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La Estructura De Clases En Las Sociedades Avanzadas PDF

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Anthony Giddcns La estructura de clases en las sociedades avanzadas Postfado (1979) Versión española de Joaquín Bollo Muro Alianza Editorial Título original: The Chus Siructure oj the Advanced Sodeties, 2nd Edil ion Esta obra ha sido publicada en inglés por Huichínson & Co., Ltd.. Londres Primera edición en ‘Alianza Universidad' 1979 Sexta reimpresión en "Alianza Universidad": 1996 Reservados lodos los derechos. El contenido de esta obra cslí protegido por la Ley. que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comuni caten públicamente, en todo o en pane, una obra literaria, artisrica o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización © Anthony;Giddens. 1973. :980 © Ed. casi Alianza Editorial. S A.. Madrid, 1979. 1983. 1989. 1991. 1993. 1994. 19% Calle Juan Ignacio Laca de Tena. .5. 28027 Madrid; leleT. 393 88 88 ISBN: 84-206-2236 2 Depósito legal: M. 21,619-;996 Compuesto en Fernández Ciudad, S. L. Impreso en Lave. Los Llanos. O Gran Canaria. -1 Humanes (Madrid) Printed in Spain INDICE Prólogo .. ................ .................................................................... Introducción....................................................................... ............................... ^ 1. La teoría de las clases en Mane ....................................... -4 2. La critica weberiana............................................. ..................... " 44 3. Algunas teorías posteriores .. .. .................. 4 Los críticos de Marx: una crítica .................. ............. ............ '** 5 Revaloración del punto ae vista marxiano.......... 6 Replanteamicnto de la teoría de las clases (I) ........ ..... I 12 7. Replanteamiento de la («orí* de las clases (II) ** • 133 8/ El problema del desarrollo capitalista................................................. 160 9 1.a mediación institucional del poder y la mediación de! control ISO 10. El crecimiento de la nueva clase media ......... .......................... 206 11 La clitee obrera en la sociedad capitalista 233 12. El socialismo de Estado y la estructuración de clases ....... 263 13 La clase y el partido en la sociedad socialista estatal ............ 282 14. Las clases en la sociedad contemporánea 302 15. El futuro de la sociedad clasista ............... )25 Pos tí ario (1979) .......................................................................................... ... 34^ Obras citadas en el texto ............................................................................... 334 PROLOGO El prólogo de un libro se escribe siempre al final, y normalmente es donde ei autor, después de examinar ei resultado de su trabajo, explica al lector el libro que habría escrito de haber podido vencer las evidentes insuficiencias del trabajo que tiene ante él. No intentaré ganarme la simpatía del lector de esta forma, y en vez de tratar de disculparme por los errores de esta obra (de los que soy totalmente consciente), señalaré únicamente algunos de los objetivos que me propuse cumplir, con la esperanza de que esto sirva para leer el texto lo más fácilmente posible. Todo el que tiene la temeridad de escribir sobre la teoría de las clases sociales se ve inmediatamente sumido en una controversia por la forma misma de enfocar el tema —por los materiales que escoge para analizar y por los que ignora, pues ningún estudio dentro de este campo puede referirse más que a una pequeña selección de la casi inagotable bibliografía que existe sobre ei tema. Por tanto, quizá debiera empezar por subrayar algo evidente: que este libro se basa fundamentalmente en la tradición europea de ’.a teoría de las clases. Lo que he tratado de hacer, en cierto modo, es utilizar conceptos procedentes- de esta tradición para enfrentarlos con elia y construir así un nuevo esquema que sirva para analizar lo que a mi juicio continúan siendo los problemas fundamentales de la socio­ logía. Intencionadamente me remito poco al extenso conjunto de obras de autores americanos que tratan de la «estratificación» —in­ cluso a las de los que emplean el término «clase». Quedará perfecta* mente claro para los que lean este libro que mis preocupaciones son en general muy distintas de las suyas. Durante algún tiempo, el concepto de clase, como ha sido expues­ to en los trabajos de los sociólogos no marxistas, parece haberse visto envuelto en una especie de atmósfera de enfermiza decadencia. Aun­ que no desean o no pueden abandonar totalmente el concepto, mu­ chos de esos autores no están satisfechos con él como instrumento de análisis sociológico y piensan que, como la arquitectura victoriana, todo el atractivo que pudo tener en otro tiempo ha desaparecido al pasar la época que lo produjo. Sin que