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La Cultura Obrera En La Sociedad De Masas PDF

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Traducción de Julieta Barba y Silvia Jawerbaum LA CULTURA OBRERA EN LA SOCIEDAD DE MASAS richard hoggart vvyi siglo veintiuno editores grupo editorial siglo veintiuno siglo xxi editores, méxico siglo xxi editores, argentina CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS GUATEMALA 4824, C1425BUP 04310 MÉXICO, D.F. BUENOS AIRES, ARGENTINA ¡ www.sigloxxieditores.com.mxwww.sigioxxieditores.com.ar salto de página biblioteca nueva anthropos ALMAGRO 38 ALMAGRO 38 DIPUTACIÓN 266, BAJOS 28010 MADRID, ESPAÑA 28010 MADRID, ESPAÑA 08007 BARCELONA, ESPAÑA www.saitodepagina.com www. bibliotecanueva. es www.anthropos-editorial.com Hoggart, Richard La cultura obrera en la sociedad de masas.- Ia ed.- Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2013. 368 p.; 16x23 cm* (Antropológicas // dirigida por Alejandro Grimson) Traducido por: Julieta Barba y Silvia Jawerbaum // ISBN 978-987-629-299-3 1. Sociología. I. Barba, Julieta, trad. II. Jawerbaum, Silvia, trad. III. Título CDD 301 Título original: The Uses of Literacy: Aspecls of Working-class Life, wilh Special Reference io Publications and Entertainmenls, by Chatto 8c Windus © 1957, Richard Hoggart © 2013, Siglo Veintiuno Editores S.A. Diseño.de cubierta: Peter Tjebbes ISBN 978-987-629-299-3 Impreso en Artes Gráficas Delsur // Almirante Solier 2450, Avellaneda en el mes de mayo de 2013 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Impreso en Argentina // Made in Argentina Indice Presentación 9 Simón Hoggart Introducción 13 Lynsey Hanley Agradecimientos 31 Prefacio 33 Nota del autor sobre el texto 35 PARTE I UN ORDEN “MÁS ANTIGUO” 1. ¿Quiénes integran “la clase trabajadora”? 41 Cuestiones de enfoque 41 Un esbozo de definición 45 2. Paisaje con figuras: un escenario 55 Una tradición oral: resistencia y adaptación. Un modo de vida formal 55 “No hay nada como la propia casa” 61 La madre 67 El padre 79 El barrio 83 3. “Ellos” y “nosotros” 95 “Ellos”: respeto por uno mismo 95 “Nosotros”: lo mejor y lo peor 102 “Tomarse la vida como viene”: “vivir y dejar vivir” 112 6 LA CULTURA OBRERA EN LA SOCIEDAD DE MASAS 4. El mundo “real” de la gente 121 Lo personal y lo concreto 121 “Religión primaria” 129 Ilustraciones del arte popular: Peg’s Paper 136 5. La vida plena 149 La inmediatez, el presente, la alegría: el destino y la suerte 149 “La aspidistra más grande del mundo”: incursiones en el “barroco” 156 Ejemplos del arte popular: el canto en los clubes 164 PARTE 11 DAR LUGAR A LO NUEVO 6. Destemplar los resortes de la acción 183 Introducción 183 Tolerancia y libertad 188 “Todo el mundo lo hace” y “Toda la banda está aquí”: sentido de pertenencia al grupo e igualitarismo democrático 191 El vivir en el presente y el “progreso” 202 Indiferencia: “personalización” y “fragmentación” 207 y. Invitación al mundo del algodón de azúcar: el nuevo arte de masas 217 Los productores 218 El proceso ilustrado: (i) semanarios para la familia 222 El proceso ilustrado: (ii) canciones populares comerciales 232 Las consecuencias 241 8. El nuevo arte de masas: sexo en envases atractivos 255 Los chicos de la rocola 255 Las revistas “picantes” 259 Novelas de sexo y violencia 265 9. Resortes destemplados: nota sobre un escepticismo sin tensión 281 Del escepticismo al cinismo 281 Algunas figuras alegóricas 290 ÍNDICE 7 10. Resortes destemplados: nota sobre los desarraigados y los angustiados 297 El alumno becado 297 El lugar de la cultura: nostalgia por los ideales 310 Conclusión 323 Resistencia 323 Bibliografía 353 Entrevista a Richard Hoggart 361 por Beatriz Sarlo Presentación Simón Hoggart, 2009* La cultura obrera en la sociedad de masas se publicó por primera vez en marzo de 1957. En ese momento, los Hoggart vivíamos en Ro- chester, Nueva York, donde mi padre había ido por un año a completar un programa de intercambio de la Universidad de Hull, donde enseña­ ba literatura inglesa. Dios sabe qué pensarían los