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Historia de los heterodoxos españoles PDF

902 Pages·2008·45.384 MB·Spanish
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í>>^ .rr»;,..^?-!.. HISTORIA DE LOS HETERODOXOS ESPAÑOLES TOMO III HISTORIA DE LOS HETERODOXOS ESPAÑOLES poreldoctor DON MARCELINO MENENDEZ PELAYO CATEDRÁTICO DE LITERATURA ESPAÑOLA EN LAUNIVERSIDAD DE MADRID "^ É INDIVÍDUO DE NÚMERO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA ExnobhprodierunL,sednoneranlexnobis. (I. JOANN.,II, 19) fCon licenciaJelaAutoridadeclesiástica) librería católica de san jóse DIRECTOR GERENTE EN MADRID Sr. D.JoaquínTorres Asensio Sr. D. Vicente Sancho-Tello Prelado doméstico de Su Santidad Admon.dela Librería yChantredeGranada Gravina. 20 ^^^ ^ \ \ bl\ m MADRID: 1881.—Imprenta de F. Maroto é Hijos, Pelayo, 34 HISTORIA HETERODOXOS ESPAÑOLES LIBRO VI DISCURSO PRELIMINAR NO de ios caracteres que más poderosamente llaman la atención en la heterodoxia española de todos tiempos, es su falta de originalidad; y esta pobreza de espíritu propio sube de punto en nuestros contemporáneos y en sus inmediatos pre- decesores. Si alguna novedad, aunque relativa, y sólo por lo que hace á la forma del sistema, lograron Servet y Miguel de Molinos, lo que es de nuestros disidentes del pasado y presente siglo, bien puede afirmarse, sin pecar de injusticia ó preocupación, que se han reducido al modestísimo papel de traductores y expositores, en ge- neral malos y atrasados, de lo que fuera de aquí estaba en boga. Siendo, pues, la heterodoxia española ruin y tristísima secuela de doctrinas é impulsos extraños, necesario es dar idea de los orígenes de la impiedad moderna, de la misma suerte que expusimos los an- tecedentes de la Reforma antes de hablar de los protestantes espa- ñoles del siglo XVI. La negación de la divinidad de Cristo es la grande y capital herejía de los tiempos modernos; aplicación lógica del libre examen, proclamado por algunos de los corifeos de la Re- forma, aunque ninguno de ellos calculó su alcance ni sus consecuen- cias, ni se arrojó á negar la autori";iad de la revelación. Las herejías 6 HETERODOXOS parciales, aisladas, sobre tal ó cual punto del dogma, las sutilezas dialécticas, las controversias de escuela, no son fruto de nuestra era. El que en los primeros siglos cristianos se apartaba de la doctrina de la Iglesia en la materia de Trinidad, ó en la de Encarnación, ó en la dejustificación, no por eso contradecía en los demás puntos el sentir ortodoxo, ni mucho menos negaba el carácter divino de la misma Iglesia y de su Fundador. Por el contrario, la herejía moderna es radical y absoluta: herejía sólo en cuanto nace de la Cristiandad; apostasía, en cuanto sus sectarios reniegan de todos los dogmas cristianos, cuando no de los principios de la religión natural y de las verdades que por si puede alcanzar el humano entendimiento. Esta es la impiedad moderna en sus diversos matices de ateísmo, deismo, naturalismo, idealismo, etc. La filiación de estas sectas se remonta mucho más allá del Cris- tianismo, y al lado del Cristianismo han vivido siempre más 6 menos oscurecidas, y saliendo rara vez á la superficie, antes del siglo XVII. Todos los yerros de la filosofía gentil, todas las aberraciones y deli- rios de la mente humana, entregada á sus propias fuerzas, entibia- das y enflaquecidas por la pasión y la concupiscencia, tuvieron algu- nos, si bien rarísimos, sectarios, aun en los siglos más oscuros de la Edad Media. ¿Qué son sino indicios y como primeros vislumbres del positivismo ó empirismo moderno las teorías de Roscelino y de otros nominalistas de la Edad Media, menos audaces que su maestro? ¿No apunta el racionalismo teológico en Abelardo? Y esto antes de la introducción de los textos orientales, y antes del influjo de árabes y judíos, inspiradores del panteísmo de Amauri de Chartres y David de Dinant, los cuales redujeron la alta doctrina emanatista de la Fuente de la vida, de Avicebron, á fórmulas ontológicas brutales y precisas, sacando de ellas hasta consecuencias sociales, y dando á su filosofía carácter popular, por donde vino á ser eficacísimo auxiliar de la re- belión albigense. Pero entre todos los pensadores de raza semítica importados á las escuelas cristianas, ninguno influyó tanto ni tan desastrosamente como Averroes, no sólo por sus doctrinas propias, del intellecto uno ó de la razón impersonal, y de la eternidad del mundo, sino por el apoyo que vino á prestar su nombre á la impie- dad grosera y materialista de la corte de Federico II y de los últi- mos Hohenstaufen. La fórmula de esta escuela, primer vagido de la impiedad moderna, es el título de aquel fabuloso libro De tribus im- postoribiis, ó el cuento de los tres anillos de Boccacio. Esta impiedad averroista, que en España sólo tuvo un adepto, y muy oscuro, y que

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