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Introduccion Al Analisis Filosofico 1 PDF

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John Hospers Introducción al análisis filosófico, 1 Versión española de Julio César Armero San José Revisión de Néstor Míguez Alianza Editorial Título original: An Introduction to 'Philosophical Analysis (Publicado en inglés por Prentice-Hall, Inc., Englewood Cliffs, N. J. Original English language edition published by Prentice-Hall, Inc. Englewood Cliffs, New Jersey, U.S,A.) © 1967 by Prentice-Hall,_ Inc. © Ed. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1976 Calle Milán, 38; *It 200 00 45 ISBN: 84-206-2986-3 (O. C.) ISBN: 84-206-2167-6 (T. I) Depósito legal: M. 24.741-1976 Imprime Closas-Orcoyen, S. L. Martínez Paje, 5. Madrid-29 Printed in Spain mjtüE Prefacio.................................................................... • ............ 1. Significado y definición.................................................... 2. El conocimiento.................................................................... 3. Verdad necesaria................................................................... 4. Conocimiento empírico..................................................... 5. Causa, determinismo y libertad................................... ... PREFACIO Aquellos que se aproximan por primera vez a la filosofía lo hacen por motivos diversos. Algunos se ven conducidos a la filo­ sofía a partir de su interés por las ciencias, o por las artes, o por la religión; otros llegan a la filosofía sin ningún transfondo acadé­ mico, sino más bien en virtud de cierta inquietud por el «signifi­ cado de las cosas» o por «qué pasa con el mundo»; aún hay otros qu^ no tienen motivación más precisa que la de desear saber de .qué está hablando la gente cuando usa la palabra «filosofía». Conse­ cuentemente, las demandas que las diferentes personas hacen a la filosofía, las preguntas tjue esperan que responda, son tan diversas como los motivos que les han conducido a ella; y por tanto, los libros escritos para satisfacer esas demandas son igualmente diversos. A menudo dos libros que pretenden introducir en la filosofía a sus lectores contienen poco o ningún material común. Por estas razones es imposible escribir un libro que satisfaga a todos los lectores, o siquiera (quizá) a la mayoría de ellos. Se podría intentar vencer esta dificultad escribiendo un libro tan comprehensivo que en él se tratasen todos los problemas que cualquiera considerara filosóficos, y el lector sólo tuviera que selec­ cionar las partes en que estuviera más interesado. Esto, sin embargo, difícilmente es posible en la práctica: un libro de mil páginas ni siquiera empezaría a ser suficiente. Ni sería factible dedicar unas cuantas páginas a cada problema: esto sólo permitiría resúmenes esquemáticos de los distintos temas, que le dirían bastante poco al lector; éste, en tal presentación, podría aprender el significado de algunos términos y asimilar unas pocas «líneas generales», pero no habría recibido material suficiente para lograr que los problemas estén vivos para él. El método de dar el saber en comprimidos es aún menos adecuado en filosofía que en otras disciplinas. La única solución a la vista, por tanto, sería no incluir todos los problemas del campo, sino unos pocos. Este método tiene sus inconvenientes, pues, sean cuales fueren los problemas que se incluyan y los que se excluyan, muchos lectores sentirán la tentación de objetar tanto algu­ nas de las inclusiones como algunas cíe las exclusiones. No obstante, es ésta la táctica que se ha seguido en este libro, dado que es la que tiene en conjunto menos desventajas. Esía edición ha sido reescriu casi por completo; muy pocas páginas de la primera edición, escrita hacc trece años, quedan en la presente. Excepto el título y los principales rasgos estructurales del contenido, es prácticamente un nuevo libro. Todas las secciones han sido radicalmente alteradas, y se han añadido otras nuevas: sobre 1( - i’rmcepros, las fuentes del conrrimiento, el problema de los univer­ sales, y otros temas diversos. El capítulo sobre estética se ha omitido por completo, aunque con pesadumbre, dado