LA CUESTÍÓN ESCOLAR CRÍTICAS Y ALTERNATIVAS Por: Jesús Palacios Editorial LAIA / Barcelona Diseño y realización de la cubierta: Enric Satué Jesús Palacios González, 1978 Primera edición: junio 1979 Segunda edición: octubre 1980 Tercera edición: octubre 1981 Cuarta edición: septiembre 1982 Quinta edición: febrero 1984 Sexta edición: octubre 1984 Propiedad de esta edición (incluido el diseño de cubierta): Editorial LAIA, S. A. Guitard, 43 bis, ático 2ª, 08014 Barcelona Depósito legal: B.32.771 – 1984 IBSN: 84-7222-494-5 Impreso en: Romanyá / Valls, Verdaguer, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spain ÍNDICE PRÓLOGO INTRODUCCIÓN 1. Dimensiones de una crisis y diversidad de perspectivas 2. Algo sobre la escuela tradicional Bibliografía 1. LA TRADICIÓN RENOVADORA Introducción I. Orientación general de la Escuela Nueva II. Actitud de la Escuela Nueva respecto al niño III. La relación maestro-alumno en la Escuela Nueva IV. El nuevo contenido de la enseñanza V. Los autores Bibliografía J. J. Rousseau: El gran precursor I. Emilio o el descubrimiento del niño II. Educación: naturaleza y acción III. Contra la educación verbalista y libresca IV. Una nueva pedagogía y una filosofía de la educación V. Una educación para la libertad Bibliografía A. Ferrière: la escuela nueva, el nuevo espíritu I. El movimiento de la escuela nueva II. Necesidades de la transformación III. Crítica a la escuela tradicional IV. Escuela nueva, escuela activa V. El problema de los métodos Bibliografía J. Piaget: La educación por la acción I. Los logros de la educación. Necesidades de una pedagogía experimental II. Desarrollo intelectual y desarrollo moral. La educación III. Crítica a la escuela tradicional y bases de la escuela activa IV. Reforma educativa, programas, métodos, maestros, padres Bibliografía C. Freinet: Una educación para el pueblo I. Escuela y sociedad: la escuela del capitalismo II. Punto de partida: la confianza en la naturaleza III. La crítica a la escuela tradicional y las insuficiencias de la escuela nueva IV. Programa para la trasformación Bibliografía H. Wallon: Dialéctica y educación I. Un punto de vista dialéctico sobre el desarrollo infantil II. Materialismo histórico y pedagogía: de la actitud oposicional al análisis dialéctico III. Un punto de vista dialéctico sobre la educación IV. La reforma de la enseñanza: sus implicaciones Bibliografía 2. LA CRÍTICA ANTIAUTORITARIA Introducción I. La libertad como principio y como fin II. Los autores F. Ferrer Guardia: la «escuela moderna», racionalista y libertaria I. Raíces del ideario pedagógico de Ferrer II. Objetivos de la educación moderna III. Coeducación de sexos y clases IV. La ciencia y su papel V. El anti-autoritarismo y el problema de los métodos VI La cuestión ideológica VII La escuela y su papel social Bibliografía A. S. Neill: Summerhill, escuela en libertad I. ¿Porqué summerhill? II. Lo que summerhill es III. Principios de summerhill Bibliografía C. R. Rogers: la enseñanza no directiva, la educación centrada en el estudiante I. La psicoterapia centrada en el cliente II. La enseñanza centrada en el estudiante M. Lobrot, F. Oury y A. Vásquez: las pedagogías institucionales I. La perspectiva institucional II. Las dos orientaciones de la pedagogía institucional III. Michel Lobrot IV. Fernad Oury, Aïda Vásquez Bibliografía Psicoanálisis y educación I. Psicoanálisis clásico y educación II. Gérard Mendel: del socio-psicoanálisis de las reacciones sociales al socio-psicoanálisis de las reacciones educativas Bibliografía 3. LA PERSPECTIVA SOCIO-POLÍTICA DEL MARXISMO Introducción I. Pedagogía socialista y análisis marxista de la crisis escolar II. Los autores K. Marx y F. Engels: Las bases de la pedagogía socialista I. Marx, Engels y la educación II. Régimen combinado de producción y educación III. Educación para la polivalencia IV. Los contenidos de la enseñanza y el papel del estado en la educación V. Educación y cambio social Bibliografía A. Makarenko y P. Blonskij: la pedagogía soviética pos-revolucionaria I. Lenin y la política escolar soviética II. A. S. Makarenko: una pedagogía bolchevique III. P. P. Bloskij: la escuela del trabajo Bibliografía