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Javier Mina: héroe de España y México PDF

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e e e e • legendario guerrillero español La vida del que luchó por la independencia de México, narrada magistralmente por Martín Luis Guzmán esra apasionante biografía, Marcín Luis Guzmán logra sugerir líneas esenciales del dL·stinu del heroico gu<:rrillero español javi<:r Mina. Un destino forjado <:n la intemperie }' el cam¡lu, qul· para Mina scní, incxorablemt:nr«:, d Jt: h.u.llla; un destino que será como el ímpcru dl· su tcmpt:raml'nw y ad~:m;ís l"l paisaje de su existencia, desde aquella primt:ra vicroria en t¡ut· pan icip{i concra la ocupación napoleónica Je Esp.tña, hasca la tlt:rrom final t·n Méxio:o, a donde el legendario guerrilh:ro acudic) a pt:lt:ar por la mdl· e pendencia mexicana con las fucrz,IS imur.~cll[l'S de PL-diu :O.Iurl'IIU, r .• ~; ,,_..... E combarir también el despotismo dd monarca español Fl·rnando VIl. N :S :Martín Luis Guzm:ín - auror dl· lihros cloí~icm dL· 1.1 lirn.nur.l \..? mexicana como L·1 .rolii/JJ;¡ del ,·,wtltff, ~ /'! ,,):.tli!tt .1 /,, '''1'''"'' HHit ,¡r.t Cll t'SW Obra 00 SCliO $ll'i di'>TÍil,l!IIÍd,l\ dnh•'-de· hÍI·l.L:T,Iflt, \IIHI l.llllht• ll f,¡, de un novclisra de pnmer urdc11. Fl232 .M74 G89 ~0401 '"" Narradores contemponineos i - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - o MARTÍN LUIS GUZMÁN u >< • N Javier Mina Héroe de España y de México o z < o 1 e . e , ... : 1 ~ ·1 Do las gracias a D. Antonio Graíño, que amableme~c ~ concl~ir ma~~: puso mi disposición, para esta obra, su ca biblioteca americana; al colnde dbe Foslsa,~~:zz:d: Vin- . , p , t dor sus pape es so re e nz co en arr.s 0 Clu .;~ d · ector del ·• • cennes; a D. ]osé María de Huarte, !Jemp ar " . undo Archivo Provincial y Foral de Navarraid; ada D.lRa'"!' ·e GarCÍa dispensador de ama bl e tLw-sp&' t al ' 'l a. OSt V• lmSl& a'nno- ' fi l l nte ' p,e ro no en u t!Tno er , tes de Pamplona, y, d~ crudos del invierno de a mi esposa, q~e en os ~b. masdocumentos en el Archivo 1930 me ayudo a transen ~r Ce 11 u:uc JN: N.1rr.ldUr\:' l'UIIIempur:inen~ Histórico Nacional de Madrrd. M. L. G. l>i~e1i11 <le pon.u.J.1. Jur¡;c E n;1 l.n) .1 Fuw;:rafía lid autnr· .1rdm u JMrtu:uJar fD ::!IKll. lkn:lll'rt" de .\J,¡nfn Llns Gunn.in lkrcdJu\ Rc-..:n.11loh e C) ::!11()::!. f:ditnml IHI(Jllll'l M· rTil. S.A. Je V. Editnri.JI Planeta ¡\lc"'-111;1, S.A. de C.V. Avenida lnl.urgenle' Sur núm. 11!91!. piso 11 Colonia Flnnda.lllfHU .\léxic-1. D.F. Primera edicicín: ldncrn cid :!002 ISII'l: 1J6S<!7-Ill'PI .t :-.lin¡;un.c rartc úc c~ta puhlic~cuín. cnduido el di~L'tiu de la cuhicna. r~t~c:clc l.er rcpmdU4'1da. almaccn;ld:t u transmitida en nmncm alguna ni por ningún mcdiu. ,¡ .. Jlallii'O previo del cdítor. .¡.: 262917 . • . • • • • . • . . . • • . • • , . • . PRIMERA PARTE ESPAÑA - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 1 LINAJE No hay en Otano, lugar de Navarra, tradición ni escrito que recuerden cuándo arraigó allí el linaje de los Mina. Familia de este nombre existía ya en Otano en el siglo XVI, y de ella, seguramente, vino a derivarse un tal Juan Mina que en el último tercio del siglo XVII figuraba entre los habitantes de la aldea en la lista de los vecinos pro· pietarios. Aquellos Minas eran labradores de modesta condición: poseían una casa, cultivaban un pedazo de tierra, cosecha· ban algún trigo y vino no muy abundante. Es también cierto que en su medio se les tenia por gente principal, y que en el pago de los diezmos a la Iglesia, su casa ocu paba casi siempre el primer sitio; pero esto, en términos absolutos, venía de hecho a significar muy poco, porque Otano, entonces como hoy, no se distinguía por la riqueza de sus moradas ni por la calidad social de sus sesenta mo· radores. Formaban la aldea diez o doce casas prendidas a la sierra de Alaiz -casas toscas, pobres, sin