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Historia de las guerras. Libros III-IV. Guerra vándala PDF

351 Pages·2000·8.357 MB·Spanish
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PROCOPIO DE CESAREA HISTORIA DE LAS GUERRAS LIBROS III-IV GUERRA VÁNDALA INTRODUCCIÓN, TRADUCCIÓN Y NOTAS DE JOSÉ ANTONIO FLORES RUBIO EDITORIAL GREDOS BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 282 Asesor para la sección griega: Carlos García Gual. Según ías normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por Francisco Javier Gómez Espelosín. © EDITORIAL GREDOS, S.A. Sánchez Pacheco, 85, Madrid, 2006. www.editorialgredos.com Primera edición, 2000 Ia Reimpresión Depósito Legal: B. 44.222-2006. ISBN 84-249-2276-X. Obra Completa. ISBN 84-249-2281 -6. Tomo IV. Impreso en España. Printed in Spain. Book Print Digital, S. A. Botánica, 176-178 - 08908 L’Hospîtalet de Llobregat INTRODUCCIÓN 1. La «Guerra Vándala» de Procopio de Cesarea: obra li­ teraria y crónica histórica oficial Sin duda alguna, la primera cuestión a considerar antes de comenzar la lectura de la parte de la obra de Procopio de Cesarea Historia de las guerras dedicada al conflicto contra los vándalos, es la de por qué razón el autor ha consagrado dos libros completos —exactamente lo mismo que a las gue­ rras contra los persas— a relatar pormenorizadamente un epi­ sodio bélico cuya duración no va más allá de un año e incluso aún menos que esol. Pues bien, la respuesta a esta primera interrogante la tenemos ya nada más comenzar la lectura del libro III: En primer lugar, el autor nos aclara expresamente que se dispone a relatar «cuantas acciones íueron llevadas a cabo por el emperador Justiniano contra los vándalos y los moros»2. Lo cual implica, es evidente, una ampliación del conflicto al referirse también la obra a la intervención de los moros (es decir, una serie de tribus bereberes que habitaban en el norte de África) en el mismo; y es que, en efecto, apro­ 1 En realidad, unos 10 meses: desde finales de agosto del año 533 d. C. hasta la primavera del 534. 2 Cf. I!I !, 1. 8 HISTORIA DE LAS GUERRAS (g. VÁNDALA) vechando la debilidad del reino vándalo de África, estas tri­ bus con sus diferentes líderes a la cabeza (entre los cuales destaca la figura de Yaudas, jefe de los moros del monte Aurasio) van a tomar el testigo del enfrentamiento con las tuerzas de Justiniano y es de ese lado de donde van a venir los nuevos quebraderos de cabeza que hubo de sufrir el em­ perador: para Procopio, sin ningún lugar a dudas, a partir de entonces son los moros los verdaderos enemigos y las fuer­ zas a las que de verdad había que hacer frente3. Aun siendo esto importante, sin embargo la cuestión fundamental es que el relato de la guerra contra los vándalos se encuentra englo­ bado, desde un principio, dentro de un conflicto de mayor envergadura y así es como se le presenta: en realidad, se tra­ ta de la amenaza constante, hecha efectiva en multitud de ocasiones, como más adelante comprobaremos, que en los últimos tiempos del Imperio romano supusieron los pueblos de origen germánico en general, sobre todo para la zona occi­ dental del mismo. Pues bien, si Procopio nos amplía la mag­ nitud del conflicto hacia su final con la intervención de las tribus bereberes, al encuadrarlo en un problema más de fon­ do y de mayor calibre, el autor desde el mismo comienzo del libro III, y, por tanto, del relato de la Guerra Vándala, es claro que no va a limitarse ni mucho menos a referir una serie de operaciones militares y enfrentamientos bélicos en­ tre las fuerzas de Justiniano, emperador de Oriente y los ván­ 3 Con respecto al conflicto entre los vándalos y los bizantinos y su continuación al entrar enjuego las tribus bereberes de esta zona del norte de África, centrándose, especialmente, en las características y devenir histórico del reino vándalo de África, nos parece de consulta obligada el completísimo estudio de reciente aparición de M.* E. Gil Egea, África en tiempos de los vándalos: Continuidad y mutaciones de las estructuras socio-politicas romanas; Memorias del Seminario de Historia Antigua VII, Universidad de Alcalá de Henares, 1998. Aporta además abundante bibliografía, incluyendo las fuentes epigráficas y literarias. INTRODUCCIÓN 9 dalos instalados en «Libia» (= Norte de África, como se ve a lo largo de toda la obra), en un momento dado y concreto, sino que sus miras como historiador en sentido pleno (gran­ de ya es aquí la influencia de Tucídides) son mucho más amplias, pues nos sitúa perfectamente en su contexto y des­ de un principio el conflicto bélico real, que, por otra parte, se relata, como antes hemos comentado, de forma muy por­ menorizada y precisa, pero que queda