CARLOS DÍAZ Y MANUEL MACEIRAS I N T R O D U C C I Ó N AL PERSONALISMO ACTUAL f i BIBLIOTECA HISPÁNICA DE FILOSOFÍA © CARLOS DÍAZ Y MANUEL MACEIRAS, 1975. EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España. Déposito Legal: M. 35727-1975. ISBN 84-249-2227-1. Rústica. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1975. — 4422. PRÓLOGO El presente estudio no es tan sólo una recopilación más o menos afortunada de ideas, sino también —y para sus autores sobre todo— la continuación de una colaboración iniciada hace años cuando los compañeros universitarios decidieron trabajar en equipo la Memoria de Licenciatura sobre el personalismo. Diversas circunstancias individuales no han podido impedir que el resultado de estas reflexiones entonces comenzadas, y pese a esas circunstancias nunca interrumpidas, pueda ser hoy dado a la imprenta para su publicación. Consagrados como entonces a la realidad del ser personal, siempre inagotable, esperamos no concluir aquí la colaboración. Se trata de un libro de filosofía, y aunque su fatum le fuera adverso, no puede dejar de serlo. Sin embargo, no es menos cierto que la filosofía personalista no se deja encerrar en los moldes de la clásica actividad teorética; en conse cuencia, la especificidad de lo filosófico no coincide exacta mente con la del movimiento personalista. Ciertamente, la síntesis filosófica que caracteriza el pensar especulativo pue de ahorrar dilatadas digresiones y dotar de unidad a los temas tratados, conferirles un rigor determinado; pero tam bién puede marginar otros aspectos teóricos (económicos, políticos, sindicales) y prácticos (sociológicos, estratégicos, obreros, etc.), capitales dentro del personalismo. Con todo, y para evitar descarnar la reflexión filosófica, nos ha parecido pertinente no prescindir de ciertos com ponentes interdisciplinares, en el límite de la «visión del mundo», como sociología del conocimiento, o sociología del hecho religioso. Para los autores de esta obra, la filosofía no se identifica con la gnoseología, ni ésta con la teoría del conocimiento entendida como una reflexión trascendental sobre sí misma. El límite de circunscripción del pensar filo sófico es necesariamente más rico y a la vez más amplio, y puede que hasta más riguroso. Todo depende de lo que en tendamos por rigor. El rigor no va solamente de Descartes a Kant para aterrizar en Husserl. El rigor está también en Juan de la Cruz, en Marx, en Péguy, en Machado, en Kro- potkin. ¿Cuál ha sido el criterio de selección de los personalistas aquí incluidos? Al no existir libros con las características del nuestro, hemos tenido que ser forzosamente originales. No podríamos ocultar que hemos dudado ante el criterio selectivo. El lector interesado por el tema sabe que el pro blema es de una envergadura tan grande como para incitar a la duda. La opción de seleccionar no puede resolverse de un plumazo. Bastaría con la simple consulta de cualquier diccionario de filosofía (por ejemplo, el de Ferrater Mora en España o el de Lalande en Francia): allí la palabra «per sonalismo» aparece como un género tan cargado de especies y de diferencias específicas, que resultaría prácticamente imposible reducirlo a unidad con un mínimo de coherencia interna. De ahí la necesidad de cierta opción. Mas como esta opción había de ser racionalmente justificada, hemos adop tado al fin los siguientes criterios: 1) Pese a la tradición filosófica difusa (¿quien no habrá pensado sobre la persona como clave de bóveda de su arqui tectura filosófica, en los grandes sistemas?), el origen pró ximo de la filosofía personalista está en el movimiento in telectual francés de comienzos del presente siglo, y se articu la en torno a Maritain, siendo en realidad Mounier la autén tica figura aglutinadora de toda la corriente de inspiración personalista. Hablamos de inspiración, y no de sistematiza ción. Este punto va a ser dilucidado en el trabajo más de una vez. Adelantemos aquí que no se trata de una nueva escolás tica filosófica con su método común y sus servidumbres de interpretación, sino más bien de un movimiento heterogéneo con una inspiración central. Las características comunes (no, sin embargo, exentas de diferencias) pueden ser en esencia las siguientes: a) Aceptación de la existencia abierta a la Trascendencia. b) Respeto a la persona humana en todas sus dimen siones. c) Intento de reflexión racional sobre ambos puntos. d) Desde una inserción sociopolítica casi siempre com prometida. Mas como de uno u otro modo estos caracteres son aún muy genéricos, y desde luego han sido perfilados por bastan tes pensadores después de Maritain, nos hemos visto obliga dos a estrechar el molde, añadiendo las siguientes notas: 2) Se estudiará el personalismo francés contemporáneo en los representantes más caracterizados, ligados al movi miento «Esprit». 3) Tampoco incluimos a pensadores de la persona, aun que sea para negarla, como es el caso de parte del estructura lismo contemporáneo, especialmente del francés, y de buena parte del nihilismo postnietzscheano. De cualquier forma, sería una labor necesaria dedicar la atención que merece a la presunta «muerte del hombre» después de la igualmente presunta «muerte de Dios»., a fin de aprovechar los elemen tos susceptibles de utilización contenidos en las tesis anti personalistas. Pero esto excedería el marco de nuestro es tudio. 