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Horrorismo: nombrando la violencia contemporánea PDF

192 Pages·2009·1.598 MB·Spanish
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HORRORISMO Horrorismo00.pmd 3 13/05/2009, 11:34 ARGUMENTOS DE LA POLÍTICA Serie coordinada por Francisco Colom, José María Hernández, Fernando Quesada y Jesús Rodríguez Zepeda PENSAMIENTO CRÍTICO / PENSAMIENTO UTÓPICO 182 Horrorismo00.pmd 4 13/05/2009, 11:34 Adriana Cavarero HORRORISMO Nombrando la violencia contemporánea Traducción de Saleta de Salvador Agra UNIVERSIDAD AUTONOMA METROPOLITANA Casa abierta al tiempo UNIDAD IZTAPALAPADivisión de Ciencias Sociales y Humanidades Horrorismo00.pmd 5 13/05/2009, 11:34 Horroris:m oNombrando Ia vcioonlteenmcpioar:inAedar/i anCaa vare;r o traducci6Sna eldt ead eS alvadAogrr a.-Rubf (Barcelona) : Anthropos Editorial ; Mexico : Universidad Aut6noma Metropolitana-Iztapalapa. Div. Ciencias Socialye Hsu manidad2e0s0,9 203p .;2 0e m.-(PensamieCnrtiot iIcP oe nsamienUtto6 pic1o8;2 .S erie Argumentdoes IPao litical Tfto.r ig".O:r rorisomwoe,r od ellvai olenszual l'ine-rmien"d.ices ISBN9 78-84-7658-913-7 I.V iolencAisap-ectsoosc ial2e.sV iolen-cEitaicaI .S alvadAogrr a, Saledtea,t r.I IU.n iversiAduatd6 nomMae tropoli-tIazntaapal(aMpeax ico) IIIT.i tulIoV C olecci6n Tituloor iginal itOarlriorainsom:oo v,v ero dveilollae nszual l'inerme Primeread icio2n0:09 © Giangiacomo FeltrineMlillia nEo2d0,i0 t7o re © del at raducciSoanl etdaeS alvador A2gr0a0,9 © Anthropos Edi2t0o0r9i al, EditaA:n thropEodsi toriRaulb.i( Barcelona) www .anthropos-editorial.com En coedicicoonnl aD ivisidoen CiencSioacsi alye Hsu manidades. UniversiAduatdo nomMae tropolitatnaap-aIlzapMae,x ico ISBN:97 8-84-7658-913-7 Deposilteog aBl.:2 2.678-2009 Disefiroe,a lizacy icoono rdinacAinotnh:r opEodsi torial (NarifiSo.,L .R)u,b i. T9e3l 6.9:7 229I6F ax9:3 5872661 lrnpresionN:o vagrafikV.i vald5.iM ,o ntcadia Reixac lrnpresoe nE span-aP rinteidnS pain Todolso sd erechroess ervadEosst.ap ublicacnio6p nu edes err eprdou ei dan,i e nt odon i epna rte, nir egistreand,oa t ransmitpiodrua,n sistemdaer ecuperacdie6i nnf ormacieOnnn ,i ngunfao rma ni pnoirn glimne dios,e am ec<inicfoo,t oqufmiecloe,c tr6nmiacgon,e ticeol,e ctro6pptoircf oo,t o­ copia,c uoa lquioetrr os,i nel p ermispor evia epsocrr idteo lead itorial. AGRADECIMIENTOS El tema de este libro, y la hipótesis teórica que lo sostiene, nace de algunos textos, presentados por mí en ocasión de confe- rencias y lecciones públicas, durante las cuales he tenido modo de recoger honestas críticas y preciadas sugerencias. Agradezco por su generosidad intelectual y por haberme dado esta posibili- dad de confrontación a: Christine Battersby, que ha organizado la conferencia «The State He’s In» en la Universidad de Warwick en abril de 2004; Barbara Spackman, Albert Ascoli y Judith Bu- tler que, en otoño de 2004, me han invitado a dar las lecciones previstas por la «Chair of Italian Culture» en la Universidad de Berkeley; y, no por último, a Lino Pertile que me ha concedido la misma oportunidad, en Harvard, con el otorgamiento de la «De Bosis Visiting Lectureship» en la primavera de 2006. Sin sus áni- mos y su respaldo, y sin la discusión que ha brotado de estos encuentros, no habría llegado a la redacción del libro. 7 Horrorismo00.pmd 7 13/05/2009, 11:34 PRÓLOGO PARA LA EDICIÓN ESPAÑOLA En la estación de Atocha, en Madrid, una torre de vidrio se erige en memoria de las 191 víctimas del atentado del 11 de marzo de 2004. Sus nombres están proyectados en las paredes internas a la entrada del cilindro transparente, junto a algunos de los muchos mensajes que aparecieron en el lugar del desastre. El monumento fue construido de manera que, reuniéndose en la sala oscura de abajo, los visitantes alzan los ojos hacia su «Vacío Azul». Azul, porque el cielo que imaginamos como la nueva mo- rada de los desaparecidos tiene, tradicionalmente, este color. Vacío, porque su desaparición produce una oquedad que no pue- de colmar la ausencia en los corazones de quienes singularmen- te faltan. Y se necesita, justamente, insistir sobre esta singulari- dad que los nombres escritos custodian en las paredes internas de la torre y que la masacre ha ofendido intencionalmente