escudo- y todo era en ella de tan poco lustre que un solo sucesq me· morable registraban sus anales: la donación que de las - - - - - - - - - e e e e e e e e e e e 12 MARTIN LUIS CUZMAN p~chas de Otano hizo. a perpetuo al caballero Juan de Egur bide, en 1466, la prmcesa doña Leonor. * * * A fines d~l siglo x!u, o a principios del xvm, la mujer de_ Juan Mma, GraciOsa Andueza, tuvo un hijo: Martín Mma. En 1722, Martín Mina se casó con Catalina Lizá rraga. En 1764, un hijo de este matrimonio Juan Simón Mina, se unió a una moza del lugar, María A~tonia Espoz. P!l.saron nueve meses y ocho días: María Antonia Espoz . II d10 a luz un niño, Juan José Mina. Pasaron cuatro lus tros: Juan José Mina, cumplidos apenas los veintiún años OTAN O se desposó, el21 de marzo de 1786, con María Andrés La: rr~a, del lugar de lmarcoáin; y como esta última boda fué primaveral en todo, al correr el siguiente noviembre ya Como todos los niños de Ot an o, Martín Javier Mina la nueva pareja empezaba a criar su prole. pasó su primeta infancia dentro de un albergue de ven . Simón, el primogénito de Juan José Mina, murió de tanas pequeñas, de habitaciones en penumbra y de olor c~~co, meses. Juana Francisca, nacida de allí a poco, vi a humo, a pienso y a vacas. Había allí un constante trajín VIo solo catorce días. Pero un hijo tercero~ que vino al casero con cuyo ruido se mezclaba el que hacían en la mundo entre la una y las dos de la mañana del primer cuadra bestias y mozos. Chisporroteaban los leños en el dí? de ju}io de 1789, acaso no fuese ya tan frágil ni tan hogar; sonaban voces familiares. A veces, algo momentá ·eÍJmero. Horas después de su nacimiento lo bautizaron en neamente nuevo -un rayo de sol, el silbo del viento en la iglesia d~ San ~alvador, ,la única de la aldea, y lo Ha las rendijas- alternaba con el distante cacareo del gallo maro? l\1artm J_avier: Martm en honor del padrino, de la o con el remover de aperos de labranza. Lloraba o jugaba madrma, ~el b1sabuelo y otros parientes, y Javier para el niño delante de la chimenea. Unos mismos rostros pa f(Ue sobre el velase uno de los cinco santos predilectos de saban, se detenían, se alejaban, se iban. Navarra. Luego aquel horizonte diminuto aprendi6 a prolongarse hasta el paisaje exterior. Formaron parte del 11niver~o la empinada calle de la aldea y sus once casas; la gran lade ra de la montaña con sus bosques; el valle verde, las sie rras remotas, el cielo azul o gris. Todo lo cual, conforme Martín Javier crecía y se ensayaba en valerse a sí mismo, fué coordinándosele dentro de la cabecita y moldeándole el espíritu. El proceso fué rápido, tan rápido que a cada instante, - - - - - - - - - - - - - - - - - e - 14 JAVIER MINA 15 MARTIN LUIS CUZMAN al empezar de nuevo el aprendizaje, como que iba a con vió también el objeto de lo que sus padres, y otros muchos hombres y mujeres de la aldea, hacían de sol a sol _en los cluir. Disonancias y armonías, identidades plásticas, rit· mos de temperatura y de movimiento surgieron del caos campos próximos. Él, entretanto, correteaba con cmco o seis chiquillos más. Se aventuraba por la parte del cemen de las sensaciones y nociones infantiles. Tras las imáge terio montaña arriba; venía, cuesta abajo, a mirar por nes materna y paterna, primeras en individualizarse, se habían definido otras, y otras; ciertos sonidos, ciertos la c;rretera. Entonces, en los dias cálido~, el soto de fres cantos y palabras habían también ido precisándose. Ahora nos era un sitio delicioso, y las canteras, después de las se caracterizaban la luz y la sombra, el calor y el frío, horas que don Pedro, el cura, hurta~a J?ara _la_ enseñanza los colores, las formas, lo cual venía a dar valor a inmen· de la doctrina, lo atraían con seducc10n ureststible. sas regiones del mundo circundante. Vivían junto a las personas los animales, que tenían un nombre y una esen * * * cia; existían, quietas o movibles, las