A. Gramsci: educación y hegemonía I. El ligar de los problemas pedagógicos en el pensamiento de Gramsci II. Cultura, intelectuales y «bloque histórico» III. La escuela única IV. Enseñanza y trabajo Bibliografía P. Bourdieu y J. C. Passeron; Ch. Baudelot y R. Establet; L. Althusser: La escuela capitalista, aparato ideológico del Estado al servicio de la reproducción social I. L. Althusser: el estado y sus aparatos ideológicos II. P. Bourdieu, J. C. Passeron : escuela y reproducción III. Ch. Baudelot, R. Establet: la realidad de la escuela capitalista IV. Aparato escolar y reproducción social Bibliografía B. Suchodolski: educación socialista para el futuro socialista I La sociedad socialista: sus exigencias II. La educación para el futuro: sus implicaciones III. Una perspectiva integradora IV. Dialéctica del individuo-sociedad V. Tareas y métodos Bibliografía 4. DOS PUNTOS DE VISTA DESDE AMÉRICA LATINA Introducción P. Freire: concientización y liberación I. Contexto histórico y pretensiones II. Reflexiones en torno al hombre III. El hombre oprimido IV. ¿Extensión o comunicación? V. Educación bancaria-educación liberadora VI. Educación y conciencia VII. Hacia una utopía: la revolución cultural Bibliografía I. Illich y E, Reimer : la descolarización de la sociedad I. La intencionalidad de Illich y Reimer II. Su planteamiento del problema educacional III. Su crítica a la educación escolarizada IV. La alternativa y sus aspectos Bibliografía 5. VALORACIONES E INTEGRACIÓN. PERSPECTIVAS I. La disfuncionalidad de la escuela tradicional II. La actitud oposicional y los reduccionismos de las críticas III. La superación integradora de las ilusiones Bibliografía general INTRODUCCIÓN 1. Dimensiones de una crisis y diversidad de perspectivas Que la escuela está en crisis es una evidencia que se impone constantemente. Cuando hablamos de escuela, aquí y a lo largo de todo el trabajo que sigue, no nos referimos solo a la escuela elemental o a la elemental y la secundaria, sino a todos los niveles de los diversos sistemas de enseñanza, desde los más elementales hasta los más avanzados. En todos estos niveles hay «algo que no funciona»: de un año para otro los problemas son mayores y más complejos, las contradicciones se acumulan, las dificultades de todo tipo aumentan. La escuela actual —entendida, insistimos, como el conjunto de instituciones y niveles de enseñanza— se nos aparece cada vez más como un noble edificio antiguo cuyos cimientos se resquebrajan, cuyas paredes se agrietan y cuyas tejas se van poco a poco desmoronando. Los diversos ministerios encargados de la educación en unos y otros países se esfuerzan más a menos afanosamente en remozar el conjunto del edificio, en darle unas bases más sólidas y en remendar sus desperfectos; se trata de un trabajo de auténtica albañilería que consume importantísimos volúmenes del presupuesto total de todos los países. Pero todo parece indicar que estas reformas no son capaces de liquidar el problema. Las críticas no dejan de generalizarse; las protestas de profesores y alumnos aumentan de un curso para otro; existe una decepción fácilmente constatable de alumnos, profesores, padres y sociedad con respecto a la enseñanza; no sería muy exagerado decir que la escuela está, cada vez más y a todos los niveles, generando una dolorosa frustración que abarca a todos sus estamentos. Tanto más cuanto que la escuela dificulta a veces, en lugar de facilitar, el aprendizaje, entendiendo éste en su más amplio sentido. La irónica propuesta de uno de los autores que estudiaremos, que aboga por la implantación de un Ministerio de Reeducación Nacional, está cargada de intencionalidad. La situación se hace a veces caótica para los que están inmersos en ella: planes de estudio que se superponen, condiciones de trabajo nefastas —tanto para quienes aprenden como para los que enseñan—, falta de espacio y material, burocratismo de la organización y de las relaciones, medios económicos insuficientes (con frecuente derroche de los pocos que existen), divergencias entre las exigencias institucionales y las necesidades individuales y sociales: estos son algunos de los aspectos en que la crisis se