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Historia De La Estetica I PDF

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Wladyslaw Tatarkiewicz HISTORIA DE LA ESTETICA I. LA ESTETICA ANTIGUA Traducción del polaco Danuta Kurzyca Traducción del latín y griego Rosa M.J Mariño Sánchez-EIvirá Fernando García Romero AKAL Preámbulo En el siglo pasado, cuando se conocían relativamente pocas fuentes de estética antigua, se elaboraba atrevidamente la totalidad de su historia. Fue entonces cuando se escribieron la mayoría de los libros sobre estética y cuando nacieron las mejores obras concernientes a esta disciplina (Zimmermann, Vischer, Schasler, Bosanquet, Müller, Walter). En cambio en este siglo, cuando las fuentes fueron considerable­ mente ampliadas y surgió gran cantidad de elaboraciones monográficas, son muy es­ casos o casi han desaparecido los trabajos que abarquen la totalidad de la historia de la estítica o, por lo menos, de algunas de sus etapas. En el siglo XX la historia de la estética europea fue elaborada una sola vez (por K. Gilbert y H. Kuhn) y ade­ más en un libro destinado más a la lectura que al estudio. Otro trabajo —de Baeum- ler— quedó sin terminar. La amplia obra de De Bruyne no fue pensada como una historia completa de la estética (llega hasta el Renacimiento) y además es un libro poco accesible ya que está escrito en lengua flamenca. En lo que respecta a la historia de la estética antigua, para la cual se han reunido abundantes fuentes y se ha realizado multitud de trabajos preparatorios, no se hizo en nuestro siglo ninguna elaboración completa, salvo el tratado de K. Svoboda, un tratado muy bueno, pero, desgraciadamente, muy general. La última y la más deta­ llada obra sobre estética, la de Walter, es del siglo pasado. Mejor elaborada está en cambio la estética de los siglos medievales y eso gracias al esfuerzo de un solo hom­ bre, De Bruyne. El presente libro intenta emprender esa tarea tan olvidada por los investigado­ res: eláDOrar la totalidad de la historia de la estética europea. Aspira a ser una sis­ temática presentación de los conceptos estéticos existentes en todas las etapas de su evolución, su esencia, desarrollo y sus mutuas relaciones. Se procura cumplir esta tarea a pesar de ser conscientes de las dificultades que encierra, abarcándose en los dos primeros tomos la estética de la antigüedad y ael medievo, que constituyen la mitad del trabajo desarrollado y atañen a lo que podríamos llamar la «vieja estéti­ ca». La «nueva» estética se estudia en el tomo tercero de la obra. El presente trabajo cumple sus fines de manera algo distinta por lo menos en dos aspectos —de como to solían hacer las obras anteriores que trataban sobre la historia de la estética. Primero, el tema a tratar ha sido ampliado. No se limita a la estética general de los filósofos sino que incluye también la más detallada es'tética de los teóricos del arte: la teoría de la poesía, de la música y de las artes plásticas. Asimismo, se toma en consideración la estética de los artistas, no sólo la expresada en sus palabras sino también la que puede ser deducida de sus obras, por lo menos en las creadas en los momentos más culminantes de la Historia. En segundo lugar, este trabajo trata de coordinar la presentación de la historia de la estética con una colección de fuentes sobre lás cuales se basa. Los compendios publicados hasta ahora, salvo pequeñas excepciones, no solían incluir textos origi­ nales. Se presentaban sólo textos referentes a la historia de arte antiguo (Overbeck), pero eran textos completamente distintos, no hay entre ellos ni uno que sea de im­ portancia para la historia de ta estética. Solamente serían de interés algunos de los textos compuestos por los medievalistas (Mortet-Deschamps, Gilmore Holt) con­ cernientes a la historia det arte medieval. La Grande Antología Filosófica italiana con­ tiene textos de la historia de la estética, tanto de la antigua como de la medieval, mas es tan solo una selección y se publica solamente en su traducción at italiano. La úni­ ca amplia colección de textos que tratan de la historia de la estética antigua se en­ cuentra en la literatura soviética, editada por W. F. Asmus que publica, en traduc­ ción al ruso, la totalidad o casi la totalidad de tas obras de los principales estetas an­ tiguos: Platón, Aristóteles, Horacio, un vasto fragmento de las Enéad&s