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Identidad Cultural Y Proceso Global PDF

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Identidad cultural y proceso global Jonathan Friedman Amorrortu editores Biblioteca de sociología Cultural Identity & Global Process, Jonathan Friedman © Jonathan Friedman, 1994 (publicado simultáneamente por Sage Publications de Londres, Thousand Oaks y Nueva Delhi, colección «Theory, Culture & Society») Traducción, Eduardo Sinnott Unica edición en castellano autorizada por Sage Publications, Londres, Reino Unido, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. © Todos los derechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu editores S. A., Paraguay 1225, 7o piso (1057) Buenos Aires. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-185-X ISBN 0-8039-8638-6, Londres, edición original Impreso en los Tálleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Avella­ neda, provincia de Buenos Aires, en junio de 2001. Indice general 9 Prefacio 15 1. Hacia una antropología global 35 2. Propiedades históricas generales y culturalmente específicas de los sistemas globales 75 3. Los ciclos civilizacionales y la historia del primitivismo 110 4. La emergencia del concepto de cultura en antropología 127 5. Cultura, identidad y proceso mundial 146 6. Lógica cultural del sistema global 162 7. Globalización y localización 184 8. Historia y política de la identidad 227 9. La economía política de la elegancia 256 10. Narcisismo, raíces y posmodemidad 297 11. Sistema global, globalización y parámetros de la modernidad 352 12. Orden y desorden en los sistemas globales 381 Referencias bibliográficas Prefacio La colección de ensayos que integran este volumen fue producida durante un período de quince años. En parte co­ mo resultado de esa circunstancia, hay una impórtente su­ perposición en varios de los capítulos. Ello se debe a que es­ tos se centran en un número limitado de ejemplos, basados en el trabajo de campo y en la investigación histórica. Los ejemplos incluyen Hawai, el Congo, Papua Nueva Guinea y Europa occidental, y se concentran en temas relacionados con la práctica de la identidad y la construcción de formas culturales en tanto se refieren alas formas sociales déla ex­ periencia que arraigan en procesos sociales de escala cada vez mayor. Algunos fenómenos, como la práctica de Africa Central conocida como la sape y el movimiento hawaiano, se examinan varias veces, pero me concentré en aspectos dife­ rentes de los fenómenos, ya se vinculen con la etnicidad, el consumo, el narcisismo o los modelos de la individualidad personal. En los últimos capítulos abordo en especial distin­ tas relaciones que en el ensayo final procuro conectar lo más sucintamente posible. He intentado tratar una serie de temas críticos en el de­ sarrollo de una antropología global. Por lo pronto, una pers­ pectiva sistémica global exige la deconstrucción de nuestras categorías más comunes. Estóvale sobre todo para él propio concepto de cultura, puesto que en las discusiones más re­ cientes en el terreno de los estudios culturales y la antropo­ logía ese concepto se ha convertido en una herramienta y hasta en un arma sumamente popular. Uno de mis blancos primarios es la nocxon misma de globalización cultural. El concepto de mezcla cultural —que abarca desde la hibrida­ ción hasta la transetnicidad-—ha sido esgrimido por muchí­ simos intelectuales en un discurso que, en este período de balcanización global, se está volviendo cada vez más promi­ nente y hasta agresivo. Gran parte del lenguaje se refiere a la música, las comidas y las formas culturales populares, y expresa, a mi modo de ver, una política de identificación ca­ da vez más nítida de parte de esos intelectuales. Culpar al poder por la etnicidad, al mismo tiempo que se exalta la creatividad de los desheredados en su espectacular bricolaje de elementos culturales heterogéneos, es, a mi juicio, no so­ lamente interpretar de manera muy errónea el mundo real, sino participar en una puja por el poder. Este es el poder del especialista cosmopolita —no tanto modernista— en otre- dades concretas, ahora reunidas por la moderna tecnología de la información. La cultura como producto, como cosa, como sustancia, es cultura desencamada de la experiencia. Es cultura neutra­ lizada y convertida en objetos de consumo. Esta cultura, identificada, clasificada, estudiada y gozada por los nuevos intelectuales culturalistas, se ha transformado en base po­ tencial de poder, por insignificante que pueda resultar en definitiva. Al identificar el mundo en tales términos, esos nuevos simuladores se identifican también a sí mismos.. . una vaga red, por cierto, de gente de los medios de comuni­ cación, las galerías de arte, el periodismo y las «ciencias de la cultura». Cabe notar aquí que esos intelectuales, al lobo- tomizar la experiencia separándola de lo cultural, también han creado para sí mismos un mundo plácido y hasta en­ cantador, un verdadero cóctel de diferencias mezcladas. Una antropología global adecuada tiene que entender la aparición de esa forma de identificación y autoidentifica­ ción, y también del grupo social latente que parece salir a la superficie en ese proceso. Esto sólo puede darse si se sostie­ ne una perspectiva en la que los procesos culturales se