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La Ética en Aristóteles o la moral de la virtud PDF

380 Pages·1997·10.929 MB·Spanish
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La Ética en Aristóteles o la Moral de la Virtud Osvaldo Guariglia Eudeba S.E.M. Fundada por la Universidad de Buenos Aires en 1958 Primera edición: octubre, 1997 Diseño de tapa: Luis M. De Ritis Diseño de interior: Ezequiel A. Bluvstein © 1997 EUDEBA SEM - Editorial Universitaria de Buenos Aires Sociedad de Economía Mixta. Av. Rivadavia 1571/1573 (1033) Buenos Aires, República Argentina. Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Derechos reservados l.S.B.N. 950-23-0660-0 No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su almacena­ miento en un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, electrónico, mecánico, fotocopia u otros métodos, sin el permiso previo del editor. Eilhard Schlesinger, Konrad Gaiser, Rodolfo Mondolfo, José Luis Romero, magistris illustribus, in memoriam. Prólogo El presente libro es el resultado de un largo y casi siempre amis­ toso trato entre el autor y los textos aristotélicos, tanto los específica­ mente éticos como los concernientes a la física, la metafísica, ¡a filo­ sofía de la dialéctica, de la retórica y de la lógica, la biología, la historia, etc., que se inició hace treinta y cinco años, cuando, a ins­ tancias de mi maestro, Eilhard Schlesinger, comencé mi investiga­ ción sobre Anaximandro de Mileto, la que culminaría en mi tesis de licenciatura de la Universidad de Buenos Aires. Posteriormente, mi Dissertation para obtener el Dr. Phil., en la Universidad de Tübingen, Alemania, versó ya sobre un problema de filosofía de la lógica en Aristóteles, a saber: su concepción de la teoría de los contrarios, en especial por contraste con la teoría platónica de los principios, tal como ésta había sido reconstruida por esos años por mi director, Konrad Gaiser. A la problemática ligada con este tema se remonta uno de los planteos que se encontrará desarrollado especialmente en los primeros capítulos del presente libro, a saber: la concepción aristotélica de la acción y de su conocimiento, el método apropiado para las cuestiones que se relacionan con la praxis, y el significado del término bueno o bondad referido a las acciones. En efecto, al comparar y contrastar los textos aristotélicos con la metafísica platónica del período tardío, tal como ésta aparece esbozada en los diálogos a partir de la República, especialmente en el Filebo, y sobre todo en los Testimonia platónica, recopilados por Gaiser, que reco­ gen la tradición doxográfica sobre la así llamada doctrina no escrita del filósofo ateniense, se me iba haciendo más y más claro el profun­ do sentido que la ruptura epistemológica con el punto de vista de su maestro había tenido para la maduración del concepto de acción y, en general, para la visión de los fenómenos morales y políticos en Aristóteles. Faltaba, sin embargo, otro estímulo, más acuciante y per­ turbador, para volcarme decididamente hacia la ética con preferen­ cia a los otros temas, igualmente atrayentes, que se ofrecían dentro de los estudios aristotélicos a principios de los años setenta. Éste provino de dos acontecimientos político-ideológicos que dieron un vuelco a mis intereses académicos, encaminándolos definitivamente hacia la ética y la filosofía política: el golpe militar-sindical, que había derrocado al gobierno democrático del Presidente Arturo Iliia en la Argentina, poniendo fin a toda esperanza de consolidación de la entonces incipiente democracia, reinstaurada en mil novecientos cincuenta y ocho, y el movimiento intelectual que encabezaron los estudiantes alemanes en la última mitad de la década de los sesenta y que estaba en su apogeo cuando yo arribé allí en mil novecientos sesenta y oche. Por su influjo descubrí la primera Escuela de Francfort, la Dialéctica de la Ilustración, la obra de Emst Bloch, a cuyos semi­ narios en la Universidad de Tübingen asistí, a decir verdad en medio de una enorme concurrencia que los tomaba caóticos y escasamente académicos, y toda la bibliografía en tomo al joven Hegel y al joven Marx. Es muy difícil recrear el clima de la República Federal de Alemania por aquellos años, sobre todo cuando, a los pocos meses de estar yo y mi familia allí, cayó el gobierno de la gran coalición entre democristianos y socialdemócratas y Willy Brandt surgió como el triunfador en las nuevas elecciones, que, por primera vez después de cuarenta años, ungían a un socialista como primer ministro. Como quiera que sea, no es mi intención al escribir este prólogo hacer una autobiografía de mis años de formación, sino más bien trazar un es­ bozo de mis variables relaciones