de Plotino, numerosos poemas de Homero y Aristófanes así como 33 fragmentos de obras de otros autores. Está por aparecer una antología de textos estéticos de ta antigüedad en lengua alemana. Al juzgar por la información proporcionada por el editor, el dr. J- Krüger, su trascendencia será tan grande como la ae la antología soviética. El ma­ yor experto en estética medieval, E. De Bruyne, tenía prevista una colección de tex­ tos originales, pero —como escribe en la introducción a su obra— abandonó su proyecto. La colección de textos originales incluidos en este trabajo presenta dichos textos en su versión original y en traducción. Se presentan también textos de autores me­ nos conocidos que, sin embargo, ocupan un puesto relevante en la historia del pen­ samiento estético. Esta ampliación trae como consecuencia que el número de textos reunidos en la Historia de la estética sea de varios centenares. En esta colección no se publican la totalidad de los tratados pertenecientes a la historia de la estética, sino las frases o fragmentos que de manera más breve y más clara formulan las ideas estéticas. , La aspiración del autor ha sido presentar una colección lo más completa posible, pero que no contuviera textos innecesarios. En la antigüedad y más aún en los si­ glos medievales, algunas de las ideas estéticas, en especial las consideradas como las más importantes, fueron repetidas varias veces y por varios autores. Por esta razón, citar toaos esos textos, incluso ios de contenido más significativo, resultaría monó­ tono e inútil. En vista de ello, el autor no sólo trató de encontrar antiguos textos de la historia de la estética, sino que también realizó una selección de ellos, una se­ lección de las ideas mismas (las realmente importantes), así como de los escritores (los que fueron los primeros en expresar una ¡dea y aquellos que lo hicieron de ma­ nera más acertada). No fue tarea fácil y el autor se dará por satisfecho con haber preparado el terreno para una futura y mejor elaboración de ta historia de la estética. Al escribir el libro, el autor pensaba menos en proporcionar una lectura a los que se interesan por la estética que en ofrecerles una información lo más amplia po­ sible, en la que puedan encontrar problemas de interés y soluciones útiles. Dado ?[ue la información es muy abundante, el autor procuró darla de tal forma que sea ácil servirse de ella y encontrar lo preciso. El libro está subdividido en pequeños fragmentos provistos de subtítulos. Asimismo están titulados los textos originales, incluyéndose en cada tomo un índice onomástico. El autor no habría podido realizar su tarea si no hubiera sido por la ayuda de su esposa y de sus colegas, mostrándose particularmente agradecido por la valiosa 6 colaboración del profesor Wladyslaw Madyda. Sin su ayuda no hubiese sido posible la elaboración de los textos antiguos y su fijación filológica. En cuanto a otros pro­ blemas específicos, el autor se sirvió de los consejos de numerosos colegas, filólogos clásicos y medievalistas, así como de la ayuda de las Cátedras de Filología Clásica de la Universidad jagueilona de Cracovia y de ta Universidad de Varsovia. También agradecemos la inapreciable cooperación ae la Cátedra de Historia de Arquitectura y de Arte de la Politécnica de Varsovia y de los profesores encargados de la elabo­ ración del Diccionario del Latín Medieval de la Academia de Ciencias Polaca de Cra­ covia. Los índices han sido compuestos por los profesores de la Cátedra de Estética de la Universidad de Varsovia. En la segunda edición (que difiere en algunos detalles de ta primera y en ta que se añaden cierta cantidad de textos originales), el autor ha aprovechado las valiosas observaciones del profesor H. Elzenberg. Introducción i 1. Estudios sobre la belleza y estudios sobre el arte. Al principio la estética avan­ zaba por diversos caminos, dedicándose tanto a la teoría de la belleza como a la teo- ría del arte, tanto a la teoría de los objetos estéticos como a las experiencias estéti­ cas, valiéndose unas veces de explicaciones y otras de preceptos. Se suele definir la estética como el estudio de la belleza. Sin embargo, algunos estetas, afirmando que el concepto de belleza es indefinido y ambiguo y que por lo tanto, no sirve para la ciencia, se orientan hacia el arte y definen la estética como un estudio del arte. Otros, que quieren tratar tanto