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Historia de la decadencia y ruina del imperio romano PDF

410 Pages·1843·64.006 MB·Spanish
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HISTORIA DE XAAPUCIBA BEL INGLÉS BE LA RECIENTE DE H. H. MiLMAN, CON TODASi LAS NOTAS DEL ACTOR Y LAS DE AQUEL Y GuIZOT; POR DON JOSÉ MOR DE FUENTES. BARCEliOloÁ. ¡IVIPRENTA DE DON ANTONIO BERGNES Y COMPAÑIA. 1843. ^ o 'i' V *vK >|t»M '4 • L II ;.ioi /j.j ./.>.!<.nl/.-.H ,n aa' ^TV,ai;)3>i h« auijíu/í.i .TOSI tí) Y J l’JOf i» flül 'A '^<' Kí-' 'i -i fl. ’..''iy.*9- m «iifio’ff ^ -•i-1 *1^ •* T«i, -,k-'^.i:.: - (.> •• .'’ . ít’.-V' v^- 5' V) 'v - -lYí^^ -:JÍJ!/•Í4/.y\<‘•' V'7•' *.?L ..--^::í'í. .-^Vi '^ÍCT' .%• . v*r <*• r »-:^t'-: .IÍLií’.4$J:4’mi.B -# i' /•iitiKí f b«a/.»;i¿iii tnriñ/.A vihIi mí. /h\tif* UM\ , • í->' -í'X'V*' ; , 2ia^ií(iS)ÍBlí^ DE LA DECADENCIA Y RÜINA DKL IMPERIO ROMANO. CAPITULO XXX. I — — Rebelión de losíjodos. Saquean la Grecia. Dos grandes invasio- — — nes de Italia por Alarico y Radagueso. Recházalos Estilicon. — Correrías de los Jermanospor la Galia. Usurpación de Constan- — tino en.el Occidente. Deposición y muerte de Estilicon. Aun cuando los súbditos de Roma desconocieran las finezas del gran Teodosio, luego vinieron á palpar con cuanto afan aquel brio y desem- peño habían sostenido la fábrica desmoronada y caediza de la república. Muere por enero y antes de fenecer el invierno del propio año, ya está ; la nación goda sobre las armas {{) tremolan los bárbaros auxiliares su bandera independiente y pregonan desaforadamente el intento enemigo queestaban desde mucho antesabrigando en sus ánimosferoces. Sus pai- sanos reducidos por el último tratado á faenas apacibles, desamparan , al primer eco del clarín sus cortijos empuñando las armas que á su , , pesar tenían arrimadas. Arróllanse las vallas del Danubio; desembóscan- se los guerrerosmontañeses de Escitia y la crudeza descompasada del ; invierno ofrece al poeta el rasgo de que van rodando sus pesadoscarrua- jes sóbrela espalda helada y anchurosa del enojado rio (2). Los desven- turados naturales delas provinciasal sur del Danubio tenían que avenir- se alcúmulo de quebrantos con que su fantasía se había ido familiari- zando por espacio de veinte años ; y las varias gavillas de bárbaros que blasonaban de apellidarse godas se iban desparramando á su albedrío desde las costas arboladas de Dalmacia hasta los muros de Constantino- pla (5). Pretestaron para su rebeldía la cesación ó la escasez del subsidio TOMO lY. O 6 DECADENCfA Y RÜINA DEL IMPÉRIO ROBIANO. que lesfranqueaba la cordura dadivosa deTeodosio ; acibarando el desa- cato con el menosprecio que les inerecian los afeminados hijos de Teo- dosio y enconándose coa la flaqueza ó la alevosía del ministro de Ar- cadio.', Frecuentaba Rufino el campamento de los bárbaros, cuyo traje y armasremedaba; y evidenciaban tantas visitas su criminal corresponden- cia y mas aun el esmero del enemigo público en perdonar por agrade- cimi;ento las fincas del prefecto desamado , aunque quizás era política su conservación. En vez de caudillosferoces que arrojaban antes con ímpe- tu ciego á sus Godos, capitaneábalos ahora la denodada maestría de Ala- rico. Descendia aquel afamado adalid de la alcurnia esclarecida de los Baltos (4) , que”solo rendía parias á lajerarquía rejia de los Amalis; ha- bía solicitado el mando de los ejércitos romanos y la corte imperial lo , arrebató con su desaire al estremo de mostrarle su desvarío y la sumaen- tidad de aquel malogro. Cualesquiera esperanzas que mediasen acerca de la conquista de Constantinopla , el atinado jenoral abandonó luego el inasequible intento. Estremecióse el emperador Arcadio al descubrirlas armas godas con un pueblo descontento y una corte descivenida pero , , ; la fortaleza misma déla ciudad era un equivalente de valor y sabiduría, y las fortificaciones de mar y tierra burlaban desde luego