IBN WARRAQ POR QUÉ NO SOY MUSULMÁN Traducción de Susana Rodríguez-Vida Ediciones del bronce Título original: Whylam not a muslim © Prometheus Books Publishers, 1995 © por la traducción, Susana Rodríguez-Vida, 2003 Primera edición en esta colección: septiembre de 2003 Ediciones del Bronce, 2003 Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) Depósito legal: B. 31.182-2003 ISBN 84-8453-146-5 Composición: Tallers Gráfics Alemany, S. L. Impresión: Hurope, S. L. Encuademación: Encuademaciones Roma, S. L. Printed in Spain - Impreso en España © Editorial Planeta, S. A., 2003 Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España) Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. índice Prólogo a esta edición 13 Advertencia 29 Introducción 33 1. El asunto Rushdie 37 2. Mahoma y su mensaje 83 3. El Corán 109 4. La naturaleza totalitaria del islamismo 153 5. ¿Es compatible el islamismo con la democracia y los derechos humanos? 165 6. Imperialismo árabe, colonialismo islámico 203 7. La conquista árabe y la posición de los no musulmanes 227 8. Las mujeres y el islamismo 265 9. Juicio final sobre Mahoma ' 319 Agradecimientos 329 Glosario 331 Abreviaturas de enciclopedias y publicaciones 333 Notas .. 335 Bibliografía . 349 A mi madre, mi esposa, mi hermana y mis hijas, que lograron salir adelante pese al fascismo religioso Las principales víctimas del islamismo son los propios musulmanes. Mis viajes por Oriente me han llevado a observar en muchas ocasiones que el fanatismo proviene de un reducido número de hombres peligrosos que imponen a los otros la práctica religiosa por obra del terror. El mejor servicio que pode- mos prestar a los musulmanes es liberarlos de su religión. E. RENÁN Prólogo a esta edición La causa primordial del terrorismo islámico reside en la política exterior de Bin Laden. La causa primordial del fundamentalismo islámico reside en el propio islamismo. La pobreza no es la causa primordial del fundamentalismo islámico.1 Las investigaciones de sociólogos como el egipcio Saad Eddin Ibrahim y del economista Galal A. Amin, así como las observaciones de periodistas como el palestino Kahild M. Amayreh y del líder político argelino Sad Saadi, llegan a la misma conclusión: que el moderno islamismo lo consti- tuyen hombres jóvenes de clase media o alta, profundamente motivados, con buenas posibilidades de ascenso social e instruidos, a menudo diplo- mados en ciencias o ingeniería. Los propios islamistas rara vez hablan de la pobreza. Como declaró el ayatollah Jomeini: «No hemos hecho una revolución para bajar el precio del melón.» Los islamistas necesitan dinero para comprar armas, no para adquirir casas más grandes. La riqueza es un medio, no un fin. Tampoco es la existencia de Israel la causa del terrorismo islámico. Bien lo dijo Benjamín Netanyahu: «Los soldados del islamismo militante no odian a Occidente por culpa de Israel: odian a Israel por culpa de Occi- dente.»2 Cristopher Hitchens escribía en The Nation en septiembre de 2001: «¿Puede alguien creer que una retirada israelí de Gaza habría evita- do la matanza de Manhattan? Habría que padecer de cretinismo moral 1 Sobre la pobreza y el islamismo militante véase el artículo de Daniel Pipes «God and Mammón: Does Poverty Cause Militant Islam» [Dios y Mamón: la pobreza como causa del islamismo militante], en National Interest, invierno de 2002. 2 B. Netanyahu, «Today, We are all Americans» [Hoy somos todos norteamerica nos] en New York Pose, 21 de septiembre de 2001. 14 Por qué no soy musulmán para hacer tal afirmación. Los dirigentes de la nueva jihad han dejado per- fectamente en claro que su lucha es con el judaismo y el laicismo por una cuestión de principios, no con el sionismo (o no sólo con él).» Wagdi Ghuniem, un sacerdote egipcio y militante islámico, lo con- firma cuando declara: «Supongamos que los judíos dijeran: "[Musulma- nes], podéis quedaros con Palestina." ¿Nos parecería bien? ¿Lo aceptaría- mos? ¡No! Es un problema de creencias, no de territorios.»3 Tampoco reside la causa en la política exterior estadounidense, ya que la política sostenida con los árabes y musulmanes ha sido básicamente de acuerdos, no de antagonismo. Durante la guerra fría, Estados Unidos apoyó siempre a los árabes contra los comunistas. Las recientes actua- ciones