de lo bello como del arte, sepa­ ran estos campos ocupándose de ambos. Los dos conceptos, el de lo bello y el del arte, tienen indudablemente diferentes alcances. La belleza no sólo se halla en el arte y el arte no sólo aspira a la belleza. Ambos conceptos abarcan distintos problemas: la belleza tiene los suyos y el arte tam­ bién. En algunos períodos de la historia no se percibía en absoluto ningún vínculo entre la belleza y el arte. Los antiguos se ocupaban tanto de la teoría de la belleza como de la ciencia del arte, pero las estudiaban por separado, pues no veían ningún fundamento para unirlas. No obstante, con el tiempo, de las discusiones sobre el arte surgieron tantos pen­ samientos sobre la belleza, y cantos pensamientos sobre el arte nacieron de las re­ flexiones sobre lo bello, que resulta imposible separarlos. Si la antigüedad desunió lo bello y ei arte, los tiempos posteriores los acercaron interesándose, sobre todo, por la belleza artística y el aspecto estético del arte. El acercamiento de las dos dis­ ciplinas es un rasgo característico de la historia de la estética. El esteta puede esco­ ger los problemas y ocuparse de la belleza o del arte, pero la estética como totalidad abarca tanto los estudios de lo bello como los del arte, y por consiguiente podemos hablar de un dualismo. 2. Estudio de la belleza y de las experiencias estéticas, Suele entenderse la esté­ tica como un estudio del arte y de sus objetos, un estudio que comprende también reflexiones sobre experiencias estéticas. Incluso a aquellos que estaban convencidos de qué el tema exclusivo de la estética era investigar la belleza objetiva, sus investi­ gaciones les llevaron a cuestiones subjetivas. No hay ninguna cosa que un día al­ guien no haya considerado bella, ni hay tampoco cosa alguna a la que alguien no naya negado en alguna ocasión su belleza. Para cada uno es bello todo o no lo es nada, según la actitud que se tome, sea ésta o no una aptitud estética. Por lo tanto, muchos estetas llegaron finalmente a Ea convicción de que el concepto fundamental de su ciencia no es la belleza, sino la actitud estética y la experiencia de lo bello, siendo la investigación que realizan una tarea correspondiente a la estética. Hay quie­ nes se limitan a afirmar que la estética es un estudio exclusivo de la experiencia es­ tética y que puede ser una ciencia siempre y cuando tenga carácter psicológico. Aun­ que tal actitud es bastante problemática, en todo caso, es justo que en Ta estética, junto a cuestiones objetivas, haya sitio para tratar las experiencias subjetivas. Y si es así, la estética tendrá un segundo dualismo, igual de inevitable que el primero, por­ que también en esta ocasión ambos grupos de problemas se unen, condicionan y complementan. Éste dualismo de la estética puede expresarse también a través del contraste en­ tre lo bello natural y lo bello artificial. La participación del hombre en la belleza es diversa: en unos casos crea lo bello y el arte, en otros los valora. En unas ocasiones se trata de la participación del artista, en otras del receptor y crítico. La participa­ ción del hombre en la belleza y en el arte es también, en unos casos, la participación del individuo, y en otros la de un grupo social; en parte constituye ün tema de la psicología de la belleza y del arte, y en parte también, su sociología. 3. Descripciones y normas de estética. Muchas obras que tratan de la estética son de carácter empírico, no hacen más que establecer y generalizar los hechos: des­ criben las propiedades de las cosas que consideramos bellas y las observaciones <jue suscitan en nosotros. Otros libros sobre estética contienen no sólo estas afirmacio­ nes sino también recomendaciones referentes a cómo se debe obrar para crear un arte válido y una verdadera belleza, y para evaluarlos debidamente, junto con las observaciones del esteta contienen también postulados, es decir, además de las des­ cripciones, las normas. Es éste ya un tercer dualismo. Tiene, en parte, carácter des­ criptivo y registrador: registra los hechos, sean psicológicos, sociales o históricos. En otras palabras, la estética puede ser normativa además de descriptiva. Las investigaciones empíricas, sobre todo al seguir un buen método, pueden pro­ porcionar en la estética, igual que en otras ciencias, resultados objetivos y umver­ salmente válidos. Tales resultados los pueden