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La Comunicación : Hermes I PDF

290 Pages·1996·6.832 MB·Spanish
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MicHaL Sen'es LA COMUNICACIÓN Hemies I La comunicación : Hermes I / Michel Serres ; traducción de Roxana Paez. •— Barcelona : Anthixípos, 1996 300 p.; 20 cm. — (Pensamiento Crítico / Pensamiento Utópico ; 9!) Tit. orig,: Henmes 1. La communícation ISBN: 8^-7658-428-8 1, Comunicación - Filosofía 2, Mermes (Divinidad griega) - Crítica, interpretación, ele. I. Paez, Rosana, tr. II. Título III. Colección 007:14 Título original: Hernias I. La comnumicatíon (París, MinuiL) Traducción cedida por Editorial Almagcsto, Buenos Aires Primera edición en Editorial Anthropos: 1996 © Editorial Anthropos, 1996 Edita: Editorial Anthropos ISBN: 84-7658-428-8 Depósito legal: B. 16.375-1996 Diseño, realización y coordinación: PLURAL, Servidos Editoriales (Nariño, S.L.). Rubí. Tel. y Fax (93) 697 22 96 Impresión: Edira, S.C.C.L. Badajoz, 147. Barcelona Impreso en España - Prinled in Spnin Aquí se relata el nacimiento de la idea de comunicación, su emergencia ciega a través de una serie de artículos sobre diversos temas, dispersados a lo largo de seis años. Dis­ persados, no disparatados, y con una perspectiva recurrente: su conjunto y su lectura constituyan, una variación —sin duda incompleta pero sistemática— sobre el tema de Hermes. Partiendo de las matemáticas y de una hipótesis sobre la génesis intersubjetiva del milagro griego, tesis perceptible en el juego del diálogo platónico, volvemos a ellas para cerrar un primer ciclo, demostrando el rigor de la organización leibnitziana princeps: la comunicación de las sustancias. La abstracción más alta nace de una aguda exigencia respecto de la mejor comunicación posible; en la época clásica, ésta se establece sobre un soporte matemático. Así diseñado, el circuito no podía evitar la historia del milagro contempo­ ráneo, ese nuevo diálogo que fue la querella de los antiguos analistas contra los algebristas modernos; circuito que, por lo general, se reencuentra en el milagro perpetuo que constituye la comunicación histórica de las matemáticas. De la pregunta “¿qué se pierde en el juego de las preguntas y las respuestas?” se pasa a qué se olvida a lo largo de esa cadena casi perfecta, una vez que se encuentra montada sin posibilidad de retornoT‘ El cartesianismo da un paradigma particular de esas interrogaciones; resultaba interesante reexaminar el modelo de la cadena, la operación intuitiva y la afirmación del cogito, según las mismas normas: examen centrado aquí en las nociones de transición y de distancia abolida. Be nuevo, el pensamiento matemático mezclaba su devenir con el de la comunicación. Pero hay dos maneras de dar cuenta de esa alianza: desde el punto de vista de la conciencia, como en Descartes, o directamente a través del concepto, como en Leibniz; diálogo que aquí se retoma y del que la modernidad busca la salida. Ya sea para volver a tierra, o para sumergirse en La corriente del sentido, comunicar es viajar, traducir, intercambiar: ponerse en la perspectiva del Otro, asumir su palabra como versión, no tan sediciosa como transversal, negociar recíprocamente objetos embargados. He aquí a Hermas, dios de los caminos y las encrucijadas, de los mensajes y de los mercaderes. No habíamos abandonado lo universal de la razón clásica, la propagación de sus rigores en un campo juzgado de antemano sin fronteras (lo universal no tiene versión)¡ a lo largo de cadenas sin intercepciones. De donde se sigue que la sinrazón es ahí estrictamente el otro lado y lo incomunicable. Por un curioso giro, el método estructural dibuja con soltura los grafos cerrados de una geometría de la locura. Diseña, para cerrar un segundo ciclo, las geodésicas de la razón clásica, reducida a una razón regionalizada. Las matemáticas ya. no son un soporte, ni una pantalla de La lumbre, sino un diccionario. EL término “método” retoma su sentido obvio de transporte. Faltaba traducir, eligiendo para eso los textos más ex­ traños: viajes para niños, cuentos