1 La Casuística: Una metodología para la ética aplicada Coordinadores Robert T. Hall José Salvador Arellano 2 A Rowynn, Haydeé y María Esther Inspiradoras de vida 3 Agradecimientos El presente texto es el resultado de la investigación: La casuística y la comprensión de dilemas morales para Latinoamérica. Proyecto aprobado por el Programa de Mejoramiento del Profesorado (PROMEP) de la Secretaría de Educación Pública a quien agradecemos profundamente de su apoyo. Asimismo a la Universidad Autónoma de Querétaro y a la Facultad de Filosofía por las gestiones y los apoyos necesarios en este trabajo. A los investigadores participantes en este texto por su diálogo, aportación de ideas y trabajos, muy en especial a Jerry Folk. A Jorge Vélez e Imanol Martínez González por su apoyo en el trabajo de edición. Nuestra gratitud a Rodolfo Vázquez por su apoyo para la publicación de nuestras ideas y letras. Asimismo, nuestro profundo reconocimiento a los profesores Albert Jonsen y Carson Strong, filósofos que permitieron el renacimiento de la casuística contemporánea a nivel mundial y quienes colaboraron generosamente en el presente libro. Finalmente nuestra mirada en María Catalina Buchmelter y Patricia Pérez por tolerar nuestras ausencias y hacer del pensamiento de casa una piedra de toque. Robert T. Hall José Salvador Arellano Patio Barroco, Santiago de Querétaro, Invierno 2012-2013. 4 Contenidos Introducción -- María José Guerra Palmero Parte I La casuística reanimada 1. La toma de decisiones éticas en la medicina clínica -- Albert R. Jonsen 2. La Casuística -- Carson Strong 3. La Casuística Retomado -- Robert T. Hall 4. Justificación de una metodología -- Robert. T. Hall Parte II Casos y asuntos 5. El Síndrome de Patau -- José Salvador Arellano y Robert T. Hall 6. Aprobación del maíz transgénico en México -- Robert T. Hall y José Salvador Arellano 7. Universalismo y valores éticos -- José Salvador Arellano y Robert T. Hall 8. La desigualdad jurídica –J. Patricia Pérez Munguía Parte III Comentarios Críticos 9. De la ética constructivista social a la casuística. - José Salvador Arellano y Jorge Vélez Vega 10. Pascal y la casuística -- Mauricio Ávila Barba 11. Razonamiento jurídico en México – Raúl Ruíz Canizales 12. La casuística como método y experiencia ética -- Fernando González Vega Parte IV Casuística y religión 13. Razón práctica y circunstancias en Tomás de Aquino – Ángel de Moral Palacio 14. Una casuística de valores – Robert T. Hall 15. Sobre la posibilidad de una Casuística Católica -- Jorge Hernández Arriaga y Robert T. Hall 16. Dos versiones de la casuística protestante – Robert T. Hall Índice de Autores 5 Introducción Casuística y razonamiento moral María José Guerra Palmero Decimos que sólo los espíritus soberbios que presumen de conocer todas las verdades, o las almas engañadas persuadidas de tener revelaciones de todo, pueden censurar las opiniones probables y decir que una opinión probable no basta para obrar prudentemente y para eximir de pecado a quien la sigue.1 ¿Qué, de manera más precisa, es la casuística? En general, la casuística es la tarea de resolver problemas, buscando interpretar y resolver cuestiones prácticas del día a día. La meta global es establecer “casos de conciencia”, instancias en las que estamos inseguros sobre cómo juzgar o llevar a cabo una acción. Con claros paralelos con el razonamiento legal (especialmente con la common law) , la casuística es un género de investigación moral que atiende a los problemas morales concretos, a su interpretación correcta, y a su resolución razonable.2 Vamos a presentar, en este libro, la nueva casuística, sus propuestas y su apuesta por el razonamiento moral contextual. El hecho de hablar de “nueva” nos obliga a decir algo sobre la vieja casuística. La nueva casuística de Toulmin y Jonsen ha forjado sus propuestas a través del trabajo de ambos desarrollado en el ámbito de la ética médica. La bioética, y su atención a las dificultades y complejidades de los casos concretos, desencadenarán para estos autores una revisión de la teoría ética moderna, especialmente, de lo que denominarán la “tiranía de los principios” en alusión a los excesos rigoristas kantianos y neokantianos. La aplicación automática de un principio a un conjunto de casos puede traer consigo consecuencias 1 Apologie pour les casuístes, p. 40 2 R. B. Miller, Casuistry and Modern Ethics. A Poetics of Practical Reasoning. The University of Chicago Press, 1996,p. 4-5. 