proporcionar también las normas, siempre y cuando estén basadas sobre investigaciones empíricas. No obstante, el problema es que no siempre ocurre así. Los resultados emanan en parte de los postulados y no de las investigaciones de los gustos que prevalecen en un momento dado, en un ambiente y en un esteta determinado. Las investiga­ ciones sirven para la teoría universal del arte mientras que las normas, por lo menos en parte, sirven para la política del arte, es decir, para defender una de las posibles maneras de su interpretación. Demócrito, al demostrar que la perspectiva cambia en los ojos del espectador la forma y el color del objeto, hizo una contribución a la teoría del arte, mientras que Platón, al exigir que el artista no tomase en cuenta la perspectiva y presentase las cosas como son y no como las vemos, practicó la polí­ tica del arte. En otras palabras, las enunciaciones de la estética son expresión o del conocimiento o del gusto. 4. Los hechos y las explicaciones. La estética, igual que cada ciencia, procura, sobre todo, establecer las propiedades de las cosas que investiga: cuáles son las pro­ piedades de la belleza, cuáles las del arte, cómo la belleza afecta a la gente, cómo nace el arte y cómo se desarrolla. Pero trata también de explicar estas propiedades: por qué la belleza afecta de cierta manera, por qué surgió el arte y por qué tiene esas formas y no otras. La estética explica la influencia de la belleza psicológicamen­ te y, a veces, fisiológicamente; las formas del arte las explica históricamente y a ve­ ces sociológicamente. Aristóteles, al afirmar que las cosas son bellas cuando tienen el tamaño adecuado, pretendió establecer un hecho cierto. Y lo explicó diciendo que las cosas pueden gustar sólo cuando se dejan abarcar con una sola mirada. Al afir­ mar que el arte es intuición, Aristóteles estableció (acertada o no acertadamente) otro hecho, y lo explicó diciendo que en el hombre existe una tendencia natural ha­ cia la imitación. En general la estética antigua se concentraba más en establecer los hechos, mientras que la moderna pone más esfuerzo en explicarlos. No cabe duda de que en la estética encontramos este cuarto dualismo que, por cierto, es el más natural y propio de la gran mayoría de las ciencias. 5. El arte y la literatura. La estética, igual que casi todas las ciencias, trata de llegar a los enunciados más generales, pero también trata de penetrar en los parti­ culares. Tiene por tanto dos aspectos, uno general y otro particular. Cada arte su­ ministra a la estética el material para sus investigaciones sensoriales y como son ar­ tes distintas, las teorías de la poesía, de la música y de las artes plásticas, se desarro­ llan por distintos caminos. No sólo las diferencias sino también las oposiciones se- Etaran las artes plásticas de la poesía; las primeras son accesibles directamente para os sentidos mientras aue la poesía se basa en símbolos lingüísticos. Es natural que las distintas teorías e iaeas estéticas difieran entre sí, ya que provienen de diferentes campos: unas de la literatura, otras de la estética en el sentido estricto de la palabra; unas interpretan el mundo de las imágenes sensoriales, otras el de los símbolos intelectuales. El esteta actúa conforme a sus preferencias, sigue en sus investigaciones uno u otro camino, y dedicándose preferentemente a la belleza o al arte, a los objetos o a las experiencias estéticas, ofrece descripciones o recomendaciones, trabaja en el cam­ po de la psicología o de la sociología del arte, practica la teoría o la política estética, establece los hechos o los explica. En cambio el historiador, queriendo presentar el pasado de su ciencia, debe investigar y abarcar todos estos campos.'Y así,.uno de [os fenómenos históricos esenciales es el cómo los conceptos del arte y de la belleza iban acercándose paso a paso, cómo los estudios de la belleza eran substituidos por los estudios de las experiencias estéticas, cómo iban entrando en el campo de la es­ tética los motivos psicológicos y sociológicos, cómo las descripciones iban suplan­ tando las normas y las explicaciones interpretando los hechos. II 6. El alcance de la historia de la estética. El historiador de la estética ha de ser­ virse de varios medios. No es suficiente el estudiar los antiguos conceptos estéticos, el tomar sólo en consideración lo que llevaba el nombre de la estética, lo