para enamorados, le­ yendas populares y sueños de alquimistas. Quedaban por comerciar, por intercambiar, palabras, dinero y mujeres, para terminar estas variaciones en los vapores del festín, el humo del tabaco y las cadenas inextinguibles de la risa. Agradecemos a los Sres. Schuh, Bastide, Costabel, Cor- dier, Devaux y, entre todos, a M. Jean Piel, por habernos autorizado cortesmente a reproducir aquí los textos publi­ cados en las revistas que dirigen. INTRODUCCIÓN La red de comunicación: Penélope Antes de ser seducida por Zeus bajo el aspecto de serpiente y de concebir así a Díonisos, Perséfone, abandonada por Démeter en la gruta de Gyane, había comenzado un tejido en el que repre­ sentaría el universo entero. (Según relatos órficos) Imaginemos, dibujado en un espacio de representación, un diagrama en red. En un instante dado (porque veremos ampliamente que representa un estado cualquiera de una situación móvil), está conformado por una pluralidad de puntos (cimas) unidos por una pluralidad de ramificaciones (caminos). Cada punto representa, ya una tesis, ya un elemento efectivamente definible de un conjunto empírico determinado. Cada camino es representativo de un contacto ó relación entre dos o varias tesis, o de un flujo de determinación1 entre dos o varios elementos de esa situación empírica. Por defini­ ción, ningún punto se privilegia con respecto a otro, ninguno se subordina unívocamente a tal o cual; cada uno tiene su propio poder (eventualmente variable en el curso del tiempo), su zona de irradiación y también su fuerza determinante original. Como consecuencia, aunque algunos puedan ser idénticos entre ellos, en general son todos diferentes. Lo mismo sucede con los caminos que respectivamente 1 Cuando hablamos de determinación, entendemos por ella relación o acción en general: puede ser una analogía, una deducción, una influencia, una oposición, una reacción y así sucesivamente. ( transportan flujos de determinaciones diferentes, y varia­ bles en el tiempo. Por último, existe una reciprocidad profunda entre las cimas y los caminos o, si se quiere, cierta dualidad. Una cima puede ser considerada como la inter­ sección de dos o más caminos (una tesis pude constituirse como la intersección de una multiplicidad de relaciones o un elemento situacional nacer, de golpe, de la confluencia de varias determinaciones). Correlativamente, un camino puede ser considerado como una determinación constituida a partir de una correspondencia entre dos cimas precon­ cebidas (cualquier relación entre dos tesis, interacción de dos situaciones, etcétera). Se trata, entonces, de una red en la que se maximiza a voluntad la diferenciación interna de un diagrama tan irregular como posible. Una red regular de cimas idénticas y de caminos concurrentes, paralelos, o normales entre ellos y equivalentes sería un caso particular de esta red “escalena”.2 O, si se quiere, dada una red regular, basta diferenciar sus cimas y sus caminos, hacerlos variar tanto como sea necesario para obtener el modelo que pro­ ponemos. Por otra piarte, pensamos que se trata de la represen­ tación formal de una situación móvil, es decir, que varía globalmente en el curso del tiempo; por ejemplo, que un punto o cima de la red cambia bruscamente de lugar (como una pieza de determinada importancia —rey, dama, alfil, etcétera— sobre un tablero), y el conjunto de la red se transforma en una nueva red donde la situación respectiva de los puntos es diferente, así como la variedad de los caminos. Razonemos ahora de manera abstracta sobre este modelo y, en cada estadio del razonamiento, comparémoslo con el argumento dialéctico tradicional; 1- Dadas dos tesis, o dos elementos de situación, es decir, 2 Caso general dos cimas, el argumento dialéctico plantea que existe un camino y sólo uno para ir de una a la otra; ese camino es “lógicamente” necesario y pasa por el punto único de la antítesis o de la situación opuesta. En este sentido, el razonamiento dialéctico es unilineal y se caracteriza por la unicidad y la simplicidad de la vía, por la univocidad del flujo de