H.P.Blavatsky y los Maestros de Sabiduría Annie Besant Digitalizado por Biblioteca Upasika www.upasika.tk Extraído de la revista “Sophia” (1908) Incluye el artículo “Los Maestros y la Sociedad Teosófica”, de Annie Besant. Nota preliminar de Biblioteca Upasika “El Hodgson Report fue contra Blavatsky, pero el caso fue reexaminado por la Society for Psychical Research en 1968 y de nuevo en 1986 y se declaró ´no probado´”. (Sellon, Emily y Weber, Renée en “Teosofía y Sociedad Teosófica”, incluido en “Espiritualidad en los movimientos esotéricos modernos, Paidós 2000, compilado por Faivre, Antoine y Needleman, Jacob). Véase además el Journal of the Society for Psychical Research” 53, Nro.803, apr.1986. Phileas Fogg, 2003 I Han transcurrido dieciséis años y medio desde que Helena Petrowna Blavatsky abandonó este mundo mortal. Síguese, sin embargo, atacando su sinceridad y reputación, y hay gentes sencillas y cándidas que se apartan de la Sociedad Teosófica diciendo: «¡Oh! yo no puedo pertenecer á ella; fue fundada por Mad. Blavatsky , convicta de fraude por la Psichical Research Society. » Los artículos que la defendieron se agotaron y han quedado en el olvido. El Dr. Hodgson, el autor de la Memoria de la S.P.R., ha llegado a tener fe en fenómenos mucho más extraordinarios que los negados en la presunción de su juventud, y se halla él mismo en ridículo, víctima de su error. La gran circulación de las inestimables obras de Mad. Blavatsky, la difusión de las ideas que se consagró á estudiar y á enseñar, el crecimientode la Sociedad Teosófica, que ella fundó según las órdenes de su Maestro y con ayuda de su colega el Coronel H.S. Olcott, y la creciente literatura publicada por sus discípulos, constituyen su verdadera defensa y la justificación de la obra de su vida. Pero no es justo que la continua crucifixión del Instructor se vea con complacencia mientras el mundo se aproveche de sus instrucciones, y que se estigmatice de fraude y de impostura á quien aportó á nuestra época verdades en vías de difusión universal. Es justo, pues, que su defensa se lleve hasta donde se ha llevado la calumnia; por esto, yo que la venero como mi primer Instructor; que guardo en mi corazón una viva é incesante gratitud por ella, porque me condujo á mi Maestro, al que sirvo desde ha dieciocho años con un reconocimiento creciente siempre, quiero recordar aquí los hechos del pasado con algunos comentarios que me parecen necesarios. Helena Petrowna fué hija del Coronel Pedro Hahn y nieta del Teniente general Alejo Hahn von Rottenstein-Hahn; su madre fué Helena Fadeeff, hija del Consejero privado Andrés Fadeeff y de la Princesa Dolgoruki. La siguiente carta, traducida del francés, y que tengo ante mis ojos, dirigida por el Teniente mayor general R. Fadeeff al caballero A. P. Sinnett por medio del Príncipe Dondukoff-Horsanoff, Gobernador general del Cáucaso, testifica su identidad: «Certifico por la presente que Mad. Blavacki (1), residente en la actualidad en Simla (India inglesa), es hija por parte de padre del Coronel Pedro, y nieta del Teniente general Alejo Hahn de Rottenstein-Hahn, familia noble del Mecklemburgo, establecida en Rusia; y por parte de madre, hija de Helena Fadeeff, y nieta del Consejero privado Andrés Fadeeff y de la Princesa Dolguki (2), y que es viuda del Consejero de Estado Nicéforo Blavacki, ex-Vicegobernador de la provincia de Erivan (Cáucaso ). Firmado: El Mayor general, ROSTISLAO FADEEFF El Secretario adjunto del Ministro del Interior, CONDE IGNATIEFF, agregado del Estado Mayor del Ministerio de la Guerra. San Petersburgo.-Pequeña Morskala, 23. 