4) Con el fin de evitar la proliferación, hemos reducido a cuatro los moldes de inspiración personalista en que la comente ha evolucionado hasta la fecha con más nitidez y fuerza representativa, con más claridad y distinción, con trastes y matices. Sus representantes son éstos: Mounier, Lacroix, Ricoeur, Nédoncelle. Todos ellos pertenecen al pensamiento filosófico contem poráneo. No sólo porque han vivido o aún viven en el pre sente siglo, sino también porque sus aportaciones no pueden de ningún modo ser consideradas extrañas a los signos de nuestros tiempos. Su proximidad es, por tanto, no sólo doc trinal, sino también cronológica. Por su parte, cada uno de ellos tiene autonomía. Mou nier puede ser considerado profeta y corazón del movimien to, a la vez que conciencia lúcida y penetrante. No vivió, sin embargo, suficiente tiempo ni gozó de serenidad suficiente para desentrañar la vía abierta, tarea que había de quedar reservada a un temperamento más analítico y universitario, como el de Lacroix. El filósofo nato del personalismo es Ricoeur, no sólo heredero, sino también creador de la filosofía dé la persona, a la que aporta acentos nuevos: psicoanálisis, fenomenología, estructuralismo, filosofía del lenguaje, estudio de los símbolos, todo ello sin eclecticismo, antes al contrario con tanta: fecundidad, que podríamos considerar su filosofía como una ontogénesis de la contemporánea, que ninguna historia de las ideas puede olvidar. Nédoncelle, más clásico en sus planteamientos 'y un poco retraído en su praxis socio- política, ha hecho valiosísimas aportaciones en el terreno de las relaciones intcrpersonales dentro de unos principios teó ricos abstractos. Ha exaltado a la persona a costa de la co munidad, y, oficiando como abogado del diablo, repensado temas que se habían aceptado frívolamente. Nos encontramos así con cuatro modelos personalistas, de suerte que no se sabría ponderar con certeza hasta qué punto son mayores las diferencias que las concordancias. Dada la coincidentia oppositorum, este libro muy bien podría denominarse, retomando la inspiración y la palabra de Mou nier, «Introducción a los personalismos». Un último considerando. Pese a la colaboración de que hablábamos al principio y a las afinidades intelectuales de los autores, Manuel Maceiras se ha responsabilizado especial mente del estudio relativo a Ricoeur, y Carlos Díaz, de los que tratan de Mounier, Nédoncelle y Lacroix. En todos los casos se ha pretendido una exposición sistemática. Quisiéramos agradecer, en último lugar pero en primer término, la información bibliográfica, la orientación dialógi- ca y la amistad personal con los autores vivos aquí tratados, Ricoeur, Lacroix, Nédoncelle. Esto mismo nos ha permitido incluir alguna nota epistolar inédita, y en muchos casos esencial, para comprender el pensamiento expuesto. EMMANUEL MOUNIER Creemos innecesario señalar los rasgos biográficos de Ma nuel Mounier, que pueden verse en cualquier diccionario o monografía (entre otras, nuestro Personalismo obrero. Pre sencia viva de Mounier, Ed. Zero, 1969). Nos interesa aquí, por el contrario, examinar el pensamiento filosófico que sub- yace a esa trayectoria humana, en la que tan consecuentemen te encarnó su pensar. (Citamos indistintamente por las Oeu- vres. Ed. du Seuil, o por otras ediciones). PARA UNOS FUNDAMENTOS METAFÍSICOS DE LA PERSONA Resulta difícil, decíamos en otro lugartem atizar las líneas metafísicas de un pensador tan antimetafísico como Mounier. Es sabido cómo se separó de los «u-n-i-v-e-r-s-i-t-a- r-i-o-s», e igualmente conocido su desinterés por quienes so focaban la crítica con la hipercrítica2. Pese a ello, siguiendo el fatídico designio vaticinado por Kant para la metafísica, ésta reaparece en Mounier, y de algún modo también el universitario. Por ello debemos elucidar el sentido de esta metafísica soterrada, y a ello enderezamos nuestros esfuerzos en el presente apartado. * Díaz, Carlos, «Bases para unos fundamentos metafísicos del per sonalismo de Mounier», Estudios filosóficos, septiembre-diciembre, 1969, págs. 511-526. 2 Feu la chrétienté, París, Ed. du Seuil, 1950, pág. 69. Además del asistematismo de que hace gala Mounier, hay dificultades extrínsecas que endurecen la realización de nues tra intención. Nos referimos al carácter de Deus absconditus que padece la persona en su recorrido histórico. Parece como si todo sistema fracasara en su empeño de tematizar el es tatuto del ser personal, que no queda bien tratado en el in- telectualismo griego, en el teologismo medieval, en el «cogi to» cartesiano, en el «genio» romántico, en el panlogismo hegeliano, en el «actualismo» gentiliano, en el «laborismo» marxista, en el «convergentismo colectivo» teilhardiano, ni en el humanismo libertario con matices anarquistas o exis- tencialistas. Perdida en la práctica, perdida en la teoría, la persona permanece necesariamente perdida para la historia, y últimamente —vía estructui'alismo— hasta negada de plano. El personalismo se propuso rescatarla tomando por tema su propia esencia3. Una tercera y no parva dificultad es el sincretismo del personalismo. Llama la atención el polimorfismo conectivo de lo personal, a veces en línea existencialista, otras en fra ternidad con el marxismo, acá y allá remozando ancestros escolásticos4. Otras veces es la fenomenología el punto de sutura de esos contrastes5, y así casi ilimitadamente. Por fin, y frente a las filosofías de academia, Mounier concibe la suya como propedeusis praxeológica, enmarcada en una ética y una política, y en conyunción con una teodi cea6. De ahí su ambiciosa complejidad. 3 Stefanini, L., Personalismo filosófico, Brescia, Morcelliana, 1962, pág. 21. 4 Introducción a los existencialismos, Madrid, Guadarrama, 1967. También el Manifiesto al servicio del personalismo, Madrid, Taurus, 1965. 5 Introducción a los existencialismos, pág. 17. 6 Fessard, G., Réponse á E. Mounier, Études, 1949, págs. 349-399.