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La edición de textos PDF

173 Pages·2010·4.069 MB·Spanish
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LA EDICIÓN DE TEXTOS Miguel Ángel Pérez Priego TI.ORIA DK IA I.ITKRATURA Y I.1TKRATURA COMPARADA Director: Miguel Angel Garrido © Miguel Angel Pírez Priego © EDITORIAL SÍNTESIS, S. A. Vallchcrmoso, 34. 28015 Madrid Teléfono (91) 593 20 98 ISBN: 84-7738-485-1 Depósito Legal: M. 13.329-1997 Impreso en España - Printed in Spain Reservados todos los derechos. Está prohibido, bajo las sanciones penales y el resarcimiento civil previstos en las leyes, reproducir, registrar o transmitir esta publicación, Integra o parcialmente por cualquier sistema de recuperación y por cualquier medio, sea mecánico, electrónico, magnético, clcctroóptico, por fotocopia o por cualquier otro, sin la autorización previa por escrito de Editorial Síntesis, S. A. ÍNDICE Preliminar....................................................................................... 7 Capítulo 1: La CRÍTICA TEXTUAL. INTRODUCCIÓN HISTÓ­ RICA ............................................................................. 9 1.1. Importancia de la edición crítica ........................... 9 1.2. La práctica humanística............................................ 11 1.3. El método de Lachmann .......................................... 12 1.4. El “bon manuscrit” ................................................... 14 1.5. La nueva filología....................................................... 15 1.6. La Escuela de Filología Española........................... 17 Capítulo 2: El PROCESO DE TRANSMISIÓN DE LOS TEXTOS .... 21 2.1. Original y copias ........................................................ 22 2.2. Errores y variantes...................................................... 26 2.3. Variantes de autor ...................................................... 33 2.4. Historia de la tradición ............................................ 36 2.5. Tradición impresa ...................................................... 38 Capítulo 3: La edición del texto .......................................... 43 3.1. Ediciones diplomáticas, facsimilares y críticas .......... 43 3.2. Edición de una obra con un solo testimonio ......... 45 3.3. Edición de una obra con varios testimonios .......... 47 Capítulo 4: La EDICIÓN CRÍTICA: RECENSIO .............................. 51 4.1. Relación de testimonios ........................................... 51 4.2. Colación de variantes ................................................ 55 4.3. Localización de errores ............................................. 58 4.4. Construcción del stemma ........................................ 61 4.4.1. Stemma con dos testimonios, 62: 4.4.2. Stem­ ma con tres o más testimonios, 63. 4.5. “Eliminatio codicum descriptorum” ..................... 65 4.6. Contaminación ........................................................... 66 5 Capítulo 5: La edición crítica: coNsmvno textus............ 69 5.1. Selectio .......................................................................... 69 5.1.1. Elección mecánica, 70; 5.1.2. Elecciones no mecánicas, 74. 5.2. Emendatio .................................................................... 76 Capítulo 6: Dispositio textus...................................................... 79 6.1. Texto único.................................................................... 79 6.2. Varios testimonios: texto base ................................ 80 6.3. Grafías, división de palabras, acentuación, puntua­ ción ................................................................................. 82 6.4. La forma lingüística .................................................. 86 6.5. Signos especiales y presentación gráfica del texto ... 87 Capítulo 7: Aparato crítico y anotación del texto.......... 91 7.1. Aparato crítico .............................................................. 91 7.2. Aparato positivo y aparato negativo ..................... 92 7.3. Disposición del aparato............................................ 94 7.4. Anotación del texto.................................................... 95 7.5. Gramáticas y léxicos.................................................. 96 7.6. Las pautas retóricas .................................................... 98 7.7. La erudición................................................................. 99 LAMINAS ........................................................................................... 103 Bibliografía..................................................................................... 