las flechas en- debles de unos bárbaros, Desentendióse Aladeo de atropellar los países ya talados y rendidos de Tracia y Dacia y acordó marchar en busca , , de cosecha colmada de norabradía y riquezas á una provincia basta en- , tónces intacta de los estragos de la guerra (o) (A. 395). La índole de los empleados civiles y militares colocados por Rufino en el gobierno de Grecia hacia maliciar mas y mas su intento de vender o! imperio antiguo de la libertad y la sabiduría al invasor godo. Era el pro- cónsul Antíoco hijo indigno de un padre respetable y Jeroncio que ; , mandaba la tropa de la provincia, era mucho mas abonado para ejecu- tar las tropeliás dispuestas por un tirano que para resguardar con brio y acierto un pais fortificado ya de suyo por el esmero de la misma natura- leza. Había atravesado Alarico sin tropiezo las llanuras de Macedouia y Tesalia hasta la falda del monte Efa, conjunto de riscos y breñas casi intransitables para su caballería. Estendíanse de levante á poniente basta la misma costa, y franqueaban , entre el despeñadero y el golfo Maliano, Tin intermedio de trescientos piés que se angostaba á trechos hasta el punto de caber un solo carruaje (0). En esta angosturade lasTerraópilas, donde Leónidas y sus trescientos Espartanos tan esclarecidamente sacrifi- caron sus vidas , pudiera un jeneral intelijento atajar y esterminar á los Godos ; y tal vez al presenciar el sagrado solar , tal cual pavosa de mi- litar denuedo prendiera en los pechos de aquellos Griegos afeminados. Retiráronse por mandato superior las tropas del apostadero de Termópi— las, sin asomodo oposición al tránsito seguro y veloz de Alarico (7); y di- , CAriTUI-O \\x. 7 íuMiiivn bíirbaios |*or las i-aiu[iiñas aiiit'iias di* la Kócida y de la Beoda, degollando yaronos , y anebatando honnosiaas , despojos y rebaíios de las aldeas abrasadas. Cuantos viajerosatravesaron laCrecía, á pocos aflos, iban advirtiendo las huellas hondísimas y .sangrientas do los Godos ; y Tébas no tanto debió su salvamento á la fortaleza de sus siete puertas, como al afan de Alarico por enseñorearse de Aténas y del puerto impor- tantísimo del Pirco. La misma priesa le estrechó á anteponer la oferta de una capitulación á las demoras y peligros de un sitio ; y apenas oyerou los Atenienses la voz del heraldo iutimador se allanaron sin reparo A , entregar la mayor parte de sus riquezas en rescate de la ciudad de Mi- nerva y de su vecindario. Juramentáronse unos y oU’Os y se observó , puütualisimameute el tratado. Entró el príncipegodo con escasa y selecta comitiva disfrutó el regalo del baño aceptó un banquete espléndido , , dispuesto porlos majistrados , y se empeñó en manifestar que no desco- nocía los modales de las naciones civilizadas (8). Jlas todo el territori- del Atica, desde el promontorio Sunio hasta la ciudad de Megara, que- dó talado con su presencia asoladora ; y valiéndonos del símil de un filó- sofo contemporáneo , la misma Aténas era el remedo de una piel vacia y ensangrentada de una víctima recien muerta. Distan Megara y Corinto unas diez leguas pero el mal camino como espresivamente se apellida ; todavía entre los Griegos , podia atajarse fácil y absolutamente á todo enemigo , pues emboscaban el Monte Citeron y el pais interior densas y lóbtegas malezas, los peñascos Escironios se abocaban sobre la orilla del agua y se descolgaban sobre el sendero angosto y revuelto encajonán- , dolo por dos leguas en lamisma playa (9). Era el ismo de Corinto el pa- radero de aquel tránsito, y el tesón de un corto cuerpo de tropabasta- a paia resguardar colmadamente las dos ó tres leguas que median entre e mar Jónico y el Ejeo. Confiadas las ciudades del Peloponeso en suan- temural nativx) , desatendieron sus murallas antiguas-, y la codiciade los gobernadores romanos tenia desangrada y rendida la desventurada pro- vincia (10). Rindiéronse Corinto, Argos y Esparta á las armas godas y aun dichosos