que per­ tenecía a la desgajada disciplina estética que hablaba expresis verbis de la belleza del arte. Tampoco lo es el atenerse sólo a los enunciados pronunciados explícitamente. El historiador deberá tener en cuenta los gustos y costumbres vigentes en una época dada y las obras de arte nacidas en ella; tendrá que recurrir no sólo a la teoría sino también a la práctica, a las artes plásticas y a la música, a la poesía y a la oratoria. A) Si la historia de la estética abarcara únicamente lo que aparecía bajo tal nom­ bre, hubiera empezado muy tarde porque, como es sabido, el término fue empleado por primera vez por A. Baumgarten en 1750. Empero las cuestiones mismas, bajo otro nombre, fueron discutidas mucho antes. El nombre no tiene importancia, in­ cluso desde que se formó no todos se atenían a él. La gran obra estética de Kant, aunque medio siglo posterior a la de Baumgarten, se llama «la crítica del juicio», y el nombre de «estética» Kant lo aplicaba a algo completamente distinto: al hablar de la estética se refería a una pane de ia teoría del conocimiento, a la teoría del es­ pacio y del tiempo, B) Si se tratara la historia de ia estética como historia de una disciplina inde­ pendiente, habría que empezarla tan sólo en el siglo XVm y sería una historia breve que abarcaría apenas dos siglos. Sin embargo, antes de que surgiera una disciplina especial de la belleza se habló de ella, aunque dentro de los límites de otras disci­ plinas. En numerosas ocasiones los problemas de lo bello estaban fundidos con la filosofía general, como, por ejemplo, lo hiciera Platón. Ni siquiera Aristóteles aisló la estética, aunque tanto hizo por ella. C) Si en la historia de la estética se incluyeran sólo los pensamientos expuestos en tratados dedicados exclusivamente a lo bello, seria un criterio demasiado super- ficial de seleccionar el material y faltarían en la historia de la estética varios eslabo­ nes importantes. No sabemos si los pitagóricos, que ejercieron una profunda in­ fluencia en la historia de la estética, escribieron tratados sobre ella. Platón escribió un tratado sobre lo bello, pero sus ideas principales al respecto las presentó en otros trabajos. Aristóteles, por su parte, no escribió ningún tratado así. San Agustín sí es­ cribió uno, pero se ha perdido. Tomás de Aquino no sólo no escribió ningún tra­ tado sobre lo bello sino que no le dedicó ni un capítulo de sus escritos y, no obs­ tante, en unas observaciones sueltas dijo más al respecto que otros en libros enteros dedicados al tema. Al reunir el material, la historia de ia estética no puede guiarse por criterios ex­ ternos, como el nombre o la disciplina científica de cuyas fuentes se sirve; ha de guiarse por los problemas y tomar en consideración todo pensamiento que se refiera a ellos y que utilice sus conceptos, aunque aparecieran bajo otros nombres y dentro de los límites de otras disciplinas. Cuando lo haya hecho, resultará que la reflexión estética comenzó más de dos mi! años antes de que se adoptara para ella un nombre especial y de que se declarase disciplina científica independiente. Ya en aquel enton­ ces surgían cuestiones semejantes que incluso eran resueltas de manera parecida a la que más tarde tomaría el nombre de «estética». 7. La historia de los conceptos y la historia de los nombres. D) Deseando pre­ sentar el desarrollo del pensamiento humano sobre la belleza, et historiador no pue­ de atenerse exclusivamente a la palabra «bello», ya que dicha concepción aparecía bajo distinta terminología, a veces sin emplear esta palabra. Especialmente en la es­ tética antigua se habló más de la armonía, la symmetria * y la euritmia que de la be­ lleza. Y viceversa: se empleaba la palabra «bello» aunque se trataba de algo distinto a como nosotros lo entendemos. En la antigüedad «bello» designaba más bien cua­ lidades morales que estéticas. Del mismo modo, la palabra «arte» designaba todo pro­ ducto de habilidad manual, sin limitarse, de manera alguna, a las bellas artes. Es ne­ cesario, por tanto que la historia de la estética tome en consideración también los pensamientos en los cuales la belleza no era llamada «belleza», ni el arte «arte», Sur­ ge así un nuevo dualismo al enfocar la historia de la estética: no es sólo una historia ae los conceptos de lo bello y del arte, sino también una historia de los nombres «bello» y «arte». Este dualismo también es inevitable, ya que el desarrollo de la es­ tética consistía no sólo en la evolución de los conceptos sino también en la de los nombres, y ambas evoluciones no se realizaron simultáneamente. 