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Historia Social Y Antropologia PDF

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Historia Social * y Antropología E. P. Thompson HISTORIA SOCIAL Y ANTROPOLOGÍA E. P. Thompson Director Hira de Gortari Rabiela Editor Hugo Vargas Comsille Secretario de redacción Carlos Illades Comité editorial José Alvarez Junco (España), Antonio Annino (Italia), Linda Arnold, Silvia M. Arrom, Jaime E. Rodríguez O. (Estados Unidos), María del Refugio González, Clara E. Lida, Andrés Lira, Guillermo de la Peña (México), Juan Carlos Grosso+ (Argentina), Ruggiero Romano (Francia) Portada: Ana Rodríguez Primera reimpresión, 1997 Primera edición, 1994 © Derechos reservados conforme a la ley, 1994 Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora Plaza Valentín Gómez Faifas 12, San Juan Mixcoac, México, 03730, D.F. ISBN 968-6914-15-3 Impreso en México Printed in México INDICE Introducción 7 I. Rough music, la cencerrada inglesa 18 II. Folclor, antropología e historia social 55 INTRODUCCION Si la historia social en los últimos treinta años ha estado asociada a un nombre, éste es el de Edward Palmer Thomp­ son (1924-1993). Sus aportaciones al estudio de la cultura popular de los siglos XVlIIy XIX, al conocimiento y la forma­ ción de la clase trabajadora y a los orígenes del movimiento obrero inglés dan razón de su prestigio como historiador. Su lucha por la paz y en favor del desarme nuclear mostra­ ron su compromiso con las mejores causas de la década de los ochenta, convirtiéndolo en una de las figuras públicas de mayor importancia dentro del movimiento pacifista europeo: “Nunca he conocido, en el transcurso de mi vida, ningún movimiento que haya crecido de forma tan espon­ tánea, desorganizada y poco metódica; como historiador social, he estudiado pocos movimientos con una esponta­ neidad comparable”, escribió hace poco más de diez años.1 ' Thompson, Opción, 1983, p. 15. Crítico mordaz y polemista incansable, E. P. Thompson nunca rehusó confrontar sus tesis con las de sus colegas historiadores y con pensadores de distinto signo. Al darles a éstas en ocasiones una forma teórica, las hizo más explí­ citas y, por tanto, facilitó deliberadamente un diálogo con ellas. En las siguientes páginas, se pasa revista a algunos de sus planteamientos acerca del objeto de estudio de la disciplina historiográfica, a las características específicas de su discurso demostrativo y a su vínculo con otras cien­ cias sociales, en particular con la antropología. I Edward Palmer Thompson nació el 3 de febrero de 1924. Su padre, Edward John, era británico y su madre, Theodosia Jessup, de origen estadounidense.2 Realizó sus estudios ele- 2 Raye, “E. P. Thompson”, 1993. mentales en Kiñgswood, en una escuela metodista de carác- 7 ter público. Posteriormente ingresó a la Universidad de Cambridge para aprender literatura, aunque ya era clara su inclinación por la historia. Desde su juventud ingresó al Partido Comunista. En una entrevista concedida en 1976 a Michael Merrill, narró su incorporación a éste: Mi padre (ambos, mi madre y mi padre, pero sobre todo mi padre) fue un liberal duro. Fue un crítico tenaz del imperialismo inglés, amigo de Nehru y de otros dirigen­ tes nacionales. Por eso yo me crié esperando que los gobiernos fueran mendaces e imperialistas y creyendo que la propia posición debería ser hostil al gobierno. Pero entrar en el Partido Comunista fue realmente motivo de conflicto familiar para mi hermano mayor. El abrió el camino y cuando yo hice lo mismo hubo menos 3 Thompson, Tradición, 1979, p. conflictos.8 302. La segunda guerra mundial truncó sus estudios supe­ riores; tuvo que realizar el servicio militar comandando una unidad militar en Italia. Durante la guerra, Frank, su her­ 4 Thompson, Opáón, 1983, p. 204. mano mayor, perdió la vida en Bulgaria.4 Al concluir el conflicto bélico regresó a Cambridge, donde conoció a 5 Kaye, British, 1984, p. 169. Dorothy, su futura esposa, y concluyó sus estudios en 1946.5 Junto con otros jóvenes, se alistó como voluntario para 6 Kaye “E. P. Thompson”, 1993, p. construir un ferrocarril en Yugoslavia.6 Durante el periodo 19. 