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La Dictadura Comunista de Salvador Allende PDF

167 Pages·2022·1.482 MB·Spanish
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La dictadura comunista de Salvador Allende Nicolás Márquez www.PrensaRepublicana.com Agradecimientos A los amigos de la Revista INDIVIDUO, por la gran confianza puesta en mi persona. Luego, a los intelectuales Ernesto Medalla, Andrés Barrientos, Juan Bautista Yofre y Vanessa Kaiser, quienes me brindaron documentos, sugerencias, orientaciones y oportunas visiones. Asimismo, quisiera destacar el enorme esfuerzo de la joven periodista Sofía Abarca, por su esfuerzo, talento y compromiso en la confección estética editorial. Finalmente, mi reconocimiento a Hermógenes Pérez de Arce por sus aportes, recomendaciones, datos, precisiones y experiencias aportadas a lo largo de la escritura del presente trabajo. Índice Prólogo - Revisar la historia Capítulo 1 - El Kerensky chileno Salvador Allende Gossens Camino a las elecciones de 1970 Los comicios El inservible papelito Capítulo 2 - El primer año de gobierno de la dictadura ¿La inmensa mayoría de los chilenos? El sponsor Jóvenes Idealistas Hacia el poder dual El fraude de la “Vía Pacífica Hacia el Socialismo” La contienda electoral municipal De la vía pacífica a la vía armada La lucidez tardía de Frei Montalva La estatización a toda marcha La prensa seguía lidiando contra el acoso Un regalo para el dictador El primer cumpleaños El periodista debe servir a la revolución La visita del tirano Los “amigos” de Allende Capítulo 3 - El segundo año de la dictadura El pueblo lo absolverá Usaremos la violencia revolucionaria La revolución fuera del derecho Las cajas de Cuba Siguen los crímenes de la dictadura Deserciones en el gobierno La Marcha y la Contra-Marcha Angustia por Chile Zonas liberadas No saber a quién acudir Con decisión de derramar sangre si es necesario Lo que es crisis para algunos… El poder real En salvataje de terroristas argentinos Uno se muere cuando Dios quiere ¿Resabios de juventud? Riesgo físico y psicológico Imitar a O’Higgins Presencia de los “trabajadores” El paro camionero La aparición política del General Prats Hay que saber dónde vive el enemigo El Hermano Mayor del dictador Dos días a la intemperie Allende y el apoyo militar Capítulo 4 - El tercer año de la dictadura de Allende Re contra alimenticio Utilizar la intimidación Las elecciones de 1973 La “mayoría” empieza a tomar conciencia de “mayoría” Un Vietnam callado El Camarada Prats La base submarina El dictador concurre al Congreso La revolución del vino y la empanada El círculo vicioso Sacarlos por la fuerza Quiebra de la juridicidad del país Una carrera en contra del tiempo El Parlamento Burgués Una falsa democracia Abrazo con emoción revolucionaria Querer el poder absoluto El derecho del MIR a construir su propio ejército Un frente monolítico “socialista-comunista-MIR” Salvador Allende no fue capaz nunca Además eran ladrones El terrorismo internacional concentrado en Chile El derrumbe económico Un Presidente fuera de la ley Desde Arica a Magallanes O bien no cumple o lo hace vacilando Una pelea con su propia sombra La caída del “Camarada” Prats El usurpador El golpe relámpago No es un error, es un crimen ¿Puede Allende llegar a terminar su mandato? El Pronunciamiento Militar Después del alzamiento Algunas declaraciones gravitantes Falsa dicotomía El suicidio del dictador Reflexión final Prólogo Revisar la historia En asuntos políticos, revisar el pasado reciente siempre ha constituido una sana costumbre, máxime cuando quienes se “adueñaron” del mismo constantemente se han caracterizado por hacer de la mentira un uso y un abuso sistemático como herramienta política. Ese es el caso de la izquierda, la cual tras fracasar categóricamente en todas y cada una de sus gestiones de gobierno aplicadas a lo largo y ancho del mundo en su tristísimo derrotero, sí se ha ocupado de disfrazar sus desastres al reescribir la historia transmutándola en historieta. Descontextualizando hechos y re- significándolos por medio del embuste y a la vez, distrayendo verdades indispensables mediante el vil ocultamiento de las mismas; pero también incurriendo en la satanización de opositores con la consiguiente canonización de los personeros de su causa: aunque su causa haya sido siempre, en todo momento y en todo lugar un desesperante naufragio. Cuestionar la prepotente imposición de un falsario relato oficial sobre un intrincado asunto pretérito constituye entonces el objetivo central del libro presente. Y no es para menos. Aquí buscamos desarmar el invento del “éxito político” de una gestión de gobierno que fue en verdad una empobrecedora frustración. O retrucar la construcción imaginativa de un “hombre de paz” pero que se valió del terrorismo homicida para imponer su paradigma. Desmentir también la farsa institucionalizada que edificó a un “Presidente honesto” cuando éste hizo uso del poder para corromper, corromperse y enriquecerse. Y a la vez desarmar la ficción del “estadista valiente”, sobre quien fuera un dubitativo y vacilante líder cuestionado por los propios, y que a la hora de la adversidad huyó de sí mismo y sus responsabilidades de la peor de las maneras. Fue entonces cuando el previsible marketing progresista convirtió en “líder del pueblo” a quien fue estadísticamente despreciado por las mayorías populares. Entonces la siniestra fabricó a “un demócrata” al mismo hombre que siempre sirvió a los grandes totalitarismos y se convirtiera en un oprobioso dictador de su país. En síntesis, se sacralizó a un presunto “héroe” cuando la realidad confirma que el déspota de marras ha hecho muchos más méritos para ser repudiado que glorificado: desprecio popular consumado y aclamado en el impacto de septiembre