desee insistir en la analogía arquitectónica, debo señalar que en mi opinión esa desilusión en reía ción con el concepto de dase se basa en unas premisas falsas; si el concepto no puede servir para todo lo que hoy se pide de él, se debe a que los que primero lo colocaron ai frente de la teoría social —in­ cluido Marx— han exigido demasiado de él, y no a que haya quedado superado por los cambios sociales que se han producido desde el si­ glo xjx. Se afirma frecuentemente que, como se han realizado tantos esfuerzos posteriores a Marx para volver a formular el concepto de clase, cualquier nuevo empeño en ese sentido está destinado inevita­ blemente a aumentar la confusión que ya existe en lo que respecta a su empleo Sin embargo, cuando inicié un análisis sistemático de la lite­ ratura más reciente sobre la teoría de la estructura de clases, quedé sorprendido por su dispersión, no en términos cuantitativos, sino en términos de penetración analítica. La confusión y la ambigüedad en el empleo del término «clase» son totalmente evidentes; pero los intentos significativos de revisar la teoría de las clases en profundi­ dad que merezcan la pena son realmente muy pocos. He escogido para estudiar detalladamente sólo tres de dichos intentos: los que aparecen en las obras de Dahrendorf, Aron y Ossowski. La elección es, induda­ blemente, un tanto arbitraria, y he considerado sus ideas como repre­ sentativas de gran parte de la literatura teórica existente en este cam­ po - aunque la obra de Ossowski, Estructura de clase y conciencia social, se destaca quizás de los otros trabajos como un instrumento más original. Con la excepción de Max Weber, cuyos escritos consti- ruven uno de los principales puntos de referencia del libro, he evitado el examen directo de los trabajos de las primeras generaciones de críticos de Marx. He evitado también expresamente entrar en cual­ quier análisis extenso de la literatura marxista sobre las clases socia­ les, fuera de los trabajos del propio Marx. Esto no se debe a que en­ tienda que esta literatura no ha proporcionado contribuciones sustan­ ciales a In teoría de las clases. Aunque en realidad considero que la mavoria de las publicaciones marxistas han contribuido muy poco a esta cuestión los trabajos de algunos autores marxistas recientes me parecen significativos y valiosos. Si no los he estudiado detallada­ mente es porque mis desacuerdos con ellos se basan en las proposicio­ nes más importantes que he desarrollado y éstas aparecen con sufi­ ciente claridad en las diversas fases de mi argumentación. Los capítulos de este libro se dividen en cinco partes principales, aunque por supuesto los mismos temas aparecen en todos ellos. Los capítulos 1 a 4 tienen carácter introductorio y se ocupan de aspectos específicos de Jas teorías existentes sobre I3 estmetura de clases. En vez de unir los capítulos 3 y 4, como en un principio pense hacer, ofrezco en el primero de ellos un resumen breve y simple de las ideas de los tres «críticos de Marx» relativamente recientes que he mencio­ nado antes, reservándome la valoración de los mismos para el capítulo siguiente. Así, el lector que esté ya familiarizado con los escritos de estos autores puede saltarse el capítulo 3 totalmente sin perder el hilo de la argumentación. En los capítulos 5, 6 y 7 desarrollo un nuevo análisis de la teoría de las clases dedicándome en los capítulos siguientes a aplicar algunos de los conceptos establecidos en ellos, primero a Jas sociedades capitalistas y luego a las sociedades socialistas estatales. Finalmente, dos capítulos con carácter de resumen presen­ tan las principales conclusiones que deseo extraer de lo anteriormente expuesto. Quisiera agradecer a Percy Cohén, Geoffrey Hawthorn, David Lockwood. Gavin Mackenzie y Gian Poggi sus agudos y titiles comen­ tarios sobre el manuscrito original. Debo mucho a varias conversacio­ nes mantenidas durante los últimos dos años con Geoffrey íngham. Michacl Mann, Ali Rattansi y Philip Stanworth. También deseo ex­ presar mi gratitud a Bogdan Szajkowski, por su ayuda en I.» traduc­ ción de textos polacos y rusos; a Ronald IDore, por sus consejos sobre textos japoneses, y a Lesley Bower por sus múltiples formas de ayuda administrativa. A G. Cambridge. INTRODUCCION Se dice que ia sociología moderna se encuentra en situación de crisis. Dicha opinión ha sido expuesta con amplitud considerable por Gouldner, en relación con la sociología académica u «occidenral», y menos extensamente por Birnbaum, al escribir sobre el pensamiento social marxista contemporáneo Ahora los sociólogos se encuentran crónicamente sometidos a sus propias dudas y podríamos preguntar si existe algo realmente anormal en la actual siruación de controver­ sia o de torpor espiritual sociológico. La respuesta, a mi juicio, es que sí existe. La «crisis» —un término trillado y poco satisfactorio en