R. ADRADOS * FERNANDEZ-GALIANO L U I S G I L * LASSO DE LA VEGA I N T R O D U C C I O N A H O ME R O Editada por LUIS GIL I-USÉ ’IGI EDICIONES GUADARRAMA Lope de Rueda, 13 MADRID © Copyright by EDICIONES GUADARRAMA, S. L. Madrid, 1963 Depósito Legal: M. 12,497.-1963.-N.° R.° 5.240-63 Impreso en España por Ta lercs Gráficos «Ediciones Castilla, S. A.»-Madrid PRESEN1ACION Tras el enorme auge de ios estudios homéricos en lo que va de siglo, y muy especialmente en et último decenio, un lector dé lai Ilíada y la Odisea requiere una previa orientación para enfrentarse, a la altura de los tiempos, con el mundo esplendorosa y fascinan-te de tan geniales crea ciones poéticas. Son tantos los nuevos aspectos descubiertas en la epo peya, que ni siquiera h es posibb at helenista abarcarlos en su totalidad. Haoe ya añas que las beneméritas obrm de un Fríedreich, de un Seymow o un Finsler quedaron anticuadas, y se echaba de menos con creciente urgencia la puesta cd día de un manual homérico. Era un quehacer que no admitía demora el ofrecer en síntesis, de forma accesible a todos, los resultados de la moderna investigación, al objeto de recuperar la visión de conjunto de la problemática del epos, perdida en la maraña inrrin cadísima de estudios particulares. Un nueva compendio sobre Homero, aparte de ser para el especialista un útil instrumento de trabajo o un repertorio de datos para el interesado en los estudios de épica campar reda, ofrecería al hombre culto en general los supuestas necesarios para gozar en toda plenitud las bellezas del más venerable monumento lite rario de Occidente. Porque, aunque suene a parado-ja, el hambre de nuestros días no sólo siente con la misma intensidad el hechiza de las sirenas del relato épico, sino que está en mejores condiciones que estuvo el propia auditorio del poeta para entender y apreciar las aladas palabras de sus versos. Y es más, aún podría enseñarle al viejo bardo mil cosas sorprendentes sobre el mundo de dioses y héroes objeto de su canta. Es fácil, por consiguiente, comprender mi satisfacción cuando me comunicó, ya va para das añafe, el editar su propósito de publicar una Introducción a Homero, y la que sentí también cuando helenista# de la tedia d¡e los profesores Rodríguez Adrados, Fernández-Galianoi y S. Las- so de la Vega asumieron gustosos el trabajo de redactarla, convencidas de la necesidad de colmar una impártante laguna en el campa de nues tros estudios. Que falta semejante se notaba incluso allende nuestras fronteras, la demuestra la publicación en 1962, cuando ya nuestro tro- u PRESENTACION bajo estaba en marcha, del “Companiorf de Wace-Stubbings, concebido con. criterio similar. No obstante, el entendido podrá apreciar las dife rencias de enfoque que lo separan- de la presente Introducción. En dicho manual se da, por ejemplo, lugar preferente a la arqueología y la gramática, en tanto que en el nuestro, de carácter “filológico” más acen tuado, se presta mayor atención a problemas literarim, a la transmisión textual, a la religión y a las instituciones. De ahí que ambas obras, lejos de excluirse, se complementen hasta cierto punto, y que no sea, por tanto, excesiva presunción el esperar que nuestro trabajo preste también algún servicio a lo<s lectores extranjeros del poeta con fas comdmientos sufi cientes de español. Madrid, junio de 1963 LUIS GIL PARTE PRIMERA LA CUESTION HOMERICA por FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS CAPITULO I LA CUESTION HOMERICA Y LA CRITICA ANALITICA LA. ILIADA Y LA ODISEA La literatura griega se abre para nosotros con los dos poemas atri buidos por los antiguos a Homero: la Ilíada y la Odisea* Pertenecen al género épico y, dentro de él, son su -culminación en Grecia; tanto es así, que las obras épicas anteriores y las posteriores, al dejar de interesar en tan alto grado, se perdieron. El ambiente que presentan —una sociedad primitiva, cuyos valores más altos son la gloria guerrera y el honor— coincide con el de otras epopeyas; pero ILiada y Odisea tienen algo de propio y de único que hace de estos poemas el punto de partida, no solo de la literatura griega, sino de toda la literatura europea. La Ilíada nos ofrece un episodio de la guerra de Troya. Según la leyenda, esta ciudad asiática, situada junto al Helesponto, fue conquistada por una coalición de los distintos reinos de Grecia; a su vez, Troya reu nía una larga serie de aliados asiáticos. Dicha leyenda incluía los episo dios iniciales de la guerra —'juicio de Paris, rapto de Helena, episodios diversos en la reunión -de las fuerzas griegas y en el momento de su par tida de Calcis, primeros combates—> y también los finales —muerte de MemnÓn y de Aquiles, episodio del caballo y toma de la ciudad—. Antes y después de Homero estos y otros episodios fueron objeto de cantos épicos; Homero mismo los alude. Pero su tema fundamental es destacar, dentro del panorama general de la guerra, que deja entrever, un episodio: la ira de Aquiles y el final de esta ira. Aquiles, rey de Ftía y el más va liente de los griegos, es agraviado por Agamenón, rey de Micenas y Argos y jefe de todas las fuerzas; por ello se retira con sus soldados, los mirmi dones, esperando a que los griegos, privados de su ayuda, tengan que devolverle su honor. Así es, en efecto, pero mediando una peripecia esen cial, la muerte de Patroclo. Cuando Zeus hace que los troyanos, mandados por Héctor, pongan en peligro las naves griegas, Aquiles consiente en que su amigo Patroclo les haga frente vistiendo su armadura; pero Patroclo, llevado del ardor del combate, intenta asaltar Troya y es muerto por