militares de Estados Unidos apoyó siempre a los árabes contra los comunistas. Las recientes actúa en Oriente Medio han sido principal- mente a favor de los musulmanes, no contra ellos. Protegieron a Arabia Saudí y Kuwayt de Iraq, a Afganistán de los soviéticos, a Bosnia y Kosovo de Yugoslavia, y a Somalia del dictador militar Muhammad Farah Aidid. ¿Y qué tiene que ver la política exterior estadounidense con el asesi- nato de ciento cincuenta mil argelinos a manos de fanáticos islamistas? Sí, desde 1992 los islamistas han asesinado brutalmente a ciento cincuenta mil argelinos, es decir, quince mil personas por año en los últimos diez años. Esto equivale a cinco destrucciones como la de las Torres Gemelas por año, o a una cada dos meses y medio a lo largo de diez años. Cuando escribí este libro hace diez años, las principales víctimas del fundamenta- lismo islámico eran musulmanes, hombres, mujeres, niños, escritores, intelectuales y periodistas musulmanes. La causa principal del fundamentalismo islámico es el propio islamis- mo. ¿Qué tiene que ver la política exterior estadounidense con la lapida- ción a muerte de una mujer por adulterio en Nigeria? Sólo tiene que ver con el islamismo y la ley islámica. La teoría y la práctica de la jihad—la política exterior de Bin Laden— no se tramaron en el Pentágono: derivan directamente del Corán y la hadith, la tradición islámica. Pero a los libera- les y los humanistas occidentales'les cuesta aceptar esto. El problema con 3 Steve Emerson, «International Terrorism and Immigration Policy» [Terrorismo inter- nacional y política de inmigración], testimonio presentado el 25 de enero de 2000 ante la Cámara de EE. UU. del Comité Judicial de Diputados sobre Inmigración y Reclamos. Ibn Warraq 15 los liberales y humanistas occidentales es que son amables, patológica y mortalmente amables. Creen que todo el mundo piensa como ellos, que todo el mundo —incluidos los fundamentalistas islámicos— desea las mismas cosas, tiene los mismos objetivos en la vida. Para los humanistas, los terroristas no son más que ángeles desilusionados, frustrados por el Gran Anarquista que es Estados Unidos. Los humanistas son tan amables que incluso invitan a terroristas a hablar en sus ciclos de conferencias. Y no estoy exagerando: hablo literalmente. En el congreso humanista cele- brado en México en 1996, el primero en que me invitaban a participar, había varios oradores que representaban al grupo iraní de los mujahaddin, un grupo al que este último año han incluido en la lista del presidente Bush de grupos terroristas. En febrero de 2003 se ofrecieron voluntariamente para ser guardaespaldas de Saddam Hussein. En el con- greso humanista celebrado en Holanda en julio de 2002, uno de los prin- cipales oradores, quien ya contaba en su haber con un premio humanista, fue Abdullah an Naim, un personaje carismático con gran poder de con- vicción que no podrá disimular por mucho tiempo su verdadera filosofía: sharía, sharía y más sharia. Los liberales occidentales suelen buscar explicaciones externas —es decir, externas a los individuos y sus creencias— para toda conducta que no alcanzan a comprender. La conducta de Hitler no puede achacarse al Tratado de Versalles o a la situación económica de los años veinte o treinta: no hay más justificación para ella que la maldad. Asimismo, los fundamentalistas islámicos son utopistas visionarios que quieren reem- plazar las democracias liberales de estilo occidental por una teocracia islámica, un sistema fascista de pensamiento que pretende controlar todas las conductas de los individuos. Como dijo Joseph Conrad: «Los visionarios consiguen que el mal perdure en la tierra. Sus utopías hacen que la gran masa de mentes mediocres encuentre desagradable la reali- dad y sienta desprecio por el pensamiento laico que busca el desarrollo humano.»4 Es increíble la cantidad de gente que ha escrito sobre los hechos del 11 de septiembre sin la más mínima mención del islamismo. Para entender 4 J. Conrad, Under Western Eyes, [Bajo la mirada de Occidente], Harmondworth, Penguin Books, 1957, p. 85. 