que ese tema no se trata habitualmente en los cursos introductorios, y su espacio se ha apro­ vechado para hacer posible un tratamiento más amplio de problemas metafísicos y epistemológicos. El autor desea expresar su agradecimiento a los siguientes edi­ tores por el permiso concedido para citar breves pasajes de obras publicadas por ellos: Open Court Publishing Co., Analysis of Knowledge and Valuation (Análisis del conocimiento y la valora­ ción), de C. I. Lewis, y Reason and Analysis (Razón y análisis), de Brand Blanshard; Macmillan & Co., Londres, The Macmillan Co., de Canadá, y St. Martin’s Press, Inc., Nueva York, The Critique of Puré Reason (Crítica de la razón pura), de Immanuel Kant (tra­ ducción de Norman Kemp Smith), y Foundations of Ewpirical Know­ ledge (Los fundamentos del conocimiento empírico), de Alfred J. Ayer; George Alien & Unwin Ltd., Some Main Prohit ms of Philo­ sophy (Algunos problemas fundamentales de la filosofía), de G. E. Moore, y Social Principies and the Democraiic State (Principios so­ ciales y Estado democrático), de S. T. Benn y Richard Peters; Mind, «Empirical Proposítions and Hypothedcal Statements» («Proposi­ ciones empíricas y enunciados hipotéticos»), de Isaiah Berlín; Harcourt, Brace & World, The Mind and Its Place in Na ture (La mente y su puesto en la naturaleza), de C. D. Broad; Houghton Mifflin Co., Invitation to Philosophy (Invitación a la filosofía), de Durant Drake; University of California Press, The Rise of Scientific Pbilosophy (El surgimiento de la filosofía científica), de Hans Reichenbach; Harper & Row, Publishers, A Pbilosophy of Science (Una filosofía de la ciencia), de W. H. Werkmeister; Methuen & Co., Londres, An Introduction to Metaphysics (Una introducción a la metafísica), de C. H. Whiteley, y Perception (Percepción), de H. H. Price; Longmans, Green & Co., Selected Papers on Pbilosophy (Escritos seleccionados sobre filosofía), de William James; y Hutchinson Publishing Group Ltd., Londres, y Barnes & Noble, Inc., por Theory of Knowledge (Teoría del conocimiento), de A. D. Woozley. El autor reconoce su profundo agradecimiento a los colegas que tuvieron la amabilidad de leer y comentar diversas partes de su manuscrito: en particular, al profesor Martin Lezn, por los capítu­ los 1 y 8 (así como por la formulación de observaciones que se hacen en las páginas 279-80 y 541-43); al profesor Salvator Can- navo, por los capítulos 2 a 4; al profesor Paul Edwards. por los capítulos 5 a 7, y al profesor Stanley McDaniel, por los capítulos 1 2, 3, 5, 6, 8 y 9. También debo el agradecimiento más sincero a miss Janet Polish, por su ayuda en el mecanografiado del manuscrito, y a miss Sharon Milán, por su ayuda en la preparación del índice. La obra Readings in íntroductory Philosophicil Analysis (Lectu­ ras sobre análisis filosófico introductorio) (Prentice-Hall, 1968) ha sido pensada para acompañar este libro. John Hospers Capítulo 1 SIGNIFICADO Y DEFINICION Al comienzo de toda discusión sistemática se espera que uno defina los términos, y nuestro principal término es «filosofía». Pero el término «filosofía» no se puede definir tan fácilmente como «química», «biología» o «sociología». Por un lado, las personas que trabajan en el campo que ellas mismas llaman filosofía han ofrecido definiciones muy diferentes, e incluso en conflicto, del término; y si presentásemos una definición al comienzo, correríamos el riesgo enorme de hacer un juicio prematuro sobre una materia que deberíamos sopesar primero con el mayor cuidado posible. Será preferible mostrar, en el curso de nuestras investigaciones, por qué los estudiosos de tal campo han propuesto diferentes definiciones, y esto llevará su tiempo. En segundo y más importante lugar, hay ciertas dificultades en torno a la definición que no estaremos en posición de entender hasta tanto no hayamos examinado ciertos problemas de la definición en general, y ésta es una de las cosas que pretendemos hacer en este capítulo. Con o sin una definición de «filosofía», es una gran ventaja acercarnos a nuestro asunto a través del tema de la semántica, o estudio de la relación que tienen _las j>alabras.de nuestro lenguaje .can. .el mundo para hablar delj^JjasamQ^^^ ■ Hay nume­ rosas confusiones y trampas de las cuales será víctima casi cualquier lector, si primero no tiene claros algunos de los problemas y prin­ cipios básicos de la semántica, o, en otras palabras, la relación del lenguaje con aquello de lo que hablamos por medio del lenguaje. Una introducción útil prácticamente para todos los temas sería un estudio de los diferentes aspectos del significado, de la naturaleza y función de la definición, de los peligros (y a veces ventajas) del uso impreciso de las palabras, y de las condiciones en las cuales poseen significado las oraciones. Pues, siendo el tema de la filosofía tan altamente abstracto, conteniendo un número extraordinariamente grande de trampas para el profano, el examen preliminar de ciertos problemas semánticos básicos no sólo es útil, sino indispensable. Si no examinásemos estos problemas al principio, habríamos de volver sobre nuestros pasos y estudiarlos más adelante. En nuestro primer capítulo, por tanto, nos ocuparemos de la relación del lenguaje con el mundo, un tema que ha llegado íi ser reconocido como pertene­ ciente al dominio propio de la empresa llamada «filosofía». 1. El significado de las palabras Entre los seres humanos el lenguaje es el principal instrumento de comunicación. Todo lenguaje está compuesto de palabras, las cuales son combinadas para formar oraciones. Encontramos dife­ rentes problemas en el estudio de cada una de estas cosas. Por con­ siguiente, comenzaremos con un estudio de la naturaleza y función de las palabras y pospondremos la discusión de las oraciones para el final del capítulo. ¿Qué es una palabra? Podríamos emplear mucho tiempo exami­ nando definiciones encontradas; pero, para lo que ahora nos interesa, será suficiente decir (aunque esto sea simplificar un poco) qu- una pa­ labra es la menor unidad de sisjiijic.údo,. La palabra «gato» tiene signi­ ficado, pero las letras de que está compuesta —«g», «a», «t» y «o»— no lo tienen. Las letras son sólo los ladrillos con que se construyen las palabras, y no tienen, significado, salvo en el caso poco frecuente de que una palabra esté compuesta por una sola letra («a», «y»). Es verdad que ciertas palabras son palabras compuestas cuyos componentes son otras palabras: «guardagujas», está compuesta por «guarda» y «agujas», pero incluso en esos casos la palabra es la uni­ dad de significado, y no las partes de h palabra, No se puede inferir el significado de la palabra compuesta de los significados de las pala­ bras componentes. Un guardagujas, por ejemplo, no es un guarda que­ sea una aguja. Las letras son los constituyentes de las palabras escri­ tas, así como los átomos son los constituyentes de las moléculas. (Pero, ¿tienen los prefijos y los sufijos algún significado por sí mis­ mos o sólo lo tienen como parte de las palabras con las que van unidos?) ¿Es una palabra meramente un sonido, cuando la pronunciamos; o un conjunto de marcas soore el papel, cuando está escrita? Una palabra es estas cosas, pero no scSIo estas cosas. Una palabra es un sonido oral o un conjunto de marcas con un significado. Puede darse también el significado en un lenguaje de signos que no sean ni es­ critos ni hablados, sino sólo gestos o movimientos corporales, pero una palabra en un lenguaje de signos sigue siendo un gesto con un significado. Nuestra explicación, sin embargo, no es todavía suficiente para Luaiinguir las palabras de otras cosas. Mientras que es cierto que todas las poseen significado, no lo es que todas las cosas que poseen significado se:.', palabras. Los símbolos matemáticos tienen significado, pero no son palabras. Un torbellino en el cielo significa que se aproxima un ciclón; un descenso de la presión baro­ métrica significa qnc se acerca un frente frío; cierto tipo de campa­ nilla significa que van a comenzar las ceremonias litúrgicas; otro, que la clase ha terminado; otro, que hay alguien frente a la puerta; otro, que alguien llama por teléfono. Si alguien se queja y gime, esto normalmente significa (según el contexto) que algo le duele; si írrita, que está aterrado o excitado por algo o que desea llamar nuestra atención urgentemente sobre algo; unas huellas en la tierra significan algo (como, por ejemplo, que ha pesado un oso por allí); ~na casa sucia también significa algo (que sus ocupantes no la han ..