1948-65 fue profesor extramuros en la Universidad de Leeds, impartiendo cursos de extensión cultural, a la vez que dio clases en la Workers Educational Association. Fue­ ron tiempos de estrechez y el apoyo económico de su esposa, a la sazón profesora de la Universidad de Birming- ham, fue decisivo. Por esos años E. P. Thompson elaboró dos de sus obras fundamentales; William Morris, romantic to revolutionary (1955) y The making of the English workingclass 7 Thompson, Formación, 1977, vol. (1963).7 i, p. II. Después de la invasión soviética a Hungría en 1956, Thompson rompió, junto con otros historiadores, con el Partido Comunista y se volvió feroz crítico de la política exterior soviética, posición que puede apreciarse en sus escritos pacifistas. En su punzante estudio sobre el marxis­ mo de Althusser, el historiador británico describió su acti­ tud hacia los acontecimientos de 1956: A cada derrota uno debe alzarse, sacudirse el polvo de las rodillas y marchar jubilosamente con la cabeza er­ guida. Pero, ¿qué hacer si la derrota es completa y abyecta y pone en cuestión la racionalidad y la buena fe del proyecto socialista mismo? ¿Y qué hacer si los protagonistas, dentro del movimiento socialista, final­ mente se separan en torno a este punto, y su antago- 8 nismo total se hace explícito? ¿Puede uno entonces seguir avanzando con la cabeza aún más erguida, igual que antes? No lo creo. Pero prometo no mencionar de nuevo el tema. Mis deudas con “1956” han sido ahora saldadas del todo. Con la conciencia más tranquila, puedo ahora volver a mi trabajo propio y a mi jardín. Contemplaré cómo crecen las rosas.8 8 Thompson, Miseria, 1981, p. 295. Justo en sujardín encontró la muerte Thompson colaboró en las revistas The New Reasoner y el 23 de agosto de 1993, a la edad de 69 años, Kaye, “E. P. Thompson”, Universities and Left Review, fundadas en 1957. La fusión de 1993, p. 19. ambas dio como resultado la New Left Review, que comenzó a publicarse en 1960 bajo la dirección de Stuart Hall. Durante 1962-63 se suscitaron algunos conflictos entre Thompson y otros miembros del consejo editorial de la revista, entre los que ocupaba un lugar destacado Perry Anderson, y Thompson decidió abandonarla.9 Uno de los 9 El debate entre E. P. Thompson objetivos fundamentales de ésta era difundir el pensamien­ y Perry Anderson sobre el desarro­ llo histórico británico, lo explica to marxista en la Gran Bretaña. The Socialist Register, New con claridad Ernesto Laclau en el Society, Past and Present, Indian Historical Review, Annales y prólogo a La cultura represiva de An­ muchas otras publicaciones periódicas difundieron sus es­ derson, pp. 5-21. Las diferencias po­ critos. líticas y teóricas de ambos autores las apunta el propio Anderson a lo En la década de los sesenta, Thompson dio impulso y largo de su texto dedicado a Thomp­ trabajó en el Centro de Estudios de Historia Social de la son. Universidad de Warwik, continuó con su actividad política y junto con Raymond Williams, Michael Barrat-Brown y Stuart Hall publicó May Day Manifiesto 1968, escrito de protesta contra la política del gobierno laborista.10 A me­ '“Palmer, Themaking, 1981, p. 95. diados de la década siguiente, abandonó la Universidad de Warwick para dedicarse por entero a la escritura. Publicó en 1975 Whigs and hunters y, en 1978, The poverty of theory and other essays. Por aquellos años, trabajó en varias univer­ sidades de Estados Unidos y Canadá, impartiendo cursos " Kaye, British, 1984, p. 170, y “E. de historia y literatura.11 P. Thompson”, 1993, p. 19. Tras el avance de los conservadores, E. P. Thompson se afilió al Partido Laborista y durante la administración de Margaret Tatcher, que inició el dominio de los gobiernos de signo neoliberal en el mundo anglosajón, caracteriza­ dos, entre otras cosas, por una política militar agresiva, el historiador británico participó activamente en el movi­ miento pacifista europeo, figurando como uno de sus prin­ cipales dirigentes. Su nuevo compromiso lo alejó temporal­ mente de la historiografía pero le permitió desarrollar otra veta muy importante de su reflexión intelectual: el ensayo político. Protest and survive (1981, en colaboración con Dan Smith), Zero option (1982), The heavy dancers (1985), Star Wars: self-destruct incorporated (1985, en colaboración con Ben Thompson), Prospectus for a habitable planet (1987, en colaboración con Dan Smith), entre otros, dan razón de la 9 magnitud de su incursión dentro del género. En 1988 publicó una novela de ciencia ficción de corte satírico (The Sykaos papers), tres años después reunió y revisó varios de sus artículos en Customs in common. Studies in traditional popular culture, y, poco antes de morir, salió a la circulación su libro sobre los poetas románticos ingleses (Witness against the Beast: William Blake and the moral law). II The poverty of theory (Miseria de la teoría), a través de la crítica de algunas de las tesis del filósofo francés Louis Althusser, hace explícita la concepción thompsoniaíia de la historia. El punto de arranque y el hilo conductor del texto, al decir del historiador catalán Josep Fontana, “es una crítica minu­ ciosa y devastadora de Althusser y de algunas formas de ‘estructuralismo marxista’ emparentadas con él, que se hace extensiva al idealismo anticomunista de Popper y al 12 Fontana, Historia, 1982, p. 243. dogmatismo estalinista”.12 Ambos filósofos comparten, se­ gún. Thompson, un menosprecio por la historiografía. Pop- per rechaza la posibilidad de cualquier generalización con base en los hechos históricos y, por su parte, Althusser acusa 13 Popper, Miseria, 1973, p. 158; a la disciplina historiográfica de empirista.13 Althusser y Balibar, Leer, 1969, pp. En las primeras páginas de The poverty of theory, Thomp­ 119-120. son reflexiona sobre tres aspectos fundamentales del traba­ jo del historiador: 1) qué características y qué rango parti­ cular ocupan los datos empíricos en la investigación historiográfica; 2) cuáles son los conceptos adecuados para captar los procesos históricos y 3) cuál es el objeto de 14 Anderson, Teoría, 1985, p. 5. estudio de la historiografía.14 Al tratar estos tres problemas, comienza por explicar cómo el historiador se acerca a los datos primarios. Para él existen seis maneras posibles de interrogarlos. En primer lugar, resulta necesario revisar el modo conforme al cual fueron registrados los hechos his­ tóricos; esclarecer la finalidad con la que fueron codifica­ dos y compararlos con otros testimonios sobre el particular. Otra manera de aprovechar ciertos datos es evaluando la información que se desprende de ellos cuando los datos considerados contienen juicios de valor (opiniones, reac­ ciones ante determinadas medidas o acontecimientos, etc.). Por ejemplo, los censos, series salariales, índices de mortalidad y demás, constituyen fuentes relativamente “neutrales” y se las interroga mediante procedimientos estadísticos, o de otro tipo, para verificar su utilidad o evaluar el grado en que se han “contaminado” de algunos factores ideológicos. Otra manera de abordar los testimo­ nios históricos es considerarlos 10 como eslabones de una serie lineal de acontecimientos, o sucesos contingentes -es decir, la historia “tal como realmente aconteció” (sin que nunca pueda ser, no obstante, plenamente conocida)-, en la construcción de una secuencia narrativa; una reconstrucción de esta clase -por mucho que pueda ser despreciada por filóso­ fos, sociólogos y por un creciente número de historia­ dores contemporáneos que han sido amilanados por los dos grupos anteriores- es un componente esencial de la disciplina histórica, un requisito previo y una premisa de todo conocimiento histórico, la base de toda noción objetiva de causación.15 15 Thompson, Miseria, 1981, p. 53. Otra forma posible de interrogar los datos históricos apuntada por Thompson consiste en situarlos como esla­ bones de una serie lateral de relaciones no sólo sociales, sino también ideológicas, económicas y políticas. Se trata de percibir cómo a través de una fuente se da razón de todo un universo social. Por último, los hechos históricos pue­ den ser interrogados en tanto que datos portadores de estructura: Así, una tenencia [de tierra] existe como “hecho” en forma de fórmula latina