Con Homo Ludens, el gran historiador holandés, incitado por las fecundas ideas orteguianas acerca del sentido deportivo de la vida, se propuso mostrar la insuficiencia de las imágenes convencionales del «homo sapiens» y el «homo faber» al respecto. Huizinga afirma que no sólo constituye el juego una función humana tan esencial como la reflexión y el trabajo, sino que, además, la génesis y el desarrollo de la cultura poseen un carácter lúdico. El estudio del juego como fenómeno cultural (y no como una función biológica) es precisamente el tema de este libro, concebido más desde los supuestos del pensar científico-cultural que a partir de las interpretaciones psicológicas y los conceptos y explicaciones etnológicas. Tras la publicación de Homo Ludens, no puede encontrarse ninguna obra en la que se pretenda un estudio del juego, desde cualquier perspectiva, que no se vea obligada a referirse a este magistral trabajo de Huizinga. Johan Huizinga Homo ludens ePub r1.0 German25 1.02.16 Título original: Homo ludens Johan Huizinga, 1954 Traducción: Eugenio Imaz Editor digital: German25 ePub base r1.2 Introducción a modo de prólogo Cuando se vio claro que la designación de homo sapiens no convenía tanto a nuestra especie como se había creído en un principio porque, a fin de cuentas, no somos tan razonables como gustaba de creer el siglo XVIII en su ingenuo optimismo, se le adjuntó la de homo faber. Pero este nombre es todavía menos adecuado, porque podría aplicarse también a muchos animales el calificativo de faber. Ahora bien, lo que ocurre con el fabricar sucede con el jugar: muchos animales juegan. Sin embargo, me parece que el nombre de homo ludens, el hombre que juega, expresa una función tan esencial como la de fabricar, y merece, por lo tanto, ocupar su lugar junto al de homo faber. Cuando examinamos hasta el fondo, en la medida de lo posible, el contenido de nuestras acciones, puede ocurrírsenos la idea de que todo el hacer del hombre no es más que un jugar. Quien se dé por satisfecho con esta conclusión metafísica hará mejor en abandonar el libro. La vieja ilusión no es, sin embargo, objeción bastante que nos obligue a renunciar a la idea que considera al juego como un factor en todo lo que se da en el mundo. Hace tiempo que ha ido cuajando en mí la convicción de que la cultura humana brota del juego -como juego- y en él se desarrolla. Podrán encontrarse huellas de esta concepción en todos mis escritos a partir de 1903. En el año 1933 fue objeto de esta idea mi discurso rectoral de Leyden Over de grenzen van spel en ernst in der cultuur (Haarlem, Tjeenk Willink Zoon 1933). Cuando reelaboré este ensayo para unas conferencias en Zurich y en Viena (1934) y, más tarde, para otra en Londres (1937), le puse como título Das Spielelement der Kultur y The Play Element of Culture. En ambas ocasiones se me quiso cambiar las expresiones correspondientes por in der Kultur e in Culture, y las dos veces suprimí la preposición y restablecí el genitivo. Porque no se trata, para mí, del lugar que al juego corresponda entre las demás manifestaciones de la cultura, sino en qué grado la cultura misma ofrece un carácter de juego. No me interesaba entonces, como no me interesa tampoco ahora, en este estudio más elaborado, articular el concepto juego, si se me permite la expresión, en el concepto cultural. En la presente obra el juego es concebido como fenómeno cultural y no, o por lo menos no en primer lugar, como función biológica. En ella se emplean los recursos del pensar científico- cultural. Se encontrará que, en la medida de lo posible, apenas hago uso de la interpretación psicológica del juego, sin escatimarle por ello importancia, y que tampoco aplico conceptos y
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