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Historia Del Pensamiento Antropologico PDF

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HISTORIA DEL PENSAMIENTO Edward Evans-Pritchard CATEDRA Edward Evans-Pritchard Historia del pensamiento antropológico Recopilación de André Singer Introducción de Ernest Gellner CATEDRA TEOREMA Título original de ía obra: A History of Anthropoloi'jdil Thoughf Traducción de Isabel Vericat E Faber & Faber Limited Ediciones Cátedra, S. A., 1987 Don Ramón de la Cruz, 67. 28001 Madrid Depósito legal: M. 42.344.—1987 ISBN: 84-376-0724-8 Printed in Spain Artes Gráficas Benzal, S. A. Virtudes, 7- 28010 Madrid índice Prefacio, por André Singer ...................................................................................... 9 Introducción, por Ernest Gellner........................................................................ 15 Capítulo I. Montesquieu (1689-1775)........................................................ 43 Capítulo II. Henry Home, Lord Kames (1696-1 2 ).......................... 53 Capítulo III. Ferguson (1723-1816)................................................................ 58 Capitulo IV. Millar (1735-1801) ...................................................................... 70 Capítulo V. Condorcet (1743-1794)............................................................. 75 Capítulo VI. Comte (1798-1857)...................................................................... 81 Capítulo VII. McLennan (1827-1881)............................................................. 1Ü2 Capítulo VIII. Robertson Smith (1846-1894)............................................... 111 Capítulo IX. Maine (1822-1888) . .'................................................................ 125 Capítulo X. Tylor (1832-1917)......................................................................... 134 Capítulo XI. Pareto (1848-1923)...................................................................... 138 Capítulo XII. Lévv-Bruhl (1857-1939)........................................................... 164 Capítulo XIII. Frazer (1854-1941)...................................................................... 178 Capítulo XIV. Durkheim (1858-1917).............................................................. 200 Capítulo XV. Hertz (1882-1915) ...................................................................... 218 Apéndice - Notas y comentarios............................................................................. 233 Müller (1823-1900) ................................................................................................. 235 Nieboer (1873-1919) .............................................................................: .............. 237 Van Gennep (1973-1957) ................................................................................... 239 Mauss (1872-1950) ................................................................................................. 240 Hocart (1853-1939)................................................................................................. 244 Driberg (1888-1946) .............................................................................................. 24" Steiner (1909-1952)................................................................................................. 249 Malinowski (1884-1942) ...................................................................................... 251 Radcliffe-Brown (1881-1955)............................................................................. 255 White (1900-1975).................................................................................................... 25" Bibliografía........................................................................................................................ 261 Prefacio El catedrático Sir Edward Evans-Pritchard estaba escribiendo Historia del pensamiento antropológico cuando murió en septiembre de 1973. Gran parte de su trabajo estaba basado en una serie de con­ ferencias que había impartido a lo largo de veinte años a los alumnos del Instituto de Antropología Social en Oxford. Estaba revisando es­ tas conferencias y poniéndolas al día para elaborar una colección de ensayos sobre los pensadores cuya influencia había desempeñado el papel principal en la formación de la antropología social inglesa, tai como ésta era cuando él tomó posesión de su cátedra en Oxford en 1952. Los cinco primeros ensayos fueron publicados por primera vez en el Journal of the Anthropological Society of Oxford, política que pensaba continuar con cada ensayo antes de publicarlos todos juntos como re­ copilación. Le angustiaba que este trabajo no le sobreviviera y me pi­ dió que, si él moría, yo diera término a la publicación. Pocos proyectos hay más intimidantes que hacerse cargo de la obra de un gran académico. Al preparar para la edición el resto de los ensayos, tuve que recurrir a textos procedentes de múltiples fuentes, pero todos ellos escritos por el autor. Pese al considerable volumen de sus publicaciones, es sorprendente que tan pocas de ellas estén de­ dicadas a prominentes personalidades de las ciencias sociales. El mantenía opiniones muy concretas y coherentes sobre el desarrollo de la antropología social, algunas de las cuales ya han sido publicadas en una u otra forma. He recurrido también a sus notas y conferencias inéditas. Esta recopilación no es, por tanto, la que él hubiera elabora­ do. Aunque los textos ya existían, la