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La figura del amigo imaginario en el cine familiar contemporáneo. PDF

19 Pages·2017·0.27 MB·Spanish
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La figura del amigo imaginario en el cine familiar contemporáneo. Alberto Richart Sánchez Professor/a: Iván Pintor Cruïlles Contemporànies entre Cinema, televisió i Còmic, 1º trimestre, 2016 Facultat de Comunicación Universitat Pompeu Fabra Resum / Resumen: El cine siempre ha reflejado las preocupaciones psicológicas del ser, incluso de aquellas personalidades que se encuentran en desarrollo. La figura del “amigo imaginario” es un recurso constante en la cinematografía que señala una escisión en el carácter de los personajes y que trata de cumplir las necesidades de los mismos. Con este monográfico trataremos de trazar una línea entre las carencias del personaje principal y su “criatura inventada” mediante la teoría del psicoanálisis de autores como Sigmund Freud, Gustav Karl Jung y Donald Woods, entre otros. El análisis se centrará en el cine familiar contemporáneo que se preocupa por retratar un momento de crecimiento y transición mental: Mi vecino Totoro (H. Miyazaki, 1988), El gigante de hierro (B. Bird, 1999), Del revés (P. Docter, R. Del Carmen, 2015), Un monstruo viene a verme (J. A. Bayona, 2016) y Mi amigo el gigante (S. Spielberg, 2016). Paraules clau / Palabras clave: Cine, Adolescencia, Psicoanálisis, Pediatría, Amigo imaginario, Cine familiar, Cine contemporáneo, Animación, Crecimiento, Monstruo, Sigmund Freud, Gustav Karl Jung, Donald Woods, Bruno Bettleheim. Abstract: Cinema has always reflected the psychological preoccupations of the human being, even of those personalities that are in development. The figure of the "imaginary friend" is a constant resource in the cinematography that indicates a split in the personality of the characters and tries to fulfill their needs. With this monograph we will try to draw a line between the shortcomings of the main character and his "invented creature" through the theory of psychoanalysis authors such as Sigmund Freud, Gustav Karl Jung and Donald Woods, among others. The analysis will focus on contemporary family cinema that is concerned with portraying a moment of growth and mental transition: My neighbor Totoro (H. Miyazaki, 1988), The iron giant (B. Bird, 1999), Inside out (P. Docter, R. Del Carmen, 2015), A monster calls (JA Bayona, 2016) and My BFG (S. Spielberg, 2016). Keywords: Cinema, Adolescence, Psychoanalysis, Pediatrics, Imaginary friend, Family cinema, Contemporary cinema, Animation, Growth, Monster, Sigmund Freud, Gustav Karl Jung, Donald Woods, Bruno Bettleheim. Introducción y metodología Desde los inicios del cine, el género fantástico se ha nutrido de la figura del monstruo para representar el terror, el caos y la demencia social. Desde King Kong hasta las últimas versiones de Godzilla, el monstruo ha traído consigo la crisis comunitaria, pero también la individual. Si el lagarto gigante japonés era la reencarnación del miedo colectivo a la bomba atómica en 1954 y las desgracias que ello provocó en la Guerra del Pacífico1, múltiples películas han reflejado el pavor más personal a través de la exteriorización de los sentimientos y la proyección de los mismos en otro ser ajeno al individuo. El desdoblamiento de la personalidad es un tema comúnmente tratado tanto en obras literarias y ensayísticas como en fílmicas. Tenemos en El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde (1886) de Robert Louis Stevenson el ejemplo más paradigmático sobre el ser escindido, aunque en este caso, el monstruo no resulte ser de dimensiones descomunales. En su desarrollo físico y mental, los individuos de corta edad también pasan por procesos psicológicos en los que la citada escisión de la personalidad es en ocasiones necesaria para la canalización de emociones y voluntades. Desde un punto de vista más psicológico, en este tratado estudiaremos los motivos de la creación de un “amigo imaginario” que toma diversas formas y caracteres en correlativa dependencia a las necesidades del infante o joven. Identificaremos los estados mentales con las características del “monstruo inventado” a través de las bases psicoanalistas que definió el trabajo de Sigmund Freud, y que prosiguieron Gustav Karl Jung y Donald Woods Winnicott, entre otros, al