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Historia de la fábula greco-latina Tomo II LA FABULA EN EPOCA IMPERIAL ROMANA Y MEDIEVAL PDF

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La fábula en época imperial romana y medieval Francisco Rodríguez Adrados CM Historia de la fabula greco-latina Tomo II LA FABULA EN EPOCA IMPERIAL ROMANA Y MEDIEVAL por Francisco Rodríguez Adrados EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE ISBN: 84-7491-160-5 Tomo II ISBN: 84-7491-005-6 Tomo I (Volumen 1) ISBN: 84-7491-006-4 Tomo I (Volumen 2) ISBN: 84-7491-004-8 (Obra completa) Depósito legal: M. 7.614-1985 Impreso en Lavel. Los Llanos, nave 6. Humanes (Madrid) INDICE Abreviaturas ................................................................................................ 9 PROLOGO AL VOLUMEN II ............................................. 11 PARTE I. LAS COLECCIONES HELENISTICAS COMO BASE DE LAS POSTERIORES: RELACIONES ENTRE ESTAS Capítulo I. Las fábulas helenísticas con una sola versión métrica primaria ........................................................................... 23 Capítulo II. Las colecciones helenísticas con más de una versión métrica primaria. Casos especiales.......................... 87 PARTE II. LA FABULA EN LA EPOCA IMPERIAL ROMANA Capítulo I. Fedro .............................................................................. 125 Capítulo II. Babrio .......................................................................... 173 Capítulo III. El pseudo-Dositeo .................................................. 213 Capítulo IV. Aftonio........................................................................ 227 Capítulo V. Aviano ............... ......................................................... 243 Capítulo VI. La colección Augustana ............................. 261 Capítulo VII. Colecciones menores y fábula-ejemplo ......... 333 PARTE III. LA FABULA EN LA EPOCA MEDIEVAL Capítulo I. Las fábulas del códice Brancacciano .................. 365 Capítulo II. Las fábulas siriacas.................... 373 g Indice Capítulo III. Las colecciones Vindobonense y Accursiana. 397 Capítulo IV. La Paráfrasis Bodleiana y los Dodecasílabos políticos ....................................................................................... 427 Capítulo V. Los tetrásticos de Ignacio Diácono y de sus imitadores ........................................................................................ 453 Capítulo VI. Las fábulas de los códices Ademari y Wissen- burgensis y las del llamado Rómulo.......................................... 473 Capítulo VII. La fábula medieval griega y latina de tradi­ ción oriental e influjo de la fábula griega en Oriente ... 511 Capítulo VIII. La restante tradición medieval griega y la­ tina ..................................................................................................... 573 CONCLUSION ................................................................................ ......... 639 Cuadros sobre la historia de la Fábula ....................................... 653 ABREVIATURAS Son en términos generales las del Diccionario Griego-Español, vol. I, Madrid, C.S.I.C., 1980. Aparte de éstas, las principales son: Ad Codex Ademari. Av. Aviano. Aphth. Aftonio. B. Babrio. Branc. Col. del códice Brancacciano. Dod. Dodecasílabos políticos bizantinos. F. An. Fábulas Anónimas (I: Augustana; II: Vindobonense; III: Accursia­ na; las subcolecciones se marcan con letras griegas y latinas). H. Número de la ed. de Hausrath de las F. An. (no H.: fábulas que no están en Hausrath, con la numeración de mi Apéndice II). M. Fábula medieval (con la numeración de mi Apéndice III). Pañc. Pañcatantra. Par. Paráfrasis Bodleiana. P. Grenf. Papiro Grenfell. P. Ryl. Papiro Rylands 493 y su colección. Ph. Fedro. ps.-Dos. pseudo-Dositeo. Rom. Rómulo (g = recensio gallicana, v = recensio vetus). Sy. Conjunto de Synt. y Syr., así como su colección básica (Syr. = fábu­ las siriacas traducidas por la Hna Lefèvre, Synt. = Sintipas). Tantr. Tanträkhyäyika. T. Assend. Tablas de Assendelft. Tetr. Tetrásticos de Ignacio Diácono y otros. W Códice Wissenburgensis. PROLOGO AL VOLUMEN II En la organización de esta obra, el segundo volumen que ahora aparece está dedicado a la historia de la fábula greco-latina a partir del comienzo de nuestra era: en la época imperial romana y en la Edad Media latina y griega o bizantina. Ahora bien, quedó ya indicado en el prólogo del volumen I que el reparto del material fabulístico a estudiar según el criterio cro­ nológico que seguimos, usual en estos casos, no deja de presentar problemas. En realidad, nos encontramos ante un círculo vicioso: el detalle de las colecciones de fábulas helenísticas sólo a partir del estudio de las colecciones imperiales y medievales puede ser, hasta cierto punto, desentrañado; y, a su vez, la historia de la formación de dichas colecciones tardías sólo puede hacerse sobre un conoci­ miento de la fábula helenística, de la que arrancan. Ha habido, pues, que proceder por fases y tanteos. En el