18/80 Septiembre 1881. . A este documento va unida una carta anunciando que un certificado formal del Gobierno se enviará dentro de poco. Helena Petrowna nació en 1831, y su tía, Mad. N. A. Fadeeff, en una carta fechada en Odessa 8/20 de Mayo de 1877, testifica las maravillas que la rodearon desde la infancia. Madame Fadeeff manifiesta que por su parte se había intesesado profundamente por los fenómenos psicológicos y que aprovechó todas las ocasiones para observarlos. Añade: «Los fenómenos medianímicos producidos por los poderes de mi sobrina Helena son verdaderamente curiosos, sorprendentes y verdaderamente maravillosos; pero no son excepcionales ni únicos. Yo he oído hablar con Frecuencia y leído en los libros de espiritualismo sagrado y profano sorprendentes noticias de fenómenos semejantes á los que usted me dice; pero se trata, por lo general, de incidentes aislados ó que proceden de diversos orígenes, pero no de una fuerza reconcentrada en un solo individuo -todo un grupo de manifestaciones extraordinarias procedentes de una fuente única, como en el caso de Mad. Blavatsky-; he aquí lo que es extremadamente raro y quizás sin ejemplo. Sabía yo desde hacía tiempo que ella poseía poderes medianímicos mucho más desarrollados de lo que he conocido; pero cuando estaba aquí, esos poderes eran de un grado muy inferior al que han alcanzado ahora. Mi sobrina Helena es un ser completamente aparte, que no puede compararse con ninguno. Como niña, como joven y como mujer ha sido siempre muy superior al ambiente para que se la apreciase en su justo valor. Recibió la educación de una hija de buena familia; fue bien enseñada, pero no del todo instruida, lo que no viene á ser lo mismo. La rara riqueza de su naturaleza intelectual, la delicadeza y vivacidad de su pensamiento, su maravillosa facilidad para comprender, adquirir y asimilarse las materias más difíciles, que en otra persona hubieran exigido laboriosos años de estudio, y lo eminentemente desarrollado de su inteligencia, junto con un carácter leal, recto, franco y enérgico, he ahí lo que la dio una superioridad intelectual tan rara, 1o que la elevó tan alto sobre el nivel ordinario de la necia mayoría de las sociedades humanas, no pudiendo evitar atraerse la atención general y, por lo tanto, la envidia y la animosidad de todos aquellos cuya vulgar inferioridad se sentía herida por el esplendor de los talentos y facultades de esta maravillosa mujer. »Me preguntáis qué idiomas estudió. Desde su infancia, además del ruso, su idioma natal, el francés y el inglés únicamente. Luego, tras sus viajes por Europa, adquirió un ligero conocimiento del italiano. La última vez que la vi, cuatro años más tarde, es todo lo que sabía como idiomas; estoy segura de ello, y así podéis afirmarlo. En cuanto á su erudición insondable, en la época de que hablo, cuatro años después, como he dicho, no había sombra de ella ni la menor promesa. Era culta y bien educada como una mujer de mundo, esto es, de un modo superficial. En cuanto á los estudios serios y abstractos, misterios religiosos de la antigüedad, teurgia de Alejandría, filosofías y filologías antiguas, ciencia de los jeroglíficos, hebreo, sánscrito, griego, latín, etc., no los entreveía, puedo jurarlo, ni en sueños. No tenía ni la menor idea del A B C de tales cosas.» Continuemos: Helena Petrowna se casó a los diez y siete años con un anciano, separándose repentinamente de su esposo al descubrir lo que era el matrimonio, y empezó á recorrer el mundo en busca de la Ciencia. En Agosto de 1851 la vemos en Londres; y allí, cerca de la Serpentina, en un hermoso rayo de luna según cuenta en su diario, «encontré al Maestro de mis sueños». Éste le dijo que ella había sido escogida para trabajar en una Sociedad, y poco tiempo después, con permiso de su padre, comenzó á prepararse en vista de su futura misión. Pasó por siete y luego diez años de pruebas de experiencia y duro trabajo. Mad. Fadeeff vuelve á ayudarnos de nuevo. El 26 de Junio de 1884, escribía: «He escrito á Mr. Sinnett hace dos ó tres años contestando á una carta suya, y creo haberle referido lo que ocurrió á propósito de una carta que recibí de una manera fenomenal, cuando mi sobrina estaba en otro extremo del mundo, ó para decirlo de una vez, cuando nadie sabía dónde se hallaba, por lo que estábamos inquietos. Nuestras pesquisas no habían dado resultado, estábamos ya dispuestos á creerla muerta cuando -creo que esto era en 1870 ó poco después- recibí del ser que llamáis creo que Kut-Humi una carta que llegó á mis manos de la manera más incomprensible y misteriosa, en mi casa, por medio de un mensajero de figura asiática que desapareció ante mis ojos. Esta carta, en que me decía no me inquietase y me aseguraba que ella estaba bien, la tengo en mi poder, pero en Odessa. A mi regreso os la