enmarcado y, conse­ cuentemente, explicado en el reflejo perfecto de sus causas y antecedentes, aproximadamente como podría haberlo he­ cho Tucídides, modelo evidente de Procopio nada más co­ menzar esta parte de la obra4. De hecho, nuestro autor va a irse bastante atrás en el tiempo, con toda la razón, pues, en concreto, va a retomar el relato —no olvidemos que éste forma parte de la historia de todas las acciones bélicas de Justiniano durante varias décadas— en un momento y un contexto muy claros: la muerte del emperador Teodosio (395 d. C.), último emperador que reina sobre la totalidad del Imperio Romano. Sin duda, tan significativo punto de partida es toda una pista a seguir, pues el desarrollo ulterior de los hechos nos van a venir a demostrar que los mas gra­ ves problemas causados por los pueblos germánicos contra los dominios del Imperio datan precisamente de la época en que éste queda dividido en dos partes: pues son ya los visi­ godos, con Alarico a la cabeza, los primeros en lanzarse contra ambas zonas del Imperio5, llegando incluso a apode­ rarse de la propia Roma6. Y ésta va a ser precisamente la ta­ 4 De hecho, ya lo es desde el comienzo de la obra: cf. 11,1 ss. y tam­ bién Introdución a la Guerra Persa. 5 Cf. Ill 2, 7. 6 El relato pormenorizado de la conquista de Roma por parte de Ala- rico por medio de un ardid (Cf. Ill 2, 14-24) es uno de los trece ejemplos que aparecen, diseminados a lo largo de los libros III y IV, de estratage- 10 HISTORIA DE LAS GUERRAS (g. VÁNDALA) rea primordial para Justiniano: recuperar todos los territo­ rios que les habían sido arrebatados por los bárbaros y res­ taurar el Imperio hasta dejarlo justo tal como estaba durante el reinado de Teodosio. Además, esta difícil situación se vio agravada aún más dado que algunos de los emperadores de la parte occidental, sobre todo, ni mucho menos supieron estar a la altura de las circunstancias (más bien todo lo con­ trario), ya desde el propio Honorio, cuya personalidad nos retrata a la perfección nuestro autor a través de un procedi­ miento muy del gusto de Heródoto, el otro gran historiador modelo de Procopio, como es el uso de la anécdota —la del gallo «Roma», en concreto—1. Un factor va claramente li­ gado a esta etapa de decadencia del Imperio, característico por otra parte, de este tipo de situaciones y momentos histó­ ricos: las intrigas de palacio, los manejos, las simpatías y odios de los personajes influyentes y decisivos en el aconte­ cer histórico, que Procopio, tan cercano él mismo a la corte imperial de Constantinopla, conocería en muchos casos de primera mano. Esta situación aparece ya incluso al principio mas o argucias militares —al final de éste último tenemos otro: el de los trozos de flecha de Artasires, cf. IV 28, 10-11— y que, es evidente, de­ muestran el gusto del autor por este tipo de episodios en la narración de los cuales se detiene grandemente, desde luego, para satisfacción del lector. Como muy bien indican, entre otros, D. Roques (Cf. Introducción a su traducción de La Guerre contre les Vandales, Les Belles Lettres (Colección La Roue A Livres), París, 1990, págs. 18-19), esta atracción por las demostraciones de ingenio para salir de una situación comprome­ tida arranca del propio Homero, sobre todo en lo que se refiere a hazañas de carácter individual (Ulises es el modelo más significativo), si bien las empresas colectivas (las de Adrumeto, por ejemplo, auténticas estratage­ mas de guerra, cf. IV 23, 11-15 y 22-25), adquieren carta de naturaleza en Tucidides y en los tratados especializados de poliorcética, tan abun­ dantes en época helenística: por tanto, también en esto Procopio se mues­ tra como el continuador de una tradición eminentemente literaria. 7 Cf. HI 2, 25-26. INTRODUCCIÓN 11 con las desavenencias entre Alarico y Átalo con motivo del envío por parte de este último de unos jefes militares a Li­ bia. Este desacuerdo va a provocar que Alarico cambie sus intenciones iniciales de ir contra Honorio» que seguía reclui­ do en Rávena, y de convertir a Átalo en emperador de Occi­ dente. Pero he aquí que Honorio gracias según Procopio a la intervención de Dios, consigue salvar la situación con la ayuda de una serie de contingencias favorables a sus intere­ ses como fueron la muerte de los comandantes enviados por Átalo, el encarcelamiento de éste y la muerte por enferme­ dad de Alarico. Los visigodos se retiran a la Galia, aunque Britania, que se había separado del Imperio Romano, se pierde definitivamente. Los ostrogodos ocupan Panonia y después Tracia, pero por poco tiempo, pues enseguida se lanzan a conquistar la zona occidental. Termina el capítulo aclarándonos Procopio que estos sucesos se referirán en la parte