manifiesta. Sin duda, pueden añadirse otros muchos, pero no es nuestro propósito hacer aquí un análisis de la crisis por la que atraviesa el sistema de enseñanza, análisis que ha sido ya realizado a fonda en algunos trabajos. De momento nos interesa tan solo señalar que la crisis está ahí, existe, y que sus dimensiones superan las fronteras de los países, los planes de enseñanza y los intentos de reforma. Como el del cáncer, el problema de la escuela preocupa en todos los países y a todos los niveles, no habiéndose hallado todavía la estrategia adecuada para solucionarlo a pesar de los esfuerzos, las inversiones y la urgencia de hallar una solución. La comparación con el cáncer no es más que una comparación cualquiera; cualitativamente —y, por supuesto, cuantitativamente— los problemas son muy distintos, aunque solo fuese por el hecho de que la escuela afecta a las vidas de una creciente cantidad de población y la hace precisamente en unos años decisivos para el desarrollo y la maduración individual. Especialmente a partir de la terminación de la Segunda Guerra Mundial la crisis de la escuela a que nos referimos no ha hecho más que acentuarse. Sin embargo, es necesario destacar que su origen hay que buscarlo muchos años atrás; por esta razón, los análisis de la crisis y las propuestas de solución no son una característica de los últimos años, sino que cuentan con una larga tradición histórica. De hecho, las críticas han florecido de una forma especial en los treinta a cuarenta últimos años, como es lógico dada la magnitud de la crisis durante ellos; pero es interesante tener en cuenta que los historiadores de la pedagogía encuentran ya criticas en autores que vivieron hace algunos cientos de años. Nosotros no vamos a ir tan atrás. Nuestra intención es abordar el problema de la crisis escolar desde las perspectivas críticas que se han desarrollada durante el siglo XX, especialmente en los últimos años (más de la mitad de los autores que estudiaremos a continuación, viven todavía). Creemos que se trata de una forma válida de abordar la crisis toda vez que las críticas provienen de campos diversos (pedagogía, psicología, sociología) e inciden sobre aspectos diferentes. La diversidad de las perspectivas adoptadas por los autores y escuelas aportan, de esta forma, riqueza, complejidad y profundidad al análisis. Al mismo tiempo, esta diversidad de perspectivas plantea un serio inconveniente: resulta muy complicado adentrarse en ella por un camino definido; resulta difícil diferenciar los análisis serios de los planteamientos simplistas a demagógicos; no siempre es fácil situar cada crítica en su lugar y valorarla en su justa aportación. Y en estas dificultades es donde vemos el interés de ordenar y sistematizar la más importante de la que hasta ahora ha hecho y está haciendo la crítica a la escuela. El primer problema que se nos plantea es, en efecto, el de como ordenar las diferentes criticas. Limitarse a yuxtaponer unas con otras crearía, seguramente, más confusión de la que podría resolver. Por otro, lado, hacerlo así no tiene mucho sentido, puesto que algunas líneas comunes evidentes unen a unos autores con otros. Se impone, por lo tanto, agrupar juntos a aquellos autores que participen de una misma filosofía, que partan de un punto semejante a se dirijan a un objetivo común, a aquellos autores cuyas perspectivas tengan el mayor número de similitudes posibles. Podemos, así, establecer tres grandes grupos u orientaciones que engloban la mayor parte de las criticas a la escuela. No insistiremos lo suficiente en que nuestra clasificación es personal; basadas en otros criterios, son posibles muchas otras. El primer grupo estaría constituido por una serie de autores cuya principal preocupación era reformar la escuela tradicional, haciéndola pasar de su magistro-centrismo característico al pueri-centrismo más acentuado. Se trata, por así decirlo, de un «grupo natural»: la corriente de la Escuela Nueva. Nacida, como luego veremos, en el último tercio del siglo XIX, esta corriente ha crecido y se ha desarrollado a lo largo de toda este siglo, incluido el momento actual. Conscientes, en una primera etapa, de las