enviaré, y seré dichosísima si puedo serviros. Permitidme decir que me es imposible creer que haya gentes bastante estúpidas para pensar que mi sobrina ó usted han inventado los hombres que llamáis Mahatmas. Ignoro si usted los conoce personalmente hace tiempo; pero mi sobrina me ha hablado de ellos, y muy explícitamente, hace años. Ella me escribió que había visto muchos y que había renovado sus relaciones con los mismos antes de publicar su lsis . ¿Por qué había de inventar semejantes personajes? ¿Con qué objeto? ¿Qué bien podrían hacerle si no existían? Vuestros enemigos no son malvados ni groseros, á mi entender, sino sencillamente idiotas si os acusan de tal cosa. Yo, que espero ser ferviente cristiana hasta la muerte, creo en la existencia de esos hombres, sin creer, no obstante, en todos los milagros que se les atribuye. ¿Por qué los demás no han de creer en ellos? Puedo, además, certificar la existencia de uno de ellos, por lo menos. ¿Quién hubiera podido escribirme para tranquilizarme en el preciso momento en que tenía necesidad de ello sino uno de esos adeptos de que se habla? Es cierto que no conozco la escritura, pero la manera como me fue remitido el mensaje fue tan fenomenal, que nadie sino un adepto de la ciencia oculta pudiera hacerlo. Me prometió el regreso de mi sobrina y esa promesa se realizó. De todos modos os la enviaré dentro de quince días y la recibiréis en Londres.» La carta fue enviada efectivamente diez días después con una nota de Mad. Fadeeff. Estaba escrita en papel de arroz, de China, montada sobre ese papel cristalino hecho á mano que se encuentra en Cachemira y el Pendjab, dentro de un sobre del mismo papel. Su dirección era: A la honorable y honorabilísima señora Nadejka Andrievna Fadeeff. Odessa. En un ángulo lleva la mención siguiente, escrita con lápiz, en ruso, de mano de Mad. Fadeeff: Recibido en Odessa el 7 de Noviembre, á propósito de Lelinka (nombre familiar de H.P.B.), probablemente del Tibet, 11 Noviembre 1870. Nadejka F. La nota dice: “Los nobles parientes de Mad. Blavatsky no tienen por qué lamentarse. Su hija y sobrina no ha abandonado el mundo. Vive y desea hacer saber á los que ama que está bien y se encuentra muy dichosa en el lejano y desconocido retiro que ha escogido. . . Tranquilícense los señores de su familia. Antes de diez y ocho lunas nuevas regresará.” La carta y el sobre son de escritura conocida ahora como del mahatma K. H. (3). Los siguientes datos se han tomado de una hoja de papel encontrada en Adyar, con una escritura que no conozco y sin firma. Los doy por lo que puedan valer: «En 1848, inmediatamente después de su matrimonio, dejó el Cáucaso y fue a Egipto, viajando con la Condesa Kiseleff. Visitó Atenas, Smirna y el Asia Menor, é hizo una primer tentativa para entrar en el Tibet, pero sin éxito. En 1853, en la época de la visita de la embajada nepalesa á Londres (en 1851 más bien, según su diario) estaba en Londres y encontró allí á su Maestro. De allí fue a América del Sur, y por las islas del Pacífico, se dirigió a la India, intentando por segunda vez penetrar en el Tíbet, también sin lograrlo. Regresó a Inglaterra por la vía China-Japón-América hacia 1853. Hizo entonces un viaje á los Estados Unidos y á la América Central, regresando á Inglaterra en 1855 ó 1856. De allí volvió á la India, por Egipto, y precisamente antes de la revuelta de los cipayos, hizo su tercera é inútil tentativa de penetrar en el Tíbet. Desapareció luego y reapareció más tarde en Rusia, á fines de 1858 ó comienzos de 1859. Estuvo en Tiflis de 1861 á 1863; pasó á Egipto, y de allí á Persia, y atravesando el Asia Central, penetró en el Tíbet hacia 1864. En 1866 hizo una corta visita á Italia; regresó á la India entrando en el Norte, hacia los montes Kumlum, el lago Palté y el Tíbet. Regresó á Odessa por la vía Egipto y Grecia en 1872. En 1872, según el Theosophist Mad. Blavatsky naufragó, y aguardando una remesa de dinero de Rusia, recibió ayuda y abrigo en casa de gentes que debían luego hacerle mucho daño: los Coulomb, que tenían entonces un hotel en El Cairo, en Egipto. Mad. Coulomb, que parecía haber sido médium, se interesó por Mad. Blavatsky. Sus relaciones fueron muy breves, porque