CUADERNOS Marzo - Abril 2009, Vol.XXIII, n.º 2 ISLAM EN ÁFRICA SUBSAHARIANA (Primera parte) Por Agustín Arteche Gorostegui 22 CCUUAADDEERRNNOOSS MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 ÍÍNNDDIICCEE Editorial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .3 El Islam en África Subsahariana (Primera Parte) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4 Perspectivas religiosas y socio-políticas. Pasado, presente y Futuro . . . .4 I Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .4 II Aproximaciones historico culturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .6 III. Proceso histórico de la islamización . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .7 IV. Las guerras de expansión durante el periodo de los cuatro primeros califas (631 - 661) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9 V. Política de la conquista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .10 VI. Procesos de la islamización en África . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .12 Los caminos geográficos de la expansión musulmana en África . . . . . . . . .12 El marco histórico de la expansión del Islam en África . . . . . . . . . . . . . . . .13 - Fase Berebere . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .14 - Fase Maliense . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .15 - Fase Songhai . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .20 - Fase Fulbe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .21 - Fase colonial y moderna . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .22 FOTO PORTADA: Chad - Abeche. El sagrado Corán leído y comentado por un maestro. © Photos Service, Missionnaires d’Afrique. FUNDACIÓN SUR-Departamento África Director: José Julio Martín-Sacristán Núñez Redacción y administración: c/ Gaztambide, 31. 28015-Madrid D.L.: M-13193-1989 ISSN: 1136-0984 http://www.africafundacion.org e-mail: [email protected] Teléfono: 915 441 818. IImmpprriimmee:: Imagen PostScript Fax: 915 497 787. PRINTING grises eps Declarado de utilidad pública OM.17.10.1995 MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 CCUUAADDEERRNNOOSS 33 EEDDIITTOORRIIAALL El presente número de "Cuadernos de la Fundación Sur" nos ofrece un acercamiento al Islam en el África Subsahariana desde la perspectiva de un gran conocedor de África y del Islam: Agustín Arteche. Está escrito en clave personal, con un lenguaje sencillo y basado en su propia experien- cia, sin perder por ello el rigor académico, ni comprometer la objetividad de la información. Con unas acertadas pinceladas, Agustín ha conseguido presentar la complejidad de la realidad: traza grandes líneas sin caer en la generalización, y comparte experiencias personales sin perderse en detalles. Todo ello para que el lector se acerque a otro Islam, diverso del que estamos acostum- brados oír hablar. Todas las religiones, al depender de la actividad humana para su desarrollo y expresarse a tra- vés de la misma, informan necesariamente todos los ámbitos de la esfera humana, social, políti- ca, económica y cultural, dejándose asimismo moldear por los elementos más importantes de cada esfera. Se crea así una cosmovisión personal, más o menos unitaria, donde lo religioso, lo social y lo político se funden en propuestas sociales y proyectos de vida. Es en este marco donde la reli- gión aparece como mucho más que el conjunto de elementos rituales y dogmáticos, y se presen- ta como una propuesta de vida que implica todo lo que somos: nuestra historia personal y, perte- neciendo a un pueblo, nuestras relaciones sociales, económicas, políticas, y culturales. En este sentido, el Islam no difiere de las demás religiones y, por consiguiente, la manera en que se expresa y vive depende del contexto socio-cultural y político en que se enmarca. Si por una parte sería incorrecto hablar de "Islams", en plural, por otra, sí conviene notar que la manera cómo se vive el Islam en el Norte de África es diferente a la que encontramos en el África Subsahariana, con características particulares en el Oeste, Centro, Este y Sur del continente. De hecho, cada grupo humano lo encarna en la realidad social, expresando así su idiosincrasia local. Este número nos presenta la primera parte del texto ofrecido por Agustín Arteche. Seguro