inscrita en algún registro de corte señorial; pero lo que la tenencia “significaba” no puede ser entendido independientemente de una ente­ ra estructura de régimen de la propiedad y de un orden legal correspondiente, esto es, dentro de un sistema de tenencia de la tierra; de ahí que este “hecho” -y sin duda una serie de hechos del mismo orden (pues ciertos filósofos de la historia aíslan “hechos” para examinarlos epistemológicamente y los dejan sobre su mesa de semi­ nario para estudiarlos uno por uno, mientras que los historiadores siempre están manejando hechos en ma­ nojos o en series)- lleve consigo algún “índice” que apunta hacia este sistema, o, por lo menos, debería de plantear al interrogador una pregunta indicativa.16 16 h>id., p. 54. Dentro de estas distintas formas de interrogar los datos históricos, particularmente en la última, se manifiesta la manera cómo concibe Thompson el acontecer histórico y el proceso cognoscitivo indispensable para hacerlo com­ prensible. La historia, para él, es un proceso lógico que presenta una serie de regularidades relativas, continuida­ des y rupturas, susceptibles de ser conocidas por el historia­ dor.17 Aunque considera fundamental la forma en que el 17 ibid., p. 78. historiador interroga a los hechos, señala que la lógica del proceso histórico no está dada por la teoría y el bagaje conceptual utilizado por el investigador, sino que el acon­ tecer histórico constituye de suyo un proceso coherente. Al 11 parecer, Thompson estaría de acuerdo en considerar que dentro de la historia opera, aunque sea parcial y problemáti­ camente, el principio de la legalidad. Con la salvedad de que “la historia” no depara laboratorios para la verificación experimental, proporciona la evidencia de causas nece­ sarias pero nunca -a mi juicio- de causas suficientes, las “leyes” (o, en términos más de mi gusto, la lógica o las presiones) del proceso social y económico son siempre interferidas por contingencias de manera tal que invali­ darían toda regla en las ciencias experimentales, y así 18 Ibid., p. 66. sucesivamente.18 Para Thompson el objeto inmediato del conocimiento histórico lo conforman los datos empíricos, y la investiga­ ción historiográfica se estructura a partir de un diálogo entre los datos empíricos y los conceptos teóricos. Dicho diálogo debe quedar sujeto a la verificación fáctica: “Mien­ tras que puede proponerse cualquier teoría sobre el proce­ so histórico, todas las teorías que no estén conformes con 19 Ibid., p. 69. las determinaciones de los datos empíricos son falsas.”19 Remata afirmando que el objeto del conocimiento históri­ co es la historia real, cuyos testimonios empíricos son necesariamente incompletos e imperfectos: “Los procesos acabados de cambio histórico, con sus intrincadas relacio­ nes causales, ocurrieron de verdad, y la historiografía puede falsearlos o entenderlos mal, pero no puede en lo más mínimo modificar el estatuto ontológico del pasado. El objetivo de la disciplina histórica es alcanzar esta verdad 20 Ibid., p. 70. de la historia.”20 Cabe mencionar que para Thompson otor­ gar a la historiografía el estatuto de ciencia resulta poco provechoso, lo cual no la inhibe de producir conocimientos 21 Ibid., p. 68. verdaderos.21 Con la intención de criticar la noción althusseriana de la historia como “proceso sin sujeto”, Thompson hace una revisión del papeljugado por la acción humana dentro del devenir histórico. En este punto rescata la aportación de Vico a la disciplina historiográfica. Para Thompson, el pensador napolitano definió la historia como proceso y vio nítidamente que éste era algo más que la suma de fines e intenciones individuales. La historia no puede ser concebi­ da únicamente como el producto involuntario “de la suma de una infinidad de voliciones individuales, entre sí contra­ dictorias, ya que estas ‘voluntades individuales’ no son átomos desestructurados en colisión, sino que actúan con, sobre y contra cada una de las ‘voluntades’ agrupadas: como familias, comunidades, grupos de interés y, sobre todo, 22 Ibid., p. 145. como clases”.22 12

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