selección y presentación son mías, y es inevitable que difieran de la forma que hubieran adoptado bajo su dirección. Desafortunadamente, muchas de sus reflexiones sobre figuras importantes no las trasladó al papel, y el desequilibrio que ocasiona su ausencia en este libro él lo hubiera rectificado. Me imagino, por ejemplo, que hubiera omitido algunos de los ensayos que yo incluyo y estoy seguro que hubiera incorporado otros sobre los miembros restantes del grupo Année Sociologique, así como sobre 9 Fustel de Coulanges y Spencer. A algunos de los antropólogos que estoy seguro él consideraba importantes, y hubiera incluido sin duda en su versión final, pero sobre los que, sin embargo, dejó material in­ suficiente para elaborar capítulos completos, los he reunido en un apéndice titulado «Notas y comentarios». Otros, como Morgan, I.o- wie, o Marx han sido omitidos antes que presentarlos con párrafos esquemáticos y equívocos. Por el contrario, en el caso de algunos antropólogos había exceso de material. En Theories of Primitive Religión, Evans-Pritchard avala ampliamente las ideas de Durkheim sobre las teorías sociológicas de la religión tal como las expuso su autor en Les formes élémentaires de la vie religeiuse, pero entre sus notas había material más minucioso y revi­ sado, incluso el borrador de una ponencia que había pronunciado in­ formalmente en un seminario coordinado por Stevens Lukes en Ba- lliol College, Oxford. El capítulo 14, dedicado en la presente recopi­ lación a Durkheim, está basado en gran parte en la mencionada po­ nencia, con una introducción elaborada con sus notas. Si Evans- Pritchard hubiera tenido acceso al trabajo definitivo de Lukes sobre Durkheim (Emile Durkheim, 1973), estoy seguro de que hubiera revi­ sado sus propios puntos de vista, pero, a pesar de todo, sigue siendo el último ensayo importante e inédito suyo, y en él va mucho más le­ jos en sus críticas etnológicas que en cualquier otro texto anterior. Critica severamente el trabajo sobre religión de Durkheim a pesar de que admira su contribución más general, y la de sus seguidores, al de­ sarrollo de la antropología social en Inglaterra. Es cierto que en su ensayo sobre Robert Hertz (capítulo 15), Evans-Pritchard parece contradecir esta acusación a Durkheim cuando escribe: «Estoy con­ vencido de que ningún estudio de campo sobre el totemismo ha su­ perado el análisis de Durkheim.» Pero Evans-Pritchard escribió esto por lo menos veinticinco años antes y tal vez su análisis posterior de Durkheim refleje una mirada retrospectiva más crítica a la disciplina en conjunto. En todos sus escritos y en especial en sus notas, Evans-Pritchard fue con frecuencia crítico y a menudo cáustico. He incluido muchos comentarios de este tipo porque nos transmiten una imagen más ver­ dadera de cómo vio a sus predecesores. Sus observaciones nos pro­ porcionan también claves obvias del modo en que formuló su propia ideología antropológica, aunque puede que, después de reflexionarlo, la hubiera expuesto en un estilo menos mordaz si hubiera llegado a terminar este manuscrito. Por ejemplo, si bien fue capaz de escribir sobre Max Müller que era «un lingüista de capacidad bastante excep­ 10 cional, uno de los principales sancritistas de su época, y en general un hombre de gran erudición que ha sido injustamente censurado», tam­ bién hizo constar que Müller era «tan prolijo e impreciso que muchas veces es difícil entender a dónde se dirige e incluso qué quieren decir sus frases, lira un deísta sentencioso victoriano-cuin-lutcrano de la peor calaña». Respecto a Pareto, fue incluso más condenatorio. Escri­ bió que «las teorías de Pareto son pretenciosas. Tras un gran alarde de imparcialidad y método científico, se oculta el plagiario, popularis- ta, polemista y metafísico. Sus escritos siempre son ingeniosos y sus críticas a los filósofos con frecuencia consistentes, aunque raras veces originales. No puede decirse que haya contribuido mucho a la socio­ logía. De hecho, parece haber estado poco enterado de sus objetivos y sus métodos. No obstante, hay que decir en su favor que su tratado es tan malo que deja al descubierto y, por lo tanto, nos permite verlas más claramente, falacias que otros metafíisicos disfrazados de científi­ cos ocultan con mayor habilidad». Pero Evans-Pritchard también podía ser generoso y cortés, en es­ pecial cuando se refería al grupo Année Sociologique, del que admite que fue el que mayor influencia ejerció en la formación de su propio pen­ samiento, o cuando se refería a un académico menos reconocido, pero con el que tenía una amistad personal, Franz Steiner. Pero, ante todo, no planeaba publicar un libro sobre personalidades, sino sobre ideas. En el curso original de conferencias impartido en Oxford, base de este libro, expresó lo siguiente: «En el trascurso de por lo menos doscientos cincuenta años, se ha estado afirmando que los fenómenos sociales pueden y deben ser estudiados como fenómenos naturales, aplicando los mismos métodos que han resultado tan fructíferos en las ciencias físicas y orgánicas, aunque, por supuesto, con técnicas di­ ferentes. Se llegaría así a la formulación de leyes con vigencia univer­ sal como las de las ciencias de laboratorio. Estas leyes tendrían que ser significativas y válidas. Podría haber entonces una ciencia aplica­ da del hombre. Los primeros intentos fueron hechos en términos de generalizaciones cualitativas, después, cuantitivas, y la mayoría, explí­ cita o implícitamente, a