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Jóvenes y Sexo PDF

204 Pages·2005·0.72 MB·Spanish
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Sexo-0-J 3/6/05 13:07 Página 2 © FAD, 2005 © INJUVE, 2005 Dirección del estudio: FAD – Fundación de Ayuda contra la Drogadicción Autores: Ignacio Megías Quirós Elena Rodríguez San Julián Susana Méndez Gago Joan Pallarés Gómez Coordinación y dirección de grupos: Ignacio Megías Quirós Elena Rodríguez San Julián Coordinación y dirección de entrevistas: Joan Pallarés Gómez Entrevistadores: Joan Romaní Andreu Romaní Tatiana Cercos Lluc Pallarés Cubierta: Pep Carrió/Sonia Sánchez San Vicente Ferrer, 61 - 28015 Madrid Maquetación: Quadro Plaza de Clarín, 7 - 28529 Rivas Vaciamadrid (Madrid) Impresión: Ancares Gestión Gráfica, S.L. Ciudad de Frías, 12 - Nave 21 - 28021 Madrid ISBN: 84- Depósito legal: M- Sexo-0-J 3/6/05 13:07 Página 3 Una vez más, el INJUVE, la Fundación de Ayuda contra la Drogadic- ción y la Obra Social de CAJAMADRID, se complacen en presentar una nueva publicación de la serie “Jóvenes y ...”. En esta serie de publicaciones, que trata cuestiones esenciales en la construcción de la cultura juvenil, no podía obviarse el estudio del comportamien- to sexual. Con “Jóvenes y sexo: el estereotipo que obliga y el rito que identifica” se ha tratado de ir más allá de la pura aproximación descriptiva del comportamiento sexual de jóvenes y adolescentes. Y se ha hecho con la evidente intención de acceder a un conocimiento en profundidad de todo el entramado de valores, opi- niones, temores y creencias, que conforman el universo actitudinal de chicos y chicas ante el sexo, un aspecto básico en su tránsito hacia la personalidad adulta y también en su manera de vivir la juventud. Que los jóvenes y los adultos, los expertos y la sociedad en su conjun- to puedan disponer de más amplios conocimientos sobre este tema, permitirá sin duda un diálogo más rico y complejo y una mejor interlocución, destinados a propiciar que los grupos sociales, en este caso el de los más jóvenes, puedan verse orientados, y si es preciso apoyados, en su tarea de construir una vida más plena, con menos riesgos y más acorde con las necesidades sociales de conciliar libertades y seguridad. Sexo-0-J 3/6/05 13:07 Página 5 Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 1. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 2. Aproximación teórica y metodología del estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 1. Aproximación teórica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 2. Metodología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24 3. Sexo (como símbolo) e identidad juvenil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 1. Desde las chicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31 2. Desde los chicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64 3. Los comportamientos medidos por un doble rasero . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103 4. El sexo como escenario de relaciones de poder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 1. El poder de decisión y el poder de iniciativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127 2. Los espacios de vulnerabilidad: miedos e inseguridades en las relaciones sexuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 3. El poder sentimental, y el control simbólico, de la relación . . . . . . . . . . . . 160 4. Los riesgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170 5. Decálogo de conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179 Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 Sexo-1-J 3/6/05 13:08 Página 7 1. Introducción Desde hace años el comportamiento sexual de los adolescentes y jóvenes es obje- to de preocupación y alarma para distintos agentes sociales1. En el ámbito fami- liar, los padres y madres están preocupados por no saber cómo manejar los distin- tos aspectos relacionados con el comportamiento sexual de sus hijos. En el espa- cio educativo, más allá de las dudas sobre qué contar o no a los adolescentes sobre sexualidad, se ve urgente la necesidad de una formación permanente ante la detección de una cada vez mayor precocidad en la iniciación sexual de los alum- nos. Por último, en el ámbito sanitario se recogen periódicamente alarmantes cifras relacionadas con embarazos o enfermedades de transmisión sexual en la población adolescente. La realidad de los comportamientos sexuales de adolescentes y jóvenes puede resultar paradójica y contradictoria en relación con la información y formación que reciben sobre sexualidad. Parece existir un punto ciego que no permite expli- car por qué no disminuyen las prácticas de riesgo a pesar de los esfuerzos por acercar a los jóvenes todas aquellas medidas necesarias para evitarlos. Los datos que arrojan las investigaciones sobre el comportamiento sexual de los jóvenes tampoco son nada tranquilizadores. En la última década ha ido descen- diendo progresivamente la edad de inicio en las relaciones sexuales completas2y, 1. El que la preocupación de los mayores por la sexualidad de los jóvenes sea una constante histórica no niega que en los últimos tiempos esa preocupación se vea justificada, e incrementada, por unos datos empíricos de cierto carácter alarmante. 