8. La estética en la teoría y en la práctica. Si un historiador de la estética sacara sus informaciones exclusivamente de los estetas eruditos, no sería capaz de recons­ truir plenamente lo que en el pasado se sabía y pensaba de la belleza y del arte. El historiador debe recurrir también a los artistas, tiene que recoger las ideas manifes- * Se utiliza la ortografía de «lymmetria» para señalar que no se trata de U simetría en el sentido ac­ tual de la palabra sino de la simetría según la entendían los griegos, es decir, como conmensurabilidad. Véase pág. 30 y sig. 12 radas no en los libros científicos, no por escrito, sino en los gustos, en la vox populi. No todos los pensamientos estéticos hallaron de inmediato una expresión verbal, y en cambio fueron expuestos en tas obras de arte, en la forma, en el color y en el sonido. De las obras de arte se pueden extraer tesis estéticas que no están inscritas en ellas pero sí contenidas, ya que constituyen su punto de partida y su expresión. A la historia de la estética ampliamente comprendida, pertenecen no sólo las afir­ maciones pronunciadas explícitamente por los estetas, sino también las incluidas im­ plícitamente en el gusto de la época y en las obras de arte. Pertenece a esta historia no sólo la teoría estética propiamente dicha, sino también la práctica artística que revela estas teorías. Algunas de las ideas estéticas dei pasado, el historiador las pue­ de leer simplemente en los manuscritos, y otras, en cambio, las tiene que descifrar de las obras de arte y de la literatura o incluso de las formas de la moda y de tas costumbres. Es un dualismo más de la estética y de su historia: la expresada explí­ citamente y la contenida implícitamente en las obras de arte o en los gustos. Los avances de la estética fueron, en gran medida, obra de los filósofos estetas, pero también de psicólogos y sociólogos. Pero no sólo provenía de ellos, sino tam­ bién de artistas y de poetas, de expertos y de críticos; ellos también revelaron más de una verdad referente al arte y a lo bello. Sus observaciones acerca de la poesía o la música, acerca de la pintura o la arquitectura, detalladas y personales en su ma­ yoría, condujeron ai conocimiento de verdades generales referentes a todo el arte y la belleza. La historia de la estética,.hasta ahora, se ha ocupado casi exclusivamente de las opiniones de los filósofos-estetas y de las teorías formuladas en general y explícita­ mente. Tratándose de la antigüedad, la historia de la estética tomaba en cuenta las opiniones de Platón o de Aristóteles. ¿Y Plinio o Filóstrato? Se los incluía en la his­ toria de la crítica artística y no de la estética. ¿Y Fidias? Se decía que pertenece a la historia del arte y no de la estética. ¿Y la actitud de los atenienses nacia el arte? Per­ tenece a la historia de los gustos. No obstante, cuando Fidias consideró justo dar a una estatua, que había de ser colocada en lo alto, una cabeza desproporcionalmen- te grande y cuando los atenienses se opusieron a una estatua así, tanto Fidias como el pueblo ateniense tomaban una actitud frente a la misma cuestión estética que plan­ teo Platón: ¿debe el arte tomar en consideración las leyes de la vista humana y cam­ biar por ella las formas de la naturaleza? La actitud ae los atenienses coincidía con la de Platón, mientras que Fidias opinaba lo contrario. Es natural que sus opiniones sean contrastadas con las de Platón y que ambas se encuentren en la historia de la estética. 9. Historia expositiva e historia explicativa. Entre las ideas estéticas nacidas en los siglos pasados hay unas completamente obvias que se explican por sí solas, y hay otras que requieren una aclaración, que son comprensibles sólo para el que conoce las condiciones en las cuales surgieron, la psicología de los artistas, filósofos, entendidos, la actitud hacia el arte de la época, sus gustos y su régimen social. Muchas ideas estéticas surgieron directamente bajo la influencia dé las condicio­ nes sociales, económicas y políticas, bajo la influencia del sistema vigente, y la de los grupos sociales a los que pertenecían quienes las expresaban. La vida en la Roma de los Césares favoreció la formación de