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Introdución al trabajo de la investigación histórica: conocimento, método e historia PDF

210 Pages·2000·3.97 MB·Spanish
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CIRO F. S. CARDOSO INTRODUCCION AL TRABAJO DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA Conocimiento, método e historia CRÍTICA BARCELONA 1.a edición: abril de 1981 2.a edición: noviembre de 1982 3.a edición: marzo de 1985 4.a edición: abril de 1989 5. edición: enero de 2000 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribu­ ción de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo públicos. Cubierta: Joan Batallé Ilustración de la cubierta: Louise Nevelsol, Royal Tíde IV, 1960 (© VEGAP, Barcelona, 2000) © 1980: Ciro Flamarion Santana Cardoso © 1980 de la presente edición para España y América: Editorial Crítica, S.L., Córsega, 270, 08008 Barcelona ISBN: 84-8432-023-5 Depósito legal: B. 82-2000 Impreso en España 2OOO.-HUROPE, S.A., Lima, 3 bis, 08030 Barcelona A Héctor Pérez Brignoli INTRODUCCIÓN En 1976 publiqué, en colaboración con Héctor Pérez Brignoli y por esta misma editorial, la primera edición de Los métodos de la historia, un manual universitario. Introducción al trabajo de la investigación histórica pretende, también, ser un manual de me­ todología para uso de estudiantes de historia. Así, me ha parecido conveniente explicar la justificación de otro texto más de carácter metodológico, y qué tiene de nuevo respecto del anterior. Ambos libros nacieron de la experiencia docente, y éste, por lo menos en parte, de observaciones que me hicieron varios estu­ diantes —en Costa Rica, México y Brasil— acerca del primero. Los métodos de la historia lleva el subtítulo «Introducción a los problemas, métodos y técnicas de la historia demográfica, econó­ mica y social»: aunque contiene diversos capítulos menos espe­ cializados (1, 2, 3, 8 y 9), sin duda la mayor parte del texto corresponde al subtítulo mencionado. Ahora bien, lo que me dije­ ron diversos alumnos fue que les gustaría un desarrollo más detallado de los problemas epistemológicos, teóricos y metodo­ lógicos generales, en particular aquellos que se mencionan de pasada en el capítulo 9 de aquel manual; otros manifestaron, en dirección opuesta, que sería útil una expansión de lo que en Los métodos de la historia es el primer anexo —eminentemente práctico—, «Cómo organizar y llevar a cabo una investigación histórica», que tiene sólo cuatro páginas. Este volumen intenta responder a ambas observaciones, o sugerencias. En sus conferencias dictadas en 1961 en la Universidad de 10 LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA Cambridge, E. H. Carr mencionaba la antítesis entre historia y ciencia, que no es, como parecía creer, un problema sólo britá­ nico, afirmando al respecto lo siguiente (¿Qué es la historia?, Seix Barral, Barcelona, 19766, pp. 114-115): «Este abismo es en sí mismo producto del viejo prejuicio, basado en una estruc­ tura de clases de la sociedad inglesa, que pertenece también a tiempos dejados atrás; creo yo que la distancia que separa al historiador del geólogo no es por fuerza más infranqueable ni mayor que la que separa al geólogo del físico. Pero no es, a mi juicio, forma de salvar el abismo la de enseñar ciencia elemental a los historiadores e historia elemental a los científicos. Es éste un callejón sin salida al que nos ha llevado la confusión mental. Al fin y al cabo los propios científicos no proceden así. Nunca he sabido de ingenieros a quienes se aconsejara asistir a clases ele­ mentales de botánica». Esto es discutible, y los ingenieros son un ejemplo mal ele­ gido: serta posible demostrar que los biólogos, por ejemplo, asis­ tieron con mucho provecho, en estas últimas décadas, a cursos de física y de química, entre otras disciplinas. Pero la verdad es que los historiadores, en su mayoría, no ignoran sólo las ciencias naturales, sino también los conocimientos más elementales de epistemología y metodología generales. Por ello, decidí redactar, en los capítulos 1 y 2 de este libro, una exposición rápida de algunos problemas centrales del conocimiento y del método cien­ tíficos. El breve capítulo 3, que completa la primera parte, enfoca las relaciones entre ciencia y sociedad, con la finalidad de abordar ciertas confusiones corrientes entre científicos sociales y estudian­ tes (por lo menos en algunos países de América Latina), en par­ ticular la que consiste en no distinguir entre ciencia y tecnología, y el olvido de que la ciencia tiene un contenido que no puede, sin exceso de simplificación, ser deducido o derivado directamente de lo social o de alguno de sus aspectos. La segunda parte consta, en primer lugar, de dos capítulos dedicados a las ciencias del hombre y en particular a la historia. La función central del capítulo 4 es la discusión en torno a la pregunta: ¿es la historia una ciencia? El capítulo 5 se ocupa de 11 INTRODUCCIÓN problemas substantivos de la metodología histórica vista en un plano general, en función de su progresiva construcción como ciencia: el método tradicional de los positivistas, en el que hay un núcleo racional a rescatar, por más que ciertos aspectos estén irremediablemente superados; las cuestiones de la explicación, la generalización y la causalidad; y una descripción de los pasos de la