en seguida salió para Rusia, Francia y América, conociendo en este último país al Coronel Olcott, con quien fundó el 10 de Noviembre de 1875, para obedecer las órdenes que había recibido, la Sociedad Teosófica. La historia de esta época se puede leer en Old Diary Leaves (4), del Coronel Olcott, donde se da cuenta de los poderes y fenómenos maravillosos de que estaba rodeada. De América, los dos fundadores fueron á la India y fijaron por algún tiempo su cuartel general en Bombay. Allí, Mad. Blavatsky recibió una carta de Mad. Coulomb, fechada el 10 de Junio de 1879, refiriéndola los reveses que había sufrido, pidiendo le prestase 200 rupias (5). A fines de la primavera de 1880 ella y su marido llegaron á Bombay en la mayor miseria. Mad. Blavatsky se apiadó de ellos, les socorrió y les estableció luego en el cuartel general de Adyar, empleando a Mr. Coulomb como bibliotecario y hombre para todo – pues la biblioteca estaba sin hacer-, y a su esposa como ama de llaves. II La obra de Mad. Blavatsky y del Coronel Olcott en la India es bien conocida. Las mismas maravillas que en América la rodearon en la India, y su maravillosa intuición de las verdades que forman la base de todas las religiones y su intenso amor por aquel país «la patria de mi Maestro» atrajeron en torno de ella á las clases cultas del país. Aquí también el libro Old Diary Leaves puede leerse por los que deseen convencerse de la fuerza extraordinaria y de la extensión de sus poderes ocultos. Sus brillantes artículos en el Theosophist testifican su ciencia y las frecuentes apariciones de los Maestros, sus comunicaciones con ellos y con los que la rodeaban, fueron bien notorias. Mr. Sinnett, en su Mundo Oculto, ha referido sus propias experiencias y las del círculo que tenía. Quizás el mayor de todos esos fenómenos fue, sin duda, el cambio operado en ese anglo-indio escéptico, el editor del Pioneer, que por su contacto con el Maestro K.H. por medio de Mad. Blavatsky, llegó á ser su fidelísimo y leal discípulo, á cuyo constante servicio estuvo a través de todas las vicisitudes (6). Si la evidencia humana ha podido alguna vez establecer un hecho, el de la aparición de los Maestros y el de la comunicación de ellos, recibida durante esos años, está fuera de duda. Escojamos algunos al azar. Mr. S. Ramasvamier, funcionario público, en 1ro de Diciembre de 1881 dio a Mad. Blavatsky una carta bajo sobre, paseando luego con ella el Coronel Olcott y Damodar. Al regresar á casa, vieron todos, apoyado en el balcón, un hombre en quien el Coronel y Damodar reconocieron al Maestro de Mad. Blavastky. Este alzó la mano y dejó caer una carta. Era la respuesta, escrita en caracteres tibetanos, á la misiva de Mr. Ramasvamier, quien certifica con fecha de 28 de Diciembre de 1881 que no perdió de vista ni un instante á Mad. Blavatsky, desde el momento en que le remitió su carta hasta aquel en que vio a aquel personaje dejar caer su contestación (7). Los señores Scott, -el Sr. Scott era un funcionario civil de la India que ascendió inmediatamente á Comisario judicial del Ude-el Coronel Olcott, Mad. Blavatsky, Mr. M. Murad, Alí Beg, Mr. Damodar K., Mr. Mavalankar y el pandit bhavani Shankar, estaban juntamente sentados cerca del balcón, desde donde veían la biblioteca, en parte obscura, y más allá una habitación claramente iluminada. Mr. Scott vió un hombre en quien reconoció, según su retrato, al Maestro M. que andaba en el cuarto. Se dirigió hacia una mesa y encontró en seguida una carta de letra conocida (8). Con fecha 30 de Septiembre de 1881, escribe el Coronel Olcott: «Este mismo hermano me visitó una vez en Bombay , en carne y hueso, viniendo de día y á caballo. Me llamó por un criado en la antesala del bengalow de H. P. B. (que estaba entonces en otro bungalow, donde hablaba con las personas presentes. Vino á reprenderme duramente por una cosa que había hecho respecto de la S.T., y como Mad. Blavatsky era también reprensible, la telegrafió que viniese, es decir, se volvió hacia la dirección en que ella estaba y extendió la mano. H. P. B. acudió inmediatamente, y al verle cayó de rodillas, pagándole un tributo de reverencia. Su voz y la mía fueron oídas por las demás personas que estaban en