que el lector quedará con deseos de continuar la lectura de la gran aventura que supone todo acerca- miento al otro que vive de manera diferente a la nuestra. JOSÉJULIO MARTÍN-SACRISTÁN NÚÑEZ DIRECTOR GENERALDELAFUNDACIÓN SUR 44 CCUUAADDEERRNNOOSS MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 EL ISLAM EN AFRICA SUBSAHARIANA (PRIMERA PARTE) Perspectivas religiosas y socio-políticas. Pasado, presente y futuro IINNTTRROODDUUCCCCIIÓÓNN El Islam africano trae a mi memoria muchos y agradables recuerdos. Han sido varias mis citas con el Islam en África, desde que comencé mi andadura misionera, todas ellas relacionadas con la buena acogida en lugares de estancia y posada: Túnez, Burkina Faso, Senegal, Mali, Níger, Costa de Marfil, Togo y Sudán, Etiopía y Uganda. El primero de todos tuvo lugar en Cartago, en 1960. Tenía 22 años. Conservo la fecha en mi diario y recuerdo todavía el nombre del barco, el "Général Cazalet", un viejo buque de carga convertido en barco de pasajeros. Salimos de Marsella. Era a comienzos del mes de septiembre. Nuestro grupo de estudiantes se añadía al de muchos inmigrantes tunecinos que volvían a su país de vacaciones. Íbamos a la intemperie, ins- talados como podíamos en la cubierta de proa del barco. Durante la noche alguna llo- vizna intermitente nos obligaba a refugiarnos en las calas del barco, en donde el calor y el olor se combinaban de manera muy poco agradable. Llegamos de mañana, después de 24 horas de viaje. Son detalles que todavía no se han borrado de mi mente. Si hablo de ello es para hacer notar que, como joven educado en un seminario católico y en un contexto cristiano, el salto de Europa a África, representaba una dis- tancia bastante perturbadora. Las referencias cristianas se difuminaban. Túnez era y es un país enteramente musulmán y orgulloso de serlo. El país acababa de sacudirse un largo y humillante período colonial. Me tocaba ajustar muchas cosas, abrirme sobre todo, a otra religión, aprender a convivir con otra religión, otra cultura y otras mane- ras de entender la vida y las relaciones. Aquella experiencia dejó en mí huellas muy profundas. Aprendí, sobre todo, a respetar valores hasta entonces inéditos. Mi segundo destino fue Bulsa, en Burkina Faso, un modesto pueblo de 5.000 habitantes. Me acuerdo de la fecha: la víspera del día de Pentecostés, un 3 de junio de 1968. El pueblo era sede de una "jefería" tradicional importante, cuyo jefe era un musul- mán, que al mismo tiempo era representante de las costumbres tradicionales. Es decir, musulmán, que simultáneamente era garante de la religión local, una mezcla que no parecía plantear a nadie ningún problema serio. Tampoco planteaba ningún problema que este jefe local tuviera un harén con muchas mujeres y que reinara en su territorio de varios miles de kilómetros cuadrados, como un verdadero señor feudal. En cualquier caso, el jefe afirmaba que era musulmán y nadie se atrevía a decir lo contrario. El Islam en esta región de Bulsa era de época relativamente reciente. Ello expli- caba la simbiosis entre costumbres locales y fe musulmana. El Imán del pueblo tenía la mezquita muy cerca de nuestra capilla, cumplía fielmente con los requerimientos de su servicio religioso a sus seguidores: sobre todo, la llamada a la oración y los funerales. Nuestras relaciones no eran frecuentes, pero nos conocíamos y el trato era bueno con él y con los musulmanes en general. Nos respetábamos mutuamente. Durante los 12 años que permanecí en la localidad de Bulsa, no recuerdo haber tenido moti- vos de querella. La tolerancia es una de las características del Islam subsahariano. Gracias a mi trabajo, como referente de los obispos de Burkina Faso para temas relacionados con el Islam, tuve la suerte de conocer varios países de África del Oeste en donde el Islam es mayoritario. Uno de ellos fue Senegal. Estuve en Dakar, en varias oca- MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 CCUUAADDEERRNNOOSS 55 siones. Una de las veces llegué al amanecer, antes de que el sol empezara a iluminar el cielo con los primeros colores del alba. De la ciudad, desde sus diferentes mezquitas, lle- gaba el multiforme sonido de la oración. Una cacofonía verdaderamente impresionante. Toda la ciudad era un grito de oración hacia el cielo. Un