los moradores cuya muerte los libertó de presenciar elc;an- ^erlo e sus familias y el incendio de sus ciudades (I I). Repartiéronse cIOiSnadretneíaoctdoeslepntiriemolors<lbeársbuarhoesc,huartae;nipéonsdtorsáenadlosvealloorsdcealutmiatveorsiáall,aylepyredse- a oUeria , y las beldades sirvieron de galardón á la valentía; ni podian os Griegos fundadamente quejarse de un desafuero que fuera corriente en los siglos heroicos (12). Los descendientes de aquel pueblo sin par que conceptuaba el valor y la disciplina como las murallas de Esparta’ d de sus antepasados á un conquista- diobarsmtaesagfroarvmiiod;absileerqasuehAolmabnrceo,: v«eSniaecráes; dyiolsue,gnootdroapñeazraársásácqouuiehnojma-- . ;, 8 decadencia y ruina del imperio romano. bresiguales áti (45). » El caudillo godo fué coutiauando su marcha des- de Teroiópilas á Esparta sin encontrar un enemigo que fuese mortal ñero uno de los abogados del paganismo agonizante desde luego dió por sentado quela diosaMinerva con su éjida formidable escudó los muros deAténas, queguareció también lasombra del airado Aquiles (44),y que se desalentó el vencedor con la presencia de las enemigas deidades de la Grecia. En aquel siglo de milagros parece violento el disputar al histo- riador Zósimo agasajo tan jeneral ; mas no cabe disinanlar la tosque- dad y torpeza de Alarico para impresionarse de visiones soñadas ó despiertas de la superstición griega. Probablemente ni la canturía de Ho- mero ni la nombradla de Aquiles babian llegado á oidos del bárbaro montaraz y la fe cristiana que estaba devotamente profesando le ense- ñaba á men;ospreciar las divinidadesideales de Roma y Aténas. La inva- sión goda, en vez de desagraviar el paganismo , contribuyó á desarrai- gar á lo menos accidentalmente sus últimos restos ; y los misterios de Eléusis que babian subsistido diez y ocho siglos finaron con la destruc- ción de Eléusis y los desastres de la Grecia (45) (A. 596) Desahuciado ya el pueblopor sus armas , sus dioses y su soberano acudió al jeneral de Occidente y Estilicen, que habla carecido de facul- ; tades para rechazar á los profanadores de la Grecia , se adelantó á es- carmentarlos (16). Habilitóse una escuadra crecida en los puertos de Italia y latropa, surcando breve y prósperamente por el mar Jónico, ; desembarcó á su salvo en el ismo junto á los escombros de Corinto. El paismontuoso y emboscado de Arcadia residencia fabulosa de Pan y , de las Dríadas fué el lidiadero de una batalla reñidísima entre dos je- , nerales dignos uno de otro. Prevalecieron por fin la maestría y el tesón delos Romanos; y los Godos, tras notable quebranto pordolencias y de- serción se fueron retirando á los empinados riscos de Foloe hácia los , , manantiales del Peneo, y sobre laraya de la Elida pais consagrado, que , solia en lo antiguoquedar exento de la plaga de la guerra (47). Cercóse el campamento bárbaro; encajonóseel rio por otrocauce (48); y mientras el hambre y la sed los acosaban quedaron completamente acorralados. , Tomadas,estas precauciones, yharto confiado ya Estilicon en su victoria, se marchó á disfrutarla en losjuegos teatrales y danzas desenvueltas de los Griegos y la soldadesca, desamparando sus banderas setendió por ; , la campiña para saquear á sus aliados cuanto habian podido rescatar de lasrapiñas del enemigo. Parece que Alarico utilizó el trance paraejecu- tar una de aquellas empresas arrojadas en que' el desempeño descuella con mayor brillantez que en la baraúnda de una batalla. Para salir del cerco del Peloponeso,tenia que volcar los atrincheramientos quelo ataja- ban; tenia que verificar unamarcha trabajosa y espuesta hasta el golfo de Corinto , y tenia que trasponer tropa , cautivos y despojos sobre un ’ CAPITULO XXX. 0 brazo de mar, que aun cu el cstrocho cnlro Uio y la cosía licué por lo menos media milla de anclinra (19). Atinado , oculto y ejecutivo anda- na Alarico puesto que el jeneral quedó atónito con