investigación histórica. El último capítulo, acerca del tiempo, pretende establecer un puente entre la primera y la segunda par­ te, mostrando que, pese a todo, hay ciertos vínculos entre la his­ toria y lo que pasa en las ciencias naturales. Este libro puede ser considerado como un trabajo de filosofía de la ciencia, pero opuesto a todas las discusiones abstractas y metafísicas en ese campo (aun las que quieren presentarse como marxistas), aquellas que se desarrollan lejos de los procesos con­ cretos de la investigación histórica, de «la historia que hacen los historiadores». Así, nuestros puntos de referencia serán algunos de los estudiosos que intentan en los hechos, con su trabajo con­ creto de historiadores y su reflexión teórica, construir una histo­ ria cada vez más científica —como P. Vilar, J. Topolski y el grupo de los Annales (sobre todo hasta 1969)—; no las sirenas estructuralistas que prometen una «ciencia de la historia» o una «nueva historia» cuando, en el fondo, pretenden destruir la única que tenemos, como disciplina imperfecta pero que trata siempre de perfeccionarse —y que de hecho no conocen—, en nombre de principios y teorías que al historiador profesional le resultan del todo inútiles. En suma, lo que hallarán aquí son algunas reflexiones y con­ sejos de un historiador de profesión, muy consciente de sus limitaciones y que, como en compañía de Héctor Pérez Brignoli hizo en el libro anterior, ahora también solicita a los lectores le señalen las deficiencias y errores que no dejarán de encontrar en estas páginas. Río de Janeiro, 21 de septiembre de 1980. PRIMERA PARTE Capítulo 1 EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO 1. Conocimiento, lógica y epistemología El conocimiento es una relación —o, más exactamente, un proceso— que se establece entre un sujeto cognoscente (aquel que conoce), un objeto del conocimiento (aquello que se trata de cono­ cer), y determinadas estructuras o formas sin las cuales el conoci­ miento no puede ocurrir. Sea, por ejemplo, el enunciado legal siguiente: «para todo x, si x es un pedazo de metal que se calienta, entonces x se dilata». Este enunciado supone la exis­ tencia de objetos materiales —pedazos de metal—; de un sujeto que establece la relación calentamiento/dilatación y la mide; y finalmente, de la estructura de los números y de una métrica espacial, sin las cuales no sería posible el establecimiento de la relación legaliforme mencionada. El conocimiento científico —que es el que se obtiene de acuerdo con ciertos procedimientos integrantes del método cientí­ fico, el cual será abordado en el capítulo 2— puede ser analizado por dos disciplinas diferentes, la lógica y la epistemología. En tiempos antiguos, la lógica era una disciplina bastante general, que se ocupaba tanto del sujeto como del objeto con sus propiedades y de las formas o estructuras generales del conoci­ miento. Tal disciplina, sin embargo, se ha limitado crecientemen­ te al estudio de la verdad vista en sus condiciones formales. 16 LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA En otras palabras, ello quiere decir que los lógicos se contentan con el estudio de las estructuras o reglas del conocimiento, sin ocuparse ya de las relaciones que mantienen con el sujeto, y con objetos físicos o reales. Por lo tanto, el recurso a la lógica se hace para la verificación de verdades formales, dependientes de relaciones de implicación, de la validez deductiva únicamente. La lógica no se ocupa de hechos y experiencias. Ahora bien, una vez verificadas las proposiciones o afirmacio­ nes científicas en cuanto a sus aspectos normativos o formales, quedan todavía en pie las preguntas que pueden plantearse en lo concerniente a las relaciones entre los elementos que constituyen el proceso de conocimiento. Estas preguntas se refieren sobre todo al problema central del conocimiento, que consiste en saber si las estructuras o formas de éste dependen del sujeto, del objeto o de la relación entre ellos. O aun de nada de esto, como ocurre con el sistema de Platón —idealista objetivo—, en el que las «ideas puras», inteligibles pero transcendentes a todo lo sensible, son el criterio de la verdad, el punto de referencia absoluto. He aquí algunas de las cuestiones que se plantea la epistemología: las operaciones o actividades del sujeto ¿crean activamente las formas del conocimiento y organizan su objeto?; las formas del conocimiento ¿serán, por el contrario, simples abstracciones de las propiedades del objeto, que el sujeto del conocimiento se limita a registrar? Si se admite la primera alternativa, ¿será posi­ ble el conocimiento de las cosas en sí? La epistemología o teoría del conocimiento puede ser definida de diferentes maneras. Quizá resulte útil empezar por referir la distinción, propuesta por J. Piaget, entre epistemología norma­ tiva y epistemología genética.1 En los límites de la primera, R. Carnap decía que a la epistemología le toca preguntar en qué se basa nuestro conocimiento, o sea, cómo se puede justificar la descripción que se haga de una experiencia cualquiera, preser­ vándola de toda duda. K. Popper, quien diverge de Carnap, pre­ 1. Jean Piaget et alii, Epistemología genética e pesquisa psicológica, trad. del francés, Liviaria Freitas Bastos, Rio de Janeiro, 1974, pp. 19-48.

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