detalle que nos muestra hasta qué punto el Islam está arraigado desde hace siglos en muchos países de África del Oeste. Otro de los lugares referenciales de mi vida es Sudán. Llegué a Jartún, la capital, un 17 de septiembre de 1992. La estación de lluvias empezaba a dar sus últimos coleta- zos. En el horizonte quedaban todavía restos de amenazantes cúmulos. Comprobé que los requisitos de aduana eran lentos y minuciosos. Había toque de queda y los controles de la policía y del ejército se retrasaron hasta muy entrada la noche. No fue algo que me resultara extraño: tardaron un año en concederme el visado de entrada en el país. Sudán es otro Islam, el Islam radical de los Hermanos Musulmanes. Hacía tres años que, gra- cias a un golpe militar, se habían apoderado del poder, con el objetivo de crear las con- diciones de un Estado islámico gobernado por los principios de la Ley Islámica o Charía, Islam beligerante no sólo con los cristianos, sino también con los musulmanes que se oponían a sus métodos. Fueron tiempos de sufrimiento, que me ayudaron a entender que el Islam no es algo monolítico y definitivo, sino multiforme y cambiante. A lo largo de mi vida no han faltado otros muchos lugares de encuentro con el Islam y los musulmanes. Tuve la suerte, al amparo de mi responsabilidad pastoral, de viajar mucho por la amplia zona de África subsahariana, que se extiende de Oeste a Este, desde Senegal al Mar Rojo y de Norte a Sur, desde Argelia a Togo… La densi- dad de los musulmanes no es la misma en todas partes, pero el Islam es sin lugar a dudas una presencia palpable, audible y visible en toda esta zona. El Islam es un hecho cultural, religioso, político y económico evidente. Sus raíces se hunden en una leja- na historia, cuyas trazas no son siempre fáciles de detectar. Conozco menos el Islam de la costa marítima del Este, es decir, el que se extiende desde Somalia hasta Áfri- ca del Sur. Es éste un Islam que he frecuentado menos, sólo esporádicamente, al albur de alguno de mis viajes a Kenia y Tanzania. Es uno de mis temas pendientes. El hecho es que el Islam representa en África una densidad humana y geográ- fica muy importante, con sus más de 300 millones de creyentes, que representan más del 40% de sus habitantes. Y lo mismo que en el resto del mundo, también en África su importancia se mide por su prestigio de religión universal y su indiscutible influen- cia en todos los ámbitos: social, político y económico. El número de musulmanes en el mundo representa algo más de mil millones de personas, es decir un 18% del total de los habitantes del planeta. Ello da una idea del peso que representa desde el punto de vista religioso, político y económico. El Islam es además una de las tres grandes religiones monoteístas (Judaísmo, Cristianismo e Islam). Es la más joven de todas cronológicamente, aspecto éste que algu- nos musulmanes aprovechan con fines apologéticos. Así lo hacen también los cristianos con respecto al judaísmo. En cualquier caso, el hecho de que las tres religiones mono- teístas representen el 50% de la población mundial no deja de dar qué pensar sobre la responsabilidad común que les incumbe en bien de la paz y del desarrollo mundial. El Islam se ha hecho carne en la cultura africana. El Islam es una oferta atrac- tiva para los africanos. Es una religión ofrecida a todos y afirma ser la forma ideal de vida social, no sólo individual, sino colectiva de la humanidad. El Islam se define a ella misma como la comunidad ideal, la mejor comunidad de fe, de culto, y de vida moral… El Islam tiene una visión del mundo y se presenta como un modo de vida, que interpela a todo el mundo, creyentes y no creyentes. 