, Platón y Europa, Barcelona, Edidons 62, 1991. 9 para empezar y antes que cualquier otra cosa, una universali­ dad teórica. Efectivamente, desde Platón, los filósofos han des­ cubierto el esfuerzo para configurar procedimientos discursi­ vos susceptibles de permitir a los hombres aprehender las cosas desde la óptica de la razón, que es supuestamente común a los protagonistas de una discusión. El arte de la dialéctica debe hacer surgir una concordancia de perspectivas y tener la primacía sobre las opiniones relativas y particulares. Ahora bien, para conseguirlo, es decir, para alcanzar la universalidad, no hay que requerir a los hombres en aquello que los diferen­ cia; conviene buscar aquello que los une. La razón se revela entonces como la única capaz de jugar ese papel y de unir a los hombres y, de este modo, muestra que el otro no es un adversario que hay que combatir, sino un interlocutor al que convencer, por medio de argumentos. La sabiduría griega enseña, por lo tanto, a pacificar las relaciones conflictivas entre los hombres «a partir de un saber en el que lo diverso, en lugar de oponerse, se concuerda o se une; en el que lo extranjero se asimila, en el que el otro se concilia con la identidad de lo idén­ tico en cada uno»1. Al mantener que «Europa es la Biblia y los griegos»*, Emmanuel Levinas reconoce, también él, la incontestable fuerza de la racionalidad griega. Sin embargo, y al contario que Patocka, se niega a reducir la tensión introducida por el «y» de su definición porque la preocupación por la universali­ dad de la que se prevale Europa no puede, en su opinión, con­ jugarse con una reducción del elemento judío a lo que de éste ha retenido la racionalidad griega, sobre todo en su esfuerzo teológico cristiano. El filósofo prefiere, por eso, insistir en la idea de una doble fidelidad europea —una fidelidad hecha de tensiones y de discordias—: a los profetas y a los filósofos, al1 1E. Levinas, «Paix et proximité», en Cahierde la Nuit sunmlUc sobre Levinas, Verdicr, 1984; retomado en Alterité et transcetulance, Montpellier, Fata Morgana, 1995, p. 138. ’ E. Levinas, Á l'heuredes mitions, París, Minuit, 1988, p.155. 10 bien y a la verdad. Esta irreductible polaridad, lejos de ser lamentable, constituye una riqueza, y así lo asegura Leo Strauss, que estima que el conflicto entre la Biblia y la filosofía «es el secreto de la vitalidad de Occidente» . Sin embargo, en su vibrante alegato a favor de la universalidad, Europa casi siem­ pre ha rechazado que las singularidades, judías u otras, pudie­ sen ser fuente de un pensamiento vivo, a menos, evidente­ mente, que se sometiesen de antemano a la racionalidad, que es la única capaz de elucidar el contenido exacto y significativo del pensamiento para todos los hombres. Por tanto, ésta ha pre­ ferido excluir, dominar, colonizar, vencer y exterminar, si era preciso, a aquellos que, por sus culturas, se mantenían rebeldes frente a su universalidad. Sabemos, además, que, con el fin de salvar la racionalidad de la historia vista de Europa, los filósofos de la historia no han dudado a la hora de sacrificar las particula­ ridades y de afirmar que el Espíritu las ha desertado. La razón declara a menudo intolerables y bárbaros los pensamientos y las costumbres que se mantienen obstinadamente ajenas a ella. En su libro, Reyes Mate se pregunta por las consecuencias, tan a menudo trágicas, de esta pretensión de la filosofía de poseer las llaves de la universalidad. Sin embargo, la historia, «cuando es vista, fuera de Europa, por los vencidos»’ ¿no deja de ser racional? En la línea de esta interrogación, la reflexión de Mate pretende volver a dar voz a los vencidos de la historia europea —ya sea la Europa cristiana o la de la Ilustración— preguntándose por el destino de los judíos y de los primeros habitantes de America Latina dentro de esta historia. Reyes Mate no intenta, con esto, defender la causa del relativismo con el pretexto de combatir la temible violencia de esta histo­ ria, aun cuando la mala conciencia de Europa de cara a sus crímenes y a sus guerras y, sobre todo, frente a sus antiguas * * L. Strauss. Théologie el philosophie: leur influente réciproque. en Le lemps de la reflexión, París, Gallimard, 1981. p. 203. ’ N. Capdevilla. Las Casas. Une politique de l'humaniti, París. Cerf, 1998. p 90. 11 colonias, conduce a menudo a esta elección como única alter­ nativa al imperialismo y al etnocentrismo. Bajo la apariencia de una generosa apertura de mente, ese relativismo cultural implica casi siempre el abandono de toda búsqueda de univer­ salidad, como si ésta sólo pudiese llevar consigo los gérmenes nefastos de la arrogancia, la conquista, la expansión y la gue­ rra, para acabar, en último lugar, generando un orden del mundo en el que los amos dominan a los esclavos. Sin embargo, la resignación a una ausencia de universalidad —pre­ sentada como una revancha de los vencidos y un reconoci­ miento, por parte de los vencedores de ayer, de su presunción y de sus crímenes— no deja de suponer graves peligros. Se corre el riesgo, en efecto, de condenar a los hombres a seguir siendo incapaces de trascender sus particularismos y a querer definirse por la pertenencia estrecha a una cultura, una etnia o, incluso, una comunidad religiosa. Ahora bien, lejos de poner freno a la violencia y a la intolerancia, consentir un destino humano