el otro bungalow, pero H. P. B. , y y el criado, fuimos los únicos que le vieron. Otra vez estando dos ó tres personas sentadas en la veranda de mi bengalow, en Girgaum, vieron llegar á un caballero hindo, jinete en un caballo, descender en el vestíbulo de H.P.B. y entrar en su despacho. Me llamaron y fuí a custodiar el caballo hasta que el visitante salió, montó y se puso en marcha. Aquel hombre era también un hermano en carne y hueso» (9). En aquel tiempo los esposos Coulomb vivían en el Cuartel general de Bombay. Mad. Coulomb, como espiritista, no era escéptica en cuanto á la realidad de los fenómenos, pero cristiana fanática y supersticiosa., creíalos, por su conexión con los paganos, obra del diablo. Mr. Martandrao E. Nagnath, que trató desde 1879 á 1889 en Bombay á los fundadores, recuerda los casos en que vió á «los hermanos, generalmente invisibles, de la primera sección de la Sociedad Teosófica». (Es de advertir que en los comienzos los Maestros pertenecían á la primera de las tres secciones en que estaba dividida la Sociedad.) En 1881 habló en compañía de tres hermanos teósofos con Mad. Blavatsky, y Mad. Coulomb también estaba presente cuando distinguieron al Maestro K. H. á unos ocho ó diez metros de distancia. Llevaba una especie de toga ó de capa flotante, tenía la barba y el cabello ondulados; se formó gradualmente, por decir lo así, delante de un arbusto ó de un grupo de árboles, á unos veinte ó treinta metros de nosotros, irguiéndose por fin en toda su altura. Mad. Blavatsky hizo ante nosotros esta pregunta á Mad. Coulomb: «¿Es un diablo este buen hermano?». Porque Mad. Coulomb tenía la costumbre de decir y de creer que se asustaba cuando veía á los hermanos. Y respondió: “No, este es un hombre. Dejó ver su forma completa durante dos ó tres minutos y desapareció poco á poco hundiéndose en el zarzal.” Esta declaración, q ue se halla en la noticia de otros di versos fenómenos, está fechada en Bombay el 14 de Febrero de 1882 (10). Está confirmada también por el pandit Bhavani Shankar (11). Luego que el Cuartel general de la Sociedad fué trasladado a Adyar, cerca de Madrás, el 30 de Diciembre de 1882, las apariciones de los Maestros se efectuaron con más frecuencia. Era una costumbre familiar para los trabajadores el reunirse por la noche en la terraza, donde de cuando en cuando un Maestro que se hacía visible, hablaba con ellos y les instruía. Sobre este particular Mr. C. W. Leadbeater, que trabajaba para la sociedad en Adyar y en otros lugares de la India y de Ceylán, de 1884 á 1888 escribe lo siguiente: «Tengo la satisfacción de asegurar que en muchas ocasiones he visto aparecer á los Maestros en forma materializada en el Cuartel general de Adyar. En semejantes condiciones he visto al Maestro M. K. H., al Maestro D. K., y á otro miembro también de la Confraternidad y á uno ó dos discípulos que actuaban como mensajeros. Esas apariciones se efectuaban á veces en la terraza del edificio principal, á veces en mi propio cuarto, cerca de la ribera, y muchísimas veces en el jardín. Las materializaciones duraban frecuentemente unos veinte minutos y en dos ocasiones duraron hasta cerca de media hora.» Esas apariciones de los Maestros, sin embargo, no estaban reservadas exclusivamente á los cuarteles generales de Bombay y de Madrás. Mr. T. Brown dice lo que sigue en su obra My Experiences in India: «Lahore es especialmente interesante, porque en él hemos visto, en su propio cuerpo físico, al Mahatma Kut-Humi en persona. En el mediodía del 19 de Noviembre vi al Maestro con toda claridad y le reconocí, y en la mañana del día 20 entró en mi tienda y me dijo: «Ahora que me tiene usted ante sí, corporalmente, mire y asegúrese de que soy yo.» Me dejó una carta con instrucciones y un pañuelo de seda que poseo todavía. La carta está escrita como es costumbre, con lápiz azul, y es de la misma mano que las comunicaciones recibidas en Madrás. Una docena de personas han reconocido esta escritura, como la del Mahatma Kut-Humi. En su carta me indicaba que le había visto primeramente en mis sueños, luego en forma astral, después corporalmente á distancia y que, en fin, le veía ahora en su propio cuerpo físico, cerca de mí para que pudiese asegurar