hablar de una relación del individuo, que pasa por una etapa inconsciente, con el medio ambiente. Para englobar todo este campo investigativo, observaremos los modos de representación del conflicto del individuo mediante el estudio de cinco obras cinematográficas contemporáneas. Se trata de cine que remite a conceptos como la familia, la identidad y la fantasía, y que se dirige a un público infantil o juvenil, pero que también muestra una lectura de interés adecuada a las etapas adultas: Mi vecino Totoro (H. Miyazaki, 1988), El gigante de hierro (B. Bird, 1999), Del revés (P. Docter, R. Del Carmen, 2015), Un monstruo viene a verme (J. A. Bayona, 2016) y Mi amigo el gigante (S. Spielberg, 2016). 1 C. Roche, 2016: 265 2 Con ello partiremos de una breve introducción teórica sobre las fases de la psique humana para observar cómo los sentimientos de los protagonistas, bastante vinculados a la soledad y el duelo, buscan ser respondidos mediante personajes que tratan de rellenar el vacío que ello les provoca. Posteriormente, estudiaremos las características y el destino natural de mortalidad de estas figuras monstruosas que se desprenden de la psique, para finalmente observar cómo un cine familiar contemporáneo utiliza motivos y elementos reiterados para la representación de la psique humana en momentos de desdoblamiento. Breve apunte sobre el inconsciente Antes de abordar el término del “amigo imaginario” y estudiar sus modos de representación en el cine, es necesario aclarar brevemente las bases de la funcionalidad del inconsciente según teóricos psicoanalistas, pues podemos aceptar que éste forma una parte importante en el desarrollo del individuo y en la plasmación de su carácter en sus proyecciones. Debemos hablar en términos freudianos cuando tratamos de describir las distintas partes del proceso psíquico humano. El psicoanalista checo formalizó las bases del psicoanálisis mediante la constatación de tres partes diferenciadas en un “aparato psíquico”, capaces de intercambiar funciones entre sí y cuyo mecanismo, en gran parte, funciona de manera inconsciente. Nos referimos a los términos de ello (id), yo (ego) y superyó, los cuales fueron desarrollados a partir de la primera tópica de consciente, preconsciente e inconsciente. El ello se corresponde con la parte más pulsional del individuo: la expresión de sus deseos y miedos más cercanos a los conceptos de eros (sexualidad) y thanatos (muerte). Por su parte, el yo trata de responder a las necesidades del ello en su relación con el mundo real, o medio ambiente, mientras que lidia con el superyó, la representación de los pensamientos éticos apropiados por medio de la cultura a la que el individuo pertenece2. En el libro El hombre y sus símbolos del psicoanalista y colaborador de Freud, Carl Gustav Jung, parte de las bases propuestas por el primero para contraponer mediante aspectos antropológicos la diferenciación de las citadas instancias mentales y sus funciones. El autor habla de los indios naskapi, pobladores de bosques en la 2 D. W. Winnicott, 1965: 15 3 península canadiense de Labrador, alejados de una cultura potente que les someta a normas convencionalizadas. Su concepción de superyó viene predominada por la figura del mista´peo, una voz interior considerado como “amigo” y asimilable al concepto occidentalizado de “alma humana”. Esta figura reside en el corazón, y no en la mente, y posee propiedades inmortales, en el sentido en que es capaz de abandonar el cuerpo del individuo cuando éste muere para habitar otro ser. Los naskapi tratan de seguir las órdenes de sus sueños, mediante los cuales encuentran el camino que han de seguir en la vida, en cuanto a se refiere a su estado mental y medioambiental (su relación con el entorno). Jung relaciona esta conciencia de la “interioridad” con el concepto de sí-mismo3. Así trata de explicarlo M. L. Von Franz en el mismo libro citado anteriormente: El “sí-mismo” puede definirse como un factor de guía interior que es distinto a la personalidad consciente y que puede captarse solo mediante la investigación de nuestros propios sueños. Estos demuestran que el “sí- mismo” es el centro regulador que proporciona una extensión y maduración constantes de la personalidad4. El ello por tanto, podría formar parte de las funciones que el “sí-mismo” solicita haciendo consciente de lo inconsciente. Propone una evolución