cosas y las plantas. Su aprendizaje de la topografía comarcana coincidió con el tiempo de su primera asistencia a la escuela de un * * * lugar inmediato y íué extendiéndose tuando empezaron a alcanzarle las f~enas caseras o campestres. La siembra de Vino otra época después: aquella en que los escaños la avena y el trigo, la excavación de la patata, el cuidado de la cocina ofrecieron plácido refugio, en contraste con de la vid le llegaron en ondas paralelas a las de la geo horas que eran gratas por el estímulo del aire libre. Y a grafía. Aquella montaña larga y azul~sa por donde. el era un descubrimiento tácito saber que el sol salía siem sol se ocultaba todas las tardes era la sterra del Perdon; pre por una misma parte del valle y se ocultaba siempre 'f!n por la parte contraria. No se confundían las etapas coti aquella otra, por donde el sol salía, la peña de !zaga; dianas del tiempo: unos rayos luminosos doraban lo alto río iba por lo hondo del valle: el Elorz. Un ptco ~úhtto y señero se encumbraba a espaldas del pueblo: la htga de de las paredes en las primeras horas de la mañana y otros Monreal, cuya presencia, por lo dominante acaso, evoca~a J~s teñ~a~ de cobre a la caída de la tarde. La lluvia y la meve GeJaron de ser una sorpresa y se convirtieron en otra frontera y oculta: la presencia de Pamplona, una cm la exteriorización de un recuerdo. Se repetía el espectáculo dad' grande, entrevista apenas en horas excepcionalmente del campo y les montañas bajo el velo desprendido de las agitadas y fugaces. Pamplona, aunque invisible, era en nubes; el agua, que como torrí!nt~ ::orrb p!)r la calle rl~l realidad el centro de todo aquel admirable paisaje, y por pueblo, se evocaba a sí misma. Tiempo después, todiJ un eso sin duda la comarca entera tomah'l de allí su nombre. m. undo nuevo se reveló, se aclaró: lucieron ' ya no J·untas , El circo limitado por el cinturón de montañas de que for smc una a una, las estrellas; la luna menguaba y crecía. maba parte la sierra de Alaiz se llamaba la Cuenca de Cada ser iba personificándose en la naturaleza. Pamplona. . Meses hacía que Martín Ja·:ie~ había aprendido a rezar, Palmo a palmo conoció Javier Mina -ya por este tiem- Y ahora, los domin~os, subía sin que nadie lo llevara de po nadte le decía Martín Javier- los caminos y sendas la mano los escalones de la iglesia. Por esta época entre- que cruzaban el valle de pueblo a pueblo: los de Y arnoz, - - - - - - - - - e e e e e e e e e e 17 JAVIER MINA 16 MARTIN LUIS CUZMAN lona lo cual se hizo así que hubo reunidos unos cuantos los de Elorz, los de Ezperun, los de Er;hagüe, los de Zaba· ~eale; y tan pronto como se concertó el m~~o de q1;1e el legui. Solía también ir a Monreal y detenerse más allá, muchacho viviera en la ciudad con las provisiones que pe· en Idocin, donde tenía unos parientes: los Espoz. Otras ve riódicamente se le mandarían del pueblo. Por fortuna para ces bajaba, por el lado opuesto, hasta la carretera de Tafa· quellos planes en Pamplona residían dos parientes de Ha, para remontarla luego hacia Pamplona, por Noáin, o Martín Javier ~o mal situados del todo: su tío Clemente bien para tomar el rumbo de Tiehas. Y aun llegó a ir hasta Espoz -de l¿s Espoz de ldocin-, vicario del Hospital Urroz, hasta Lizoáin, hasta Aoiz, por el camino de Zabal· General Civil, y su tía Simona, hennan~ d~ Cle~ente Y ceta, y alguna vez lo llevaron los parientes de Idocin a mujP.r del administrador de la Casa de Misericordia. visitar en Sangüesa otros parientes: los Torres, hijos de Clementa llundáin, tía de los Espoz. Gran díel para Javier Mina fué aquel en que sus mayo res añadieron a la enseñanza de la laya y el arado, alterna con la de unos cuantos libros, la de la escopeta. En el con turno había liebres y codornir.es; cazarlas era un placer. Pero otro placer todavía mayor era el de andar a caza de 1~ que saliera, con la satisfacción orgánica de sentir