con el Estagirita, a veces más amis­ tosas y otras más tirantes, pero siempre intensas y productivas. A partir del conocimiento y la apropiación de la teoría crítica comien­ za la evolución de mi propio pensamiento en cuestiones de ética y filosofía práctica, que tendrá un largo período de maduración hasta que diez años más tarde, en mil novecientos setenta y ocho, alcance un primer escalón en un artículo sistemático sobre ideología, al que seguirán otros que culminarán seis años después en el libro Ideolo­ gía, verdad y legitimación. También con relación a la ética de Aris­ tóteles este nuevo enfoque producirá un giro importante en la visión de la problemática: a partir de entonces me resulta impensable des­ vincular las cuestiones de interpretación de la ética aristotélica, en especial de su teoría de las virtudes, del contexto social e histórico, la sociedad tradicional, agraria y señorial, en la que fue concebida y escrita. Luego de mi retorno al país en mil novecientos setenta y uno 12 comencé a trabajar en la Ética y la Política desde esta nueva pers­ pectiva, que se fortaleció y enriqueció tanto con la lectura de la obra como con las conversaciones personales que tuve la fortuna y el ho­ nor de mantener durante esos oscuros años con dos eminentes histo­ riadores de la cultura antigua y medieval, que vivían en un exilio interior: Rodolfo Mondolfo y José Luis Romero, hasta el fallecimiento de ambos en mil novecientos setenta y seis y setenta y siete respecti­ vamente. A esa etapa, de mil novecientos setenta y tres al ochenta y tres, pertenecen todos los artículos publicados por mí sobre Aristó­ teles así como el libro cuyo origen era mi tesis de doctorado a la que ya me he referido. Sin embargo, el material acumulado y los capítu­ los inéditos del libro que había comenzado a escribir sobre la filoso­ fía ética y política de Aristóteles duplicaba, al menos, lo publicado hasta entonces. En los siguientes años mi labor de investigación relacionada con la ética de Aristóteles fue postergada por el interés sistemático en la fundamentación de una ética universalista, dentro de la gran renova­ ción que tuvo la disciplina luego de la publicación de la obra capital de John Rawls en mil novecientos setenta y uno y de los trabajos de Jürgen Habermas sobre la teoría de la acción comunicativa a partir de ese mismo año hasta culminar en su monumental Teoría una déca­ da después. En realidad, no es Aristóteles el filósofo clásico que está en el centro de mi preocupación durante este tiempo, sino Kant, ya que de lo que se trataba, a mi juicio, era de una renovación del uni­ versalismo kantiano con los medios apropiados a una época postmetafísica que sólo puede apelar a la evidencia del lenguaje y de las reglas pragmáticas de la comunicación. Esta intensa confronta­ ción con la lógica, la semántica y la pragmática del discurso norma­ tivo, así como con los problemas que plantea para un renovado uni­ versalismo la multiplicidad cultural del mundo contemporáneo (los que fueron fuertemente destacados por la corriente opuesta, los co­ munitarios, que recurren a Aristóteles en su ataque a Kant), me die­ ron una nueva perspectiva de lo que a mi juicio constituye el núcleo central de la ética aristotélica, la moral de la virtud, que expuse por primera vez en un artículo sobre Aristóteles y la ética contemporá­ nea en mil novecientos noventa. Es, en realidad, desde este nuevo punto de encuentro que he retomado la investigación de la etica aristotélica, en paralelo con mi trabajo sistemático sobre una ética universalista. Por esta razón decidí publicar en mil novecientos noven­ ta y dos todos mis trabajos, éditos e inéditos, sobre la Ética y Política aristotélicas, organizados y sistematizados de modo tal que se presen­ taran, si no en una exposición continua, al menos en una articulación coherente. Se trató, en realidad, de una especie de Preprint o docu­ mento de trabajo tanto por la precariedad de la edición como por el estilo de la editorial (Centro Editor de América Latina) y de la colec­ ción (Los fundamentos de las ciencias del hombre) que lo albergaba. A pesar de estas características, el libro tuvo su repercusión, como lo muestran las dos reseñas debidas a distinguidas colegas, especialistas en filosofía griega: Graciela Marcos y María Isabel Santa Cruz, y las numerosas citas en los trabajos de colegas filósofos/as. La obra que hoy ofrezco difiere, pues, de todo lo anterior, ya que se trata de una presentación continua y consistente de los temas cen­ trales de la moral aristotélica de la virtud, de sus supuestos y puntos de partida en la concepción de la acción, del método de la filosofía práctica, y del tipo de razón apropiada a ella. Mi concepción