existencial del individuo alejado del deber y la justicia, en una aproximación a la verdadera voluntad interior. El ego se entrega así al desarrollo de la unicidad, para la cual es necesario que se despoje de la actitud utilitaria de la conciencia.5 Pero si regresamos a la disociación de la conciencia - la externalización y conversión de un estado mental en la representación de una figura separada del ser -, comprobamos que ésta es un motivo que parece repetirse en todo tipo de comunidades y épocas, si hablamos desde un punto de vista antropológico. Puede recibir el nombre de mista´peo o el de «alma selvática»; todas las ideas coinciden en la representación de tales voces en un cuerpo disociado del ser, haciendo referencia a esa parte de la psique que Jung asegura que nunca llegamos a conocer en su totalidad. En cuanto que 3 C. G. Jung, 1997: 161-162 4 M. L. Von Franz en C. G. Jung, 1997: 162 5 M. L. Von Franz en AA.VV., 1997:161-164 4 desconocemos gran parte del inconsciente, éste se nos muestra representado en una entidad que no es la nuestra, y sin embargo, nos condiciona6. Regresemos a la idea de Dr. Jekyll y Mr. Hyde para hablar de ese desdoblamiento de la personalidad cuya patología recibe el nombre de “personalidad múltiple” y que aquí interesa por su capacidad de resurgir en cualquier edad del individuo. El psiquiatra Robert Jay Lifton ejemplifica la escisión del yo con los sucesos del campo de concentración de Auschwitz durante la Segunda Guerra Mundial. Defiende que los médicos del campo fueron capaces de llevar a cabo asesinatos, mutilaciones y experimentos de toda índole gracias a esta partición de la personalidad, mediante la cual justificaban sus terribles actos en aras de un bien mayor. Se trata de un “desdoblamiento” en una dimensión inconsciente del yo en dos partes independientes que pueden funcionar con autonomía sin delimitar lo que es moral y ético. Además, ese yo que se opone a todos los principios del individuo, puede llegar a poseer su personalidad y, en palabras de Otto Rank, «incluso hablar en nombre de toda la persona». Este psicoanalista y escritor defendía la razón del “doble” como la capacidad de mal del individuo, junto a la cual van vinculados conceptos de mortalidad, culpa y, en definitiva, lo perecedero del alma7. No es necesario recurrir a ejemplos históricos tan evidentes sobre esta escisión del yo, pues en la cotidianeidad del individuo también es posible encontrarlos. El filósofo estadounidense William James ya hablaba de un “yo dividido” cuando el yo mostraba caras totalmente opuestas entre sí, e hizo referencia al escritor francés Alphonse Daudet cuando éste último advirtió – bajo el grito de «¡Homo dúplex!» - cierta tristeza, pero también indiferencia tras la muerte de su hermano8. Llama la atención que este desdoblamiento inconsciente acostumbre a producirse en experiencias cercanas a la muerte o en momentos límite para el individuo. Como si de una coraza se tratase, la mente prepara su supervivencia emocional desarrollando una serie de estrategias que posibilitan en el individuo no sólo un alejamiento de la propia conciencia sino además un reconocimiento consciente de sentimientos y pensamientos que no se identifican como propios. De aquí a la proyección de tales sentimientos en otro ser ajeno a la conciencia hay un paso. 6 C. G. Jung, 1997:21 7 R. J. Lifton en AA. VV., 1991: 319-321 8 R. J. Lifton en AA. VV., 1991: 317-319 5 El recurso de la fantasía En una escala de desarrollo mental menor, los niños y adolescentes recurren en ocasiones a la fantasía para dar voz a su yo interno, el cual busca respuestas sobre el mundo que está descubriendo y que los adultos en escasas ocasiones ofrecen de manera verídica. La imaginación se pone al servicio del inconsciente para reinterpretar o digerir la información que llega por primera vez desde el exterior. Su concepción de la realidad en muchas ocasiones es incierta e inmadura, pues puede verse influida por una tendencia a la preferencia por la fantasía. El psicoanalista Bruno Bettleheim estudió el vínculo entre el individuo de corta edad y su concepción distorsionada de la realidad, algunas veces provocada por pulsiones internas o malinterpretaciones sobre el funcionamiento de la vida adulta. Además, trabajó el efecto de los cuentos de hadas más populares en el psicoanálisis del público infantil y juvenil, constatando