con­ ciben insertos en mundos vividos, en espacios vitales, en ex­ periencias sociales que son, a su vez, susceptibles de análi­ sis. Por esa razón me he concentrado en la manera como las condiciones de la existencia social se distribuyen en la are­ na global y los procesos que intervienen en su formación y reproducción en el curso del tiempo. En esos términos, puede tener importancia preguntarse por qué los estudios culturales se han vuelto tan populares hoy en día, por qué la identidad étnica, las raíces, la religión y los movimientos indígenas han estado simultáneamente en alza. Varios especialistas en ciencias sociales de distintos países (Berger, MafFesoli) han sugerido recientemente que estamos ingresando en una era de tribalismo, en la que el individualismo declina y es sustituido por presiones colecti­ vas cada vez más poderosas. Alain Mine se ha referido a to­ do ello en términos de una Nueva Edad Media (Mine, 1993). Este libro presenta un modelo predictivamente exacto del tipo de preocupaciones que muchos investigadores co­ mienzan hoy a considerar obvias. En sí mismo, esto podría entenderse como un argumento en favor de una perspectiva global a la que no le asuste encarar los procesos macroeco- nómicos y políticos que moldean nuestro mundo y los proce­ sos culturales que están tan íntimamente entretejidos con ellos. La certeza con que muchos simplemente rechazan co­ mo absurda la posibilidad de que esta «civilización» o, más bien, la civilización de esta parte del mundo, pueda hallarse en una grave crisis de desintegración y de declinación es en realidad tan iluminadora como alentadora. Al fin y al cabo, son fundamentalmente algunos de nuestros especialistas en la cultura y posmodemistas quienes han sostenido una visión evolutiva de la sociedad occidental o global, y ello frente a la situación manifiestamente desordenada y vio­ lenta del mundo. ¿Son ellos los pretendientes a los lofts ur­ banos del futuro, a los Bunker Hills del cielo, donde podrían contemplar la barata creatividad bladerunner a la que, al parecer, nos acercamos rápidamente? La posición adoptada a lo largo de gran parte de este li­ bro se opone diametralmente a la imagen antes presentada. A mi modo de ver, esta no es una imagen testaferro, por más que me he esforzado por purificarla en este breve espacio. Es una estrategia central, creo, alimentada hasta determi­ nado punto por cierto temor a las realidades sociales con­ temporáneas, pero es también el tipo de huida ideológica que encubre pretensiones de dominación. Es de suma im­ portancia que nos adentremos en los problemas que se nos presentan, en lugar de escondemos de ellos, o de ignorarlos o traducirlos en golosinas más apetitosas de consumo in­ telectual. Es necesario, creo, argumentar en favor de una perspectiva en la cual se vea con claridad que los grandes centros de la civilización, como productos sistémicos globa­ les, han tendido al derrumbe, y que no sería raro que otra vez ocurriera lo mismo. Es necesario estudiar los procesos en juego —desde la economía hasta la psicología— en la centralización de los sistemas globales y en su fragmenta­ ción. Es necesario explorar las conexiones entre la desinte­ gración de una hegemonía, el surgimiento de nuevas clases y la calda de las antiguas, los procesos de lumpenización, etnificación e indigenización en cuanto se relacionan con la multinacionalización, la emergencia de nuevas hegemonías y la aparición de nuevas regiones centrales. Ahora bien, la música mundial, la comida mundial y coséis por el estilo son parte integrante de todo esto, pero no deberíamos concen­ tramos meramente en ellas con exclusión de las realidades más desagradables que les son indisociables. Los ensayos reunidos aquí son reelaboraciones parciales de artículos y trabajos publicados e inéditos. En buena me­ dida son el producto colateral de un trabajo que se inició en los primeros años de la década de 1970 y que ha comenzado a dar sus frutos. Como se señala en el capítulo 1, gran parte de ese trabajo fue iniciado por mi esposa, Kajsa Ekholm Friedman, y los últimos veinte años de colaboración de am­ bos han sido tan intensos que veo en esta antología ante to­ do el testimonio de esas dos décadas de interacción. Muchos otros colegas y discípulos han desempeñado, en todos esos años, un papel muy importante en el desarrollo de una an­ tropología sistémica global. Además de mi esposa, son tan­ tas las personas que en el transcurso de los años han inter­ venido en la producción de estos ensayos, que sólo puedo mencionar aquí a algunas. En las discusiones críticas en tomo de la historia, la arqueología y la antropología toma­ ron parte, entre muchos otros, Mike Rowlands, Mathew Spriggs, Kristian Kristiansen, Lotte Hedeager, Mogens Larsen, Chris Tilley, Nick Thomas y Johnny Persson. El trabajo sobre la historia, la cultura y la identidad tiene mu­ cho que agradecer a Michael Harbsmeier, Poul Pedersen, Steen Bergendorff, Ulla Hasager y Andrew Gray. Los semi­ narios de nuestro instituto de Lund resultaron ser suelo fér­ til para el desarrollo y la elaboración de muchas de las ideas expuestas aquí. Entre los participantes estuvieron Kata- rina Sjoberg, Anders Hyden, Jan Sjokvist y Melcher Ekstró- mer. El difunto Roger Keesing, de la McGill University, me proporcionó, durante muchos años, tanto