Historia de la Iglesia católica en México 1929-1982 Roberto Blancarte 2 3 Primera edición, 1992 Primera reimpresión, 1993 Primera edición electrónica, 2012 D. R. © 1992, El Colegio Mexiquense, A. C. Ex Hacienda Santa Cruz de los Patos; Zinacantepec, Estado de México D. R. © 1992, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008 Comentarios: [email protected] Tel. (55) 5227-4672 Fax (55) 5227-4649 Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor. ISBN 978-607-16-1201-4 Hecho en México - Made in Mexico 4 A Cecilia 5 AGRADECIMIENTOS Este libro surgió de una preocupación personal, que era a su vez reflejo de una inquietud general en ciertos medios académicos nacionales acerca del papel y la importancia de los fenómenos religiosos en los sucesos históricos y sociales de México y el mundo. El análisis de la revolución islámica en Afganistán y en la zona del golfo Pérsico, tema de mi tesis de licenciatura, me hizo comprender que el fenómeno religioso era clave para explicar muchos de los acontecimientos de las sociedades contemporáneas. La revolución iraní con la figura de Jomeini, la insurrección nicaragüense, donde hubo una participación importante de religiosos, el caso de Afganistán y otros lugares donde cundió el llamado Islam revolucionario, la primera visita de Juan Pablo II a México y sus repercusiones políticas y sociales, fueron sólo algunos de los ejemplos notables que demostraban la importancia de dicho fenómeno, por mucho tiempo descuidado en nuestro país. Por otro lado, las circunstancias particulares de México y América Latina en aquellos años habían llevado al debate sobre el papel de la religión y de las instituciones religiosas en su relación con la sociedad secular, a un punto en que era necesario abandonar las posiciones ideológicas sobre el tema. Con la esperanza de poder elaborar un estudio desapasionado sobre la materia, sin pretender la neutralidad y en la imposibilidad de alcanzar la objetividad, decidí elaborar una historia sobre la Iglesia católica en México durante el periodo contemporáneo, más precisamente, desde los “arreglos” de 1929 hasta los primeros años de la década de los ochenta. Pero la consecución de esta empresa no se logró únicamente por un esfuerzo individual. Participaron en ella personas y organismos sin cuyo concurso jamás se hubiera podido llevar a término. Quiero expresar mi profundo agradecimiento al profesor Ruggiero Romano, mi director de tesis en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS), por su invaluable ayuda, paciente y permanente, a lo largo de los más de cinco años de mis estudios en París, así como la amistad y confianza que me brindó, inestimables en el muchas veces hostil mundo académico europeo. Su examen atento y crítico de este trabajo, a lo largo de nuestros numerosos encuentros, constituyó un factor esencial de enriquecimiento. En su seminario sobre los problemas y métodos de historia económica en América Ibérica aprendí no sólo a observar de manera diferente los problemas de la región, sino a ejercitarme igualmente en la práctica del cuestionamiento de las verdades establecidas de la historia: “Aquí se aprende la duda; la verdad se enseña en otros lados”. 6 Por lo demás, su interés en ver publicado este trabajo ha significado para mí un aliciente y un acicate constantes, desde que lo presenté en forma de tesis en abril de 1988. En la misma EHESS tuve igualmente la suerte de conocer al profesor Émile Poulat, a quien agradezco el haberme permitido participar en su seminario sobre sociología del catolicismo, rico en enseñanzas y experiencias, y el haberme guiado por los sinuosos caminos para la comprensión del catolicismo contemporáneo. Los lectores del presente trabajo podrán constatar que éste aplica las tesis de Poulat al caso de la Iglesia católica mexicana. En la EHESS tuve también la oportunidad de escuchar a Jean Séguy y Danièle Hervieu-Léger, miembros del grupo de sociología de las religiones, cuyos seminarios me ayudaron a comprender la especificidad del fenómeno religioso. Esta investigación fue posible inicialmente gracias a una