actual de la ética aristotélica se distingue notablemente en muchos aspectos de la que tenía al comenzar a escribir hace casi veinticinco años sobre ella: he revalorizado el papel que Aristóteles asigna a la razón en la ética, y he descubierto que, dentro de la economía de su obra, existe al menos una concepción de la buena vida, la del magnánimoó centrada en la vida de la virtud, que aún hoy, a través de numerosas mediaciones a partir de la ética estoica en adelante, nos habla de un ideal que nos es familiar, aunque distante. Para llegar a estas impor­ tantes rectificaciones así como para ofrecer la interpretación más fun­ dada tanto de cada una de las virtudes como de su conjunto, me dedi­ qué intensamente al estudio de la impresionante bibliografía en len­ gua inglesa, de orientación analítica, aparecida en la última década, que ha dado un impulso decisivo a las investigaciones sobre la filo­ sofía práctica aristotélica, a pesar de las frecuentes reiteraciones, la excesiva prolijidad y las abundantes trivialidades que se encuentra en ella, al menos para alguien que, como yo, ha sido formado en la rigurosa austeridad de la filología germánica. 14 El plan general del libro es el siguiente: luego de un primer capí­ tulo introductorio sobre la vida de Aristóteles y las obras dedicadas a la ética que nos han sido transmitidas en el Corpus aristotelicum, siguen dos capítulos, el 2 y el 3, dedicados a las cuestiones del méto­ do en la filosofía práctica aristotélica. Los capítulos 4 y 5 están tam­ bién dedicados a tres conceptos básicos, que por su importancia de­ ben ser estudiados aparte: las acciones, su racionalidad (silogismo práctico) y el tema del bien. La exposición de los temas básicos de la moral aristotélica de la virtud es desarrollada del capítulo sexto al undécimo. El capítulo 12 cierra el libro con una visión de la ética aristotélica desde la perspectiva de la ética contemporánea, y más especialmente, desde la peculiar visión que hoy nos procura la con­ troversia entre universalismo y comunitarismo. Por último, salvo marginalmente, no me ocupo en este libro de los temas de la Política de Aristóteles, que están reservados para un estudio posterior - si la vida me alcanza. Para concluir, este libro, surgido como dije dé un cuarto de siglo de investigación, no hubiera sido posible sin el apoyo de cuatro ins­ tituciones a las que les debo agradecimiento: la Fundación Alexander von Humboldt, de Alemania, el Consejo Nacional de In­ vestigaciones Científicas y Técnicas, de la Argentina, y a las Univer­ sidades de La Plata y Buenos Aires, que durante casi tres lustros desde 1984 han sido testigos de mi obsesión con el Estagirita. Hurlingham, invierno de 1997. Nota preliminar En el texto del libro se utilizan dos maneras distintas de citar: A) los textos clásicos son citados entre paréntesis en el cuerpo principal por medio de las abreviaturas usualmente utilizadas, que se encontrarán explicadas en la cita completa en la Bibliografía con la que se cierra el libro, por ejemplo: (EN 11,1094 a I - 5) remite a la Ethica Nicomachea, libro I, cap. l.pág. 1094, columnas, líneas I a 5 de la edición de I. Bekker, que se encuentra reproducida al margen de todas las ediciones críticas y de las mejores traducciones. B) la bibliografía secundaria se cita en las notas de acuerdo al si­ guiente esquema: 1) autor, fecha de publicación y páginas, si se trata de libros o artículos, y 2) autor, sigla del título, tomo y páginas, si se trata de historias de la filosofía, de diccionarios o de gramáticas. Como en A), las citas completas se encontrarán en \nBibliografia final, orde­ nada en seis grandes secciones: 1. Historia de la filosofía griega; 2. Monografías y artículos sobre filosofía griega, especialmente sobre la ética de Aristóteles; 3. Historia de la literatura, de la cultura y de la religión; 4. Diccionarios y gramáticas; 5. Historia política, social y económica; y 6. Filosofía en general, especialmente ética. Todas las traducciones de los textos citados son mías, a menos que se indique lo contrario. En las traducciones de los textos se utili­ zan los siguientes signos diacríticos: [ ] indican una interpolación hecha por mí al texto original, sea para completar el sentido implícito, sea para comentarlo. A < > indican una interpolación de una o más palabras en el texto griego, introducida por medio de una conjetura por el editor, uno de los comentaristas, o en casos excepcionales por mí. {} indican que se debe suprimir una o más palabras del texto griego, debidas a una interpolación ocurrida en la transmisión del texto de los manuscritos, de acuerdo con alguno de los editores o comentaristas. 17

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