la necesidad de un grado fantástico en la mente en desarrollo para la formación de una identidad. Pese a ello, afirma que es necesario un método con el que la desconexión de la realidad haga más fuerte al individuo, con el objetivo de que cuando vuelva a conectarse sea capaz de defenderse ante las circunstancias de la vida real9. De la misma manera, Jung también expresaba la similitud entre la mitología ática y los cuentos de hadas, siendo éstos últimos versiones infantiles de la primera, vía por la cual el niño es capaz de constituir una explicación a los fenómenos naturales10. Las tragedias de los dioses son, en definitiva, historias muy humanas que con su discurso creaban un mapa descriptivo sobre las particularidades del ser. Vladímir Propp, en su Morfología del cuento, sintetiza la estructura de las historias más comunes con el objetivo de demostrar que es dicha disposición la que conjuga una motivación concreta al cuento. Es decir, Propp basa su clasificación de géneros y cuentos en los componentes de la obra y no tanto en las condiciones de la historia o sus personajes. Si hay una partida del héroe o un regreso del mismo, una transformación o un casamiento... es algo que interesa al lingüista ruso a la hora de conformar un esquema de los motivos eternos en el folklore. De esta manera se 9 B. Bettleheim, 2012:87 10 C. G. Jung, 1991:50 6 evidencia el simbolismo de la obra y trata de aproximarse a la razón del principio de empatía de la misma11 Los cuentos de hadas, por tanto, no se presentan solo como una vía de escape de la realidad del sujeto, sino como una manera de entender el presente que le afecta. Una inclinación por la fantasía propia de los niños genera una aceptación de “lo imaginario” aplicado a la realidad que les permite ordenarla bajo su criterio hasta alcanzar una gradual madurez. El profesor y escritor Gerard Jones adaptó el discurso de Bettleheim a la cultura popular más reciente, demostrando que sus productos son atracciones con las cuales los niños generan un crecimiento positivo. Mediante el juego y la fantasía los jóvenes se muestran creadores de su propio mundo y sus sentimientos, lo que Jones denomina como “autoría”. Además, ello les permite ser “algo” o “alguien” que de momento no son: proyectan en sus fantasías todos sus deseos y miedos y son capaces de ejercer el control sobre ellos12. Jones también explica cómo en muchas ocasiones sentimientos como la ira o el miedo desembocan en los jóvenes un ánimo de destrucción que logran salvar mediante el juego. Durante la fantasía salen a relucir los sentimientos que normalmente no son permitidos bajo la vigilancia de los padres, y por tanto son comúnmente reprimidos. El rechazo de su naturalidad, la intención de llamar la atención, la sensación de soledad o la ira son factores que permiten el acceso a una mostración violenta de los deseos, así como también una inclinación por los contenidos culturales o mediáticos que contienen cierta dosis de violencia, pero que no por el hecho de consumirlos definen necesariamente la personalidad del individuo. Ejemplos como la música rap o los videojuegos de acción, defiende Jones, son estímulos que pueden conectar con la rabia y el dolor del usuario y, en definitiva, suponerle un apoyo en su camino hacia la superación de la soledad13. Un símil bastante visual es el que denota Robert Bly en el capítulo El gran saco que todos arrastramos en el libro Encuentro con la sombra. El poder del lado oculto de la naturaleza humana. En este saco que menciona y que asegura que figuradamente todos poseemos, arrojamos las facetas de nuestra personalidad que no son necesarias para encajar en la comunidad (familia o sociedad) en la que convivimos. Una vez más 11 V. Propp, 2012 12 G. Jones, 2002: 21-27 13 G. Jones, 2002: 245 7 aparece, esta vez en sus citas, la historia de Stevenson -Dr. Jekyll y Mr. Hyde - para mostrar cómo el saco de las facciones negativas va engrandando y desarrollando su propia personalidad paralela hasta el punto de aparecerse delante del individuo como si de otro yo se tratara. Bly asegura que todo lo arrojado al saco queda sin evolucionar y, además, puede regresar pasado un tiempo a la personalidad del individuo: […] La sexualidad, la violencia, la agresividad, la ira o la libertad que había arrojado al saco habrán sufrido un proceso de regresión y cuando aparezcan de