ancho el pecho y suaves llajo el pie las pendientes más abruptas. De este modo, por las fragosidades de la sierra más que por la falda, Javier Mina, adolescente, fué con frecuencia a dar más allá del Carrascal, donde gustaba de emboscarse, f cuando no, se iba a recorrer, del otro lado de la carrete· ra de Sangüesa, los valles de Ibargoiti, de Unciti, de Aran gurcn. Arriba de Otano, él y otros mocitos hacían suya la montaña, poblada de hayas, de chaparros, de bojes, lo que luego, en las veladas con las tres o cuatro mozas de la aldea, no dejaba de comentarse a la tenue claridad del firmamento, si era en verano, o al amor de la lumbre, si en mvierno. * * * Finalmente,. aquella vida de aire libre y de mont.1fia se interrumpió. Javier Mina sabía ya cuanto podía aprender en Ülano y mostraba gran despejo. Resuelto su padre a darle carrera, decidió mandarlo a seguir estudios en Pam- e e e - - - - - - - - - - e e e e e 19 JAVIER MINA La muralla, con sus gr.andes fosos, con sus puent~s, con sus baluartes, era algo magnífico. Las calles de la Cludad, limpia siempre y bien pavimentada, prolongaban c~ntras· tes de sombra y luz en perspectivas cuya estrechez, smuosa a veces, convertía las irregularidades en sorpresas. Las plazas se embellecían con las fuentes. Las casas eran altas, ele cuatro y seis pisos, con anchos balcon.es. volados Y fa chadas de ladrillo y piedra bajo el recog1m1ento de ~nor· mes aleros. La ciudadela, formidable, avanzaba hacta el campo. Los paseos eran amenos, con asientos acoge~ores, III con filas de árboles frondosos. Todo lo cual, evocahvo _Y turbador cerca del misterio de iglesias y co?Iventos (h~h1a PAMPLONA monjas clarisas y carmelitas, monjes agustmos, franCisca nos mercenari<.'s, de la Trinidad, del Carmen calzado Y Javier Mina identificó pronto a Pamplona, más que con des~alzo), se tornaba bullicioso, in~ediato,, al toque de los estudios con la realización de dos novedades: una, ' . la agitación comercial de otros paraJes. ~::a en l~ plaza no ser ya un simple aldeano de la Cuenca; otra, 1r aso- mándose con interés a los acontecimientos políticos de Es- de la Fruta y en la plazuela de Santo Dommgo; a~1 en las calles céntricas -la de Mercaderes,. la de la Cuna, la de paña y de Europa. . . Calder~rías-·-, que aún seguían animadas al enc?nderse el Pamplona, en efecto, tenía entonces un buen mstlluto para la enseñanza del latín, de las matemáticas, de la5 hu alumbrado público;-ac;í por la parte del rí~, hac1a el ~rra­ bal, donde día y noche molían trigo las ptedras de cmco manidades. En el seminario había cátedras de filosofía y nceñás. de moral. 1\Ias ¿qué mejor escuela, para un aldeanillo imaginati\'o y voluntarioso, en la crisis de los diecisiete * * * a los dieciocho años, que el escenario de la ciudad misma? De un modo íntimo, Javier Mina se sintió allí envuelto en la atmósfera, concentrada por siglos, del alma de _\lava Quiso el azar, en parte al menos, que l'V!ina_ p~rase m~en· tes en sucesos políticos cuando apenas tema dtec10cho anos. rra. De un mouv e.xlernu, esa presencia, hecha e~pacic, se extendié en torno de él sobre cuanto veían sus ojos. Y Foco despu~s de ~niciad.n s:..:.s estudios se habie. !1echo rle un amigo, o, más exactamente, de un protector: et coronel de esta suerte, el sitio que ocupara en su formación de retirado don Juan Carlos de Aréizaga. Éste, soldado por niño el concierto natural y grandioso de las montañas y afición v de no escasos merecimientos. -tendría cincuenta los valles ,·inieron a llenarlo en su formación de hom años lo. habían herido en Argel, haLía peleado en Francia bre los entes ciudadanos -entes actuales, entes J¡istóri cont;a los ejércitos de la República-, seguía .con mucho cos- y aun la parte de ellos que tenía existencia corpórea: interés las guerras europeas de entonces; su anustad, pues, las calles, los edificios, la muralla, la ciudadela. no sólo le valió a Mina frecuentes