66 CCUUAADDEERRNNOOSS MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 Para terminar esta introducción tengo que decir que una vez terminada la parte histórica de la penetración del Islam en África Occidental, trataré de ver las caracte- rísticas del Islam africano, aunque de manera global, ya que África es un continente inmenso, en donde las diferencias étnicas, sociales y culturales son considerables según se trate de un lugar u otro. Una nota adicional es también necesaria para el que quiera aventurarse en el conocimiento del Islam en África del Oeste. Quiero advertir que difícilmente podre- mos comprender algunos aspectos del Islam africano, si no conocemos las líneas de fuerza básicas del Islam en general: su fe, su culto, sus leyes y su modo de vida ético. El modo en que los africanos han asimilado esos elementos religiosos del Islam en general, determina y configura la realidad concreta del Islam tal y como lo viven hoy por hoy los musulmanes africanos. AAPPRROOXXIIMMAACCIIOONNEESS HHIISSTTÓÓRRIICCOO--CCUULLTTUURRAALLEESS Antes de avanzar en el tema, son necesarias algunas aproximaciones histórico- culturales al pasado. Serán pocas, ya que las fuentes en que nos basamos son escasas y poco fiables. A pesar de todo, dan cuenta de los procesos que han alimentado la pro- gresión del Islam en África. Sus etapas, los apoyos sobre los que se fundamenta. Nos daremos cuenta de que el paradigma de las invasiones musulmanas es parecido al que se produjo en otros lugares y en otros tiempos. Entre el comienzo de la expansión del Islam en todas las direcciones y el siglo XI, época en que aparecen las primeras noticias de la existencia del Islam en África hay un espacio de cuatro siglos, que es difícil llenar con precisión. Pero, podemos decir que desde aquella época, por lo menos, el Islam está presente de alguna mane- ra. Las trazas son evidentes. No se pueden negar. ¿Cómo se produjo concretamente? Las aproximaciones son vagas, muchas las conjeturas. Cualquiera que sea la respuesta, la pregunta sigue vigente: ¿De dónde le viene al Islam su éxito en África? Quiero decir también que el contenido de esta presentación no es de puro corte académico. No he tenido acceso directo a las fuentes árabes. Me he basado en tra- ducciones y en estudios de segunda mano. Lo que es de primera mano es mi expe- riencia personal, vivencias durante más de treinta años en la primera línea del con- tacto y la convivencia con muchos musulmanes. Con respecto a las fuentes, sería bueno tomar nota de una realidad típica africa- na, que debe incitarnos a manejar con cautela las fuentes históricas. En África ha pre- valecido desde siempre la literatura oral. Incluso hoy lo que mejor funciona es la radio. Los libros y la prensa escrita encuentran grandes dificultades para su expansión. Lo que es una realidad hoy lo era sin duda hace 10 siglos. Los primeros autores árabes, salvo excepciones, no habían estado nunca en los lugares que describen en sus libros. Obtenían sus informaciones de otros intermediarios. Esto explica que las fuentes históricas de que disponemos actualmente sean un laberinto de nombres, personas y regiones que infor- man, pero al mismo tiempo plantean problemas de difícil solución. En algunos casos se habla de pueblos o lugares que hoy ya no existen o son difíciles de identificar. Los terri- torios que se describen son inmensos y las explicaciones a veces fabulosas. Como ejem- plo de la ambigüedad de algunas informaciones, recuerdo mi estancia en Bulsa (Burkina Faso) donde estuve doce años, recogiendo informaciones sobre los jefes locales. El jefe de Bulsa era uno de los cuatro jefes de más arraigo tradicional entre los mossis. Los jefes y los trovadores locales conocían al detalle la genealogía dinástica de la familia real y de sus gestas, que se remontaban a varios siglos atrás. Pero, nada de lo que decían per- mitía la elaboración de una cronología con un mínimo de garantías científicas. MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 CCUUAADDEERRNNOOSS 77 Con estas pequeñas salvedades, introduzco el tema de las fuentes históricas de que disponemos para el estudio de la expansión del Islam en África Occidental. La primera referencia es la de Al-Yaqubi. Fue a la vez geógrafo e historiador. Su nombre más largo, el que le identifica de verdad es Ahmad ibn Abu Ya'qub ibn Ja'far ibn Wahb Ibn Wadih al-Ya'qubi, que vivió a finales del siglo IX de nuestra era. Conoció varios países, Turquía, Jorasán, India, Egipto y África del Norte. Recogió sus informes sobre África negra de algunos comerciantes y viajeros. El siguiente y uno de los más famosos es Abu Abdullah al-Bakri, que vivió ochen- ta años durante gran parte del siglo XI. Era geógrafo, botánico e historiador. Nació en Huelva, y era hijo del gobernador de la provincia. Al-Bakri paso toda su vida en Al- Ándalus: en Córdoba, Almería y Sevilla, pero no