beca bilateral México- Francia, sustituida después por una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y por último gracias al apoyo oportuno del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y particularmente de su entonces director, el doctor Enrique Florescano. La conversión de la tesis en manuscrito para libro fue posible gracias al apoyo de El Colegio Mexiquense, institución que me acogió a mi regreso de Francia, y al decidido interés de sus presidentes, Omar Martínez Legorreta y, más tarde, María Teresa Jarquín. Expreso mi gratitud a estas instituciones y a las personas que las integran por la confianza que me otorgaron. Un reconocimiento particular a mis ayudantes, René Rosas y Alejandro Alcalde, así como a los miembros de la unidad de informática de El Colegio Mexiquense, por su paciente colaboración. Agradezco igualmente a todas las personas que de una manera u otra aportaron su colaboración para la realización de esta obra. En particular, mi reconocimiento para mis amigos Bernardo Barranco y Pedro Canales. También a Luis G. del Valle, del Centro de Reflexión Teológica (CRT), a Miguel Ángel Portillo, de la Obra Nacional de Instrucción Religiosa (ONIR) y a Manuel Velázquez, del Secretariado Social Mexicano (SSM), quienes me facilitaron, con la mejor voluntad, toda la información disponible. Mi reconocimiento también a Jean Meyer, por las sugerencias que hizo para la presente edición. Por último, aunque entro en el dominio de lo privado, quiero agradecer públicamente y dedicar este libro a mi esposa Cecilia, quien no se contentó con ayudarme en la elaboración material de mi trabajo, sino que además hizo suyo el objetivo perseguido, con todo lo que eso implicó en el plano emocional. ¿Es necesario precisar que ningún defecto de esta obra puede ser imputado a las personas mencionadas, a cuyo concurso, por el contrario, se deben sus posibles méritos? En todo caso, la realización de este trabajo me habrá hecho tomar conciencia por lo menos de un punto esencial: un libro jamás es el fruto de un esfuerzo individual. Zinacantepec, marzo de 1990 7 8 INTRODUCCIÓN “Ignorar lo que pasa en las Iglesias es ignorar una parte notable del espíritu del siglo y de los factores de la vida nacional”, afirmaba Gabriel Le Bras, fundador de la sociología contemporánea de la religión en Francia.[1] Sin embargo, tal parece haber sido el caso de buena parte de la historiografía mexicana, por lo menos entre 1940 y 1970. Durante esos años, la mayoría de los científicos sociales mexicanos (excepción hecha de los antropólogos) se adhirió inconscientemente a las tesis secularistas, las cuales establecían una relación estrecha entre la urbanización e industrialización creciente y la disminución progresiva de la práctica religiosa y el fervor popular. Desde esa perspectiva, el estudio de una institución en vías de desaparición no podía interesar a muchos especialistas. Al mismo tiempo, el hecho de que la Iglesia en México no fuera legalmente reconocida por la Constitución de 1917, provocó que durante esos años muchos confundieran la situación jurídica de la Iglesia católica en México con su presencia real en la sociedad mexicana.[2] El transcurso del tiempo y la crisis del modelo sociopolítico impuesto por los diversos gobiernos emanados de la Revolución mexicana contribuirían a poner en duda gran parte de los supuestos sobre los cuales se sostenía (y se sostiene) dicho régimen. Uno de ellos era precisamente la inevitable pérdida de la religiosidad en el pueblo y la consecuente disminución de la influencia social de la Iglesia católica en México. Como se habría de constatar posteriormente, por un lado, ambas cuestiones no estaban por fuerza ligadas, y por el otro, la realidad sociorreligiosa del país era mucho más compleja de lo que ambos supuestos pretendían contener. En primer lugar, si bien se pudo observar una cierta “profanización de las costumbres” del pueblo mexicano, especialmente desde la década de los años cuarenta (lo cual respondía a los esquemas secularistas ya señalados), también era cierto que algunas formas de religiosidad, relacionadas con el culto, no sólo subsistieron, sino que tendieron a acrecentarse. Ahora, bien, sin pretender entrar en el debate que ya hace algunos años se generó alrededor de la práctica y el culto religiosos, nos conformaremos con recordar, siguiendo a los especialistas del tema, que la práctica y más específicamente el culto son criterios necesarios, aunque insuficientes, para medir la vitalidad religiosa.