de la obra que corresponda: la dedicada a las guerras góticas. ¿Y los vándalos? No aparecen hasta el capítulo III. Pre­ sionados por el hambre8, llegan hasta el Rin donde se aso­ cian con los alanos y, desde allí, se establecen en Hispania bajo su rey Godigisclo, que pacta con el emperador Hono­ rio. Continuarán los odios y rivalidades entre personajes re­ levantes, en este caso, entre los generales Aecio y Bonifa­ cio, rivalidad que va a resultar decisiva para el desarrollo ulterior de los acontecimientos, puesto que Bonifacio, enga­ ñado por las maquinaciones de Aecio, va a entrar en alianza con los vándalos y, más concretamente, con los dos hijos de Godigisclo: Gontaris y Gicerico: entre los tres se reparten Libia, pero cuando Bonifacio se entera de la verdad, es ya 8 En realidad, empujados por los hunos: cf. libro 111, nota 65. 12 HISTORIA DE LAS GUERRAS (G. VÁNDALA) demasiado tarde: los vándalos, bajo el mando solamente ya de Gicerico, sitian Hipo Regio, donde se había pertrechado Bonifacio tras haber sido vencido en batalla. A pesar de re­ cibir Bonifacio refuerzos de Roma y de Bizancio, termina siendo derrotado en combate contra los vándalos que ante­ riormente habían levantado el asedio de Hipo Regio. Así fue como los vándalos se apoderaron de África9. Esta parte del relato, personalmente, nos parece especialmente importante, pues de hecho, marca el momento en que los vándalos po­ nen el pie en África por vez primera. Volviendo a la época del propio autor, la tarea que le ha sido legada a Justiniano por los acontecimientos anteriores es, evidentemente, difícil de afrontar. Los antecedentes que el autor nos señala son bien claros y confirman la idea de partida de todo el plan de la obra: Justiniano ha de luchar si­ multáneamente contra una serié de poderosos enemigos que le van a acometer desde todas direcciones: su tarea pacifica­ dora y continuadora de la obra de Roma no tiene prácti­ camente parangón, pues comienza con la obligación de con­ jurar el peligro ancestral de Oriente: el enemigo de siempre y que nunca ha dejado de hacer sentir su presencia amena­ zadora: los persas. La primera parte de la guerra contra ellos (528-532 d. C.) va a concluir con la llamada «Paz eterna», que, más bien, fue todo lo contrario: efímera, de tal forma que el conflicto se reabre en el año 540 y durará hasta el 560, año en que firma una nueva paz tan breve como la primera, puesto que ya con el sucesor de Justiniano, Justino II (565-578 d. C.) se reavivarán las hostilidades. Pero la cuestión es que, al mismo tiempo, Justiniano hubo de poner todo su empeño en reconquistar nada más y nada menos que la propia cuna del Imperio Romano: Italia, que había caído 9Cf.HI 4,1. INTRODUCCIÓN 13 en poder de los ostrogodos desde hacía ya demasiado tiem­ po, en concreto desde el año 493 d. C., para lo cual comen­ zó con la invasión simultánea de Dalmacia y de Sicilia en el año 535, el año siguiente al del final de la expedición contra los vándalos de África y a la que Procopio se ve obligado a referirse a comienzos del capítulo 14 del libro IV. Continuó la contienda con los ostrogodos, sin embargo, hasta el año 540, año en que, aparentemente, terminó. Pero la realidad fue que en el otoño del 541 se reanudaría el conflicto, que ya persistiría hasta el 552, fecha en que se puede dar por fi­ niquitada la presencia de los ostrogodos en Italia. Sin em­ bargo, la reconquista definitiva de Italia no llegará hasta fi­ nales del 561. Y es precisamente entre estos dos conflictos tan trascen­ dentales donde hay que encuadrar la guerra contra los ván­ dalos, o lo que equivale a decir: la lucha que sostuvieron las fuerzas militares enviadas por Justiniano exactamente desde agosto del 533 hasta el verano del 534 en Libia, nombre que otorgará Procopio al territorio correspondiente al Túnez ac­ tual, Argelia oriental y la zona noroccidental de la provincia Tripolitana. Esta zona se consideraba conquistada por los vándalos desde el año 439 d. C., fecha en que los vándalos se hicieron con la ciudad más importante e influyente de di­ cho sector: Cartago. Éste es el verdadero punto de arranque del conflicto con los vándalos. Pero, ¿tan importante era pa­ ra Justiniano y los bizantinos reconquistar una zona tan ale­ jada de ellos tanto geográfica como cülturalmente? Para res­ ponder a esta pregunta hay que tener en cuenta que el Norte de África fue ya conquistado por Roma en una época bien temprana, los siglos m y na. C., y que, sin duda alguna, esta conquista, marcó el comienzo del formidable imperio que - consiguieron y fue la llave del Mediterráneo occidental o por tanto si Justiniano quería restaurar el Imperio de Roma se

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