volumen I he dado ya una idea general de las colecciones de fábulas tardías —las que se nos han conservado— y, al hablar de la fábula helenística, las he utilizado constantemente. He, pues, anticipado cosas sobre la fábula posterior. Ahora, inversamente, al estudiar ésta ganaremos nuevos conocimien­ tos sobre la fábula helenística, de la que deriva. Así como el anterior volumen anticipaba cosas del presente (cosas previas que habrán de ser completadas y, a veces, rectificadas), éste completa el primero. Ya se vio en el capítulo I, 2, de dicho primer volumen, titulado «Inventario general de la fábula greco-latina», el estado en que se encuentra la investigación del origen de las diversas colecciones que se escalonan desde el siglo i d. de C. (Fedro) hasta el final de la Edad Media. Entre estas colecciones hay que incluir las Anónimas, bien las de las colecciones principales editadas por Hausrath, bien las de la del papiro Rylands: colecciones que vienen de Demetrio de Falero y han recibido aportaciones posteriores diversas, pero cuya fase accesible a nosotros (a través de dicho papiro en un caso, por reconstrucción de la «antigua Augustana» en el otro) hemos situado hipotéticamente en el 12 Historia de la fábula greco-latina siglo i a. de C. Pues bien, hay que decir que la reconstrucción de esos orígenes es todavía hoy bastante incompleta y deficiente. Aquí no vamos a intentar otra cosa que dar un paso más en el camino de esa investigación. Es la comparación entre las diferentes versiones de un mismo tema fabulístico la que puede descubrir las relaciones entre las mis­ mas: cuáles derivan de cuáles o de qué «escalones perdidos» aproxi­ madamente reconstruibles. Esta comparación exige, en primer tér­ mino, la reunión de un dossier o inventario completo de datos rela­ tivos a cada fábula; en segundo término, el estudio de las variantes de las mismas en cuanto a contenido, estructura y metro. Es el me­ tro, sobre todo, el hilo capaz de llevarnos a través de variantes inser­ tas en colecciones de cronología diferente hasta hacernos ver las rela­ ciones. Este estudio no es fácil. He dado algunos ejemplos previos de él en trabajos ya citados en nuestro anterior volumen, en el que se presentaban hipótesis o conclusiones, nuestras o ajenas, sobre fábulas concretas. Posteriormente he publicado tres estudios de detalle sobre dos fábulas especialmente complejas por la riqueza de su transmi­ sión: una, la de «La golondrina (o lechuza) y los pájaros» (H. 39 a y b); otra, la de «El caballo, el ciervo (o el jabalí) y el cazador (o el hombre)»2. Hay que advertir que, en este segundo caso, el inte­ rés se centraba en la reconstrucción de la fábula original de Estesí- toro a partir de sus derivaciones, aunque también se estudiaba la tradición procedente de Demetrio, helenística y medieval. En el se­ gundo artículo se intentaba también la reconstrucción de otras fábu­ las perdidas más. Cuando se trabaja en estas reconstrucciones, se ve muy pronto que es raro encontrarse con una fábula derivada directamente de otra conservada: caso de fábulas de Babrio que han dado derivados en las paráfrasis o dodecasílabos bizantinos, de fábulas del pseudo- Dositeo (en su versión latina) prácticamente calcadas por Rómulo, de otras de Fedro prosificadas y más o menos alteradas por el codex Ademari, o Wissenburgensis o el propio Rómulo. Incluso fábulas que se encuentran muy próximas, se deduce de un estudio detenido que no derivan una de otra, sino ambas de una tercera. Esto ha sido reconocido, ya lo sabemos, en el caso de Fedro y la Augustana: Fedro deriva generalmente de un antepasado perdido de nuestra Augustana. Y ha sido reconocido en otros casos más, hemos recogido datos e ideas en este sentido en nuestro «Inventario de la fábula greco-latina» citado. 1 «La fábula de la golondrina de Grecia a la India y la Edad Media», Emé­ rita 48, 1980, pp. 185-208, y «Más sobre la fábula de la golondrina», Emerita 50, 1982, pp. 75-80. 2 «Neue Jambische Fragmente aus archaischer und klassischer Zeit. Stesicho­ rus, Semonides (?), auctor incertus», Philologus, 126, pp. 157-179. Prólogo al volumen I 13 Es más: incluso cuando las cosas parecían claras en el caso de las fábulas anónimas, en que se suponía que había una derivación de la Augustana en la Vindobonense y otra (cuando ésta no presentaba una fábula) en la Accursiana, así como una de la Vindobonense en esta última, vimos en el capítulo citado que la realidad era muchísimo más compleja. Que diversos manuscritos o grupos de ellos podían «beber» directamente del modelo semiprosificado antiguo, que con­ taminaban con modelos de las colecciones conservadas. Tenemos que convencernos de que conservamos un caudal mínimo dentro de la vasta floración de la fabulística antigua: así lo demuestra la reciente aparición de nuevas versiones papiráceas de fábulas3. Los «eslabones perdidos» son innumerables, sólo a veces podemos acce­ der parcialmente a ellos. Y a veces ni siquiera sabemos si había un «eslabón perdido»: si un autor como Babrio, por ejemplo, es el responsable de las