[3] Por otra parte, si desde el fin de la guerra cristera la Iglesia católica en México desistió de sus intentos por constituir organizaciones de masas y tuvo que confinarse 9 durante mucho tiempo a ejercer su actividad magisterial y moral, también es cierto que, desde la década de los años setenta, fue evidente que en muchos sentidos la Iglesia no solamente había resistido las presiones secularistas, sino que incluso se había fortalecido durante las décadas anteriores. Esos años presenciaron incluso el surgimiento de una ofensiva clerical en el plano social, motivada tanto por razones internas como por acontecimientos externos, tales como el Concilio Vaticano II o la creciente influencia de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam). Adicionalmente, el resurgimiento del interés por el análisis de la Iglesia católica en México se operó al mismo tiempo en que dentro de la misma Iglesia se ponían en duda también los métodos y estructuras de dicha institución. No es de extrañar por lo tanto, que en dicho clima de protesta la mayor parte de los estudios realizados sobre la Iglesia en México fueran producto de sus debates internos y se situaran más bien dentro de la bibliografía comprometida que como análisis científicos.[4] Debido a lo anterior, una de las primeras consecuencias fue que dichos estudios, generalmente elaborados por miembros de los grupos llamados “progresistas”, tendían a ofrecer una imagen desequilibrada y oscura de la Iglesia en México. Dichos análisis privilegiaban los factores más dinámicos del conjunto de la Iglesia, menospreciando el peso de los factores de estabilidad e inmovilismo. Los trabajos ofrecían casi siempre una descripción detallada de los grupos disidentes dentro de la Iglesia y, aunque mencionaban la existencia de un grupo mayoritariamente conservador, no procedían a analizarlo sino a calificarlo. Así, a fuerza de concentrarse sólo en el estudio de los grupos impugnadores de la posición jerárquica, el panorama final no ofrecía nunca una imagen real, proporcionada, del verdadero peso de las distintas corrientes dentro de la Iglesia en México. Imagen oscura, porque ninguno de estos análisis establecía los elementos teóricos que permitiesen una explicación congruente y global de la posición de la jerarquía o de los grupos dominantes en el aparato eclesial. En ocasiones, por ejemplo, se hablaba de una Iglesia aliada al Estado y poco después se hacía referencia a la identificación de ella con la burguesía y el sistema capitalista. Lo anterior suponía una alianza burguesía-Estado-Iglesia, opuesta a los sectores progresistas de la Iglesia. Ahora bien, una definición de este tipo, que pasa por alto las intensas contradicciones entre la Iglesia y el Estado y entre éste y crecientes sectores de la burguesía mexicana, por no mencionar la complejidad de las relaciones dentro de cada una de ellas, muestra las grandes limitaciones explicativas de dicha bibliografía militante.[5] Por supuesto, no era éste el caso de todos los especialistas en cuestiones religiosas. Desde los inicios de la década de los años setenta se habían publicado algunos estudios sobre la Iglesia en América Latina o sobre temas históricos que trataban de alguna manera la cuestión religiosa en México.[6] Sin embargo, la mayor parte de estos estudios se limitaban a estudiar marginalmente la institución eclesial y le concedían poca importancia a los sucesos posteriores a 1938, por lo cual la historia de la Iglesia católica quedaba por hacer. De esa manera, se puede decir que, pese a algunos esfuerzos aislados por elaborar una historia y sociología secular de la Iglesia en México, hasta hace muy poco seguía 10