á todos mis compatriotas mi conocimiento personal con él y asegurar la existencia de los Mahatmas como la mía. La carta es de un carácter privado, y no puedo citar sino esos pasajes. La noche del 21 el Coronel Olcott, Damodar y yo nos hallábamos sentados fuera del schamiana, cuando recibimos la visita de. . . (el chela principal del Maestro, ahora un iniciado) que nos dijo que el Maestro iba á venir. El Maestro vino, en efecto, en seguida, dió algunas instrucciones á Damodar y se marchó (12). Sobre esta visita á Lahore, en Noviembre de 1883, Damodar mismo da muchos detalles. Dice á propósito del Mahatma Kut-Humi: «Allí recibí yo su visita corporal durante tres noches seguidas y cerca de tres horas cada una, guardando perfecta conciencia de ello. Fuí también una vez delante de él fuera de la casa. El que yo vi en persona en Lahore era el mismo que vi en forma astral en el Cuartel general de la Sociedad Teosófica, y el mismo también que vi en las visiones y éxtasis, en su casa, á millares de millas de distancia, y á quien pude alcanzar en Ego astral, gracias, naturalmente, á su ayuda y protección directa. En esas circunstancias, con mis poderes psíquicos poco desarrollados aún, le vi siempre bajo una forma bastante vaga; sin embargo, sus rasgos se distinguieron perrectamente, y su recuerdo lo tenía profundamente grabado en la retina y en la memoria de mi alma. Ahora actualmente, en Lahore, en Jammu, la impresión ha sido completamente distinta. En los casos anteriores, cuando le hacía el pranan (saludo), mis manos pasaban al través de su forma, mientras que luego tropezaba con su cuerpo y sus vestidos. Aquí he visto ante mí un hombre vivo, con los mismos rasgos, aunque de un aspecto genera] , y de una actitud más imponente que el que había frecuentemente contemplado en los retratos que poseen Mad. Blavatsky y Mr. Sinnett. No quiero insistir aquí sobre el hecho de que haya sido visto corporalmente, así como por el Coronel Olcott y Mr. Brown, separadamente, porque pueden hacerlo cada uno por sí, si lo juzgan conveniente. En Jammu también, donde fuimos al dejar Lahore, Mr. Brown le vió á la tercer noche de nuestra llegada, recibiendo de él una carta con su escritura tan conocida. No hablo de las visitas que me ha hecho casi todos los días, y casi todo el mundo en Jammu sabe lo que ocurrió á 18, mañana siguiente. De hecho yo tuve la buena suerte de que me llamaran, que se me permitiera visitar un ashrama sagrado, donde estuve algunos días en la santa compañía de muchísimos mahatmas del Himavat y de sus discípulos. Encontré allí, no solamente al que es mi amadísimo gurudeva y al Maestro del Coronel Olcott, sino á muchísimos miembros de la fraternidad, incluso uno de los más elevados. Deploro que el carácter extremadamente personal de mi visita á esas regiones, me impida hablar de ello. Me bastará con decir que el lugar que se me permitió visitar está en el Himalaya, y no es un paraíso fantástico; que vi á mi Maestro en su propio sthula sharira (cuerpo físico), y que le encontré idéntico á la forma en que le viera en los comienzos de mi chelado. Vi á mi queridísimo gurú, no sólo como un hombre vivo, sino actualmente joven en comparación con otros sadhus de la santa compañía, y más amable, no desdeñando la conversación ni el mostrarse contento. Así al segundo día de mi llegada, después de comer, pude hablar durante una hora con mi Maestro. Como me preguntara por qué le miraba con un aire tan perplejo, le pregunté á mi vez: “¿Cómo es, Maestro, que á algunos de los miembros de nuestra Sociedad se les ha metido en la cabeza que érais un hombre de edad y que os hayan visto por clarividencia como un viejo de sesenta años?” Sonrió agradablemente y me dijo que ese error se debía á los relatos de un cierto brahmachari, discípulo de un svami vedantino de las provincias del Noroeste, que el año anterior había encontrado en el Tíbet al jefe de una secta, un lama bastante viejo, viajando en aquel tiempo en compañía de mi Maestro. El brahmachari en cuestión refirió en la India ese encuentro, dando lugar á que muchas gentes confundiesen al lama con él mismo. En cuanto á ser percibido por clarividencia bajo la forma de un hombre de edad, eso era