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La Filosofia Moderna PDF

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EMANUELE SEVERINO LA FILOSOFÍA MODERNA ARIEL FILOSOFIA EMANUELE SEVERINO LA FILOSOFÍA MODERNA EDITORIAL ARIEL, S. A. BARCELONA Título original: La filosofía moderna Traducción de Juana Bignozzi 1.a edición: noviembre 1986 © 1984: Rizzoli Editore, Milán Derechos exclusivos de edición en castellano reservados para todo el mundo, y propiedad de la, traducción: © 1986: Editorial Arid,.St A. Córcega, 270 - 08008 Barcelona ISBN: 84-344-8734-9 Depósito legal: B. 35.198 - 1986 Impreso en España Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico, quími­ co, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo del editor. ADVERTENCIA Este libro, como es natural, es el desarrollo del anterior sobre La filosofía antigua ya publicado por Ariel y cuya «in­ troducción» debe tenerse presente también ahora; en este segundo volumen la atención está más decididamente concen­ trada sobre puntos nodales, y se confía al lector el descu­ brimiento de las relaciones entre ellos. Por «filosofía moderna» se entiende, en estas páginas, la parte del pensamiento que va desde Descartes a Hegel. Du­ rante la lectura y en las páginas finales se encontrará el mo­ tivo de esta división, más bien insólita, pero provista de un sentido bien preciso, de lo que por otra parte ya se ha habla­ do en dicha «introducción». E. S. Abril de 1984. PRIMERA PARTE I DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA A LA FILOSOFIA MODERNA 1. Historia de la filosofía y organismo Hegel ha llamado poderosamente la atención sobre el ca­ rácter orgánico de la historia, y por lo tanto de la historia de la filosofía. Por eso es posible reconocer un significado unita­ rio del desarrollo histórico, y a la vez, una coesencialidad de las partes que constituyen ese desarrollo. La diferencia entre un organismo y una simple reunión de elementos (por ejem­ plo un «montón») consiste, en efecto, en la coesencialidad de las partes del organismo y en la recíproca inesencialidad de las partes del simple agregado. Si de un montón de piedras se quita una, ésta, separada del montón, sigue siendo lo que era antes, y lo mismo puede decirse de las piedras que siguen formando el montón. Si, en cambio, se separa una de las partes de un organismo (por ejemplo, si se corta un miembro de un organismo vivo) sólo verbalmente la parte separada sigue siendo lo que era antes, y esa separación determina una alteración en todas las otras partes. (Aristóteles observa­ ba, justamente, que un brazo separado del cuerpo provoca una alteración fisiológica de todo el organismo viviente, que también puede sucumbir.) La afirmación hegeliana de que la historia de la filosofía es un organismo significa que toda filosofía históricamente concretada no es algo accidental o inesencial con respecto a la totalidad histórica del pensamiento filosófico, sino que es un momento indispensable sin el cual tal totalidad sería in­ concebible. Aunque no se comparta el modo determinado en el que Hegel prospecta el carácter orgánico del desarrollo histórico, sigue, sin embargo, siendo fuerte el reclamo a un modo de considerar la historia de la filosofía por el cual ésta no es una casual yuxtaposición de opiniones, sino que es el desarrollo de un germen, que llega a su propio cumplimien­ to a través de la explicación de las fuerzas esenciales que lo constituyen. 12 EMANUELE SEVERINO 2. Comprensión de la «idea» y comprensión del «espíritu» Debe sacarse a la luz sobre todo la fórmula mediante la cual Hegel desarrolla toda la historia del pensamiento filosó­ fico. La filosofía —afirma— primero fue comprensión de la «idea»; sólo en un segundo momento es comprensión del «espíritu». La filosofía griega y, en general, la premoderna, es comprensión de la «idea», la filosofía moderna es compren­ sión o posición del «espíritu». En este contexto, la «idea» es la misma realidad, la cual —justamente porque se deja pensar, comprender— es inteli­ gible, tiene un sentido, o sea es idea. El significado originario de esta palabra griega es, en efecto, «forma visible». La realidad es forma visible con respecto al pensamiento que concierne a ella. El término «idea» es