169 6 PRELIMINAR Es éste un libro, por su propia materia, un tanto provisio­ nal e inconcluso. No pretende sino dar cuenta, de manera or­ denada y resumida, de las principales cuestiones que vienen ocupando a esta vieja disciplina de la edición de textos y de al­ gunas de las aportaciones más relevantes que se han produci­ do en su campo. De cada una de ellas ha pretendido extraer lo más positivo y aprovechable para quien en estos momen­ tos, quizá por vez primera, tenga que afrontar la experiencia única e intransferible de realizar una edición crítica. No ha querido por eso echarse a la trinchera y tomar partido por teo­ rías enfrentadas. Si en algún bando tuviera que alinearse, se­ ría en el más abierto y conciliador de la “nueva filología”. El libro tiene también mucho de experiencia propia. Una experiencia de casi veinte años de vérnoslas, no siempre pro­ vistos del mejor utillaje, con textos de muy desiguales difi­ cultades. Textos de testimonio único, de tradiciones muy pobladas, manuscritos, impresos, textos poéticos, prosísticos o teatrales. Esa larga experiencia nos ha hecho comprender, al menos, que cada obra es un problema particular, que es necesario abordar con el instrumental preciso, pero ante el que el saber del editor, su buen juicio y el conocimiento de todo lo que a aquélla rodea, es fundamental e irrenunciable. En este sentido, repetiría, haciéndolas mías, las palabras de Michele Barbi: “No digo que no puedan ser útiles ciertos manuales de método (...), pero no debe creerse que todo consista en aprender una serie de normas fijas aplicables a cualquier caso: ilpih si impara facendo" [Barbi, 1938: XI]. Queda materia todavía por incorporar al libro. Sin duda, podrían multiplicarse los ejemplos aducidos -casi siempre tomados de la propia experiencia editora- y seleccionar 7 otros, probablemente más elocuentes. Seguramente habría que matizar muchas de las aseveraciones y de los principios aceptados. Faltan de cierto capítulos que habrá que abordar en algún momento. Uno es, por ejemplo, el de las obras de tradición oral, que aquí sólo se toca incidentalmente, pues­ to que nunca hemos querido perder la perspectiva del texto escrito. Otro, claro, es el de la edición crítica y la informáti­ ca. Como instrumento auxiliar, el ordenador ha sido ya su­ ficientemente experimentado para operaciones mecánicas, desde el inventario mismo de testimonios a la colación o a la anotación de los textos. La edición electrónica y la comu­ nicación por línea y redes avanzadas plantearán, sin duda, nuevos problemas, para los que tal vez no haya todavía res­ puestas seguras. No sé si en el futuro el ordenador hará innecesarios ma­ nuales como éste. Mientras la edición de textos no sea ex­ clusivamente algo mecánico -como parece suficientemente probado—, creo que nada podrá suplir al iudicium del filólo­ go. De todos modos, siempre habrá para éste una tarea por realizar: unos versos que restituir, una atribución que dis­ cutir, una obra que recuperar, un texto que restablecer y ex­ plicar. Como ya en el siglo XVII preconizaba Andrés Cuesta, admirador y comentarista de Góngora: “Vendrán gentes ex­ tranjeras como en los demás imperios ha sucedido. Procu­ rarán saber nuestras cosas i govierno de señorío tan grande, al modo como agora nosotros ponemos cuidado en el cono­ cimiento de las griegas y latinas (...) Para esto les será fuerza aprender nuestra lengua, que ya estará del todo perdida. Da- ránse todos a la inteligencia de nuestros oradores y poetas para alcanzar el conocimiento de tantas cosas, estimando entoces qualquier coplitas de que nos reímos agora. Estu­ diarán nuestras comedias. Admiraráse la posteridad de que un hombre aya escrito mil y quinientas. Sobre todo havrá gramáticos y críticos que pleiteen si este verso es de éste o de aquél poeta, no menos que agora procuramos restituir las obras griegas y latinas a sus verdaderos dueños...”. 8 1. LA CRÍTICA TEXTUAL. INTRODUCCIÓN HISTÓRICA 1.1. Importancia de la edición crítica Desde la perspectiva científica que en rigor postula la in­ vestigación literaria, resulta imprescindible y necesariamen­ te previa a cualquiera de sus planteamientos la contribución de la filología, entendida ésta en su más estricto sentido, esto es, como ciencia que se ocupa de la conservación, restaura­ ción y presentación editorial de los textos. En ese sentido, cabe reseñar que, frente al generalizado menosprecio que los diletantes de la literatura suelen profesar por el paciente y poco esplendoroso trabajo de la crítica textual, en los últi­ mos tiempos, asistimos saludablemente a una decidida reva­ lorización de la filología como salvaguardia de cualquier tipo de indagación crítica. Tanto desde la propia historia litera­ ria, como desde la hermenéutica del texto o desde la moder­ na semiótica, se ha venido proclamando el interés por la res­ tauración y fijación del texto como paso previo a cualquier indagación ulterior. Analizar e interpretar la obra literaria parece obviamente el más claro cometido y justificación de la crítica literaria. Esa tarea, como es bien sabido, ha podido y puede ser aco­ metida desde muy diversos enfoques y con muy diferentes 9 procedimientos metodológicos, cada uno de los cuales apor­ tará sin duda su parte de verdad y de legitimidad particular. Pero un estudio literario que quiera partir desde el principio, que pretenda arrancar desde el primigenio sentido literal del texto y que no eche demasiado en olvido que la obra, como con razón afirmaba Robert Guiette, ha sido creada para ser leída más que para ser analizada [Guiette, 1972], debe asu­ mir antes que nada una función orientadora y enriquecedo- ra en la comprensión de la misma. Debe contribuir a que la comunicación sea lo más completa, rica y precisa posible, antes de remontarse a ningún tipo de abstracciones teóricas y especulativas. Principal tarea que, por tanto, ha de acometer el crítico y el historiador de la literatura es la de desentrañar los proble­ mas que plantea la obra ya en su puro nivel de lectura, esto es, las dificultades textuales, lingüísticas, referencias eruditas y de contenido, etc., que pueden obstaculizar