6 indeseables. Otro modo de razonamiento moral, atento a lo concreto y a las circunstancias, es posible como método de la bioética. Toulmin y Jonsen van a engarzar su propuesta con la de la vieja tradición casuística, descontextualizándola de su origen católico, con el fin de aprovechar sus enseñanzas para un nuevo enfoque de los problemas morales. “In dubio, libertas” Tenemos que remontarnos al siglo XVI, a la Escuela de Salamanca de las que eran miembros Francisco de Vitoria, Melchor Cano y Domingo Soto para remontarnos a la vieja Casuística. Delumeau, en su estudio, nos refiere lo siguiente: ...bajo sus plumas aparecen fórmulas y juicios que atestiguan una evaluación cada vez más sutil de la complejidad de las determinaciones morales.3 Delumeau habla de una “prehistoria del probabilismo”. Por ejemplo, Melchor Cano postula que “allí donde hay entre doctores diversidad de opiniones probables, todas y cada una son seguras (en términos de salvación) para el fuero de la conciencia.”4 Medina, según Delemeau el verdadero fundador del probabilismo, dirá que se puede elegir, a través de la ponderación, entre opiniones probables. Las obras de estos autores, ligadas a un contexto confesional donde se problematizaban los modos de hacer en la institución católica de la confesión, contribuyeron a permitir una elección libre de la conciencia moral, tras la deliberación acerca de las opciones más razonables. Los diccionarios de casos de conciencia se multiplicaron en los países católicos durante el XVI y el XVII. Los expertos en moral elucidaban casos hipotéticos cada vez más difíciles y complejos. Esta proliferación acabó por esterilizar y arruinar el esfuerzo casuístico que fue pasto de la crítica más feroz por parte de Pascal en sus Cartas Provinciales. El jesuita Suárez (1548-1617), no obstante, fue el sistematizador de la doctrina probabilista. La novedad, que esta corriente de origen español proponía, era la de que en caso de duda, puede seguirse cualquier opinión simplemente probable. El supuesto que alimenta esta afirmación es la idea de Guillermo de Ockham de que la libertad es “el patrimonio propio y original del hombre.”5 El probabilismo va a desafiar, en suma, la noción medieval de seguridad moral objetiva. 3 J. Delumeau, La confesión y el perdón, Madrid, Alianza, 1992. P. 114. 4 Ibid. 5 Op. cit., p.119. 7 Las tesis probabilistas tuvieron éxito en los siglos aludidos para decaer en el XVIII. Antes de esta inflexión, la teología moral tendió a convertirse en una recopilación e inventario de opiniones clasificadas según su mayor o menor probabilidad al modo de resoluciones de casos de conciencia. ¿Cuáles fueron los peligros y ventajas de la revolución probabilista? Del lado de los peligros quedó la desviación laxista – la excesiva indulgencia o la mera componenda6-, del lado de las ventajas la contribución a “modelar una moral mejor adaptada que la del pasado al ascenso de la civilización occidental. El probabilismo subrayaba, en efecto, el respeto que se debe a las conciencias y la necesidad de limitar la esfera de la obligación para proteger la de la libertad.”7 Podría entenderse como un proceso que, en el mundo católico, propiciaba o anticipaba muy tímidamente los vientos posteriores de la Ilustración en torno al Sapere Aude, una vez que la tutela religiosa hubiera sido desafiada en los siglos posteriores. La “vieja” Casuística va a ser ridiculizada y deslegitimada, como ya avanzábamos, por las Cartas Provinciales de Pascal. Esta era ejercida, básicamente, por los jesuitas en la dirección espiritual y en la ponderación de los pecados de los fieles: ...la muchedumbre de los casuistas relajados se dedica a la multitud de aquellos que buscan la relajación (Carta V). Pascal va a exagerar los vicios de la casuística, de la mala casuística y así va a condenar un modelo de razonamiento moral preocupado por la ponderación y el sopesamiento de las circunstancias, que se asemeja a los modos del razonamiento jurídico que establecen penas en función de agravantes y atenuantes situándose contextualmente y siendo sensibles a las modulaciones de la acción. De la mano de una ética de los principios el rigorismo, que, muchas veces desconoce las complejidades de lo real y los conflictos entre deberes, se impondrá en la historia de la filosofía moral con el Kant de la Crítica de la Razón Práctica a su cabeza. La nueva Casuística de Toulmin y Jonsen En 1974, en EEUU, se creó la National Commision for the Protection of Human Subjects of Biomedical and Behavioral Research formada por científicos, abogados y “eticistas”. Su tarea era regular la investigación con sujetos humanos y recomendar reglamentaciones que protegieran 6 “El arte de los casuistas indulgentes consistió en permitir, en más de un caso, gracias a opiniones probables, lo que opiniones más probables situaban en el lado de lo prohibido.” Op. cit., p. 121. 