la noticia de que , los Godos, burlando sus conatos se hallaban en posesión de la provin- , cia importante del Epiro. Esta aciaga demora fraiupieó á Alarico tregua para concluir el tratado que reservadamente estaba negociando con los ministros de Constantinopla y el recelo de una guerra civil precisó á ; Estilicon por mandato de sus contrarios á retirarse de los dominiosde , , Arcadio y tuvo querespetar al enemigo de Romacomoaliadoy sirviente ; condecorado del emperador de Oriente (A. 597). Un filósofo griego (20) que anduvo por Constantinopla, recien muerto Tcodosio dió á luz sus opiniones liberalesacerca del instituto de un rey , y del estado de la república romana. Se hace cargo y se lamenta Sinesio del abuso funesto que la dignación desacertada del difunto emperador habia introducido en el servicio militar. Iban los ciudadanos y súbditos comprandosu descargo dela obligación imprescindibledoacudir á la de- fensa de su patria , sostenida únicamente con las armas de los bárbaros meicenarlos. Deshonraban los fujitivos de Escitia legalmentelas dignida- des preeminentes del imperio su juventud bravia desentendiéndose de toda sujeción á leyes , se des;alaba tras las riquezas, , menospreciando y aborreciendo artes y pueblo igualmente y el poderío de los Godosera ; el peñasco deTántalo, colgado siempre sobre la paz y la existencia de uiv estadoagonizante. Propone Sinesio medidas arrojadas y jenerosas pro- , pias de un patricio. Va exhortando al emperador á reinfundir brío en los súbditos con la norma de su virtudvaronil; á desterrar el lujo de lacor- te y del campamento , á sustituir los bárbaros asalariados con un ejér- cito de individuos interesados en la defensa de las leyes y de sus ha- ctailelnedrasy;aál dfielsopsrofeonddeersaulcmáetneedsrtar;alá ,eregnuilrosaltrsaonñcoelsienatroriceisugdaaddoasn,oddee ssuu ' lecho deleitoso, yá armar el brazo del afanado labrador para resguardar sus campiñas. Acaudillando tropas merecedoras del nombre romano y ostentadoras delbrío romano , estimula al hijo de Teodosio á contrares- ar una ralea de bárbarosfaltos de verdadero tesón y á nunca dejar las armas asta arrojarlos á sus .soledades de Escitia, ó, reducirlos á la ser- vidumbre ignominiosa que impusieron los Espartanos á sus cautivos Ilo- Arcadlo desahogo, encareció la elocuencia e“mper*ador dje^OrdiiecnttaemceonndteanSipnuensdioo.noQruoiszoástielnoficluóasolfosi, hqaubelaseradicroinieuanl greoyddeejeEnsepraardtoap,anroa siedeaarteumnpeprlaabnaasáelqauiíbnldeo;ley ytalcivreczuneslteanngcriaesimdieenutno dsie- fwTf ajenos de toda reflexión en el despacho de los negocios, desechaban como impropias y soñadas cuantas propuestas desdccian do- DEC\DENCIA Y RUINA DEL IMPERIO ROMANO. sus alcances y se desviaban del carril trillado. Mientrasperoraba Sinesio V las conversaciones populares se estaban esplayando sobre la mina de íos'bárbaros se pregonó un edicto en Constantiuopla encumbrando á Alarico á mae,stre y caudillo del Ilírico oriental. Tanto los Romanos co- mo los aliados que reverenciaban la fe de sus tratados se airaron justa- mente de tan sumo galardón concedido al asolador de la Grecia y del Epiro. El caudillo godo fué recibido como majistrado lejítimo por las ciudades que poco antes habia sitiado padrescuyos hijos habia sacrifi- : cado maridos cuyas esposas habia violentado quedaron sujetos á su , , autoridad y el galardón de su rebeldía alentó la ambición de todo cau- dillo de lo;s mercenarios. El desempeño de Alarico en su nuevo mando acredita el tino y entereza de su ánimo , pues despachó órden á los cua- tro almacenes ó manuíacturas de Margo , Raciaria , Naiso y lesalónica- para aprontar á sus tropas acopios de armas delensivas y ofensivas, mor, ¡iones , broqueles , espadas y lanzas; los desventurados moradores tenian ¡¡lie estarfraguando los instrumentos de su propio esterminio , y los bár- baros remediaron el único desfalco que se oponia á los ímpetus