sí mismo— de la sociología contemporánea es un síntoma de que nos encontramos en una importante fase de transición de la teoría social. En líneas generales, los orígenes de la situación actual no son difí­ ciles de discernir.JDos grupos de factores, relacionados entre sí, se encuentran implicados en la misma. Ljiio consiste en los aconted- que, durante los pasados años, han roto ei modeTocíela «política de consenso» en las sociedades capitalistas: el incremento de los niveles huelguísticos en algunos países, las luchas de 1968 en Francia y la aparición de los movimientos de protesta estudiantiles A esto deben añadirse los conflictos producidos dentro del inundo socialista y que culminan con la invasión soviética de Checoslovaquia, secundo factor es la evidente pobreza de las formas teóricas domi- ' Alvin Gouldner, I he Corning. Crias in Western Sociology (Londres, 1971); Norman Birnbaum, «The crisis of Marxisc sociology», Social Research 2, 1968. pan tes en la sociología para explicar estos acontecimientos^ La so­ c i o l o g í a ^ a c a H e r n í c á T e F l u i ^ p r i n c i p a l soporte interpretativo, las teorías sobre «el crepúsculo de las ideolo­ gías», aparecen vacíos y estériles ante el nuevo resurgir de los con­ flictos políticos y sociales en Occidente. Pero el marxismo, especial­ mente cuando se transmuta en ideología oficial del socialismo de Esta­ do, parece igualmente incapaz de enfrentarse con los acontecimientos del pasado reciente. Podemos distinguir cuatro respuestas principales, en el plano teó­ rico, a estas circunstancias: cada una representa un esfuerzo para apartarse de las premisas implícitas en el funcionalismo estructural, pero cada una de ellas tiene también relación con el pensamiento mar- xista.f La primera busca sustituir o complementar el funcionalismo estructural con la «teoría del ronflietoiJífl la que Dahrendorf llama «teoría de la coerción»). Este enfoque se manifiesta realmente a mitad de Ui década de 1950 y se originó puramente en una crítica intelectual del funcionalismo estructural: pero su popularidad ha recibido un considerable impulso en la última década. En manos de Dahrendorf, Lockwood y Rex, fue formulado como una respuesta a lo que esos autores consideran suposiciones inaceptables inherentes al funcio­ nalismo estructural representado por las obras de Talco» Parsons. Según este punto de vista, los textos de Parsons proporcionan una explicación poco satisfactoria de los orígenes del «orden» social, porque no conceden importancia a los enfrentamientos de intereses producidos por las divisiones sectoriales dentro de la sociedad global: la «teoría de la integración» («teoría del consenso» o «del valor») necesita complementarse o entrelazarse con la «teoría del conflicto», tal como se puede deducir de algunos aspectos de la obra de Marx . Las dificultades intrínsecas a este punto de vista son abundantes, y no las voy a estudiar aquí. Baste señalar que sus partidarios tienen pun­ tos tunda mentales en común con el tipo de posición teórica que pre­ tenden atacar. La «teoría dei conflicto», en mi opinión, representa la otra cara de la moneda del funcionalismo estructural, y se caracte­ riza por presentar In mavoría de sus mismas limitaciones. \ Un segundo enfoque se ha relacionado íntimamente algunas veces con la^ «teoría del conflicto», pero en definitiva es totalmente dife* : Para distinta» exposiciones de esta idea, véase Ralf Dahrendorf. (!uss .inj Ciass Confiici in Industria! Society (Stanford, 1959) y «Out of utopia: toward the reorientation ot sociological theory», llssays itt the Theory oj Society (Lon­ dres, 1968); John Rex, Key Problema ¡n Sociological Theory (Londres. 1%U; David Lockwood, «Somc rcmarks on The Social System"», British Journtá oj Soctaiogy 7, 1956: «Social imegraúon and svsietn incegraiion», en G. R. Zolkchun y W Hirsch. Explorations in Social Change (Londres. 1964). rente de la misma. Se trata de la opinión que resalta el en trema miento enere la sociología «conservadora» y la «radical». El punto ele partida en este caso es más ideológico que sociológico* dado que, como se afirma en la misma, la mayor parte de la sociología académica, y en particular la teoría funcional estructural, está unida a un punto de vista ideológico «conservador», sus prejuicios y debilidades pueden ponerse de manifiesto mediante una perspectiva sociológica imbuida de una posición «radical». Este entoque encuentra graves problemas epistemológicos, ya que no está en absoluto claro cuál es la posición de la «sociología radical» en relación con su objeto. El marxismo siempre ha encontrado dificultades epistemológicas al tratar de susten­ tar la pretensión de ser al mismo tiempo un cuerpo teórico verificado empíricamente y una guía moral para la acción política: de aquí su tendencia siempre presente a disolverse en un positivismo rígido o alternativamente