nuevo no sólo asumirán un aspecto rudimentario sino que también mostrarán una manifiesta hostilidad14. La represión es uno de los grandes motivos por las cuales los jóvenes tienden a buscar cierta libertad en un mundo imaginario y paralelo. Partiendo de ello, el desdoblamiento y la creación de un monstruo que de voz a los sentimientos ocultos no resulta difícil de entender cuando existen motivos de inadecuación al medio por parte del infante. Sin embargo, en los modos de representación del amigo/monstruo en el cine no siempre va sugerido de una plena imaginación inconsciente del individuo. En ocasiones simplemente se trata de una relación estrecha entre un elemento del exterior y la psique del protagonista. Vida y muerte del amigo imaginario Los amigos imaginarios acostumbran a presentarse como una parte escindida de la personalidad, y por ello poseen cualidades del inconsciente que les diferencia del yo del que parten. No obstante no todos los amigos imaginarios se muestran amistosos ante el ego. En ocasiones surgen para entablar una discusión o malestar con el individuo, muy lejos de buscar su simpatía. Así lo narra Patrick Ness en su novela Un monstruo viene a verme, y por consiguiente en la propia adaptación fílmica y homónima de J. A. Bayona. La novela y la película cuentan la historia de Conor, un chico de doce años con una vida difícil. Sus padres están separados, sufre bullying en el colegio y su madre ha 14 14 R. Bly en AA. VV., 1991:40-47 8 sido diagnosticada de cáncer. Además, su abuela, con la que convive mientras su madre recibe el tratamiento, parece no ajustarse nada a la personalidad del joven. Ella es seria y calculadora, y espera por parte de Conor cierta madurez a la hora de afrontar la enfermedad de la madre. En sus ratos de soledad, Conor recibe las visitas de un tejo transformado en monstruo, quien parece estar decidido a sacar a flote lo peor del joven: su ira, sus preocupaciones y la congoja ante lo desconocido. El monstruo le cuenta historias paradójicas sobre la moral del ser humano, esperando que Conor finalmente le cuente a él su historia. Con ella llega la revelación de los sentimientos más profundos de Conor, aquellos que existen en su subconsciente y que son callados por las exigencias del superyó. La abuela de Conor es un claro ejemplo de figura castradora en el sentido en que ésta sentencia y atenaza a su nieto con lecciones de supuestas responsabilidades de un hijo ejemplar. A falta de una figura castradora más convencional, como sería la figura del padre en todo complejo de Edipo, los sentimientos hacia su abuela son de temor y deseo de acabar con ella. El carácter de ella es contrario al de la madre: permisiva y alegre, más afín al del hijo. Cuando el chico se reúne con el monstruo aparece su verdadera personalidad, aquella que destroza las posesiones de la abuela forzada por sentimientos de ira y culpabilidad15. Después, su opresión se queda aliviada. El saco que arrastra Conor, según el símil de Bly, se abre de manera violenta como respuesta a la represión acumulada a diario. Él piensa que su principal problema personal reside en su figura castradora, con quien se ha visto forzado a convivir. Para disuadirlo de ello el monstruo le cuenta historias en las que nada resulta ser como aparenta. Gracias a la intervención de este monstruo imaginario el protagonista es capaz de llegar a entender los motivos del comportamiento de su abuela, así como de encontrarle un sentido proteccionista a sus duros discursos. El inconsciente de Conor es a la vez terapéutico, educador, y en última instancia, liberador. La representación del ello en Conor desprende lecciones de moralidad y humanidad, por lo que cabría comprender que se trata de facetas que el protagonista ha adquirido a lo largo de su vida de manera inconsciente. Es la figura del monstruo, otro producto de su inconsciente, quien pone de manifiesto la necesidad de abrir la puerta hacia lo desconocido por el propio individuo, pues hace consciente lo inconsciente. Todo monstruo ofrece una revelación de la única manera que conoce por naturaleza: la 15 D.W. Winnicott, 1965: 16 9

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Keywords: Cinema, Adolescence, Psychoanalysis, Pediatrics, Imaginary friend,. Family cinema, Contemporary cinema, Animation, Growth, Monster,
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