2. Según la investigación publicada por INJUVE y FAD (Comas, D. y otros, 2003) el 69,3% de los jóvenes espa- ñoles entre 15 y 24 años mantiene algún tipo de relación sexual compartida. La edad de inicio en las relaciones sexuales completas parece haber ido descendiendo en los últimos años. En otro de los estudios del INJUVE (2001) la edad media de inicio para ambos sexos está en los 17,71 años. Cada vez se aproximan más la edad de inicio entre chicos y chicas. 1. INTRODUCCIÓN n 7 Sexo-1-J 3/6/05 13:08 Página 8 a pesar de la flexibilización y facilitación del uso de medidas anticonceptivas y profilácticas, sigue aumentando tanto el porcentaje de embarazos no deseados como el de enfermedades de transmisión sexual3. En virtud de todas estas razones, se ha investigado sobre el patrón de comporta- miento sexual de los jóvenes, y se puede afirmar que el grado de conocimiento alcanzado es muy alto. Las variaciones de los hábitos sexuales de la cultura juve- nil cuentan con un seguimiento permanente que, en teoría, debería permitir ir diseñando las estrategias de actuación más oportunas. Así en los últimos años se han desarrollado planes, programas y proyectos que abarcan: •Una legislación y reglamentación que incluyen como eje transversal, la Educación Sexual (dentro del marco de la Educación para la Salud), a lo largo de las distintas etapas y ciclos de la enseñanza escolar obligatoria. •La creación de servicios municipales de atención y asesoramiento a adoles- centes y jóvenes en materia de sexualidad. •La oferta de programas de formación sexual para jóvenes y adultos, desde el marco asociativo. •Campañas de sensibilización e información de carácter estatal, autonómico y municipal. •La puesta en marcha de estrategias para favorecer la accesibilidad de profi- lácticos, a través de máquinas expendedoras en los entornos vitales de los adolescentes y jóvenes. Todas estas y otras medidas han supuesto también un enorme esfuerzo emocional porque la población adulta se ha enfrentado a sus propias limitaciones y contra- dicciones en materia de sexualidad, con el deseo de reducir riesgos en las con- ductas de los más jóvenes. El punto de partida no ha sido fácil; la educación sexual moviliza posicionamientos éticos que han enfrentado a distintos sectores sociales, provocando pasos entrecortados en el avance de las políticas en la mate- ria. Se está ante un tema delicado. Se ponen en juego valores con relación a la sexualidad, convicciones éticas, morales e ideológicas e, incluso, temores no resueltos y un cierto analfabetismo afectivo o sexual. Es obvio que no se trata de culpabilizar a nadie. No sería justo puesto que la sociedad adulta se ha encontrado ante el reto de tener que educar en una materia para la que no fue preparada. Sin embargo, sí se tiene la obligación de analizar y reflexionar sobre el discurso socializador y educativo, tratando de descifrar qué 3. Aunque la mayoría de los jóvenes españoles circunscriben sus relaciones sexuales en el marco de una “rela- ción estable”, Hernán, Ramos y Fernández (2001) indican un progresivo incremento de la promiscuidad sexual. Las prácticas de riesgo, en relación a no tomar precaución alguna siguen manteniéndose: alrededor de un 14% de los jóvenes entre 15 y 24 años no usan profilácticos u otros anticonceptivos. Es muy llamativo que todavía el 17% de chicos y el 10% de chicas usa el coito interrumpido como medida anticonceptiva. Asimismo el 6% de los jóvenes acude algunas veces a la píldora del día después. Todos ellos datos que explican la presencia de un notable número de embarazos no deseados y de enfermedades de transmisión sexual en esas edades. 8 n JÓVENES Y SEXO Sexo-1-J 3/6/05 13:08 Página 9 elementos, en sus contenidos, en su formato de transmisión o en los agentes que lo protagonizan, influyen en que no sea escuchado por muchos jóvenes. En los últimos años se ha planteado una corriente formativa que tiene en cuenta los elementos anteriormente citados. Se ha propuesto una buena selección del agente educativo, se ha construido el contenido formativo en base a las demandas de los jóvenes y no de los adultos, y se ha desfocalizado el protagonismo de la prevención de riesgos para centrarse en la educación afectivo-sexual y en las habilidades necesarias para ello. Además, esto se ha intentado hacer utilizando nuevos soportes. Así, por ejemplo, se ha usado al cine como herramienta pedagó- gica para la educación sexual; este soporte tiene una excelente acogida y sirve doblemente: como objeto intermediario que aproxima a jóvenes y adultos, y por- que permite aprovechar los propios contenidos erótico-sexuales que el cine mues- tra, para reconducirlos educativamente. No obstante, éstas y otras líneas de acción no cuentan con el tiempo suficiente de desarrollo como para poder valorar sus efectos en la población adolescente y juvenil. En otro orden de cosas, desde una perspectiva investigadora, es