7 Op. cit., p. 121. 8 los derechos de los sujetos de las investigaciones. Tópicos como el “consentimiento informado”, “la relación riesgo-beneficio”, el respeto a la autonomía, los problemas planteados por los sujetos no competentes –niños, discapacitados psíquicos, etc.- saltaban a la palestra determinando la cascada de la producción textual bioética al tiempo que se impulsaba la institucionalización de los comités éticos de ensayos clínicos8. En consecuencia, la reflexión bioética abordó el aspecto del cuidado clínico que conlleva la relación medico-paciente. Asuntos como la información, la confidencialidad, la asistencia legal, y sobre todo el “consentimiento informado”9 fueron temas recurrentes, pero el problema que atraería sobre si la mayor atención será la confrontación con la muerte, en concreto, el dilema planteado entre dejar morir y matar en lo que se vino a llamar la controversia sobre la eutanasia. Jonsen utiliza como ejemplo la técnica de la resucitación cardiopulmonar que saltó a los medios de comunicación a través del caso (1976) de Karen Ann Quinlan10. En este momento, surgió la idea del testamento vital anticipado en la que uno debería expresar sus propios deseos confrontado a una situación similar.” ¿Por qué rescatar este texto de una lección anterior? Nuestra razón es señalar que la dinámica de deliberación y consenso que se ejerció en la National Commision es la que, de alguna manera, inspiró la propuesta que vamos a analizar ahora, la de la nueva casuística. También, todo hay que decirlo, fue un factor fundamental para la sistematización de los principios de la bioética que propiciaron Beauchamp y Childress –inspirados por el Informe Belmont- que lo interpretaron en sentido contrario como se ha visto en secciones precedentes11. La nueva casuística de Toulmin y Jonsen reacciona contra este estado de cosas y su fuente de inspiración como decíamos es el modus operandi de la National Comission. El acuerdo sobre los principios se revelaba a veces imposible, sin embargo, si se cambiaba de perspectiva y se analizaban los casos, uno por uno, estimando analogías y diferencias, se podían consensuar unas recomendaciones comunes. La tesis de Toulmin es la siguiente: La aplicación a la vida real de las reglas administrativas, legales o morales demanda siempre el ejercicio de la perspicacia y discernimiento humano – lo que tradicionalmente 8 En España, la Ley del Medicamento de 1990 estipula la creación de los citados comités. Cf. op. cit., p. 246. 9 Cf. R.R. Faden & T. L. Beauchamp, A History and Theory of Informed Consent, Oxford University Press, 1986. 10 Cf. K. Everett Koop, “El caso de Karen Quinlan” en R. M. Baird & S. E. Rosenbaum, Eutanasia: los dilemas morales. Madrid, Martínez Roca, 1992, pp. 36-47. 11 Cf D. Gracia, “El procedimiento casuístico” en Procedimientos de decisión en ética clínica, Madrid, Eudema, 1991. p. 38. 9 ha sido denominado “equidad”- y cuanto más problemáticas son las situaciones más grandes es la necesidad de discernimiento.12 Nos encontramos, pues con una reacción frente a la denominada “tiranía de los principios”13 que como consecuencia nos plantea una simplificación del campo de la moral. Beauchamp y Childress conciben a la deontología como a la ética newtoniana, su ámbito de aplicación cubre una serie de regularidades, pero el problema es que necesitamos otros enfoques que nos permitan lidiar tanto con las situaciones de conflicto normativo como con situaciones que no se dejan atrapar fácilmente bajo una regla general. El acudir sólo a determinados principios y no sopesarlos con la normatividad de otros, a veces irreconciliables, puede llevar a una suerte de “ceguera moral” como refiere Martha Nussbaum al enjuiciar las posturas morales de Antígona y Creonte en La fragilidad del bien, un libro en donde precisamente se reivindica la sabiduría moral de la phrónesis14. El principalismo – el acudir a normas o principios