visitó los lugares sobre los cuales escribió. Su libro de más renombre es "Kitab al Masalik wa al Mamalik" (el libro de las carreteras y de los Reinos). Pero, el libro que nos importa para nuestro empeño es la Historia del País de los Negros o "Tarij es Sudan", en el que habla del primitivo reino de Ghana, en el Mali actual, que desapareció con la invasión de los almorávides en la segunda mitad del siglo XI. El interés de sus escritos estriba en los detalles que aporta sobre la geografía, el clima y las costumbres de los pueblos que trata. Hay un testigo visual de excepción: Ibn Batuta, geógrafo y viajero famoso, origina- rio de Tánger en Marruecos, que narra con extraordinario detalle el viaje que realizó al reino del Mali a mediados del siglo XIV. Su testimonio es valiosísimo. Algunas descripciones de las costumbres de aquel tiempo recuerdan aspectos de la tradición cultural africana, todavía presentes en el continente. Tendré en cuenta a este personaje cuando llegue el momento. Algo más tarde se encuentran dos escritores de talla mundial, que hacen alu- siones esporádicas al islam subsahariano: Ibn Jaldún de Túnez, que habla de los negros residentes hacia el Sur, en donde, según dice, habitan "los pueblos negros de larga vida y que, según se cuenta, son los más altos y hermosos del mundo"… Otra referencia interesante, es la de un historiador de raza soninke, Mahmud Kati de Tombuctú, que escribió un libro que lleva el título de "Ta´arij al fattash", es decir, Historia o Crónica del Buscador…pero, a pesar de su interés general, aporta pocas cosas nuevas para mi propósito. Es además un documento bastante reciente (siglo XVII). ¿Cómo se realizó la expansión del Islam en el continente africano? El para- digma referencial que da respuesta a esta pregunta se encuentra en el modo en que se produjo la difusión del Islam en el mundo durante la vida de Mahoma y de sus suce- sores: Abu Baker, Omar, Uthman y Ali, sobrino y yerno del profeta. Aunque no sea el objeto de esta presentación, es bueno decir unas palabras al respecto. PPRROOCCEESSOO HHIISSTTÓÓRRIICCOO DDEE LLAAIISSLLAAMMIIZZAACCIIÓÓNN Mahoma, su vida y maneras de actuar, los dichos que de él se han trasmitido en los llamados hadiz y, sobre todo, el Corán, son los grandes referentes de los musul- manes en su manera de vivir su religión, en sus relaciones con Dios y con la socie- dad. La vida de Mahoma no fue fácil. Su mensaje encontró aceptación, pero también rechazo. La aceptación encontró adeptos fieles a su causa. El rechazo ocasionó gue- rras más o menos abiertas con las tribus árabes y los países vecinos ya de por vida de Mahoma. Los relatos de sus guerras están consignados en los "maghazi". Sus pactos y conquistas son y siguen siendo el paradigma de la expansión del Islam por el mundo y referente, incluso hoy, para los grupos radicales, como por ejemplo el Qaeda, pero lo es también para los que se debaten con los problemas que plantea el mundo de hoy. 88 CCUUAADDEERRNNOOSS MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 El debate actual del Islam no se centra tanto en su credo (Aqida) o en el culto (Ibada), sino en la aplicación concreta de la ley islámica (Charia) en el mundo de hoy (Mu´ama- lat). Un hecho cierto es que la expansión del Islam está unida a la guerra. En este asunto es mejor remitirse a la historia. En la Meca, el éxito de Mahoma fue más bien pequeño y poco evidente. Su mensaje encontró más bien oposición por parte de la clase dirigente. En un primer tiempo, ante la posibilidad de que algunos seguidores suyos perdieran la fe, los envió al exilio a Etiopía. Después, ante la falta de adhesión de la gente de la Meca y de las localidades vecinas a su mensaje, Mahoma se volvió hacia la ciudad de Medina en donde encontró refugio y apoyo para continuar su anuncio pro- fético. Antes de organizar su éxodo a aquella ciudad, estableció un pacto con algunas de las tribus árabes que allí vivían, como base de una confederación (una umma) en la que los miembros se prometían ayuda mutua y lealtad ante sus potenciales enemigos. El pacto de lealtad mutua estaba garantizado por Mahoma y Dios, a través de la fe en ambos. Una vez en Medina, Mahoma trató de organizar la vida de aquella ciudad vario- pinta, compuesta de tribus árabes, judíos y