gol- peando, por casualidad, a cualquiera que pasase en aquel mo- mento y matándolo como ejemplar sin rostro de una multitud anónima. También en el otro sitio que recuerda a los muertos de Madrid, el «Bosque de los Ausentes», cada árbol —en tanto que parecido a otros como para poder formar un bosque de aspecto casi monótono— viene a significar la unicidad de la persona des- aparecida. Quien ya no está deja un espacio para siempre vacío que no puede ser llenado por otros ni por sustitución ni por su- plencia. El árbol que está en su lugar, aunque evocando la caren- cia singular, no ocupa su puesto. Hay un aspecto por el que, después del evento, el vacío es también un vacío de sentido respecto al alcance de las categorías tradicionales de la política que aquí, como en casos análogos, 9 Horrorismo00.pmd 9 13/05/2009, 11:34 son rápidamente invocadas para catalogarlo. En Madrid, como en otras partes, por razones que sería largo ilustrar en detalle, «terrorismo» fue la categoría escogida. Entre los casos análogos destaca, obviamente, el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. «Somos todos neoyorquinos», se dice, en ese momento, para compartir el luto y repartir la conmoción, pero también por el trágico desconcierto de una masacre insensata y desmedida, que parecía cerrar definitivamente el siglo XX e inaugurar, en nom- bre de un horror desorbitante, el nuevo siglo. Sobre las paredes de vidrio de la torre de Atocha, una frase, aparentemente banal, desvela con inevitable brevedad justo el núcleo desmedido y ho- rrendo de esta forma específica de crimen. «Todos íbamos en ese tren», así reza. Escrita probablemente por un jornalero que viajaba cada día en «aquel tren», la frase alude, en primera ins- tancia, a todos los pasajeros habituales que por casualidad han escapado a la carnicería. Pero también alude, en segunda y más significativa instancia, a la casualidad que define el estatuto ejem- plar de la víctima en el escenario de la violencia contemporánea. La degradación de criaturas humanas singulares en seres casua- les —casualmente golpea y por ello puede sustituir a cualquier otro o bien a todos— es, en realidad, a estas alturas una caracte- rística decisiva de la forma actual de la destrucción humana. La frase de Atocha acierta: todos íbamos y todos vamos en «aquel tren» porque, en cuanto golpeados por casualidad por una vio- lencia que preventivamente nos despersonaliza, somos todos víc- timas ejemplares. Inermes, compartimos un estatus de indife- renciación que nos convierte, a cualquiera de nosotros, en un blanco perfecto. Por algún tiempo he vivido en Nueva York y he tenido oca- sión de ir muchas veces a Londres y a Madrid. Entonces, desde el punto de vista biográfico, habría podido estar en los ascenso- res de las Twin Towers, transitar en «aquel metro» y viajar en «aquel tren». Aunque para mí es fácil identificarme con las vícti- mas, el punto de vista biográfico no es el aspecto fundamental de la cuestión que afronto en Horrorismo o, mejor, lo es en la medida en que la unicidad de cada ser humano, aunque pertene- ciendo a los datos de la experiencia más que al orden verbal, es narrable como una historia de vida y, por lo tanto, como una biografía. Los nombres en la torre de Atocha y en el «Bosque de los Ausentes» son, en efecto, como abreviaciones —signos, seña- 10 Horrorismo00.pmd 10 13/05/2009, 11:34 les, siglas— de la historia de vida, irremediablemente singular, de cada uno de los desaparecidos. Narrarlas una a una es una tarea que trasciende la función de los monumentos, con mayor razón si la conmemoración concierne a una masacre que, po- niéndolas en común en el final imprevisto de su existencia sin- gular, ha truncado la vida de muchos. El monumento se limita de esta manera a la serie de nombres, confiados a la durabilidad de la escritura o bien recitados en las ceremonias donde la voz que los pronuncia es también una invocación. Aquellos a quie- nes los desaparecidos singularmente les faltan —los guardianes de un vacío que es la ausencia de un rostro determinado, de un preciso timbre vocal, de un gesto, de una andadura— pueden sin embargo narrar la historia y, de hecho, cada vez que se les pre- senta la ocasión, la cuentan. Se trata de la