de su denuedo (22). El nacimiento de Alarico, el timbre de sus hazañasante- riores y la espectativa de las venideras , fueron hermanando el cuerpo todo de la nación bajo sus banderas victoriosas ; y con la anuencia uná- nime de ios caudillos bárbaros el maestre jeneral del Ilírico fué ensal- , zado, según la antigua costumbre, sobre un escudo, y proclamado rey de ios Visigodos (25). Pertrechado con ambas potestades, aposentado en el confín de los dos imperios andaba alternativamente vendiendo sus , promesas á las cortes de Arcadió y (24) Honorio, hasta que manifestó y ejecutó su ánimo de acometer los dominios de Occidente. Vacian exáni- mes ya las provincias de Europa pertenecientes al emperador oriental ; hacíanse inaccesibles las de Asia , y la fortaleza de Constantinopla habia burlado su intento. Tentóle la nombradla y luego la hermosura y ri- , queza de Italia, que habia.ya pre.senciado, y anhelabainteriormente enar- bolar el estandarte godo sobre las murallas deRoma y engalanar su ejér- cito con los hacinados despojos de trescientos triunfos (25). La escasez de hechos (26) y ia incertidumhre de fechas (27) nos imposi- bilitan la tarea de referir circunstanciadamente la primera invasión de Italia por las armas de Alarico. Su marcha quizás desde Tesalónica, , por el pais belicoso y enemigo de Panonia hasta la falda de los Alpes Ju- lianos su tránsito por aquellas montañas, muy resguardadas con tropas ; y atrincheramientos ; y luego el sitio de Aquileya y las conquistas delas provincias de Istria y Venecia, parece que le emplearon por un plazo di- latado. A menos de ser sus operaciones en estremo cautelosas y pausadas, — tan largo intermedio (A. 40D 405) infundiría la fundada sospecha de haberse retirado el Godo ó las orillas del Danubio á reforzarseconnue- 1 CM'm io x\x. 1 vos enjambres de báil)aros aillos do volvía’ á iiitoinarso o» el corazón do Italia. Puesto que el solicito liisloriodor so halla ajoño do aoontociniion tos grandiosos le será licito osplayarso un tanto on el iidhijo do las nr , mas de Alarico sobre la suerte de dos individuos arrinconados un pros , bitero de Aquileya y un labrador de Vorona. lü docto Uulino, citado por sus enemigos para comparecer ante un sinodo romano ('28) antepuso , • cuerdamente los peligros de una ciudad sitiada ; y los bárbaros que os. taban quebrantando los muros de Aquileya podian rescatarlede sor cruol- mente ajusticiado al pardeotro bcreje, óálo menos con azotes y destierro á una isla desierta por sentencia de los mismos obispos (20). l'd ancia- no (30) que había ido pasando su vida sencilla é inocente en las ocrea , nías de Verona prescindía de las contiendas, tanto de reyes como d(' , obispos; sus recreos , anhelos y alcances se ceñian á su escaso recinto so lariego, y un báculo sostenía sus trémulos pasos sobre el mismo terreno donde estuvo solazándose de niño ; y aun esta arrinconada y rústica fe- licidad , que Claudiauo describecon propiedadafectuosa, estaba espuesfa á los estragos de la guerra arrolladora. Las plantas, aquellos árboles an- tiguos y contemporáneos suyos tcnian que arder en la llamaradajone- , ral del pais (31) ; un destacamento de caballería goda iba á atropellar su choza y su faraiha ; y el poderío de Alarico podía anonadar , mas no proporcionar tantaventura. «La fama,» dice e! poeta, «abriendo de pa- vor sus alas tenebrosas , tenia amedrentada la Italia toda, creciendo res- pectivamente las zozobras de cada individuo al tenor de sus habci’es y los mas aprensivos , que tenían ya embarcadas sus preciosidades, tra;ta- ban de trasladarse á Sicilia ó á la costa de Africa y acibaraban la desdi- cha pública temores y remordimientos supersticio;sos (3'2). Cada mornen to estaba abortando patrañas de portentos pavorosos, llorando los paga- nos la interrupción de sacriíicios y el menosprecio de sus agüeros pero esperanzando los Cristianos en la intercesión poderosa de los santos, y de