de 1973. Vale decir que fueron muchas las motivaciones gravitantes que nos empujaron a encarar este trabajo, cuyo protagonista es el mítico chileno Salvador Allende, individuo que después del insistente fusilador Ernesto Che Guevara, es el fetiche más representativo que la izquierda hispanohablante ha sabido venderle a la chusma ignorante y comunicadores semicultos, el cual lo celebra religiosamente apoyándose en un sinfín de falacias, sofismas y distorsiones (tanto sea sobre su persona como de su lastimoso régimen), procurando así cambiar la percepción de la realidad de las nuevas generaciones al inducirlos a la infundada fascinación de eventuales gigantes de cartón no sin el uso del engaño, el slogan panfletario y la quimera como recurso insistente del utopismo militante. No es nuestra meta convertirnos en dueño de la verdad, sino procurar ser esclavos de ella. Luego, si este trabajo despierta polémica, dudas, discusión y tras la asimilación del presente texto se logra cambiar en algo la visión que previamente el lector tenía en cuanto al tema abordado, pues nos daremos por plenamente satisfechos. Capítulo 1 El Kerensky chileno Eduardo Frei Montalva ya había intentado ser Presidente de Chile por su partido, la Democracia Cristiana, en la contienda electoral de 1958, en las cuales salió triunfante la coalición centro-derechista encabezada por Jorge Alessandri (éste último resultó electo con el apoyo del Partido Liberal y del Partido Conservador). Si bien perdió, Frei hizo un digno papel electoral y quedó bien posicionado para los comicios que se sustanciarían en 1964. Dicho y hecho, en 1964 resultó victorioso con el 56% de los votos a expensas de su peligroso contrincante, el médico marxista Salvador Allende (candidato por una coalición denominada FRAP -Frente Revolucionario de Acción Popular- que agrupaba comunistas y socialistas), que obtuvo el 38,9% de los sufragios: “Si tenemos éxito, y creo que lo tendremos, Cuba y Chile serán los dos ejemplos válidos, aunque sean distintos en su fase inicial. Por lo demás, no existen diferencias, nosotros haremos el socialismo como los cubanos”[1] disparó Allende durante aquella campaña electoral. Sinceramiento castro-comunista que relegó al candidato conservador Julio Durán[2], puesto que gran parte del electorado de derecha se aferró y sufragó por Frei (que ostentaba más chances electorales que Durán), ante el horror que significaba la amenaza castrocomunista de Allende, quien ya había intentado sin éxito ser Presidente y llevar su cometido tanto en las elecciones de 1952 como en las de 1958. Frei, el candidato “moderado”, por entonces predicaba y prometía con insistencia una confusa y vagarosa “revolución en libertad”, sospechosa manifestación que intranquilizaba a no pocos sectores. Pero lo cierto es que éste fue considerado un mal menor ante la terrible intimidación confesada y prometida por Allende si lograba triunfar en los comicios. En resumidas cuentas, Eduardo Nicanor Frei Montalva asumió como Presidente de Chile el 3 de noviembre de 1964, a los 53 años de edad. A poco andar su gestión, el flamante Presidente se valió de una moderada ley de reforma agraria votada en los tiempos de Alessandri (sólo circunscripta a tierras estatales, abandonadas y otras circunstancias excepcionales o anómalas), tras la cual se creó la Corporación de la Reforma Agraria (CORA) que durante su gobierno dirigió el izquierdista Rafael Moreno, personaje que operó en consonancia con otro organismo llamado INDAP (Instituto para el Desarrollo Agropecuario), órgano técnico dirigido por el agente castrista Jacques Chonchol, fautor de la Reforma Agraria en la tiranía de Cuba. Fue con funcionarios de este perfil que el nuevo gobierno, basándose en interpretaciones ambiguas y rebuscadas, solo durante los primeros 22 meses de gestión gubernamental ya había logrado expropiar 332 inmuebles rurales por un total de 980 mil hectáreas, es decir, 66 mil hectáreas por mes[3]. El slogan de cabecera de Rafael Moreno era “la tierra es de quien la trabaja”, frase trilladísima de la propaganda comunista de la época. Así gobernaba el Presidente “moderado” en el que por descarte se había refugiado el votante promedio (en el afán de evitar el peligro marxista), al consagrarlo autoridad máxima de Chile. En cuanto a la política exterior, la tendencia del gobierno “cristiano” no se quedó atrás en su alarmante propensión hacia la izquierda. Desde el mismo momento de su inicio se reanudaron relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Bulgaria y Rumania: todos países comunistas, mientras que se alentaba la incorporación de China a la ONU y se impugnaba la intervención norteamericana en Vietnam. Este acercamiento entusiasmó tanto a la Unión Soviética, que en el mismo año de 1964 instaló en Chile una residencia legal de la KGB[4] en Santiago. El responsable político de la URSS para América del Sur fue Nikolai Leonov[5] y su labor consistía en reclutar referentes de los distintos países del continente. El contacto local por antonomasia era Salvador Allende, quien aceptó cooperar gustoso bajo estricta confidencialidad desde 1961 (su nombre clave sería LEADER, líder en inglés) Los contactos se realizaban a través de Miria Contreras (alias La Payita), secretaria y amante del propio emisario. Pero hay más: también desde esa época, la URSS venía financiando fuerte a sus amigos locales: entre 1961 y 1962 el PC chileno recibió 100 mil dólares y 150 mil dólares respectivamente. En 1965 el monto fue de 275 mil dólares. Entre los años 1966 y 1969, la cifra fue de 300 mil dólares[6]. En el medio de esta atmósfera turbia, también se instalaron en Chile las oficinas centrales de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina

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