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La guerra de castas de Yucatán PDF

293 Pages·2007·43.705 MB·Spanish
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1316 Nelson Reed GUERRA DE CASTAS DE YUCATAN Ediciones Era A Juliette Primera edición en inglés: 1964 Título original: The Coste War of Yucatán © 1964, by thc Board of Trustecs of the Leland Stanford Júnior University. Stanford Traducción: Félix Blanco Primera edición en español: 1971 Decimosegunda reimpresión: 2007 ISBN-10: 968.411.192.4 ISBN-13: 978.968.411.192.9 Derechos reservados en lengua española © 1971, Ediciones Era, S.A. de C.V Calle del Trabajo 31,14269 México, D. F. Impreso y hecho en México Printed and mude in México Este libro no puede ser fotocopiado ni reproducido total o parcialmente por ningún medio o método sin la autorización por escrito del editor. Tkis boo/c may not be reproduced, in whole or in parí, in anyform, without written permission from the pubtishers. www.edicionesera.com.mx ÍNDICE 9 Nota preliminar 11 Prefacio PRIMERA PARTE LOS DOS MUNDOS DE YUCATÁN 1 15 El mundo de los ladinos 2 44 El mundo de los macehuales SEGUNDA PARTE LA GUERRA DE CASTAS 3 61 Rebelión [1847-1848] 4 82 La crisis [1848] 5 104 Restablecimiento de los ladinos [1848-1849] 6 124 Estancamiento [1849-1850] 7 136 El advenimiento de la Cruz [1850-1852] 8 149 Fin de la Guerra de Castas [1852-1855] TERCERA PARTE LA CRUZ QUE HABLA 9 161 Habla la Cruz [1855-1861] 10 185 Un imperio y la Cruz [1863-1866] 11 197 El imperio de la Cruz [1867-1900] 12 225 El general Bravo [1899-1912] 13 ' 245 Duerme la Cruz 14 264 Epílogo [1959] APÉNDICE 277 Glosario 280 Dirigentes mayas 282 Cronología 287 Datos bibliográficos 290 Bibliografía 295 índice de nombres NOTA PRELIMINAR La Guerra de Castas de Yucatán, es uno de los episodios menos conocidos pero más llenos de colorido de la historia de México. Ciertamente, si se contara sin preparación que todavía en 1848 los descendientes de los antiguos mayas, después de siglos de estar subyugados, se abrieron camino peleando por la península de Yu­ catán y estuvieron a punto de echar a sus dominadores blancos al mar. podría sospecharse un artificio literario. Pero así fue. Las campañas militares de la Guerra de Castas terminaron al cabo de siete años, no porque los rebeldes mayas hubieran sido definitiva­ mente vencidos. Los patriotas yucatecos, los generales mexicanos y hasta los mercenarios norteamericanos, al encontrarse frente a lo que hoy llamamos tácticas guerrilleras, sencillamente abando- naron la esperanza de una victoria total. A pesar de fuertes pér­ didas en combate, del hambre periódica y de los estragos del có­ lera, los rebeldes tenían en su poder las selvas de la parte orien­ tal de Yucatán, y las conservaron hasta el final del siglo. Algunas correrías, realizadas de vez en cuando, les procuraban alimentos, armas de fuego, alcohol y prisioneros: hombres y mujeres blancos que acabaron sus días como esclavos en las aldeas mayas. Y. a partir del culto de la Cruz Parlante, que apareció en los días más sombríos de la guerra, los mayas fueron creando su propia socie­ dad, nueva síntesis de la cultura colonial española y de las anti­ guas de los mayas. El señor Reed no es historiador profesional, y podría haber uti­ lizado este material sea para escribir una historia estrictamente militar, sea para una novela histórica de capa y espada. Por for­ tuna, tenía otras ambiciones: puso los complicados detalles de esta guerra en un orden coherente, echó mano de los periódicos, las cartas y las memorias de la época para que hombres y acon­ tecimientos cobraran vida y situó la contienda y sus repercusio­ nes en el contexto de toda la historia de Yucatán en el siglo die­ cinueve. Para los eruditos o estudiosos, la principal aportación de esta obra está en la información que presenta de la existencia de di­ versos Estados mayas independientes después de 1855 y de lo que un documento contemporáneo llamaba las mojigangas de la Cruz Parlante. Hasta ahora, muy poco se ha escrito de estas cosas, sobre todo porque los yucatecos contemporáneos, heridos en su 9 orgullo por los éxitos de los rebeldes, hacían cuanto ¡jodían por no mencionarlas. La búsqueda de información del señor Reed le condujo así a fuentes inglesas, alemanas y yucatecas que no ha­ bían sido explotadas, y finalmente, a las selvas de Quintana Roo, donde habló con indios cuyos abuelos pelearon en la Guerra de Castas. Pocos de los que han escrito sobre la historia de México, entre ellos los propios mexicanos, han consentido en recorrer mon­ tados en una muía tan remotos parajes, lejos de las comodidades de archivos y bibliotecas. Digamos algo de las notas para prevenir sospechas injustas de algunos historiadores profesionales. La primera vez que leí el ori­ ginal, no tenía ningún aparato erudito ni apéndice que citara sus fuentes. Después, y obrando por consejo de alguien, el señor Reed acabó por proporcionarme una bibliografía y buen número