unos conceptos de la belleza y del arte distintos a los de la democracia ateniense, y también distintos a los surgidos en los nasterios medievales. En cambio, otros conceptos dependían de las condiciones sociales y políticas sólo indirectamente, mientras que había una dependencia más directa de las ideologías y teorías filosóficas que reinaban en una época o en un am­ biente. La estética del idealista Platón no se podía parecer a la relativista manera de pensar de los sofistas'. Las opiniones estéticas se formulaban también bajo la influen­ cia del arte que los estetas veían a su alrededor, Los artistas solían depender de los estetas, mas también sucedía lo contrario: la teoría ejercía su influencia sobre la prác­ tica artística, pero asimismo la práctica influía sobre la teoría. El esteta debe tomar en cuenta estas dependencias y, sobre todo, el historiador, al presentar el desarrollo de los conceptos estéticos, ha de recurrir más de una vez a la historia del sistema, de la filosofía y del arte. Esta tarea es necesaria a la par que difícil, ya que las dependencias entre la teoría estética y el sistema, la filosofía y el arte, fueron no sólo diversas, sino también enmarañadas y a veces inesperadas y dis­ tantes. La estética de Platón, por ejemplo, revela dependencias tanto del sistema conio de la filosofía del arte. Su evaluación del arte y su programa de educación es­ tética se modelaron no en el sistema ateniense, en el cual nació y vivió, sino en el de la lejana Esparta. Su concepto de la belleza dependía de la filosofía, pero en los años posteriores a su creación dependió no tanto de su propia filosofía de las Ideas como de la filosofía pitagórica del número. Su ideal del arte se basaba en el arte grie­ go, pero no el de su época, sino el de la arcaica, ya lejana y pasada. 10. Historia de los descubrimientos e historia de los conceptos vigentes. Al his­ toriador de la estética le interesa sobre todo el desarrollo y avance délas concepcio­ nes sobre la belleza y el arte, ia formación de conceptos, la cristalización de opinio­ nes acerca de lo bello y del arte, acerca de la creación y las experiencias artísticas, Quiere establecer cuándo, dónde, en qué condiciones y gracias a quién surgieron di­ chos conceptos y opiniones. Al ocuparse de la estética antigua, el historiador quiere saber quién y cuándo definió por primera vez el concepto de lo bello y del arte, quién fue el primero en separar la belleza estética de la moral, y. las bellas artes de la artesanía, quién fue el primero en introducir el concepto de idea artística, y quién el de la imaginación creativa y del sentido estético. Sin embargo, para el historiador de la estética es importante establecer cuáles en­ tre las ideas y teorías descubiertas por los estetas encontraron respuesta y recorto- cimiento, y cuáles fueron universalmente aceptadas e influyeron en la mentalidad de todos. Lo importante es que no sólo los pensadores, sino los griegos en general, no consideraron durante mucho tiempo la poesía un arte; el pueblo no veía ninguna se­ mejanza ni relación entre las artes plásticas y la música. En las artes se hacía más hincapié sobre las reglas que sobre la libre creación del artista; el pueblo en general veía en el artista al que conoce la verdad de la existencia. Esta dualidad de los intereses del historiador conduce a que la historia de 1a es­ tética se desarrolle en dos direcciones: por una parte es la historia de los descubri­ mientos y del progreso del pensamiento estético; por otra, es la historia de cómo esos conceptos y opiniones estéticas fueron aceptados por el pueblo y rigieron a lo largo de los siglos. La estética ha tenido y continúa teniendo diversos caminos, y todos ellos los ha de seguir la historia. III 11. Prinápios de la historia de la estética. ¿Cuándo empieza la historia de la es­ tética? Si entendemos el término en su acepción más amplia, que abarca la estética implícita en las obras de arte, entonces sus orígenes se pierden en las tinieblas de la historia más remota. Es imposible fijarlos de otro modo que arbitrariamente, mar­ cando un punto en el curso de su desarrollo, y desde este punto iniciar el trabajo de investigación. Es lo que se ha hecho en la presente historia. Limitando conscien­ temente el campo de nuestro estudio, empezamos la historia de la estética en Euro­

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