Un crítico italiano califica esta obra de «novela policíaca de amor». Es, a todas luces, un Scerbanenco diferente al que conocemos, un Scerbanenco que, por una vez, se deja arrebatar por el encanto de una historia amorosa, que se sitúa en un ambiente muy poco habitual en el Scerbanenco de los relatos del «Milán negro», pero con unos personajes, eso sí, tan vigorosamente trazados como acostumbra.
El paisaje es el de los gigantescos y soberbios bosques de alerces del norte de Suiza, los personajes, un grupo de emigrantes italianos que han llegado allá para ganarse la vida con la tala y el transporte de árboles. Johanna, una dulce y rubia muchacha suiza de ojos azules, y Donato, un trabajador italiano, se encuentran un breve instante y se enamoran. Pero antes de que el amor cristalice estalla el drama. Amor y thrilling, según la fórmula del famoso escritor italo-ruso. La novela constituye, en conjunto, un sugestivo fresco, cuya acción —pese a la trama amorosa— no puede caer en una edulcorada narración porque lo impide el estilo de su autor, que mezcla y dosifica hábilmente los ingredientes amorosos con el suspense, la violencia y la intriga. La caracterización sicológica de los personajes resulta ajustadísima, y no es mérito menor la calidad de las anotaciones relativas a la vida de los emigrantes italianos en las tierras del otro lado de los Alpes. En cuanto a la historia de Donato y su amigo Francino, dos estudiantes que han ido a Suiza a trabajar en la tala de árboles, y de la bella Johanna, que les hace vivir una extraordinaria aventura, tiene el indudable vigor de las mejores producciones de su autor, y una originalidad que la distingue netamente del conjunto de su obra.