cristianos probablemente. El problema no era solamente el de la convivencia. Mahoma tenía que dar de comer a sus seguidores. Para ello no tenía más opción que atacar a las caravanas que llegaban a la Meca y apoderar- se de sus mercancías. Mahoma tuvo éxito y ahogó poco a poco la vida económica de los habitantes de la Meca. Al mismo tiempo hizo pactos de no agresión y de adhesión a su doctrina con las tribus beduinas de toda la región. Sus victorias y sus pactos aumenta- ron hasta el punto de convertirse en amo y señor de Arabia, bien antes de su muerte, con- siguiendo, además, su objetivo: el de volver a la Meca como profeta de Allah… El procedimiento empleado por Mahoma en la conducción de la guerra fue idén- tico en todas partes: Había, en primer lugar, una propuesta de adhesión en Dios único y a su enviado Mahoma. Esta propuesta ofrecía tres salidas posibles: - La adhesión. Si había adhesión o sumisión a Mahoma y a su doctrina, estas tribus entraban a formar parte de la confederación, con las ventajas que aquella adhesión ofrecía. No detallo el pacto del que no se conserva ningún texto preciso. - El simple rechazo de adhesión a la confederación. Si aquellos a quienes se les pro- ponía el pacto rehusaban adherirse al mismo, pero no formalizaban la guerra con- tra Mahoma, cosa que ocurría a menudo con los judíos y los cristianos, a estos últi- mos se les permitía seguir su culto y sus costumbres, a condición de que pagaran un impuesto, la yizia. Claro está que los que pertenecían a esta categoría no podí- an disfrutar de las ventajas del pacto. Entraban en la categoría de los "dhimmi", es decir, gentes protegidas por Mahoma. - El rechazo del pacto e incluso de pagar el impuesto de sumisión (la yizia). En este caso la guerra abierta dirimía las diferencias. Las primeras guerras islámicas, incluso en vida de Mahoma, se llevaron a cabo siguiendo este triple esquema. Las cosas, como bien se sabe, fueron favorables a Mahoma: Cuando Mahoma abandonó la Meca para efectuar su éxodo a Medina en el año 622, ape- nas contaba con cien seguidores. Dos años después, en Badr, uno de los lugares de bata- lla más decisivos, los seguidores de Mahoma eran ya trescientas personas. Cuando en el año 630, dos años antes de su muerte, regresó victorioso a su ciudad natal de la Meca, sus seguidores eran diez mil, entre creyentes y aliados. A su muerte, en 632, el profeta del Islam era dueño y señor de casi toda la península arábica. Los comienzos del Islam, como dice el profesor De Prémare, tienen su punto de partida en la puesta en marcha de un pacto múltiple de tribus, basado en la adhe- MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 CCUUAADDEERRNNOOSS 99 sión a Dios y a Mahoma, profeta enviado por Dios: "Las fuentes de que disponemos, tanto externas como internas, nos dicen que el elemento principal y original de la fun- dación del Islam se encuentra en la creación de una confederación de tipo militar, no basada en los lazos de sangre, sino en una fe en Dios y en su enviado". LLAASS GGUUEERRRRAASS DDEE EEXXPPAANNSSIIÓÓNN DDUURRAANNTTEE EELL PPEERRÍÍOODDOO DDEE LLOOSS CCUUAATTRROO PPRRIIMMEERROOSS CCAALLIIFFAASS ((663311--666611)) Después de la muerte de Mahoma, la expansión hacia el exterior de la península arábica se llevó a cabo por árabes de la tribu de Quraich, la tribu de la que era originario Mahoma. Esta expansión, en gran parte militar, se imbricaba, sin embargo, en una espe- cie de inercia o acaso atavismo secular cogido a través de las relaciones comerciales que habían mantenido Arabia unida al resto del mundo. Arabia formaba parte de la inmensa red de lazos comerciales y movimientos migratorios, existentes en aquella época. Mahoma murió sin dejar sucesión masculina. Los hijos de Fatima y de ´Ali, únicos descendientes directos del profeta, eran todavía muy jóvenes cuando murió Mahoma. Por ello, Omar, propuso a Abu Bakr como sucesor y éste fue aceptado por todos sin ninguna oposición. En realidad, no se encontraba nadie mejor que él, ya que era el primer creyente y padre de ´Aicha, la mujer preferida del profeta. A los cuatro primeros califas se les llama "Los Bien Guiados" (Ar-rashidûn). Los musulmanes de hoy los toman como ejemplo y referencia, ideal y paradigma de la socie- dad islámica. El primer año de Abu