ocasión para una na- rración que es, en el fondo, un acto espontáneo de resistencia a la lógica perversa del exterminio, o bien un ejercicio de sentido respecto a la insensatez de una violencia que escoge la casuali- dad de la víctima como su criterio de eficacia. Dado que lo hu- mano se da en la pluralidad de los seres únicos, la biografía, en cuanto revela esta unicidad y la expresa en palabras, contrasta con la marca deshumanizante de la masacre. Si bien todos viajá- bamos en aquel tren, ninguna de las víctimas era, es o será un ser humano cualquiera. El inerme, que la violencia contemporá- nea elige como su blanco y acumula en el anonimato de su ma- tanza, testimonia una condición humana que, en tanto que ul- trajada o criminalmente ofendida, se da siempre en la figura de la singularidad y así permanece en nuestra memoria. Más que salvar a los desaparecidos del olvido, la conmemoración restitu- ye la dignidad ontológica de una existencia que, desde el mo- mento del nacimiento hasta el de la muerte, hace de cada uno un alguien. Toda muerte es una desaparición y toda muerte violenta es un crimen, pero sólo la muerte violenta provocada casualmente y unilateralmente tiene la radicalidad del ultraje. Tal y como pre- tendo argumentar en este libro —catalogando los «vacíos» de sentido que el léxico político no consigue colmar con la maqui- naria tradicional de sus conceptos— hay crímenes que traspa- san la condición humana misma. Auschwitz es el ejemplo más conocido y, a la vez, la forma más extrema. Pero toda la historia de los genocidios y de las masacres de gente inerme, así como 11 Horrorismo00.pmd 11 13/05/2009, 11:34 los diversos teatros de la tortura y del suplicio —no importa si designados, por los expertos, bajo la etiqueta de «guerra» o de «terrorismo»—, vuelven a entrar en la categoría. Por decirlo con Hannah Arendt, poniéndolos en común por el uso de un terror «que ha perdido su objetivo», pertenecen a la escena congelante del horror. De aquí el título, que puede parecer un poco arriesga- do, del libro: Horrorismo. Acuñado en evidente polémica con el término «terrorismo», el nuevo vocablo busca cruzar dos cues- tiones. Por un lado, funciona como una refutación del vocabula- rio político que todavía se esfuerza en adaptar la violencia actual a los viejos conceptos de «terrorismo» y «guerra». Por otro lado, se propone como una jugada teórica que reclama la atención sobre las víctimas sacándosela a los guerreros. Aunque es un tema importante, la distinción entre combatientes legítimos y combatientes ilegítimos, interna totalmente a la perspectiva del guerrero y a la justificación de sus actos destructivos, no dice todavía nada sobre el vacío dejado por los cuerpos de los iner- mes explotados en el resplandor imprevisto de un día cualquie- ra. En una época en la que los soldados muertos son una mino- ría desatendida respecto al porcentaje de las víctimas civiles, todo discurso que todavía apele a la consabida lógica política-militar —perversa o pervertida cuanto se quiera— de los medios y de los fines resulta, trágicamente, impropio. No es cuestión de inven- tar una nueva lengua, sino de reconocer que es la vulnerabilidad del inerme en cuanto específico paradigma epocal la que debe venir a primer plano en las escenas actuales de la masacre. Más que ser un fenómeno en el que cuentan los asesinos para poten- ciar los efectos intimidadores de su crimen, identificarse con las víctimas es sobre todo un disponer de su palabra para cubrir el silencio sin olvidar el alarido. Podía, justamente, haber estado en aquel tren. Y para mí es «natural» identificarme con los muertos de Atocha y escuchar el eco de su alarido. En comparación con los millones de víctimas que, en Bagdad o Kabul, como en Gaza o en Jerusalén —o en otras zonas de habitual y normalizada masacre—, padecen el mismo ultraje, mi identificación es menos espontánea. El acto de identificarse está notoriamente condicionado por factores culturales si no identitarios. Nacida en Europa después de la guerra, fui empujada a creer que la condición humana tiene ras- gos familiares de la pequeña porción que he aprendido a llamar 12 Horrorismo00.pmd 12 13/05/2009, 11:34

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