consejos y una que o!ra - - - - - - - - - - - - - - - - - 21 20 MARTIN LUIS CUZMAN JAVIER MINA ayuda, esto en pago de pequeños servicios de carácter per· napoleónicos los de la bajeza y los de la grandeza. Fué sonal, sino que a menudo vino a traducirse para el joven, cual si se en~ontrasen de ~úbito un ~everso Y un anveds~ conforme lvs lazos se estrechaban, en pláticas sobre las que se buscaran. Pisaron llerra espanola 25,000 sold~ O:i naciones, sobre sus rivalidades y sobre sus guerras. franceses que iban a la conquista de Portugal. Se hablo de Contribuían a ello la turbulencia y la teatralidad de un convenio: Francia se comprometía a elevar a rango los tiempos. La propia España daba señales de sorda in de rey al favorito de la reina de España. Y hubo algo quietud. Rumores de oprobio v escándalo arrastraban por más· el príncipe Fernando -a quien se acusaba de cons· su suelo, patrimonio de una dinastía tan torpe como ab pira~ contra el rey su padre, según unos, o contra su yecta, los nombres de Carlos IV, de la reina María Luisa madre y el favorito, según otros- andaba en trato.s p~ra y del favorito Godoy. Y simultáneamente con esta crónica, convertirse en sobrino de Napoleón Bonaparte, sm tm· toda ella de vilipendio, corría otra, inquietante también, portarle un bledo que su tío, el rey de NápolP.s, hubiese aunque venida de más allá de las fronteras, y hecha, tal sido depuesto del trono por un simple decreto del empe- parecía al menos, con las mayores grandezas de la his rador. "ó d toria. No fué entonces, sin embargo, cuando 1a ~~enCI n e Porque era justamente la hora en que Napoleón, Em Mina, como la de todos los españoles, se volvw _complet~ perador de los Franceses, Rey de Italia, Protector de la hacia Napoleón y sus ma~eios con la. ~orte espanola. . Fu: Confederación del Rin, Mediador de la Confederación Sui semanas después, según vmo produC!endose el caso ~oso­ za, llenaba con sus hechos los ámbitos del mundo. Su di· lito de que una nación invadiera a otra en nomb~e ~e mt?· namismo, apoteosis de lo individual, rompia todos los reses comunes. Porque era un hecho que Francta mvadta diques; su personalidad arrolladora azoraba y deslumbra· entonces a España, y que la invadía! si en son ~e paz, con ba. Se le concebía sólo haciendo y deshaciendo imperios al olas de soldados cuya marea creciente ca reCia de. toda p;olpe de sucesos mágicos que se designaban con nombres explicación visible. Tras el ejército de Ju not -el destmado hasta entonces desconocidos: Ulma, Austerlitz, Auerstaedt. a la campaña de Portugal-, en diciembre vino otro, el l.ns gaceta::: lo pintaban en la cúspide de la gloria coronán de Dupont que fué a poner su cuartel general en Vallado dose a sí mi~mo en la catedral de París: él y Josefina ves· lid. Luego: en enero de 1808, otros 28,000 hombres, ~l ti dos de púrpura; a su espalda, el Papa y los mayores mando de Moncey, asomaron en Irú.n. Y no se apagaba aun di~natario::: de la Iglesia; a la derecha, reyes y reinas, sus el estrépito que en los caminos haCian los nuevos parque~, ht>rmanos; a La izquierda, virreyes y príncipes, y en todo la nueva caballería, los nuevos cañones, cuando ~e vah· el derredor, destellantes de oro los uniformes, plenas de cinaba va la llegada de otras tropas: la~ que entran.an p~r arrogancia las actitudes, los más ilustres mariscales del Catalufia, las que vendrían de ~all:. Sm saberse bten ~o­ Imperio: Kellermann, Jourdan, Massena, Bessieres, Lan mo, las ciudades españolas -Vt tona, Burg~s, Valladolid, nes, Ney, Lefebvre. Salamanca- iban quedando una a una sujetas al poder Lejano y vago en un principio, todo aquello se acercó, militar francés, que se conducían en ellas con la brutal ~e precisó para el espíritu de Mina al juntarse en el otoño arrogancia de los invasores. de ~ 807 las dos corrientes de sucesos f los borbónicos y los

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