importante ampliar la mirada. En la actualidad contamos con un exhaustivo mapa comporta- mental en materia de sexualidad de los adolescentes y jóvenes pero desconoce- mos profundamente el significado y el valor que ellos le dan al sexo y a la sexuali- dad. Profundizar sobre ello permitiría analizar la función simbólica e identitaria que la sexualidad tiene para los jóvenes, alcanzando con ello un mejor y más pro- fundo conocimiento del comportamiento sexual y, por ende, obteniendo mejores posibilidades de orientarlo. Si nos acercamos a la significación del comportamiento erótico-sexual, trascen- diendo de los meros datos descriptivos de dichas conductas, es muy probable que consigamos acercarnos a la realidad de los jóvenes desde una nueva perspectiva, y podamos así abrir un campo de significaciones que quizá arrojen más informa- ción, e información más relevante, sobre la permanencia de conductas de riesgo. Acaso el cumplimiento de este objetivo sea una asignatura pendiente en un momento, en un período de la historia de España, en el que se invierten más recursos que nunca para que los jóvenes cuenten con más planes, mejores pro- gramas y proyectos más adecuados, para su sensibilización, información y forma- ción sexuales. Al cumplimiento de dicho objetivo se dirige la presente investigación. 1. INTRODUCCIÓN n 9 Sexo-2-J 3/6/05 13:09 Página 11 2. Aproximación teórica y metodología del estudio 1. APROXIMACIÓN TEÓRICA La construcción social del deseo Uno de los aspectos que ha suscitado enorme interés en el campo de la Psicología Social es el análisis de cómo se construye la acción social; por qué las personas y los grupos interaccionan: las causas, los modos y maneras del intercambio huma- no. De hecho, apelando a lo más básico, la vida está fundamentada en la acción y el movimiento; tanto es así, que se la ha llegado a definir como “Todo estado de actividad de los seres orgánicos” (Diccionario Casares). Acción social es cualquier conducta, en la medida en que el agente o agentes de la misma asocien un sentido subjetivo a la misma. Hay una acción social siempre que uno o varios individuos se comporten con respecto a una situación en la que están presentes otros seres humanos, y atribuyan un significado subjetivo a ese comportamiento (Weber, 1977). La finalidad de los agrupamientos es la interac- ción y el intercambio. Muchos autores han investigado los mecanismos que pro- mueven el paso hacia la acción para una interacción social. Algunos, como Weber, señalan que cualquier acción social conlleva una finalidad, una valora- ción racional, una carga emocional y un influjo de la tradicionalidad (entendien- do como tradicionalidad las normas y los valores de la cultura en los que esa acción tiene lugar). Otros, se detienen en el paso previo y articulador de la acción; así Parsons, Bales y Shills (1953) distinguen entre motivación para la acción y orientación de la misma; la motivación es individual pero la orientación puede ser individual o grupal, y siempre tiene lugar bajo el marco social de refe- rencia. En las conceptualizaciones que estos autores realizan está implícito el deseo, la motivación para la acción, que tiene que ver con la necesidad y se fun- damenta en el principio de placer, en la satisfacción del logro, pero también, todos ellos, hacen referencia al condicionamiento social y cultural que cualquier acción tiene cuando se ejecuta. 2. APROXIMACIÓN TEÓRICA Y METODOLOGÍA DEL ESTUDIO n 11 Sexo-2-J 3/6/05 13:09 Página 12 Como los seres humanos viven en grupos y sociedades, los deseos individuales se diluyen en los grupales, siendo la estructura social y la cultura las que generan y moldean el deseo, dándole una expresión colectiva por encima de lo individual. Además, el deseo no siempre es fluido y armónico porque, aunque puede ser nexo de unión entre personas, más bien es generador de conflictos de intereses entre las personas y los grupos. Por esta razón el deseo está, al menos socialmen- te, regulado, enmarcado dentro de un conjunto de normas que premian o castigan el modo de satisfacción del mismo. Los valores sociales y la estructura social son los que canalizan y delimitan la accesibilidad y la distribución de esa accesibili- dad al deseo, cualquiera que sea la forma que tome. El deseo erótico, que emana de la sexualidad, está lógicamente mediado por la cultura y, según el momento histórico y los valores predominantes, ha estado sometido a un tipo de norma u otra; la sexualidad, en todas sus formas, emerge y se realiza en medio de una cul- tura, que modela y normativiza el deseo erótico. El deseo sexual se construye con tres elementos moderadamente independientes: el impulso, el motivo y el anhelo (Levine, 1988, 1992). El impulso representa la base biofisiológica del deseo sexual; está constituido por elementos anatómicos, fisiológicos y neuroendocrinos que regulan y predisponen el comportamiento sexual. El motivo hace referencia a la articulación psicológica, a la disposición hacia la acción; está condicionado por la historia personal y por la socialización del sujeto en su contexto. Por