usado por Hegel, pues, de manera diferente al uso común, en el que en general se contrapone «idea» a «realidad». La idea, para Hegel como para Platón, es la realidad en cuanto inteligible, es la totali­ dad unitaria del ser, en cuanto transparente al pensamiento. Para Hegel la filosofía griega es solamente comprensión de la idea. Puede explicarse esta afirmación diciendo que la comprensión de la idea es tener ojos sólo para el mundo que está delante: hundirse a tal punto en las cosas como para no advertir la importancia del hecho de que las cosas (el mundo, la realidad) al estar delante, justamente, son pen­ sadas, comprendidas. La comprensión de la idea es ese modo de pensar que es consciente sólo de las cosas y de sus sig­ nificados (o categorías) y es olvido de él mismo: el pensa­ miento ve la realidad, pero no ve ese ver suyo que, sin em­ bargo, envuelve e ilumina la realidad. El «espíritu» es la comprensión misma de la idea, es el mismo pensamiento del ser. Por lo tanto, afirmar que la filo­ sofía moderna es «comprensión del espíritu» quiere decir que en la filosofía moderna el pensamiento, que antes estaba como olvidado de él mismo, se coloca ahora delante de él mismo y se conoce como el elemento en el que la realidad se constituye. 3. El CARACTER ACCIDENTAL DEL PENSAMIENTO EN LA FILOSOFÍA GRIEGA Pero con esta distinción, Hegel no quiere decir que la filo­ sofía griega no haya tenido noción del pensamiento, o sea que haya ignorado su existencia. La noción del pensar (o sea 13 LA FILOSOFÍA MODERNA la conciencia de pensar) está presente en los más antiguos documentos de la cultura humana; y en la filosofía griega esta noción se encuentra ya en un estado de avanzadísima profundización. Desde el comienzo de la filosofía griega, la physis no se entiende simplemente como el ser, sino como el ser que se desvela, aparece, se muestra. Y ese desvelamiento, ese aparecer, el mostrarse, constituyen justamente el sentido fundamental del pensar. Al afirmar que la filosofía griega es sólo comprensión de la idea, Hegel quiere afirmar que para esa filosofía la idea (la realidad inteligible) es lo esencial, mientras que el pen­ samiento humano que la considera (o en la que aparece) es lo accidental, lo inesencial, que aunque no existiese dejaría inalterada la realidad. Para la filosofía griega no es esencial que la «idea» reflexione sobre ella y de esta manera se con­ vierta en «espíritu». En Platón y en Aristóteles se afirma, ciertamente, la refle­ xión sobre ella misma por parte de la idea; para Aristóteles el Acto puro (o sea, la realidad misma en su absoluto) es autoconciencia, pensamiento de ella misma, pero este pensa­ miento de ella es entendido por Aristóteles como algo trascen­ dente con respecto a nuestra conciencia de la realidad. Esto quiere decir que él conoce la definición del «espíritu» pero sigue entendiendo el espíritu como idea, o sea como algo in­ dependiente con respecto a nuestra accidental consideración pensante. O sea, que es de verdad el «espíritu» (y aquello que es de verdad el «espíritu» es justamente nuestro pensamien­ to de la realidad) se entiende como algo accidental con res­ pecto a la realidad, algo que la realidad no necesita para ser tal. Esto quiere decir que la episteme griega se considera tam­ bién a ella misma —y no sólo el pensamiento humano en ge­ neral— como inesencial a la realidad que ilumina. 4. La relación histórica entre verdad y certidumbre El binomio comprensión de la «idea» y comprensión del «espíritu» se articula en Hegel en el trinomio que establece los modos fundamentales de la relación entre «verdad» y «certidumbre». Para Hegel la historia de la filosofía sigue te­ niendo tres enfoques fundamentales, el primero de los cuales corresponde a la comprensión de la «idea», el segundo es el paso del primero al tercero, y el tercero corresponde a la comprensión del «espíritu». Antes que nada, los formularemos y luego aclararemos su sentido. 