Bakr fue empleado en reprimir varios conatos de insurrec- ción de algunas tribus árabes que deseaban desembarazarse del yugo de Mahoma. Aparecieron así mismo nuevos profetas y hasta profetisas (Toleiha y Musailima). La primera acción de los primeros califas fue sofocar estas rebeliones internas, ofreciendo una fructífera salida exterior con la posibilidad de enriquecerse (ingresos regulares, vida interesante, botines de guerra…). Este objetivo no fue, sin duda, el único en la mente de Abu Bakr. Abu Bakr era un creyente convencido y deseaba también propagar la fe islámica…Así lo decía en su primer sermón dirigido a los creyentes: "Cuando un pueblo deja de pelear por las vías del Señor, es el Señor el que se desentiende de este pueblo". Las operaciones militares, que duraron un año, fueron muy sangrientas, aunque esporádicas. En ellas encontraron la muerte muchos de los compañeros del profeta y con ellos, empezaban a perderse muchos creyentes que conservaban el Corán en sus mentes. La primera compilación del Corán fue ordenada por Abu Bakr. Estas victorias tuvieron consecuencias favorables con vistas al reclutamiento de nue- vas fuerzas. Cada vez eran más las tribus que se asociaban a la poderosa confederación islá- mica. Las fuerzas árabes beduinas se adentraron cada vez más hacia las zonas cristianas del norte. Lo que había comenzado como una guerra de razias, para enriquecerse, se transfor- mó poco a poco en una guerra contra Bizancio, una de las dos grandes potencias de aque- lla época. La primera confrontación de importancia capital para el futuro tuvo lugar en Aynadain, cuando las tropas árabes mandadas por Haalid ibn al Waalid, conocido como la espada de Dios, derrotaron en 634 al poderoso ejército bizantino. A partir de este momen- to, los árabes ya no se dieron por satisfechos con aisladas incursiones de saqueo por terri- torios vecinos, sino que se lanzan a la conquista de territorios previamente controlados por los bizantinos y los persas. Ver el mapa de los territorios conquistados por las tropas ára- bes en un espacio de tiempo muy reducido. El avance de las tropas árabes se produce en tres direcciones. Lo digo de manera muy esquemática. 1100 CCUUAADDEERRNNOOSS MMaarrzzoo -- AAbbrriill 22000099,, VVooll.. XXXXIIIIII,, nn..ºº 22 El primer avance se produce en la provincia cristiano-bizantina de Siria: ya en 635 cae la capital Damasco…Jerusalén en 638 para gran alegría de los judíos a quie- nes se les denegaba la entrada en la ciudad…Cesarea en 640…y por último Edesa. El segundo avance, que encuentra bastante menos dificultades… La batalla que abre la posibilidad de coger la capital de Persia, Ctesifonte, tuvo lugar en Qadisiyya, el año 637. Poco después caen Isfahan, Azerbaijan. El tercer avance se produce hacia el oeste. Ya en 641 se produce la conquista de Egipto…en 643 cae Alejandría, urbe fundada por Alejandro Magno. Los monofisitas cop- tos celebraron la conquista de la ciudad como liberación del yugo ortodoxo-bizantino, de forma semejante a como lo habían hecho los judíos al ser tomada Jerusalén. PPOOLLÍÍTTIICCAADDEE LLAACCOONNQQUUIISSTTAA…… Pero, más que los extraordinarios éxitos militares obtenidos por las tropas musul- manas, es importante considerar los aspectos políticos de la conquista. Éstos aspectos nos interesan, porque representan un modelo o ejemplo, que será imitado, más tarde, durante la historia de la expansión del Islam en África y en otras partes del mundo. En su forma de actuar se adivina la sabiduría política de Mahoma, que los primeros guías del Islam recuperaron para hacer de la conquista un fenómeno duradero. Plano de la penetración musulmana en Bilad es Sudan. Aunque pueda parecer extraño, es importante decir que la expansión territorial del Estado islámico en las diferentes zonas conquistadas no conllevó la imposición a la fuerza de la religión islámica. He aquí algunos de los sabios principios políticos que, en 637, cuatro años después de la muerte de Mahoma, promulgó el califa ´Omar para los territorios de Siria: 1º Que los guerreros beduinos eviten causar daños a la sociedad agrícola autónoma y busquen, más bien, la colaboración de jefes, personalidades y funcionarios expe- rimentados de los países invadidos.
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