último, el anhelo, se corresponde con la representa- ción más sociocultural del deseo sexual, está fuertemente mediatizado por el con- texto y determina la necesidad de implicarse en experiencias sexuales. Hay consenso pues en que la sexualidad se sitúa en el cruce de la naturaleza con la estructura social. Esa posición explica que, según Osborne y Guasch (comp. 2003) la sexualidad sea universal y conservadora; es universal porque en todas las sociedades de todos los tiempos hay normas, explícitas o no, para gestionar un deseo erótico o sexual anclado en las naturaleza, y es conservadora porque se ocupa de reproducir el orden social vigente: en el momento en que el deseo eróti- co puede alterar y transgredir el orden establecido, la sexualidad señala el modo y manera en que las relaciones pueden existir sin alterar dicho orden social. En defi- nitiva, las aspiraciones sexuales parecen dibujarse de forma acorde con la tradi- ción cultural, con el momento histórico y con los intereses de los grupos que ostentan el poder. Como resultado de todo lo anterior, investigar el significado de la sexualidad de los jóvenes es una tarea muy compleja, puesto que los sujetos son seres biológica y psicológicamente sexuados, dentro de una cultura con unos valores en torno al comportamiento sexual y unas reglas que condicionan esas conductas. El análisis de la función sexual (función reproductiva, relacional, simbólica, identitaria, etc.) supone tener que moverse en sus diversos planos de lo biológico, lo psicológico y lo sociocultural. Por ejemplo, intentar analizar la sexualidad de los jóvenes de nuestros días sin contar con los valores vigentes en la cultura actual, sería como intentar hacer un puzzle sin la imagen o el modelo de referencia. 12 n JÓVENES Y SEXO Sexo-2-J 3/6/05 13:09 Página 13 Con objeto de comprender la función simbólica del sexo para los adolescentes y jóvenes, y el modo de vivirlo, es necesario hacer un breve recorrido histórico que permita comprender los elementos culturales que han influido en la configuración actual de la sexualidad en el imaginario colectivo. ¿Cómo se ha ido regulando la sexualidad en España? Las costumbres y normas relativas a la sexualidad han venido marcadas a lo largo de la historia, entre otros factores, por las normas emanadas de la religión domi- nante en cada periodo y cultura1. En la sociedad española la religión católica ha sido, de entre los cultos practicados, la predominante en la historia. Esta religión ha pretendido circunscribir la sexualidad al ámbito del matrimonio y a la función exclusiva de la procreación; todo lo que saliera de estos criterios, además de ser pecado, era castigado con mayor o menor intensidad según la época (no sólo con castigos “morales”, pecado y condena, sino con penas instrumentadas por el brazo secular y por la legislación civil). El principio del cambio comienza con una progresiva secularización de las sociedades a partir de los siglos XVIII y XIX. En esta etapa, la concepción de la sexualidad y su control social van transfiriéndose a la Ciencia y a la Medicina, que son las que legitiman lo que es bueno y lo que no. Al principio, indudable- mente, no hacían más que corroborar las normas establecidas por la religión y, de ahí, la definición de los comportamientos “contra natura”, incluyendo toda práctica sexual que no tuviera fines reproductivos. Más tarde, se fueron fijando las categorizaciones de lo que se consideraban conductas desviadas que, en defi- nitiva, permitían delimitar con más exactitud lo socialmente correcto en el ámbi- to de la sexualidad. A lo largo de esa etapa, las diferencias en las costumbres en torno a la sexualidad entre España y los países próximos no eran tan palpables como las diferencias que existían en otros ámbitos. La Europa de entonces compartía la mayoría de las reglas con relación al control del comportamiento sexual de la sociedad. El tránsito del siglo XIX al XX marcó un nuevo hito en el cambio de la percepción de la sexualidad en la región europea; la novedad de principios del siglo XX fue que la sexualidad se hizo mucho más explícita: una “ola erótica” invadió pacífica- mente la sociedad española. Comenzaron a plantearse cuestiones como: el goce en el llamado “acto” sexual, la disarmonía sexual, el nerviosismo por unas malas relaciones sexuales, el interés por el arte amatorio, etc. Existe una importante documentación médica de la época que refiere el interés por la sexualidad más allá del hecho reproductor. 1. Esto ha sido especialmente claro en los estudios de sociedades complejas. En las sociedades más primitivas, más nucleares, los influjos dominantes han sido de orden económico, evolutivo, de supervivencia, etc. 2. APROXIMACIÓN TEÓRICA Y METODOLOGÍA DEL ESTUDIO n 13

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chicas ante el sexo, un aspecto básico en su tránsito hacia la personalidad adulta y va a ir conformando el significado que los jóvenes dan al sexo. Y si, después, surge algo más, será bienvenido, pero el objetivo priori-.
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