determinación que transporta. Al ■'"Contrario, el modelo precedente se caracteriza' por la pluralidad y la complejidad de las vías de mediación: es evidente que existen si no tantos caminos como se quieran para ir de una cima a otra, al menos una gran cantidad, proporcional al número de cimas. Efectivamente, está claro que la marcha puede pasar por tantos puntos como se quiera y, en par­ ticular, por todos. No hay ninguno que sea lógicamente necesario: el más corto, es decir, el circuito más corto entre los dos puntos en cuestión, puede eventualmente ser más difícil o menos interesante (menos practicable) que otro más largo, pero puede transportar más determinación, y abrirse momentáneamente- por tales o cuales razones.3 Desde en­ tonces, el camino único (o el conjunto de los caminos se­ leccionados) que eligen la teoría, la decisión, la historia — o cualquier evolución dada de una situación móvil-— es seleccionado entre otros posibles, determinado entre una distribución que puede ser aleatoria. El necesifcari smo rígido de una mediación única se sustituye por la selección de una mediación entre otras. Es una ventaja notable, es decir, una aproximación más fina a las situaciones reales, cuya com­ plejidad con frecuencia tiene gran cantidad de mediaciones practicables por derecho. Y esa ventaja se debe a la su­ perioridad de un modelo tabular sobre un modelo lineal o, más aún, al hecho de que un razonamiento con muchas entradas y conexiones múltiples es más rico y más flexible que un encadenamiento lineal de razones, cualquiera sea el motor de ese encadenamiento: deducción.; determinación, 3 Esa indeterminación del camino es la condición de la astucia. oposición, etcétera. En particular, el argumento dialéctico deviene en caso restringido de esa red tabular general: para encontrarlo, es suficiente homogeneizar la red y cortar sobre ella una secuencia única con flujo determinante fijo, o tam­ bién, proyectarlo sobre una línea única. En todos los casos, lo encontramos como caso particular, como proyección desde un punto de vista restringido. Por lo tanto, hay pluralización y generalización de la secuencia dialéctica, por un pasaje a nivel del modelo formal, de la línea al espacio: el modelo cambia de dimensión; mientras que el argumento dialéctico creía haber flexibilizado y generalizado todo razonamiento anterior haciendo de la línea recta una línea quebrada: por más quebrada que sea la línea, y por más que lo sea numerosas veces, no obstante permanece en su dimensión.4 2- De la linealidad a la “tabularidad”, se enriquece el número de las mediaciones posibles, y estas últimas se flexibilizan. Ya no hay un camino y sólo uno, hay un número dado de ellos o una distribución probable. Pero, por otra parte, además de la sutileza de las diferenciaciones apor­ tadas a las conexiones entre dos o más tesis (o elementos de situación real), el modelo propuesto ofrece la posibilidad de diferenciar, ya no_el número, sino la naturaleza y la fuerza de esas conexiones. El argumento dialéctico, por ejemplo, no transporta a lo largo de su linealidad más que un tipo, unívoco de determinación, negación, oposición, superación, cuya fuerza existe, ciertamente, pero no es ,B evaluada Razón por la cual nuestro modelo no es, por 4 La mayoría de las veces esa dimensión es temporal. De ahí el gran problema filosófico de la tradición: ¿lógica o temporalidad? El modelo aquí analizado quiebra esa alternativa entre la conse­ cuencia y la secuencia. 