modificaciones que aparecen en una fábula suya o si algunas de ellas derivan de una fuente perdida intermedia (cuando se dan en un segundo fabulista no dependiente de Babrio ello es así, pero cuando no, queda la duda). Y una vez que consigamos establecer (con más o menos seguridad, según los casos) la historia de las fábu­ las una a una, queda la tarea muy difícil de extrapolar conclusiones de carácter general que se refieran a las colecciones. Tanto a las conservadas como a las perdidas que hipotéticamente se recons­ truyan. Ciertamente, tengo sobre mis predecesores las dos ventajas a que antes he hecho referencia: el dossier completo (en lo posible) de la fábula antigua y el «hilo de Ariadna» de la métrica. Dado que contamos con unas 600 fábulas antiguas (a veces es muy subjetivo el decidir en algunos casos si se trata de una fábula nueva o de una variante de una conocida) y que la problemática de muchas de ellas es sumamente compleja, me ha parecido más práctico presentar el dossier y el estudio de cada fábula en una serie de Apéndices que cierran la obra (volumen III). La exposición de ésta queda así facili­ tada, en cuanto sólo se utilizan en cada momento los ejemplos nece­ sarios, eventualmente con un estudio más pormenorizado que el sintético del Apéndice correspondiente. Los Apéndices a que estoy refiriéndome son el I y II, que recogen la totalidad de las versiones de fábulas que nos han llegado de la Antigüedad o que, viniendo de la Edad Media bizantina u occidental, pueden añadir algo a nuestro conocimiento de la fábula antigua. Entran, por supuesto, las colecciones Vindobonense y Accursiana, las 3 P. Colon, 64, tema de «La perra que parió» de Fedro I, 19, y Justino 43.4, 3, y otra fábula nueva; P. Mich. 457 + P. Yale inv. 1158 v., nueva versión de «La golondrina y los pájaros». Nótese que se trata de una fábula que se creía origi­ nal de Fedro, de otra de tema nuevo (aunque irreconocible) y de una nueva versión métrica de una fábula ya conocida. 14 Historia de la fábula greco-latina paráfrasis y dodecasílabos, Ignacio Diácono, el llamado Sintipas, que son testigos preciosos que ayudan a reconstruir versiones de fábulas perdidas para nosotros. Entran, en Occidente, los códices de Ademar y Wissenburgensis y el llamado Rómulo, que, junto a derivaciones de Fedro, contienen material fabulístico diverso de origen antiguo. En cambio, colecciones que incluyen derivaciones puramente medie­ vales de fábulas antiguas conocidas (de Aviano, de Rómulo, etc.) o bien nuevas fábulas creadas a partir sea de las antiguas sea de fuen­ tes europeas u orientales, las dejo para el Apéndice III. Tienen in­ terés para el estudio de la fábula medieval, también objeto de aten­ ción en este libro, pero no para el de la reconstrucción de la fábula antigua. Con esto volvemos al tema de la reconstrucción de las relaciones entre las colecciones conservadas y, por consiguiente, las perdidas. Este es el tema central del libro y no el estudio literario o de pen­ samiento de Fedro, Babrio, etc. Aunque hay que llamar la atención sobre que sólo ahora, cuando las fuentes de estos autores son puestas al descubierto, puede apreciarse debidamente su grado de originali­ dad en cuanto al tratamiento de los temas, a las ideas, a la forma literaria. Algo he dicho ya de esto. Añadiré otras cosas más. Pero, insisto, mi tarea fundamental es la previa a esto, la puramente filo­ lógica de establecer fuentes, alteraciones, contaminaciones, etc. Piénsese que nos hallamos ante una tarea que no se subsume en aclarar la historia, en cuanto es posible, de cada fábula, sino que aspira a llegar a la historia de las colecciones. Y que una colección puede haber utilizado varios modelos, ya alternativamente, ya conta­ minándolos. Ello incluso cuando una colección aspira a lograr una cierta unidad formal, así en el caso de la del P. Rylands (sólo cuatro fábulas conservadas) o la de Aftonio: la diversidad de fuentes está, en estos casos, disimulada. Otras veces es de esperar desde el prin­ cipio. Piénsese en una obra como la de Babrio, en la que hallamos fábulas que van desde las de cuatro versos hasta otras muy des­ arrolladas, llenas de ecphraseis retóricas, como Babrio 95, fábula del ciervo, la zorra y el león. Estas discrepancias estilísticas y de contenido se añaden a las dudas que sobre la autoría babriana de algunas fábulas coliámbicas manifestaba yo en vol. I, pp. 118 y ss.; puede pensarse que incluso en el ms. Atoo, edición alfabética poste­ rior a la original de Babrio, pudo haberse mezclado material variado. La colección de Babrio, como yo diría de todas las por nosotros conocidas, es una colección mixta, que incluye fábulas tradicionales de tipos diferentes y fábulas propias (de fuentes orientales o bien creadas por el autor). Pero aunque es verosímil, como espero demos­ trar, en este caso, que una parte de ese carácter mixto se deba al añadido de fábulas ajenas, otras veces es claro que el autor de una colección quiso ya él el carácter mixto, por otra parte heredado.

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