■¡piado últimamente). No obstante, ninguna de estas cosas es una palabra. Todas estas cosas se llaman signos. Una cosa, A, es un signo de otra cosa, B, si A representa a B de un modo u otro. Pero una cosa representa a otra de formas diferentes. Las palabras son signos convencionales, en contraste con los signos naturales. Cuando en el cielo hay nimbos oscuros, decimos: «Esto significa que va a llover»; y esta relación entre las nubes y la lluvia hace a las nubes signo de la lluvia, en este caso, signo natural, pues existe en la naturaleza y no es invención humana. Las personas descubrieron que ciertos tipos de nubes van seguidos por la lluvia; pero no fueron las personas las que hicieron que esto fuese así. Las nubes serían indicadoras de la .. . . l;i aun cuando la gente no hubiese descubierto este hecho. Es un hecho de la naturaleza, no del quehacer humano. Cuando las personas tratan de descubrir el significado de ciertos rastros en el barro, pretenden descubrir qué o quién los hizo; y esto, de nuevo, es un hecho de la naturaleza. El significado de las huellas (como «aquí ha estado un oso») es algo que descubrimos, no algo que hacemos o que sea verdadero a causa de nuestra decisión de que así sea. Podemos interpretar mal las huellas y no estar por tanto conve­ nientemente sobre aviso. Al hacer esto estaríamos imerprcliuidn mal un hecho natural. Pero, ¿no es también un hccho de la naturalczíi el hecho de que la gente use palabi'as? Ciertamente lo es, si usamos la palubnt «iinlit raleza» en un sentido amplio, para referirnos a todo lo que exhte ni el espacio y el tiempo; no obstante, las palabras tienen un tipo de significado que es diferente del de las nubes, las hucllnr» OfiO y otras cosas naturales. Los seres humanos han dado su significado a las palabras; o, para ser más precisos, los seres humanos hnn lo mado ciertos sonidos y les han dado significados. Las personas qur hablan diferentes lenguajes pueden utilizar diferentes sonidos con el mismo significado, tales como «gato» en español, «chal» en fian cés y «katze» en alemán. Ni usted ni yo hemos establecido Ion significados de los sonidos; hemos aprendido los significados que fie han formado, a veces a lo largo de siglos, o los significados que han sido inventados hoy día por otras personas cuando utilizan el sonido. Aprendemos la convención, costumbre o práctica de usar este sonido. Sin embargo, cuando aprendemos el significado de Un nubes oscuras, aprendemos hechos de la naturaleza que existirían aunque no hubiese convenciones humanas. Las campanas, por el con­ trario, son signos convencionales, porque son los hombres los que han determinado y establecido lo que han de significar. No estamos diciendo que en cierta ocasión un grupo de persona» se sentaron juntas para decidir lo que habrían de significar los dife­ rentes sonidos. (¿Qué palabras habrían usado para comunicarse enlre sí a fin de decidir qué habría de significar cada sonido?) lil origen del lenguaje se ha perdido en la niebla de los tiempos, y no nece­ sitamos detenernos a especular cómo empezó. De cualquier modo que haya comenzado, el hecho es que un lenguaje es un sistema de palabras, un sistema de signos convencionales cuyos significados he­ mos de aprender sí queremos conocer tal lenguaje, y cuyos ingre­ dientes —las palabras— serían sonidos sin significado de no ser porque en algún sitio, alguna vez, adquirieron esos significados para los seres humanos que las emplearon. Pero los gritos y gemidos son también ruidos hechos por seres humanos y que no son palabras. Ni tampoco ponvencioncs humanan, Un niño puede gritar y gemir antes de aprender un lenguaje. Un adulto puede hacerlo, y dar a entender con ello lo que quiere decir a otros que no hayan aprendido el sistema de convenciones verbales que constituyen su lenguaje, No se necesita aprender un lenguaje para interpretar los gritos, lágrimas y risas de otra persona; apren demos los significados de estas manifestaciones como aprendemoii los de los signos naturales, con esta diferencia: a menudo no ucee

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