16 Por qué no soy musulmán las motivaciones de los islamistas y entender el 11 de septiembre debemos considerar seriamente lo que ellos mismos dicen. Las cuatro grandes influencias que colaboraron en el surgimiento moderno del islamismo militante han sido el egipcio Hasan al Banna, el fundador de los Herma- nos Musulmanes, Sayyid Qutb, el indopaquistaní Maududi y el ayatollah Jomeini. Los cuatro repiten el mismo mensaje, basado en escritores clási- cos como Ibn Taymiyyah y, en última instancia, en el Corán y la hadith: Dios ha impuesto a todos los musulmanes el deber de combatir a los no musulmanes —en el sentido literal— hasta que la ley humana acabe reemplazada por la ley de Dios, la sharía, y el islamismo haya conquistado el mundo entero. He aquí las palabras del propio Maududi: En realidad el islamismo es una ideología y un plan revolucionarios que tie- nen por fin alterar el orden social del mundo entero y establecer uno nuevo que obedezca a los principios e ideales propios. «Musulmán» es el nombre de este Partido Revolucionario Internacional organizado por el islamismo para llevar a cabo su programa revolucionario. Y la jihad es la lucha revolucionaria y el principal empeño del Partido Islámico para conseguir este objetivo.5 El islamismo quiere destruir todos los Estados y todos los gobiernos de la faz de la Tierra que se opongan a la ideología y el programa del islamismo, sea cual sea el país o nación que gobiernen. El propósito del islamismo es fundar un Estado basado en su ideología y su programa, sea cual sea la nación que asuma el papel de transmitir las normas islámicas y sea cual sea el gobierno que resulte destruido durante el establecimiento de un Estado ideológica- mente islámico. Y he aquí las palabras de Jomeini: El islamismo obliga a todos los adultos varones, con la única excepción de los discapacitados, a prepararse para la conquista de [otros] países a fin de que el mandato islámico se obedezca en todos los países del mundo. 5 Sayeed Abdul A'la Maududi, Jihad in Islam [La jihad en el Islam], Lahore, Pakistán, 20017, P- 8- 6 Ibíd.,p. 9. Ibn Warraq 17 Quienes estudien la guerra santa islámica comprenderán por qué el isla- mismo quiere conquistar el mundo entero. [...] Quienes no saben nada del islamismo creen que el islamismo es contrario a la guerra. Éstos [que afir- man tal cosa] son estúpidos. El islamismo dice: Matad a todos los no creyen- tes tal como ellos os matarían a todos vosotros. ¿Acaso significa esto que los musulmanes deben cruzarse de brazos hasta que los devoren [los no creyen- tes]? El islamismo dice: Matadlos [a los no musulmanes], pasadlos a cuchillo y dispersad [sus ejércitos]. ¿Significa esto que hemos de cruzarnos de brazos hasta que [los no musulmanes] nos derroten? El islamismo dice: Matad por Alá a todos los que puedan querer mataros. ¿Significa esto que debemos ren- dirnos al enemigo? El islamismo dice: Todo lo bueno que existe es gracias a la espada y por la amenaza de la espada. ¡Sólo con la espada se puede conse- guir la obediencia de la gente! La espada es la llave del Paraíso, que sólo los guerreros santos pueden abrir. Hay otros cientos de salmos [coránicos] y hadith [dichos del profeta] que instan a los musulmanes a estimar la guerra y a combatir. ¿Significa esto que el islamismo es una religión que impide que los hombres libren una guerra? Escupo sobre todos los imbéciles que procla- man tal cosa.7 Cuando le preguntaron a un superviviente del Holocausto qué había aprendido de la experiencia vivida en Alemania en los años cuarenta, res- pondió: «Que si alguien nos dice que quiere matarnos, tenemos que creerle.»8 Por desgracia, aun después de los hechos del n de septiembre, los humanistas todavía tienen que aprender esta lección. A juicio de Howard Jacobson, los humanistas están inmersos en el hedor del odio que sienten por sí mismos, o más bien ahogados por éste. Para decirlo con sus propias palabras: Es absolutamente indignante que se dé como causa la culpa y se esperen nue- vas atrocidades —«¿Qué otra cosa pueden hacer los descontentos sino matar?», etc.—, como si el descontento fuera un detonante automático, como 7 Citado por Amir Taheri, Holy Tenor, Londres, 1987, pp. 226-227. 8 Citado por Eliot A. Cohén, «World War IV. Let's Cali This Conflict What It Is» [La cuarta guerra mundial. Llamemos a este conflicto por su nombre], en Opinión Journal (www.opinionjournal.com) del 20 de noviembre de 2001.
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