5 Esa fuerza no es cuantificada, porque es siempre considerada globalmente como determinante: por lo tanto, siempre es maximizada groseramente. Y, sin embargo, la experiencia muesti-a lo suficiente que existen umbrales por debajo de los cuales una fuerza oponente no determina nada. La naturaleza antitética de la antítesis no basta: esto es sabido entre los pensadores dialécticos. derecho, de ninguna manera reductible a un tejido complejo de secuencias dialécticas múltiples: ese tejido sólo es un caso particular. Efectivamente, no introduce, en la niultili- nealidad de sus vías, la plurivocidad de los tipos de rela­ ciones y la evaluación de su fuerza respectiva, eventual­ mente diferenciada. Al contrario, cada camino, representan­ do una relación o correspondencia en general, transporta un flujo dado de una acción o reacción cualquiera: causalidad, deducción, analogía, reversibilidad, influencia, contradic­ ción, etcétera, cada una cuantificable en su tipo, al menos en derecho. Y, por otra parte, cada mío de esos flujos puede ejercer, eventual y recíprocamente, su acción- sobre un único camino, lo que 110 permite prever ninguna secuencia dialéctica: dos cimas pueden mantener entre ellas relaciones de causalidad recíproca, de influencia reversible, de acción y de reacción equivalentes, o incluso de accián de retorno (el feed-back de los cibernéticos). En fin, una cima dada puede recibir muchas determinaciones a la vez (o ser su fuente), cada una de diferente naturaleza, cada una diferenciada por su fuerza o cantidad de acción. La univocidad de la oposición queda sustituida entonces por la diferenciación de los tipos y de las cantidades de determinación, donde cada cima es la extremidad o el origen de una pluralidad. El ¿rgumento dialéctico se encuentra aquí generalizado en lo que con­ cierne a su motor o su dinamismo de determinación. ■ 3- Y puesto que una cima puede ser plurideterminada (y, por variaciones cuantitativas, subdeterminada, sobredeterminada, etcétera), es decir, represenfcable por una intersección o confluencia de líneas o de acciones todas diferentes, incluso opuestas, relativa o estrictamente (causalidad, independencia, condición, contradicción, ana­ logía, alteridad, etcétera), no se podría plantear la equi­ valencia —es decir, la equipotencia— de cada una de ellas, para ser consideradas como extremidad o como origen, en la recepción o en la fuente. De manera que esa red es muy fácilmente comparable a una suerte de tablero: sobre él existen peones con un poder equivalente en derecho, pero cuyo poder actual es variable según su situación recíproca en un momento dado, de acuerdo a la disposición del conjunto de las piezas y de su distribución compleja con respecto a la red de juego opuesta; pero también existen en el tablero piezas con poder diferente (rey, dama, torre, alfil...) que son origen (o recepciones) de determinaciones diferenciadas, por definición o naturaleza, según caminos dados (líneas, diagonales, columnas, recorridos quebra­ dos...), cuyo poder también depende (como el de los peones equipotentes) de su situación y distribución temporarias. Sobre el tablero, como en este caso, existen entonces deter­ minaciones diferenciadas por naturaleza, cantidad de flujo, dirección y, correlativamente, elementos determinantes (o determinados) diferenciados por naturaleza y situación. Todo sucede entonces como si cada red fuera un conjunto complicado y en evolución constante, que representa una situación inestable de poder con una sutil distribución de sus armas o argumentos en un espacio irregularmente reticulado. i El argumento dialéctico es entonces ese caso pobre y singularmente restringido de tma lucha continua con una dirección constante, aunque quebrada, entre dos peones únicos y equipotentes, es decir, entre dos elementos sepa­ rados por una distancia dada y constante según una di­ rección privilegiada, donde el conflicto abierto se produce en el momento determinado en el que uno de los dos llega a la equipotencia por Intermedio del trabajo y de 1.a cultura (lo que curiosamente pone de manifiesto que no se ue el juego del otro); conflicto que se termina con la toma de posesión de un punto privilegiado (es un intervalo lo que quiebra la secuencia lineal), ocupado por el predecesor vencido. El caso es tan pobre que no se puede imaginar como paradigma más que en la generalidad de la vida biológica: el juego muscular d.e lucha a muerte entre dos adversarios, dominador y d.ominad.o, en un momento igualmente fuertes e igualmente armados, momento elegido en el debilitamiento del primero para el crecimiento del segundo: el Amo y el Esclavo. Por

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