insuficiencias de la pedagogía tradicional y horrorizados más tarde por las matanzas de las dos grandes guerras mundiales, los autores a que nos referimos buscaban en la reforma de la educación la transformación de la sociedad. La perspectiva adoptada por estos autores es una perspectiva sobre todo —pero no solo— metodológica; consecuentemente, los cambios que proponen son en gran parte cambios metodológicos: métodos activos en lugar de la pasividad que la pedagogía tradicional había instaurado tomar como punto de partida los intereses del niño y adaptar a ellos los contenidos y los métodos, etc. Estos cambios deben entenderse como consecuencia de las nuevas actitudes hacia el niño y la educación adoptadas por los reformistas. El segundo grupo de autores no pertenece, en cambio, a una escuela como el anterior, no es un «grupo natural». Sin embargo todos ellos están unidos por una misma opción fundamental: su oposición al autoritarismo escolar, a las relaciones y métodos autoritarios, y, en consecuencia, su. defensa de la libertad del niño (o del grupo de niños) frente al educador y a la institución escolar. Ya sea defendida por autores procedentes de la pedagogía, la clínica psicológica o la sociología, esta perspectiva tiene como eje fundamental la exaltación —más a menos acentuada según los casos— de la libertad del niño y del grupo en el que el niño está integrado. Convencidos de que la escuela debe realizar una función de alguna manera terapéutica, o, al menos, profiláctica, y de que esa función es impensable en el marco de una relación directivista y autoritaria, los autores a que nos referimos defienden la libertad como principio, medio y fin: la educación debe basarse en la libertad, debe realizarse en la libertad y debe tender a la libertad del individuo. Es cierto que entre estos autores existen divergencias importantes, como veremos, pero no es menos cierto que es licito agruparlos a todos ellos bajo el lema del antiautoritarismo y así lo hemos hecho. El tercer grupo de autores pertenece, de nuevo, a una «escuela», es un «grupo natural». Está constituido por una serie de autores marxistas que, a un nivel u otro, se han ocupado del problema de la escuela. Su perspectiva es fundamentalmente socio-politica y una de sus mayores preocupaciones hace referencia al papel que la sociedad asigna a la escuela, a la función social que ésta cumple. Preocupados menos por los métodos y por los problemas individuales —aunque unos y otros no son olvidados— y más por el trasfondo social subyacente a los mismos, estos autores están, de manera especial, interesados en poner de manifiesto como la crisis escolar es reflejo de una crisis sociológica más profunda, como, en definitiva, el funcionamiento de la escuela es un reflejo del de la sociedad que la ha hecho nacer y desarrollarse. Es evidente que estos tres grupos no agotan la totalidad de las posturas criticas ante la escuela. Para ponerlo de manifiesto y para evidenciar que los problemas son distintos si se analizan en un tipo de sociedad a en otro diferente, hemos añadido un cuarto grupo cuya razón de similitud no debe buscarse, como hasta ahora, en la orientación de sus críticas, sino en el marco geográfico, político y social en que nacieron y se desarrollaron esas críticas. Nos estamos refiriendo, en concreto, a unas criticas procedentes de América Latina. Conscientes de que aun así no se agotan todas las perspectivas posibles, renunciamos, sin embargo, a hacer más larga la lista. Si en ella no están todas, creemos que están al menos las corrientes criticas más importantes. Tenemos, por afro lado, la impresión de que las perspectivas que acabamos de presentar pueden ser perfectamente complementarias y proporcionarnos la visión globalizadora, integradora, que estamos buscando. Resuelto de esta forma el problema de la sistematización de las criticas, se plantea el problema de la elección de los autores. Una cosa es evidente: es necesario hacer una selección. Puesto que nuestra preocupación no es de índole historiográfica, nada se opone a que se seleccionen aquellos autores que, dentro de cada corriente, tienen una significación especial. Al principio de