de notas de documentación. Pero habiendo yo cotejado por cierto espacio con algunas de mis propias fuentes, estaba ya convencido de la/precisión de su labor, y sus afanes no hicieron más que ra­ tificarme en mi convicción. Me encontré, pues, en una posición extraña y tuve que decirle que las citas de fuentes parecían por lo menos innecesarias y que había que renunciar a ellas. Le dije que los profesionales verían cómo él había seguido las reglas fun­ damentales de su arte y que a muchos de ellos les podrían parecer las notas inútil alarde de técnica; que tanto a los lectores en ge­ neral como a los eruditos les resultaría sin duda la abundancia de notas al pie de las páginas pesado contrapeso al ágil ritmo de la narración. No tardé en descubrir que tal había sido tam­ bién su propio modo de sentir desde el principio, y . estoy seguro de que aceptó mi recomendación con un satisfecho dejo de ironía. Y así, después de muchos meses de sistemático acoso por parte de sus críticos amigos y sus editores, al fin el señor Reed quedó en libertad de escribir la obra como él quería, lo cual es un pri­ vilegio más raro de lo que podría suponerse. Por mi parte, creo que se lo merecía y tengo el gusto de haber participado en los arreglos para la publicación de la obra. También estoy contento por haber podido renunciar a mi antigua idea de escribir una amplia historia de la Guerra de Castas, ya que el señor Reed lo ha hecho por mí, y ciertamente muy bien. HOWARD F. CLINM Biblioteca del Congreso Noviembre de 1963 10 PREFACIO Se me ocurrió la idea de este libro cuando visité Bacalar, en 1948. Como no sabía nada del lugar, me sorprendió hallar las ruinas cubiertas de hierba de una ciudad colonial española, con una igle­ sia y una fortaleza rodeada de fosos y pintorescamente situada en una altura que dominaba un lago. Vivían allí unas cuantas personas, y un sacerdote misionero había reparado parcialmente la iglesia, pero calles y calles de edificios de piedra destechados eran prueba de su pasado. En respuesta a mis preguntas me di­ jeron que la habían destruido los indios en algo que denomina­ ron la Guerra de Castas. Al volver de aquel viaje busqué en la literatura del tema, y principalmente en The Maya of East Central Quintana Roo, de Alfonso Villa; me fascinó su esbozo del alzamiento de los indios mayas contra sus dominadores, de cómo casi habían tomado la península de Yucatán y después se habían retirado a las densas espesuras de Quintana Roo para fundar una sociedad indepen­ diente y adorar “una cruz que hablaba’’. En la obra de Villa es­ taba incluido “Remarks on a Selected Bibliography of the Gaste War and Allied Topics”, de Howard F. Cline, esquema de. una obra que pedía ser escrita. Mis estudios habían sido más de ar­ queología que de antropología o historia, y además pensé que Cline probablemente publicaría los resultados de sus investigaciones. Pa­ saron los años, y de vez en cuando me topaba en mis lecturas con la Guerra de Castas, y en cada ocasión tenía presente el recuerdo de la bibliografía de Cline. Después leí el Ensayo histórico sobre los revoluciones de Yucatán, de Serapio Baqueiro, que daba más. detalles de los primeros años de la revuelta, y quedé cautivado: si nadie iba a escribir la obra que Cline había esbozado, yo lo haría. Pasé después un año buscando las fuentes de Cline, hallé los trabajos que han salido del suyo, busqué en bibliotecas y archivos de Mérida y recorrí los archivos oficiales de Honduras Británica. Ya había viajado antes por gran parte de aquella región, pero ahora hice viajes exprofeso, volví a Bacalar, a la costa oriental de Quintana Roo, a la selva, y finalmente a la que fuera capital san­ tuario de los mayas, Chan Santa Cruz. Fueron momentos muy agra­ dables, con todo los placeres de la investigación: descubrimiento del detalle que corrige una situación mal entendida y del hecho que ilumina un rincón particularmente oscuro de la historia. 11 En la obra se hallarán suficientes combates para el gusto de quienquiera, pero dése por advertido el lector de que los tiros no empiezan sino en el capítulo tercero. Sin tratar de escribir la historia de Yucatán ni un estudio cultural de los mayas, me pa­ reció que era necesaria alguna información de los antecedentes para el entendimiento de la Guerra de Castas, y quise dar lo esencial de ello en los dos primeros capítulos. En los últimos ca­ pítulos puse también cierta cantidad de historia política y econó­ mica para explicar o dar perspectiva a los acontecimientos pos­ teriores a la Guerra de Gastas entre los mayas. Mi más sincero agradecimiento a Howard F. Cline por sus mu­ chas indicaciones y recomendaciones, a J. G. Bell por su amistosa ayuda frente a muchas dificultades, y a Gene Tanke por su in­ teligentísima ayuda en la preparación del original para su edi­ ción. NF.LSON RKED St. Louis Missouri. Noviembre de 1963 12 PRIMlíRA PARTE LOS DOS MUNDOS DE YUCATÁN

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