los mártires (55). Descollaba al par en zozobra y enjerarquía el emperador Honorio. El engreimiento lujosode su cuna no le habia dejado presumir que asomasi' sobre la tierra potestad alguna tan altanera, que se arrojase á alterar e sosiego de un sucesor de Angosto- Las arterías de la lisonja fueron en- cubriendo el inminente peligro , hasta que Alarico se apareció ante eí a cazar de Milán (A. 405) ; pero a! sonar ya el eco de la guerra el em- peiador mancebo, en vez de acudir á las armas con el brio y ar,rojo de a mocedad, dió ansiosamente oidos á los consejeros medrosos que pro- pusieron el trasladar su persona sagrada y su fiel comitivaá paraje scítu- ro y remoto en las provincias de la Galia. Solo Estilicon (5-H tuvo aliento predominio paracontrarestar esta disposición afrentosa, que abandona- ba Roma y la Italia a los bárbaros; mas como se acababan de enviar á la , ; , decadencia Y RUINA DEL IMPERIO ROMANO. J2 frontera de Recia las tropas de palacio, y el recurso de nuevos alista- mfrutos era pausado y continjente , tan solo le cabía prometer que si la corte de Milán lograba conservar el puesto durante su ausencia luego volverla con ejército capaz de contrastar al rey godo. Sin pérdida de mo- mento 'pues cada uno era tan precioso para la salvación pública, embár- case Estilicon en el lago Lario , trepa por montañas de hielo y nieve en la crudeza de un invierno alpino , y repentinamente enfrena con su pre- sencia inesperada al enemigo, que estaba ya alterando el sosiego de la Recia (35). Los bárbaros, tribus quizás de los Alemanes , respetaron la mando entereza de un•caudillo , que hablaba siempre el lenguaje del ; y la elección que hizo entre ellos de cierto número de mozos selectos se admitió como fineza y demostración de aprecio. Desembarazadas las cohortes del enemigo cercano, acudieron luego al estandarte imperial y Estilicon.despachó órdenes á las trepas mas lejanas de Occidente para que á marchas forzadas se adelantasen á la defensa de Honorio y de la Italia. Abandonáronse las fortalezas del Rin , y el resguardo de la Calía se cifró todo en la fe de los Jermanos y el pavor inveterado del nombre romano. Hasta las lejioces apostadas para guarnecer la valla de Bretaña contra los Caledonios del Norte fueron atropelladamenteconvocadas (56); y aun se recabó de un crecido cuerpo de caballería alana que se alistase al servicio del emperador que estaba ansiando el regreso de sujeneral. , Descollaron la cordura y la pujanza de Estilicon en aquel trance , que patentizó al propio tiempo la endeblez del decaído imperio. Las lejiones de Roma que ya desde muy atrás habían ido menguando en valor y , disciplina quedaban ya esterminadas en la guerra civü y goda , y se , hizo imposiblejuntar un ejército para la defensa de Italia sin atropellar y esponerlas provincias. Parece queEstilicon en medio de aquel desamparo de Milán en que , dejaba á su soberano tenia computado el plazo de su ausencia, la dis- , tancia del enemigo , y lostropiezos de su marcha , confiando principal- mente en los rios de Italia, el Adijio, el Mincio , el Oglio y el Adua, que por invierno y primavera , con las lluvias y las nieves , suelen ten- der sus anchos y rapidísimos raudales (37). Mas aconteció una sequía estremada y pudieron los Godos ir atravesando los cauces capaces y pedregosos,sin estorbo pues era la corriente una fajamuy transitable y , amena. Resguardaba el puente y paso del Adua un destacamento godo muy crecido ; y al acercarse Alarico á las murallas , ó mas bien á los arrabales de Milán estuvo disfrutando el logro altanero de ver cómo le , huia todo un emperador de los Romanos. Honorio, con sucomitivacorta de empleados y eunucos , se retiró atropelladamente hácia los Alpes -eon ánimo de afianzar su seguridad en la ciudad de Arles que solíaser , 4a residencia real de sus antecesores (a). No bien acaba Honorio (38) de

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