cada capitulo se justifican tanto las presencias como las ausencias y, por tanto, nos remitimos a esas introducciones parciales. Quisiéramos, no obstante, señalar aquí la ubicuidad de algunos autores que con toda justeza podían incluirse en más de uno de los capítulos presentados. Aunque como en el caso de los cuatro grupos y de la elección de los autores, la decisión final tiene algo de arbitraria, los autores que podían ser situados en más de una perspectiva se han incluido en aquella en cuyo seno sus planteamientos concretos quedaran más esclarecidos y realzados. Aunque la decisión definitiva será justificada en cada caso, quisiéramos destacar aquí que Wallon podía incluirse tanto entre los reformistas, de cuya orientación consideramos que lo es la culminación, como entre los marxistas, cuyas perspectivas bañan todos los planteamientos de Wallon. Otro caso ubicuo está constituido por la obra de Neill; además de en la tradición progresiva, hermana inglesa de la Escuela Nueva europea, los planteamientos de Neill encuadran perfectamente en el interior de la corriente anti-autoritaria de hecho, Summerhill, su gran experiencia, es el paradigma de las escuelas anti-autoritarias. Aclarado ya la que es este libro y las líneas maestras que lo subtienden, creemos que es oportuno dedicar un cierto espacio a la caracterización de la escuela tradicional. Nos hemos referido a ella ya en esta Introducción y vamos a referirnos a ella constantemente a lo largo de las páginas que siguen. Con objeto de que no dé la impresión de que las criticas de nuestros autores se dirigen a un ente abstracto e indefinible bautizado con el nombre de «escuela tradicional», vamos a mostrar a continuación como ésta es una realidad concreta con un origen y unas características especificas. Caracterizada, por tanto, la pedagogía tradicional, entraremos sin más dilación en el cuerpo de nuestro trabajo. 2. Algo sobre la escuela tradicional Situémonos en el siglo XVII. Los colegios-internados de aquellos anos fueron una de las causas del éxito de los jesuitas. Estos internados tenían una finalidad especifica: ofrecer a la juventud una vida metódica en su interior, lejos de las turbulencias y problemas de la época y de la edad. Snyders ha caracterizado de manera precisa el objetivo que el internado se proponía: «El papel del internado es el de instaurar un universo pedagógico, un universo que será solo pedagógico, y que estará marcado por dos rasgos esenciales: separación del mundo y, en el interior de este recinto reservado, vigilancia constante, ininterrumpida, del alumno».1 La vida externa es considerada peligrosa, es temida como fuente de tentaciones; los jóvenes que están en el internado son, a su vez, propensos a la tentación, débiles, y sienten atracción por el mal. Es necesario, por tanto, no solo aislar la vida del internado de la del mundo, sino también vigilar constantemente al alumno para que no sucumba a sus deseos y apetencias naturales. Estos fines encuentran su perfecta expresión en el contenido de la enseñanza que se transmite y en la forma en que se realiza la transmisión. Por lo que al contenido de la enseñanza se refiere, su característica más acusada es el retorno a la antigüedad, retorno en el que queda definida su separación del mundo exterior del momento, a, mejor, su oposición a él: puesto que en la vida corriente se vive en romance, en la escuela se debe vivir en latín, como lo señala Snyders. La vida del internado se desarrolla en un mundo ficticio que es una lección de moral permanente en la que los ideales de la antigüedad lo llenan todo. Por el contrario, las materias «relativas al mundo», aquellas en las que el niño se ponía en contacto con la naturaleza y la vida, ocupan un lugar muy restringido a, simplemente, son relegadas a los días de vacación. Ni que decir tiene que la lengua escolar era el latín; en latín se desarrollaban las clases y en latín se obligaba a hablar a los alumnos durante el recreo; hablar la lengua materna era, según Jouvency, un grave pecado. La culminación de esta 1 SNYDERS, G., en Historia de la Pedagogía, dirigida por DEBBESSE, M. y MIALARET, G., Oikos-Tau, Barcelona, 1974, tomo II.