Tenemos que cambiar el mundo «absurdo» en el que vivimos por otro en el que lo normal sean el pleno empleo y los sueldos altos, teniendo también más tiempo libre que ahora, y generando una verdadera distribución de la propiedad de la riqueza entre toda la población. Es posible conseguir todo esto, y muchas más cosas, pero para ello es necesario que la población conozca el funcionamiento básico de la economía, y qué cambios debemos hacer a partir de ahora. Conocer todo esto es muy fácil, porque la economía realmente es algo muy sencillo que consiste básicamente en ilusión, esperanza y sentido común. Simplemente hay que cambiar la mentalidad siguiendo estas sencillas reglas, y entraremos en el camino adecuado rápidamente. La imagen de complicada que tiene actualmente la economía es solo una cortina de humo que han creado para tapar la corrupción. Esas complicaciones nunca han funcionado, y nunca funcionarán (salvo para que unos pocos se enriquezcan a costa de todos los demás). La solución es tan fácil como cambiar la mentalidad para buscar la sencillez y la claridad, de forma que a partir de ahora todo el mundo entienda cómo se gestione la economía. El actual sistema político ya está quebrado y acabado, y por eso creo que es evidente que hay que cambiarlo lo antes posible por otro sistema político nuevo que enriquezca a la población, en dinero y en tiempo libre. Ya no hay tiempo para confiar en más expertos que jueguen con nuestras vidas haciendo cosas complicadas que no entiende la gente de la calle. A partir de ahora todo tiene que ser sencillo, claro, y fácilmente entendible por todo el mundo. Gregorio Hernández Jiménez La economía funcionará cuando tú la entiendas (Se trata de tu vida, de verdad) ePub r1.0 Titivillus 14.03.2020 Gregorio Hernández Jiménez, 2018 Ilustraciones: Juan Jiménez Editor digital: Titivillus ePub base r2.1 A mi padre, por haberme enseñado a sumar, restar, multiplicar y dividir con las cotizaciones y los dividendos. A mi madre y mis dos hermanos, por su apoyo en todo momento. A mi tío Juan, autor del dibujo de la portada. A todos los foreros y visitantes de www.invertirenbolsa.info, porque sin ellos no existiría este libro. Capítulo 1. ¿Nos damos cuenta de que realmente se trata de nuestra vida? Yo empecé a trabajar, como programador informático, un 22 de diciembre. El 22 de diciembre en España es el día de la Lotería de Navidad, el sorteo más importante del año. Cuando ese día entré por primera vez en la sala de programadores del Banco Natwest en España me sorprendió mucho oír por la megafonía del banco el tradicional soniquete de todos los 22 de diciembre: «34 876, 125 000 pesetas, 24 812, 125 000 pesetas, 22 222, 125 000 pesetas…». Todos esperamos oírlo el 22 de diciembre de cada año, pero yo no esperaba oírlo por la megafonía del banco en mi primer día de trabajo. Aquel primer día de trabajo me pareció solamente una anécdota curiosa ver a todos los empleados del banco pendientes del sorteo de la Lotería de Navidad, y la primera sensación que tuve es que «aquello de trabajar» parecía ser algo bastante relajado. Aunque mi primer sueldo era «muy bajo» todo el mundo decía que «los informáticos ganábamos mucho», así que yo suponía que alguien que ganaba «mucho», como los informáticos con años de experiencia que llenaban aquella sala de programadores, no debía estar demasiado preocupado por la lotería. Sí, todo el mundo quiere que le toque la lotería, cierto. Pero una cosa es que si alguien te lo recuerda digas que sí, que a ver si te toca la lotería, y otra cosa muy distinta es que esa sea una de tus principales preocupaciones. Y cuando resulta que la lotería no es una de las principales preocupaciones de una persona concreta, sino que esa preocupación es algo generalizado, entonces es que pasa «algo». Y pronto vi que, efectivamente, «ahí» pasaba «algo». Aquella sala estaba llena de gente que jugaba a la Lotería de Navidad el 22 de diciembre, y a las quinielas, la loto, la bonoloto, la ONCE, y lo que fuera, los otros 364 días del año. Y el problema era que, más que como un entretenimiento, aquello se veía como la «única salida para dejar de ser pobre». Peor aún, ese «ahí» donde pasaba «algo» no era el Banco Natwest, ni siquiera la profesión de informático, sino toda España. Porque en aquel momento casi nadie tenía esperanzas de que su trabajo le fuera a dar una buena vida. No hablamos ya de ser «rico», sino de tener una vida tranquila, estable y cómoda. En el Banco Natwest no solo había empleados del Banco Natwest, sino también de muchas otras empresas subcontratadas (grandes y pequeñas) por el Banco Natwest (como era mi caso). Los empleados de todas aquellas empresas subcontratadas habían pasado por muchas otras grandes empresas (a su vez con muchas otras empresas subcontratadas) en diferentes proyectos, y además hablaban con otros compañeros que en ese momento estaban en otros muchos proyectos. Por eso todos sabíamos que las condiciones que teníamos allí eran las mismas, o muy similares, a las que íbamos a encontrar en cualquier otro sitio. Comprarse una buena casa (no una mansión, sino simplemente una casa similar a la que se habían comprado tus padres cuando tenían tu edad), un buen coche (no un Ferrari ni un Rolls Royce, sino simplemente un coche equivalente al de tus padres cuando tenían tu edad), y un apartamento para veranear (como el que tenían tus padres, nada más, y nada menos) era algo que la inmensa mayoría de los españoles veía completamente imposible de