14 EMANUELE SEVERINO I. En principio, el pensamiento filosófico es afirmación inmediata de la identidad de «verdad» y «certidumbre» (véan­ se parágrafos 6-7); este tipo de afirmación caracteriza la filosofía antigua y medieval. II. También es afirmación de la oposición de «verdad» y «certidumbre» (véase cap. III). Este tipo de afirmación caracteriza la filosofía moderna hasta Kant incluso. III. Finalmente, es la superación de esta oposición, o sea es afirmación mediata de la identidad de «verdad» y «certi­ dumbre» (véase cap. XVIII). El idealismo hegeliano se pre­ senta a él mismo y al idealismo en general como dicha afir­ mación mediata. Estos tres enfoques no aparecen simplemente uno después del otro sino que, dado el primero, el segundo surge de forma necesaria de él y el tercero, del segundo. Justamente, para Hegel, el carácter orgánico de la historia del pensamiento filosófico consiste en este desarrollo necesario. 5. El significado de «certidumbre» y «verdad» El significado de estas tres fórmulas y su generarse una a la otra quedará en claro en las páginas que siguen. Entre­ tanto, podemos empezar por advertir que, en este contexto, la «certidumbre» es una determinación o cualidad subjetiva (hu­ mana, mental), mientras que la «verdad» es determinación objetiva. Podemos tener la certeza de cosas verdaderas y de cosas falsas: esto quiere decir que la «certidumbre» es un estado del pensar (o sea de la conciencia, de la mente) mien­ tras que la «verdad» es un estado de las cosas. Pero esta aclaración preliminar se hace más comprensible a la luz del modo en que en la vida cotidiana se entiende la relación entre el conocimiento del hombre y el mundo en que vive. Veámoslo. 6. Identidad de certidumbre y verdad a) El «sentido común». — ¿De qué modo entendemos co­ múnmente el mundo en que vivimos? ¿Quién se pregunta cuál es nuestro enfoque común —nuestro «sentido común»—, considerado dentro de lo posible (pero más adelante veremos que no es posible) independientemente de las sobreestruc­ turas aportadas por la «cultura». Hegel está convencido (como Aristóteles) de que este enfoque común existe. Pero, en gene­ LA FILOSOFÍA MODERNA 15 ral, también nosotros estamos convencidos de que por debajo de nuestra formación cultural existe un fundamental o «natu­ ral» modo de pensar y de tener certidumbres sobre la realidad, al que difícilmente podríamos renunciar, ya que por lo gene­ ral nos identificamos con él. Es indudable que no existe una categoría unívoca del «sen­ tido común»: también el «sentido común» tiene una historia, y por lo tanto no es separable de la «cultura». El «sentido común» de los orientales no es el de los occidentales; el de los griegos no es el de los europeos contemporáneos; el de los «primitivos» no es el de los «civilizados». Pero bastante a menudo se cree en la posibilidad de establecer constantes en la variación del «sentido común»; y a tales constantes puede hacerse corresponder lo que suele llamarse el consensus gen- tium: el común modo de pensar de los pueblos. En general se habla de consensus gentium a propósito de la existencia de Dios o de la conciencia moral (y luego se ha terminado por reconocer que el consensus no es en absoluto universal y unívoco). Pero puede hablarse de consensus gen­ tium, o sea de acuerdo entre los hombres o entre vastas áreas humanas, también a propósito de ciertas más elementales y fundamentales estructuras cognoscitivas. Entonces es posi­ ble aprovechar el trinomio hegeliano antes indicado, relativo a la relación entre certidumbre y verdad, dejando de lado el problema de si existen constantes absolutas del «sentido co­ mún» y haciendo referencia a esa formación histórica deli­ mitada, que es el «sentido común» en que la civilización occidental vive desde hace algunos milenios. Entonces pueden desarrollarse las siguientes consideraciones. b) Las tres convicciones fundamentales del «sentido co­ mún». — Si dentro de lo posible dejamos de lado nuestras convicciones imputables a la calidad y cantidad de nuestra cultura y sobre todo a nuestros conocimientos filosóficos, encontramos que estamos convencidos de algunas tesis fun­ damentales: 1.a El modo en que vivimos y sus procesos son independientes de nosotros y de la conciencia que tenemos de ellos Los astros y las galaxias existían millones de años antes de la aparición del hombre en la tierra, y seguirán existiendo cuando ya no quede huella de la raza humana. Cielo, mar, montes, llanuras, seres animados e inanimados de la natura­

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