crítica como sos­ tén, y Bruce Kapferer, del University College de Londres, ha sido fuente de inspiración, de acaloradas discusiones y de muchos buenos seminarios en lugares exóticos a lo largo de los años. Mike Rowlands, también del University Colle- ge, ha sido un asociado y colaborador fundamental del pro­ yecto de la antropología global, y él y Susan Frankenstein abrieron muchas de las puertas teóricas y antropológicas que han hecho de ese proyecto un éxito. También el Centro de Investigación en Humanidades de Copenhague fue es­ cenario de muchas de las ideas y proyectos que se incorpo­ raron a este libro; agradezco a todos los concurrentes y al «jefe» Mogens Trolle Larsen por haber proporcionado un lu­ gar de reunión de jerarquía poco común para la investiga­ ción y la discusión. 1. Hacia una antropología global A muchos investigadores de las ciencias humanas y so­ ciales les parece ya evidente que existe un sistema mundial muy amplio y virtualmente incontrolable del que somos parte inseparable. Cuando Kajsa Ekholm Friedman sugirió por primera vez, a principios de la década de 1970, que ese era el caso, encontró en la reacción de los antropólogos y de los sociólogos todos los matices que van de la indiferencia al desprecio (Ekholm Friedman, 1975, 1976). Sólo unos pocos historiadores y arqueólogos se interesaron en cooperar en el estudio de las relaciones históricas globales. Los estudios globales y, sobre todo, los estudios acerca de la globaliza­ ción, se han convertido hoy en algo así como un tren al que todos quieren subirse. Mucho de lo que contiene este libro procede del período que va desde 1974 hasta el presente. Hoy, cuando el mundo parece hallarse en un estado de de­ sorden y de crisis, para muchos lo global se ha convertido en una segunda naturaleza. Pero este no es un libro acerca de la globalización. Es un libro acerca de procesos sistémicos globales. No aborda la difusión de ideas, recetas, pautas de la vestimenta, esto es, de objetos culturales. Aborda la es­ tructura de las condiciones en que tales cosas acontecen. En cierto sentido, se ocupa de la manera como los objetos se mueven, pero, más esencialmente, de la manera como se identifican, se asimilan, se marginan o se rechazan los obje­ tos y las personas en movimiento. En él se procura demos­ trar la profundidad histórica de la actual fascinación por la Este capítulo es una versión profundamente revisada y reducida de «To- wards a global anthropology», escrito en colaboración con Kajsa Ekholm Friedman y aparecido por primera vez en L. Blussé, H. Wesseling y G. D. Winius, eds. (1980), History and Underdevelopment, Leiden: Center for the History of European Expansión. En una segunda versión, publicada en 1987 en Critique of Anthropology, 5 (1), págs. 97-119, se agregó una nueva introducción. propia globalización, la profundidad histórica de las relacio­ nes globales y su capacidad formativa. Cuando sugerimos que Occidente se encaminaba hacia una crisis generada por la descentralización de la acumulación en el mundo, los más consideraron que ese pronóstico era enteramente improba­ ble, una mera fantasía. A fines de la década de 1980, a mu­ chas de esas mismas personas les resultó bastante claro que en efecto había una crisis en Occidente, aunque algunos aún se rehusaban a aceptar que tuviese algo que ver con los procesos sistémicos globales. Hoy, con la desintegación del bloque oriental y la violenta fragmentación en curso en el antiguo imperio soviético, junto con la continua crisis de Oc­ cidente, la comprensión sistéroica global del mundo contem­ poráneo puede haberse convertido en algo necesario. Pero en medio de esa crisis, gran parte de la actual literatura erudita sobre la globalización ha eludido obstinadamente las cuestiones sociales para concentrarse, en cambio, en los productos a menudo espectaculares de los procesos mismos de globalización. El desarrollo de una perspectiva global en la antropolo­ gía es un fenómeno de una especie muy distinta de sus equi­ valentes en economía, historia o historia económica. En estas últimas disciplinas, el campo de investigación es neu­ tral con respecto a la definición de la propia disciplina. Pue­ de centrarse en desarrollos locales o ampliarse hasta abar­ car todo el mundo o porciones de él lo bastante grandes para que las relaciones sistémicas suprasocietales sean clara­ mente discemibles. La aparición periódica de una corriente intelectual orientada hacia las relaciones globales —desde los mercantilistas hasta los teóricos de la dependencia, des­ de los grandes esquemas civilizatorios de Ibn Jaldún hasta los de Spengler y Tbynbee— es evidencia clara de que se dis­ pone, en las circunstancias históricas debidas, de la pers­ pectiva más amplia. En esas disciplinas, el localismo, la concentración corriente en el estado nación o, por abstrac­ ción, en la «sociedad», como lugar de análisis y de explica­ ción, es reflejo, en gran medida, del surgimiento de los ciclos nacionales de reproducción económica en el siglo XIX. Las políticas de la nacionalidad, de la formación de políticas eco­ nómicas nacionales y de las economías nacionales son, en gran parte, elaboraciones suscitadas por la aparición de esos ciclos y el intento de controlarlos. Estos son un aspecto

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