su recta com­ prensión. El crítico entonces asume por encima de todo el papel de intérprete, de “hermeneuta”, de mensajero y media­ dor entre la obra y el lector. De ese modo, en el estudio de la obra literaria, antes que la exégesis, descifradora de senti­ dos más o menos recónditos, es necesaria la hermenéutica, en su más primigenio sentido. Para que sea posible la interpre­ tación hay que partir primero del texto: el reconocimiento de la preeminencia de la letra y del espíritu del texto, como ha recordado Adrian Marino, es el requisito fundamental de toda interpretación literaria [Marino, 1977]. Al mismo blan­ co apuntan las palabras de Cesare Segre tratando de herma­ nar filología y semiótica literaria: “se la nostra attenzione si con­ centra, como oggi accade, sui problemi del testo, diventa imprescindibile l’esperienza anche metodológica di chi lavo- ra alia verifica (e al restauro) dei testi stessi: perché è in ques­ te operazioni che si rileva il gioco dei valori seguici e lettu- re-interpretazioni, di produzione di significati e significazio- ni recepite” [Segre, 1979]. La necesidad de establecer la autenticidad de las obras que constituyen el patrimonio cultural de un pueblo, se ha­ ce más sensible cuando éste cobra conciencia de aquel lega­ 10 do y se impone como primordial tarea la de preservarlo de los desgastes materiales que inevitablemente ha producido el paso del tiempo. Le preocupa entonces salvar aquellas obras, no sólo del olvido, sino también de los cambios, alteracio­ nes o mutilaciones que han sufrido a lo largo del tiempo por obra de múltiples (actores, desde la adversidad del propio hombre (guerras, incendios, saqueos) a la incuria muchas veces de los propios artífices de la transmisión (copistas, encuadernadores, impresores, etc.). En la historia, tal necesidad fue ya sentida en la época helenística, en el siglo III a. C., cuando los gramáticos ale­ jandrinos trataron de recuperar los textos de la antigua poe­ sía griega -en particular la poesía homérica- y redactarlos en su forma definitiva. A partir de entonces, la práctica de edi­ tar los textos del pasado se mantuvo durante toda la anti­ güedad. De gran importancia fue también para el cristianis­ mo cuando éste trató de reconstruir los textos sagrados de su doctrina. 1.2. La práctica humanística Por lo que respecta a los tiempos modernos, la edición de textos con criterio filológico fue una creación del humanismo de los siglos XV y XVI que, movido por su reverente admira­ ción a la antigüedad grecolatina, se esforzó por recuperar aquel legado cultural en su máxima pureza y por restaurarlo en sus textos originales, prescindiendo de las copias descui­ dadas, reelaboraciones y adaptaciones que la Edad Media ha­ bía puesto en circulación. Los humanistas ejercieron, pues, un más atento estudio de los códices y se afanaron en la bús­ queda de los más antiguos, los codices vetustiores. Si muchas ediciones de obras antiguas se venían realizando sobre códi­ ces recientes, más fáciles de conseguir por los impresores y de interpretar por los tipógrafos, los humanistas postularon la recuperación de los testimonios más antiguos. Y frente al texto que venía difundiéndose, una especie de “vulgata” acep­ tada por todos pero insatisfactoria, propusieron su corrección 11 mediante la conjetura o la colación con los códices más auto­ rizados, es decir, mediante el indicium y la emendatio ope co­ dicum. En realidad, ésta es la técnica que prevalecerá hasta el siglo XIX, que, aun aceptando aquellos principios, incorpora­ rá al proceso la gran novedad de la recensio. Hasta entonces puede decirse que todo era emendatio sine recensio. Como señala Timpanaro [1985], el más riguroso ejecu­ tor de la emendatio ope codicum fue Poliziano, quien en su Miscellanea casi siempre contrapone a la lección interpolada de los exemplaria quae sunt in manibus (es decir, los códices recientes o que corren impresos) la lección genuina de un codex pervetustus encontrado por él en la Biblioteca Láuren- ziana o prestado por algún otro humanista. A partir del humanismo, se fue definiendo un método cada vez más riguroso de reconstrucción de textos que, basa­ do sustancialmente en la técnica de clasificación y ordena­ ción de manuscritos, se ha ido aplicando no ya sólo a los tex­ tos grecolatinos, sino a otros campos muy diversos del pasa­ do cultural. Así, en el siglo XVI las corrientes de renovación y reforma religiosa se sirvieron de él para fijar con criterios de autoridad el texto de la Biblia; los siglos XVII y XVIII lo uti­ lizaron para la edición de documentos históricos; el siglo XIX, atraído por el mundo medieval, comenzó a aplicarlo a los textos literarios de la Edad Media. En el siglo XX, a medi­ da que la filología ha cobrado mayor grado de desarrollo, la restauración de los textos en busca de su autenticidad se ha sentido cada vez más necesaria, incluso para las obras con­ temporáneas o del pasado más inmediato. 1.3. El método de Lachmann Pero fue el siglo XIX y particularmente la obra del filólo­ go alemán Karl Lachmann (1793-1851) la que renovó pro­ fundamente el método de la reconstrucción de textos. Edi­ tor de obras de la antigüedad y neotestamentarias, con su edición de Lucrecio (Berlín, 1850) dejó sentadas las bases del nuevo método crítico. Está basado éste en tres operaciones 12

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