conseguir. Con el dinero que ganaba trabajando, y con el que esperaba poder llegar a ganar trabajando (en el mejor de los casos y suponiendo que trabajara el resto de su vida hasta que se jubilase), al español medio no se le podía ni pasar por la cabeza hacer algo así. Por lo que solo se veían dos caminos: 1. Trabajar toda la vida, y «pasarlas canutas» toda la vida. 2. Que te tocase al día siguiente la lotería, la quiniela, la loto, la bonoloto, la ONCE, o lo que fuera, y «salir de allí». Siendo «allí» todo el mercado laboral, no el trabajo concreto de la empresa concreta en la que estabas en aquel momento. Trabajo que era muy parecido a todos los demás trabajos de todas las demás empresas. Si todo esto que acabo de contar fuese el pensamiento de una persona, entonces esa persona lo estaría pasando mal y habría que procurar ayudarla para que viera las cosas de otra forma, y encontrara la manera de cambiar su vida. Pero cuando este es el pensamiento de la gran mayoría de los trabajadores de un país, entonces es ese país entero el que lo está pasando mal, y lo que se necesita es cambiar radicalmente la forma de hacer las cosas en todo el país. Y, recuerde, los informáticos en aquel momento teníamos fama de ganar «mucho». En casi todas las demás profesiones la situación era aún peor. Desde aquel 22 de diciembre han pasado ya algo más de 25 años, y algo ha cambiado. El problema es que lo que ha cambiado es que el precio de las viviendas es aún más caro en relación a los sueldos que entonces. Que los sueldos son aún más bajos en relación a lo que cuesta vivir (sobrevivir, más que vivir) que entonces. Que los impuestos son cada vez más altos. Que los trabajos son cada vez más inestables. Y que todos tenemos 25 años más. ¿Cómo sería ahora nuestra vida si aquel 22 de diciembre se hubieran empezado a hacer las cosas bien, y no como se han hecho durante todos estos 25 años que ya se han ido (y que ya no podemos cambiar)? Aunque el pasado no lo podemos modificar, sí podemos aprender de él. Así que lo importante ahora es elegir qué queremos para nuestro futuro. La alternativa es: ¿Cómo será nuestra vida dentro de 25 años, o de 10, o de 5, si se siguen haciendo las cosas tal y como se han hecho durante estos últimos 25 años? O, ¿cómo será nuestra vida dentro de 25 años, o de 10, o de 5, si se empiezan a hacer las cosas bien de verdad desde hoy mismo, utilizando el sentido común? Las cosas no iban «muy bien» justo hasta el día en que yo empecé a trabajar, y a partir de ese día se estropearon, sino que ya estaban «mal» antes de que yo empezara a trabajar. Hace ya más de 25 años. Si he repetido tantas veces lo de los «25 años» no es porque ese día pasara algo especial, sino para que se dé cuenta de que la economía no es un tema de discusión para «expertos» que a los demás ni nos va ni nos viene, sino que la economía es nuestra vida. Y que si la economía se gestiona mal, es nuestra vida lo que va mal. Las discusiones teóricas entre expertos son totalmente irrelevantes en comparación a la importancia que tiene la vida de la gente. La realidad es que desde hace muchos años (más de 25) la economía se ha gestionado fatal, y que eso ha hecho que todos hayamos vivido muchísimo peor de lo que podríamos haber vivido: con menos dinero, menos tiempo libre, más preocupaciones, más inestabilidad, más nerviosismo, más enfermedades derivadas de todo esto, menos optimismo, menos autoestima, etc. Así que, en mi opinión, la cuestión es: ¿Quiere usted que unos pocos expertos sigan gestionando la economía (como se ha hecho hasta ahora), o quiere ser parte de la solución, aportando y difundiendo ideas que tendrán un gran impacto en su vida, y en la del resto de la población, a partir de este momento? Es decir, ¿quiere usted que en el futuro todos vivamos con más dinero, más tiempo libre, más tranquilidad, más estabilidad, más optimismo, más autoestima, más salud, disfrutando más de la vida y de la familia y los amigos, etc? Capítulo 2. Hay que recuperar la ilusión y la esperanza «La crisis que comenzó en 2007…». Yo mismo he utilizado esa expresión muchas veces al hablar de la Bolsa, porque es necesaria para entenderse en determinados contextos. Pero si miramos con una visión más amplia, la crisis (o como lo queramos llamar) en realidad empezó varias décadas atrás, como le acabo de comentar. «Buena» y «mala», a la hora de definir una determinada situación económica, son conceptos relativos. Igual que «frío» y «calor» aplicados al clima, por ejemplo. Lo que para un sueco o un finlandés puede ser «calor», para un español o un griego puede ser «frío». Cuando se dice que en España la situación económica era «buena» poco antes de 2007 creo que, en realidad, lo que se está pensando es que, quizá, es lo mejor que han conocido varias generaciones de españoles. Lo que pasa es que «lo mejor» de algo puede ser «muy bueno», pero también «regular», «malo», o incluso «muy malo». Y, en mi opinión, este es el caso, que lo mejor que hemos conocido varias generaciones de españoles ya era, siendo objetivos, «muy malo». Yo creo que las cosas ya iban «mal» un poco antes de 2007, hace 25 años, y hace más de 25 años. En realidad esto es una opinión subjetiva, que depende de las expectativas de cada uno. Para aquel cuyo ideal de vida sea trabajar sin parar toda su vida y sin apenas tiempo para nada más, a cambio de ir sobreviviendo, pagando lo necesario para dormir bajo un techo, comer todos los días, y poco más, es posible que la palabra adecuada sea «bien».