en un relativismo ético —tendencia que ha quedado vividamente ilustrada en la disputa entre Kautsky y Bcrnstein. Pero las dificultades originadas por la concepción de una sociología «conser­ vadora» versus una sociología «radical» son incluso más agudas, dado que queda implicado que no existe, como en el marxismo, una interpretación supuestamente revalidada de manera científica de la realidad social, sino dos interpretaciones ideológicas en competencia J. El reconocimiento de semejantes problemas es lo que ha contri­ buido a precipitar una tercera reacción ante los actuales problemas de la sociología, que encuentra la solución en una aplicación narci- sista de la sociología del conocimiento4. Al igual que el intento de construir una «sociología radical», representa una protesta contra el supuesto, considerado por la mayor parte de los críticos como intrín­ seco al funcionalismo estrucmral, de que la teoría social y la investi­ gación sociológica son «neutrales» en relación con los fenómenos so­ ciales que pretenden interpretar o explicar. Indudablemente es valioso y útil (como explicaré más adelante) examinar la historia del pensa­ miento social en función de los contextos políticos y sociales que han originado las principales tradiciones o modalidades de ¡a teoría social. Pero no es necesaria una perspicacia especial para ver la petitio prin­ cipa implícita en la noción de que semejante ejercicio puede por sí mismo producir un nuevo marco teórico para la sociología; la conver­ sión de la sociología en unq sociología del conocimiento es una em­ presa lógicamente imposible. 3 Cf John Horton. «The dehumanisation of anomie and alienation*, Bri- ttsh journai of Socioiogy 15, 1964. y «Ordcr ¡ind conflic: •heories of social problctns as compcting idcolinties». American ¡ournd of Socioiogy 71, L96!5-6. * <-f. Robert Fricdrichs, The Socioiogy oi Socioiogy (Nueva York. 1970) vPor último, la desaparición relativamente súbita del funcionalis- mQ.estn.ic tu ral ha cstimulad(TeT resurgimiento de un tosco voluntaris­ mo, ligado a~ío qué yó denominaría un abandono del análisis institu­ cional . Las tormas principales de ía teoría~sociaI, se afirma, han con­ siderado al hombre como homo sociologicus, criatura más que crea­ dor de la sociedad, como receptor pasivo de influencias sociales más que como un agente activo, voluntario que ha dado sentido a lo que de otra forma sería un universo moral sin rasgos. Si la acusación está en cierto modo justificada, las inferencias que se extraen de ella —que los aspectos más vitales de la existencia social son los relacio­ nados con la trivialidad de la «vida cotidiana», por medio de las cua­ les el individuo da forma a su experiencia fenomenológica de la realidad social— racionalizan fácilmente un abandono de las cues­ tiones fundamentales que entraña el estudio de las formas sociales macroestructurales y de los procesos sociales. Si esto es cierto, sim­ plemente abandonamos los problemas que han constituido siempre los principales estímulos de la imaginación sociológica. Una observación semejante puede hacerse en relación con los énfasis contenidos en las obras de ciertos escritores marxistas recientes. El resurgimiento con­ temporáneo de los estudios marxistas en Occidente, y la rehabilita­ ción de autores como Lukács y Korsch, que durante la anterior gene­ ración cuestionaron el determinismo del marxismo «oficial», ha tenido muchas consecuencias beneficiosas. Junto a la tardía asimilación de la importancia de los primeros escritos de Marx para interpretar El capital y otras obras posteriores, nos ha dado una apreciación com­ pleta tanto de la simetría como de la sutileza del pensamiento de Marx. Pero ha producido también una forma de «marxismo» que. basándose casi en su totalidad en ideas tomadas selectivamente de los trabajos de juventud de Marx, ha introducido un voluntarismo que es tan parcial y defectuoso como el propuesto en algunas corrientes contemporáneas de la teoría social académica 6. No creo que ninguna de estas cuatro reacciones críticas al funcio­ nalismo estructural proporcione lo que es más necesario en la presente situación -s-por muy importantes que puedan ser sus contribuciones a otros problemas básicos de la sociología. A mi entender, los oríge­ nes de las limitaciones intelectuales del funcionalismo estructural han de buscarse mucho más lejos de lo que normalmente se supone 5 Ver en particular Dick Ackinson, Orthodox Con sens us and Rjdical Alter- nattve (Londres, 1971); pero ei éxito actual de la «etnome:odología» es tam­ bién significativo a este respecto. 6 Ver itticr alia, Erich Fromm. Marx’s Conreo/ of Man {Nueva York. 196,,. 7 He empezado a :nuar algunos ¡ispectos del trasloado de esta cuestión en nna -¡¿ric de recientes publicaciones acerca de la historia del pensamiento social

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