perfectamente imposible, añadió: «La verdadera clarividencia jamás puede inducir á una persona á un error semejante; me respondió luego dulcemente por conceder importancia á la edad de un gurú, añadiendo que las apariencias son con frecuencia engañadoras, etcétera, y explicó luego otros puntos”. (13). El pandit Bhavani Shankar cuenta que mientras viajaba por el Norte, en la primavera de 1884, el Mahatma M. fué visto por Mr. Nivaran Chandra Mukerfi y por él mismo en su cuerpo astral en la reunión de una rama, y añade: «Yo he visto a este Mahatma, es decir, al Maestro de Mad. Blavatsky muchas veces, en su doble, en el curso de mis viajes por el Norte. No ha sido únicamente al Maestro de Mad. Blavatsky al que he visto en su doble, sino también á mi venerado gurudeva K.H. He visto también á mi Maestro, en su cuerpo físico, y le he reconocido”. (14) Mr. Mohini M. Chatterji escribía el 30 de Septiembre de 1884: «Para un brahman, como para mí, no repugna el hablar de la relación confidencial y sagrada que hay entre un maestro espiritual y su discípulo. Sin embargo, en esta circunstancia, el deber me obliga decir que he tenido personalmente conocimiento de la existencia del Mahatma que ha correspondido con mister Sinnett, y que es conocido en el mundo occidental bajo el nombre de Kut-Humi. He conocido al Mahatma en cuestión, antes de conocer á Mad. Blavatsky, y le he encontrado personalmente, cuando pasaba por la provincia de Madrás, de camino para China» (15). Mr. S. Ramasvamier, yendo para el Tíbet en busca de su gurú, encontró en el camino de Sikkim «un jinete solitario -dice- que galopaba hacia mí en sentido contrario. Aproximándose él retuvo sus riendas. Le miré y le reconocí instantáneamente. Estaba en presencia de ese mismo Mahatma, mi venerado gurú, que viera antes en su cuerpo astral, en el balcón del Cuartel general de la SocieGad Teosófica. Era el mismo que en la memorable noche del 1ro de Diciembre había dejado caer una carta en respuesta á la que le dí bajo sobre una hora antes á Mad. Blavatsky, á quien no perdí de vista un solo instante en el intervalo... Estaba, en fin, frente á frente del Mahatma del Himavat; no era un mito, ni una creación de la fantasía. No era noche; serían las nueve o las diez de la mañana. Mi dicha me dejó mudo» (16). Mr. Casava Pillai, también, cerca de Sikkim, «vió los Mahatmas en sus cuerpos físicos, y los encontró idénticos á los que viera en sus sueños y visiones, ó en forma astral como ha sido dicho antes (en Bombay)” (17). He aquí, pues, un buen número de testigos independientes, que afirman haber encontrado esos mismos maestros en carne. Dejando á un lado sus manifestaciones directas, voy, entre las numerosas comunicaciones recibidas de ellos de una manera suprafísica, á escoger algunas á título de ejemplos. El 2 de Febrero de 1882, en Bombay, el honorable J. Smith, miembro del Consejo legislativo de Nueva Gales del Sur, profesor de la Universidad de Sidney, entró en su cuarto en compañía de Madame Blavatsky; entró primeramente solo y seguro de que todo estaba como de costumbre; se sentaron y al poco tiempo «tomó ella mis manos entre las suyas. Al cabo de unos momentos cayó una carta á mis pies, me parece que apareció primeramente poco más arriba de mi cabeza. Al abrir el sobre encontré una hoja de papel escrito con el membrete del Gobierno de las provincias del Noroeste y de Uda, y las palabras siguientes escritas con lápiz rojo, con la misma escritura exactamente que las cartas del día anterior: No pudiendo escribiros fuera de vuestras cartas, puedo hacerlo directamente. Trabajad por nosotros en Australia, y no nos mostraremos ingratos, probaremos nuestra existencia actual y nos lo agradeceréis. El examen imparcial de las circunstancias excluye, á mi parecer, toda teoría de fraude. J. SMITH». El Profesor Smith, en una carta dirigida. luego desde Niza á Mad. Blavastky, con fecha del 31 de Enero de 1883, da cuenta de una comunicación recibida por él: «Creeréis que mi carta á M. ha sido inútil, pero permitidme ahora exponeros los hechos. Recordaréis que terminabais vuestra carta con una posdata, diciéndome no me enojase contra el Hermano. Pero he encontrado esa posdata seguida de algunas palabras con