estadounidenses de esa ciudad legendaria sobre el Humber, donde el racionamiento aún no había quedado atrás, el olor a pescado a veces se sentía en toda la ciudad y los sitios donde habían caído las bombas parecía que quedarían vacíos para siempre. La experiencia de viajar en la dirección contraria generó en mí un amor permanente por los Estados Unidos, su calidez, su energía, su belleza, y, para un niño de 10 años como yo tenía en ese entonces, su comida. Mi padre percibía el sueldo dé Gran Bretaña, que en los Estados Unidos era prácticamente nada, pero incluso con el poco dinero con que contaban él y mi madre se las ingeniaron para llevarnos a mis hermanos y a mí a recorrer el país, al menos la costa Este: Washing­ ton, Virginia, las montañas Adirondack, Nueva York, Nueva Inglaterra, e incluso llegamos a Canadá. Nos trasladábamos a todas partes en un viejo De Soto bicolor, uno de los últimos autos estadounidenses con forma de renacuajo y no de ataúd. Para nuestra sorpresa, allí los autos tenían ra­ dio. Elvis había surgido hacía poco y mi mamá decía que después de un tiempo nadie lo recordaría. Hace más de tres décadas que Elvis murió y ella todavía sigue viva. Mi padre había dejado el manuscrito de La cultura obrera en la sociedad de masas en Chatto & Windus, en Londres. La publicación no fue un proceso sencillo ni estuvo exenta de problemas. Una de las secciones más recordadas del libro es la que critica la literatura barata y la prensa sensacionalista, ilustrada con ejemplos y acompañada por comentarios peyorativos. Chatto contrató a un abogado que le advirtió qué la sección * Periodista de The Guardian, es el hijo de Richard Hoggart. ÍO LA CULTURA OBRERA EN LA SOCIEDAD DE MASAS podía dar lugar al inicio de acciones legales. Se habló de demandas por un millón de libras esterlinas, una suma que, si hoy es mucho dinero, en ese entonces era una enormidad. Lejos de eliminar la sección entera, mi padre pensó que la única manera de solucionar el problema era maqui­ llar lo que había escrito. No le llevó mucho tiempo y hasta disfrutaba con la tarea. En especial, le divertía inventar títulos para las novelas de sexo y violencia. Uno de ellos, Death Cab for Cutie [Taxi de la muerte para una chica], tuvo una vida que trascendió el libro de mi padre, pues un integrante del grupo de rock Bonzo Dog Doo-Dah Band, que debe haber leído el libro, com­ puso una canción con ese mismo título. También hay una escena curiosa en la película de los Beatles Gira mágica y misteriosa, en la que el grupo interpreta la canción en un sórdido cabaret. (Derek Taylor, quien fuera agente de prensa de los Beatles, hoy fallecido, me comentó que George Harrison había sido un admirador de la obra de mi padre.) Años más tarde, un grupo estadounidense de la costa Oeste debe haber escuchado la canción y eligió el título como nombre para su banda. Los Death Cab for Cutie fueron muy exitosos, y mi propio hijo, que también se llama Ri­ chard Hoggart, es uno de sus admiradores. La transmisión generacional tiene estas ironías. Regresamos a Inglaterra eri el Empress ofBritain en el verano de 1957. (El año anterior habíamos viajado a América en el Queen Elizabeth; y ese fue el último año en que la cantidad de viajeros que cruzaron el Atlántico en barco superó la de las personas que viajaron en avión.) Nos encontra­ mos con que La cultura obrera en la sociedad de masas se había convertido en un éxito editorial. (A los dos meses de su lanzamiento iba ya por la tercera reimpresión.) Para las personas de cierto.tipo y de cierta clase social, el libro era de lectura obligatoria. Uno de sus admiradores fue Tony Warren, el creador de Coronation Street, que más tarde le dijo a mi padre que, gracias a su libro, él se había dado cuenta de que era posible escribir una buena telenovela con per­ sonajes de la clase trabajadora. De hecho, la vida de la clase trabajadora estaba prácticamente ausente de la televisión, salvo por los habitantes del East End londinense y su acento típico o los soldados originarios del Nor­ te, o los escasos documentales