estallado en una multiplicidad irreductible de particu­ larismos, sin comunicación entre ellos, al contrario, las exa­ cerba. Defender una identidad propia, contra una universali­ dad supuestamente demasiado abstracta o transmisora de unos significados y unos valores que son los de los amos de ayer, es algo que casi siempre se hace, en efecto, con una avidez homi­ cida. Todos constatamos que el siglo veinte no ha sabido poner fin a esta desgracia, a pesar del nazismo que, en el corazón de una Europa cultivada y refinada, ha hecho caer sobre innume­ rables víctimas un racismo cuyas huellas todavía persisten. Cuando el ser humano se define por una identidad tributaria de «un lugar privilegiado» que hay que defender con vehemen­ cia, por medio de la locura de la «purificación étnica», por ejemplo, y de la eliminación de aquellos y aquellas que com­ prometen su expansión, se hace evidente, incluso para los ene­ migos más recalcitrantes de la idea de universalidad, que no es ésta la respuesta adecuada al combate contra las pretensiones hegemónicas de dicha universalidad. 12 Es otra hipótesis de trabajo, distinta de la del relativismo cul­ tural, la que anima las páginas de este libro: ¿permitirá la lectura de los filósofos judíos de la Modernidad —Hermann Cohén, Walter Benjamín, Theodor Adorno y Emmanuel Levinas— pensar de otro modo la universalidad y, por tanto, el destino de los que, a lo largo de la historia, han sido los olvidados de la his­ toria? Con estos filósofos, Reyes Mate intenta, en particular, aproximarse al destino iberoamericano. Efectivamente, según él, el judaismo —por lo menos el judaismo transmitido por estos pensadores, es decir, el judaismo preocupado por decirse con el lenguaje de la filosofía a aquellos y aquellas que, en la ignorancia de la lengua hebrea, querrían percibir un destello de su riqueza— constituye un símbolo que, al transcender el ámbito judío, debería permitir reflexionar, con energías reno­ vadas, sobre la marginalidad de manera general y, en particu­ lar, sobre la que ha sido impuesta, a menudo con desprecio, a Iberoamérica. Pensar en español, como avanza el título del pri­ mer ensayo de este volumen, significa entonces entregarse al esfuerzo de analizar cómo este símbolo es susceptible de pro­ poner una nueva orientación a la conceptualización filosófica, sugiriendo reflexionar en torno a la universalidad, pero par­ tiendo de la base de la experiencia de los vencidos, los margi­ nados o los excluidos, en una lengua compartida por comuni­ dades diferentes. De este modo, tal orientación no es muestra de una nueva teoría o de un nuevo saber de la esencia de las cosas, sino que, para empezar, se pregunta por la manera en la que los hom­ bres abordan el sufrimiento singular y por el lugar que le dan en su conceptualización. Según Reyes Mate, todos los pensa­ dores judíos que ha estudiado están asediados por esta cues­ tión: la han colocado en el centro del trabajo del pensamiento, para apreciar sus razones y restituirle una cierta memoria. Aunque hayan obrado como filósofos, estos pensadores denuncian también el orgullo de una filosofía, a menudo siste­ mática, que supuestamente se reserva todos los derechos 13 sobre el pensamiento mediante el trazado de una frontera rigu­ rosa e intangible entre ella misma —llamada a desarrollarse de manera autónoma, sin inspirarse en una tradición particular del pensamiento, judia en este caso— y las tradiciones del pen­ samiento que, porque prefieren la palabra, la imagen o incluso la metáfora, al concepto, son consideradas extranjeras a la racionalidad. «Nunca he comprendido», dice sin embargo Levinas, «la diferencia radical que se hace entre la filosofía y el simple pensamiento, como si todas las filosofías no surgiesen de fuentes no filosóficas». Y continúa, no sin ironía, «a menudo basta con definir una terminología insólita mediante palabras derivadas del griego para convencer a los más reticentes de que acabamos de entrar en la filosofía»4. Si la cuestión ética constituye un eje capital de este libro, no presupone, con todo, ninguna concesión al principio capi­ tal de la Modernidad nacida de la Ilustración: la autonomía. Contrariamente a la gran enseñanza kantiana, la fuente de la ética no sería la razón práctica presente en todos los hombres, no derivaría de la preocupación por universalizar las máximas de sus acciones, sometiendo así sus sentimientos y emociones a su imperativo. Esta fuente sería heterónoma, provendría del sufrimiento del individuo singular, de carne y hueso, aunque sea desconocido, porque este sufrimiento despertaría, por sí mismo, el sentido de una responsabilidad que no se limita a la de sus propios hechos y gestos. Como mantiene Hermann Cohén, esta responsabilidad compete únicamente a una deci­ sión personal y a la preocupación por asumir las consecuen­ cias de los propios actos. Esta viene impuesta por las circuns­ tancias de la vida y de la historia, por la situación social y política que cada uno, en su tiempo y lugar, tiene frente a sí. También es tributaria, tal y como dirá más tarde, con fuerza, Walter Benjamín, de la memoria de las víctimas de la historia • • E. Levinas. Du sacré au saint, París, Minuit, 1977, p. 58. Trad. cast. de Soedade López Campos. De lo sagrado a lo samo, Barcelona, Riopiedras Ediciones, 1997. 14

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