tinta roja, de escritura de M., diciendo que nuestro consejo era gentilísimo é indulgente. Fuera de nuestra carta había un sobre raramente cerrado y con goma, con mi dirección en rojo. Cuando lo abrí encontré mi propia nota á M., absolutamente intacta. Mi mujer, que le había cosido, y otras señoras á quienes le había mostrado, me dijeron que la costura no se había descosido. Hube de creer que la recibí tal como la había mandado, pero al abrirla, cuál no sería mi sorpresa y la de los demás al sacar un pedazo de papel chino con un curioso dibujo arriba, y en el margen, y alrededor, con escritura roja, la signatura ó mejor el criptograma de M. La frase comenzaba así: Vuestras señoras, á lo que veo, son escépticas, y mejores costureras que nuestras muchachitas hindas y tibetanas, etc. Para mi mujer y para mí la prueba es tan satisfactoria como lisonjera y sorprendente. ¿Cómo ese papel chino ha podido penetrar en mi nota? Por ninguno de los medios comunes á los mortales ordinarios, desde luego. Yo no pretendí esperar nada tan concluyente cuando incluí en mi carta la nota para M ., y le estoy reconocidísimo. Esto me anima para unir en la presente otra nota para él, esperando recibir una respuesta; no hago una prueba y pido solamente indicaciones. Sin embargo, si él juzga á este propósito, darme de buen grado una prueba adicional de sus poderes milagrosos (así merece llamarse este hecho, según nuestras ideas corrientes de la materia) me proporcionará un gran placer. Estoy cada vez más disgustado de no haber permanecido con usted una semana más, para tener ocasión de ver á M., y quizás de conocerle personalmente. Hablando de la desaparición de mi nota para M. , dice usted: «Á todas mis preguntas no he recibido sino una respuesta, ocupáos de vuestros asuntos, etc. » ¿De qué manera se habían hecho estas preguntas? ¿Por simples impresiones mentales, ó en conversaciones reales con el doble ó la proyección de M.? ¿Sabéis por qué M. ha tomado la carta que os he dirigido con la nota para él (suponiendo que la haya cogido)? ,porque de hecho vuestra respuesta y su propia comunicación para mí se han retardado muchísimo... Mi mujer me ruega os envíe sus respetos. Espera veros de un día á, otro. Confiais, me decís, en que ella tendrá para entonces más fe que ahora, pero creo haberos dicho que añade fe á los hechos bajo el nombre de espiritismo, y ahora está completamente satisfecha de esa prueba enviada por M. , estando segura que por ningún medio conocido ese pedazo de papel chino podía incluirse en la nota que ella había cosido. » Tengo entre mis manos muchas cartas enviadas por los maestros durante esos años. Unas trazadas sobre la carta que pide una respuesta, y otras, independientes. Han llegado de diferente manera por el correo, por la aparición súbita sobre una mesa, en un cajón, por el aire, etc. El 10 de Febrero de 1882 se vió caer una carta perpendicularmente sobre el suelo, á diez pasos de la silla de Mad. Blavatsky, y á siete pasos del grupo que la vió caer. Otra cayó en un vagón del ferrocarril, ocupado por Mad. Blavatsky, el matrimonio Oakley y Mr. Leadbeater, reprendiéndola por lo que hacía en ese momento. Los ejemplos son innumerables. Esta distribución fenomenal de las cartas no estaba confinada á la inmediata vecindad de Mad. Blavatsky. El Dr. Hartmann cuenta que teniendo en una ocasión necesidad de un par de pinzas, «me acordé de pronto que las tenía en un cajón de mi mesa de trabajo, y descendí á mi cuarto para buscarlas. Abrí el cajón y hallé en él las pinzas y otros objetos, pero ni el menor rastro de carta, pues yo había cogido mis papeles anteriormente para colocar los luego. Cogí las pinzas y me disponía á cerrar el cajón cuando... vi dentro del cajón un gran sobre dirigido á mí, con la escritura tan conocida del Maestro, sellada con el sello de sus iniciales en caracteres tibetanos. Al abrirla encontré una larga epístola, muy amable, tratando precisamente de los asuntos que acababa de tratar con Mad. Blavatsky (18), dándome además una respuesta detallada y satisfactoria al problema que tanto había embargado mi ánimo, con una explicación satisfactoria sobre ciertos asuntos que
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