en los que entrevistados de Clase media expresan su preocupación por las condiciones de vida de los pobres. Y a W..H. Auden, sobre quien mi padre escribió su primer ensayo, le gustó mucho el libro y le envió una carta muy extensa. Mi padre empezó a aparecer en programas de televisión, algo que hoy en día no significa mucho, ya que casi todo el mundo aparece en alguno. PRESENTACIÓN II En esa época, sin embargo, estar en la televisión era motivo de orgullo y entusiasmo, incluso cuando eran muchos los que todavía no tenían un aparato en su casa. Recuerdo que nuestros vecinos se apiñaban en nuestra sala para verlo aparecer en la pantalla hablando de educación en algún programa vespertino de domingo. Esto llevó directamente al siguiente gran momento: eljuicio por la pu­ blicación de El amante de Lady Chatterley, en 1960. Alien Lañe, el fundador de Penguin, se había entusiasmado con La cultura obrera en la sociedad de masas y lo había publicado en formato de bolsillo. Pensó que mi padre sería un buen testigo en eljuicio, pues tenía cosas en común con D. H. Lawrence y, aunque era académico, no vivía en una torre de marfil. Mi padre, que estaba interesado en eljuicio, advirtió que muchos testigos se habían dejado intimidar por las intervenciones de Mervyn Griffiths- Jones, el representante de la fiscalía, y se propuso no caer en la misma trampa. Todavía hoy se recuerda su intercambio con el fiscal sobre la aplicación de la palabra “puritana” para definir la novela; “sí, y también emocionante y tierna”, añadió. Y uno de los momentos más evocados fue cuando Griffiths-Jones protestó: “¿Reverenciar? ¿Reverenciar cuánto pesan las bolas de un hombre?”. El aporte de mi padre fue importante, quizás haya sido crucial, aunque el resultado haya estado decidido de antemano, cuándo el fiscal se diri- :.gió por primera vez al jurado. Después supe por el hijo de Griffiths-Jones qújé él siempre preparaba sus alegatos con sumo cuidado. Pero como era evidente que lo estaba haciendo tan bien, pensó que podía arriesgar una pregunta improvisada y allí fue cuando lanzó la famosa y fatídica frase ¿Ustedes querrían que sus esposas o criadas leyeran este libro?” Desde Penguin le pidieron a mi padre que escribiera la introducción a la primera edición “legal” del libro y su nombre aún aparece en el jarro de té de Penguin que conmemora la publicación de la novela. Recibió sólo 50 libras por el encargo, hecho algo irritante si se considera que se vendieron tres millones de ejemplares, si bien, como solíamos decirle, nadie compraba el libro por la introducción. Aún hoy se sigue hablando de ese juicio. Hace algunos años, la BBC produjo otra película sobre el caso, con guión de Andrew Davies; naturalmente, el guionista consi­ deró que el filme no tenía tanto sexo como debería, así que agregó un romance entre dos miembros del jurado. El papel de mi padre lo inter­ pretó David Tennant, con las patillas que caracterizaban a su personaje en Doctor WJio. La cultura, obrera en la sociedad de masas siguió vendiéndose mucho en una edición tras otra. A mí me sorprende el hecho de que a veces lo cita 12 LA CULTURA OBRERA EN LA SOCIEDAD DE MASAS gente que jamás lo ha leído, y que cree que es poco más que una glori­ ficación de la vida de la clase trabajadora y un intento por denigrar las virtudes de la “clase media”. De hecho, nuestros padres tenían de esas virtudes a montones: eran muy trabajadores, leales a la familia y más prudentes que ahorrativos. Algunas personas lo asocian con los exáme­ nes para ingresar a la universidad, y esos libros, no importa sin son de Shakespeare o de Dickens, rara vez se olvidan del estigma. Pero siendo hijos de Richard Hoggart, mis hermanos y yo hemos perdi­ do la cuenta de la cantidad de personas -jubilados, gente de clase media, innumerables estudiantes, trabajadores de los medios y hasta legisladores y ministros- que se nos han acercado para decirnos que el libro no sólo reflejaba su historia sino que había echado luz sobre sus propias vidas.

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