escala universal. Para lograr los fines pro­ puestos sólo un método podía emplearse, el comparativo. Y no ha dado los resultados que se esperaba. »Pero aunque no se ha alcanzado el alto nivel de generalización que quizás se pueda lograr, en el proceso de búsqueda de regularida­ des hemos aprendido mucho sobre las instituciones sociales, en espe­ cial las del hombre primitivo. Casi todos los supuestos básicos de los autores Victorianos sobre las instituciones primitivas han estallado y volado hasta los cielos. Gran parte de las minas las puso Crawley y, a la luz de su investigación de campo, Malinowski. El impacto de los estudios de campo en las proposiciones teóricas fue crucial. Pero también se logró un gran y positivo avance con la crítica negativa y —gracias a eiJa— de las teorías anteriores hasta que llegamos a aprender lo que éstas no eran y así aprendimos también algo de lo que puede que fueran las instituciones del hombre primitivo. »Un gran adelanto se llevó a cabo ya en el periodo previo al tra­ bajo de campo, cuando la investigación no estaba dirigida al descubri­ miento de leyes universalmente válidas, de sucesión o desarrollo ine­ vitable, sino que se restringía a indagar problemas concretos en socie­ dades pertenecientes a la misma cultura o con el mismo tipo de es­ tructuras. Cuando llegó la época del trabajo de campo, se pudieron comprobar aquellas proposiciones teóricas que tenían algún valor heurístico. »¿A dónde nos dirigimos a partir de ahora? El compendio de teo­ ría general que sería el único capaz de hacer significativos los hechos parece no existir todavía. En una época, lo proporcionó la idea de evolución social y durante un breve periodo una teoría más bien vaga y funcionalista. ¿Nos enfrentamos, pues, ahora al mero empirismo, una interminable recolección de hechos que, a falta de un marco teó­ rico, apenas pueden ielacionarsc unos con oíros, que es más o menos la condición actual de los estudios históricos? Puede que sea así, pero es inútil hilar una teoría porque sí cuando los hechos que conocemos no la sustentan. Se puede también decir que, si a la luz de nuestros conocimientos cada vez mayores es difícil formular generalizaciones a alto nivel, por lo menos conocemos mucho más sobre la naturaleza de los fenómenos investigados, lo cual implica una tipología o clasifi­ cación más rigurosa, que a su vez implica una especie de hipótesis o teoría. Si podemos o no llegar mucho más lejos queda por verse. Todo lo que podemos decir de momento es que hacemos pequeños avances, un poco por aquí y otro poco por allá: comprendemos mejor la interrelación de las actividades sociales.» Parte de la contribución de Evans-Pritchard a estos avances fue su análisis de la obra y el pensamiento de autores seleccionados por su importancia, teórica o histórica, en el desarrollo del pensamiento antropológico. «Mi intento consistirá en exponer la historia de algu­ nas ideas fundamentales puestas de manifiesto en una serie de clási­ cos. El problema es por dónde comenzar, ya que la especulación so­ bre el carácter de las institucines sociales se remonta a las fases más tempranas del pensamiento escrito. White yerra cuando parte del su­ 12 puesto de que la especulación sobre los asuntos humanos sucedió a la de la naturaleza del universo físico. Aristóteles y Platón son opciones obvias, pero la distancia es demasiado grande y la senda demasiado tortuosa y tenue; y no debemos acercarnos nunca demasiado al pre­ sente. Pienso, pues, en Ibn khaldun, en Vico, Bacon, Montaigne, Bodin, Boussuet, Hobbes y Locke. Pero no. A veces he empezado con Maquiavelo, pero tampoco. Empezaremos con Mostesquieu, a quien en justicia puede considerarse el fundador de la sociología mo­ derna.» Así proyectaba su libro. Rindo agradecimiento al Leverhu'ime Trust por el apoyo econó­ mico concedido al profesor Evans-Pritchard durante el tiempo que estuvo preparando este volumen. El trabajo de preparación de estos ensayos para su publicación fue mucho más llevadero gracias al apoyo y aliento de Godfrey Lein- hardt y Lynette Singer, a los que expreso mi agradecimiento. Agra­ dezco también a Mandy Budd, Phillippa Pia y Stephen Segaller su ayuda en la mecanografía de los diversos borradores de este manus­ crito. Muchos de los textos que aquí se publican ya han aparecido en otras publicaciones, con frecuencia en la lengua original, aunque tam­ bién en traducciones, y quiero rendir reconocimiento a los redactores de The Journal of the Anthopological Sockty, Man, The Times, (Londres), y The Times Literary Supplement. Estoy también muy agradecido a los si­ guientes editores: Cohén and West, Athlone Press, Clarendon Press, Oxford, Alien & Unwin, The University of Chicago Press, y Faber and Faber. A n dré S in g er Agosto 1980 NOTA BIOGRÁFICA André Singer fue alumno y amigo del profesor Sir Edward Evans-Pritchard ios últimos años de la vida de éste. Ayudante de in­ vestigación suyo desde 1971, fue deseo de Evans-Pritchard que el doctor Singer terminara su libro para su publicación en caso de que él mismo no pudiera hacerlo. El doctor Singer produce en la actualidad la serie fílmica de an­ tropología para Granada Televisión titulada Disappearing World y ha sido coeditor de Zande Themes: Essays presented to Sir Edward Evans- Pritchard (Blackwells, 1973). Es autor de The Pathans of Pakistan (Time-Life Boots, 1981) y fue asesor principal del World Atlas of Man (Marshall Cavendish, 1979). 14

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