muy generales- puede degenerar en “principialismo”, es decir, en simplificar la vida moral de una manera lesiva porque si todo encaja con el principio elegido, no queda lugar para abordar el conflicto entre valores en el diálogo moral, ya sea en la conciencia individual ya sea en las distintas comunidades de facto. El asignar la certidumbre moral a los principios puede azuzar el conflicto y no disolverlo. El atrincherarse férreamente tras los principios no es la manera más eficaz de propiciar la deliberación moral. El ejemplo que pone Toulmin acerca de esto es el debate del aborto en los Estados Unidos que parafraseo de la siguiente manera a modo de interpelación: Si a la luz del principio pro-life usted votó a un candidato republicano dado el compromiso del demócrata con el pro-choice, usted puede estar dando el consentimiento al mantenimiento de la pena de muerte, lo que contradice una versión coherente y ampliada de un compromiso con el principio de la santidad de la vida humana. Puede, también, estar arrojando a la miseria a segmentos de población que dependen para su supervivencia de políticas de bienestar social que serán canceladas, etc., puede – y ahora yo actualizó la situación- estar dando su consentimiento a la dudosa “guerra preventiva” que propugna Bush contra Irak, puede estar avalando la negativa de la administración norteamericana a firmar el protocolo de Kyoto para 12 Jonsen, Albert R. y Stephen Toulmin, 1988, The Abuse of Casuistry, University of California Press, Berkeley, CA. p. 9. 13 Toulmin, S. “The tyranny of principles”, The Hasting Center Report, 6,1981, pp. 31-39. 14 Madrid, Visor, 1995. 10 limitar el cambio climático –la supervivencia de la Tierra y de la población más vulnerable está en juego – y usted también colabora a no sancionar al Tribunal Penal Internacional cuyo cometido es juzgar los crímenes contra la humanidad. El actuar unilateralmente conforme a “un” principio hace actuar a una persona en contra de ese mismo principio – el derecho a la vida- y contra otros como el de la justicia, la igualdad, la paz, etc.- Otro ejemplo del presente que pone el dedo en la llaga es que un no, sin salvedades, a la investigación con células madres embrionarias puede convertirse en el menoscabo del derecho a la salud y a la supervivencia de colectivos tan numerosos como, por sólo poner el ejemplo relativo a las investigaciones de Bernat Soria, el de los diabéticos. La nueva casuística no ofrece recetas, sino que defiende la necesidad del análisis, la ponderación y la estimación de las circunstancias. Es, básicamente, prudente. Entronca, pues, con la visión aristotélica de la ética. Las evaluaciones éticas sólo se pueden ir dilucidando en el diálogo con los otros, pero no en el escenario conformista de la conciencia tranquila que satirizó Nietzsche en El crepúsculo de los ídolos. Podemos poner muchos ejemplos de que el énfasis exclusivo en reglas universales e invariables es altamente peligroso, porque toda regla para llevarse bien con las complejidades de lo humano requiere al menos de excepciones – la legítima defensa como eximente de la acusación de asesinato es el ejemplo más revelador- o si no, al menos, de un cierto trabajo de interpretación que tenga en cuenta los detalles concretos y las exigencias del contexto, una cierta hermenéutica que flexibilice la aplicación de los principios para adecuarlos a los casos realmente existentes. No es otra la práctica que lleva a cabo aquel al que encomendamos la misión de juzgar, al juez, que se las tiene que ver con eximentes, atenuantes y agravantes en función del caso concreto. Como ha señalado Gadamer, la misión del exégeta, del intérprete es que abre la transmisión de los significados a la novedad. Debemos pues renunciar al sueño tranquilizador del algoritmo ético, de la receta aplicable a todo caso, en todo momento y en todo lugar. La creencia de que si tengo un principio ético, tengo la solución al aplicar directamente, al subsumir el caso en la regla general es una creencia falaz. Tenemos que abordar los asuntos de la percepción, estimación y juicio de los problemas morales, de aquellos que no se dejan amansar por el domador deontológico y siguen desafiándolo. El pan nuestro de cada día son los conflictos entre principios, los posibles efectos perversos o los casos marginales o ambiguos que desafían a los casos paradigmáticos.
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