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Historia de la cultura griega. Vol. IV PDF

403 Pages·1974·8.658 MB·Spanish
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BURCKHARDT HISTORIA JACOB BURCKHARDT HISTORIA DE LA ITURA GRIEGA Traducción del alemán por GERMAN J. FONS VOLUMEN IV OBRAS MAESTRAS ISBN: 84-7082-285-3 vol. IV ISBN: 84-7082-134-2 obra completa Depósito Legal: B. 52435 -1974 (IV) PRINTED IN SPAIN IMPRESO EN ESPAÑA Dcrcchos reservados para todos los países de habla española ' O Copt/riyht by Editorial Iberia, S. A.-Muntaner, 180-Barcelona 1975 (íráku as Diamantk - Zamora, 83 —■ Tel. 309 8Î2K - Bímvlona INTRODUCCION En las imágenes de su arte es donde pensamos en­ contrar los detalles más concretos sobre el aspec­ to físico del hombre griego, y, sin embargo, es aquí don­ de nuestras esperanzas quedan en parte defraudadas. Esto se debe a que el arte no reproduce los rasgos ge­ nerales, sino los especiales ; escogiendo y exponiendo lo ideal, nos da una idea de lo que entonces se consideraba como alto y noble, el aspecto que hubieran deseado te­ ner aquellos hombres, no el que realmente tenían. Pero aun así, el arte griego ya es un testimonio convincente de la belleza de su raza. Una raza fea no podría haber creado tales obras de arte por muy fuerte que fuera su añoranza de lo bello, y lo que se consideraba como her­ moso por lo tanto debe de haber existido en realidad y con frecuencia. Si prescindimos de los hallazgos de tumbas, que si bien no nos prueban otra cosa que un alto grado de normalidad en la conformación de los esqueletos, en cambio nos dan esta prueba cada vez en mayor número, nos vemos limitados a testimonios lite­ rarios, y como las aseveraciones de los mismos griegos de su propia belleza no podían servirnos como testimo­ nios fidedignos, hemos de aguardar a que otro pueblo se exprese sobre este particular. Tal testimonio, aunque sea algo tardío, pues es del 6 HISTORIA DE LA CULTURA GRIEGA siglo v d. de C„ fue descubierto por O. Müller1 en la cita importantísima de la Fisonómica de Adaman­ to (c. 24), en la que un judío bautizado, refiriéndose a los helenos —entonces considerados ya como una raza de poca importancia numérica—, nos dice, entre algunas generalidades, lo siguiente : «Eran de talla re­ gular (αΰταρκως); fuertes, de tez blanca; tenían manos y pies bien formados; la cabeza, de mediano tamaño; el cuello, fuerte ; el cabello, castaño, fino y suavemente on­ dulado ; la cara, de forma rectangular ( προσωπον τετρά­ γωνον), no de forma ovalada, sino con mandíbulas bas­ tante prominentes ; los labios, finos ; la nariz, recta ; los ojos, de mirada brillante y poderosa (6φ6λμοός υγρούς χαροπούς γοργούς); era el pueblo de los ojos más bellos del mundo». Este testimonio tan sumamente notable es también el único de su clase, y todos los demás únicamente tienen valor parcial. Unos, sólo mencionan que ciertos pueblos de la nación griega, especialmente los jonios, fueron con­ siderados como particularmente bellos; 2 otros, enume­ ran requisitos de belleza, es decir rasgos particulares de un canon ideal, y los citan como eminentes y no como rasgos generales o nacionales; 8 otros, por último, más bien se refieren a la época cuando mencionan la dismi­ nución de la belleza en general, como, por ejemplo, Ci­ cerón, que declara que en los tiempos de su estancia en Atenas apenas había allí unos pocos efebos bellos.1 1. Arqueología, 329, 2. 2. Como, por ejemplo, la cita de Luciano (imag. 2), que dice que de las tribus jónicas es Esmima la que tiene las mujeres más bellas. 3. De cuando datarla la obra de la cual sacó Eliano la descripción de Aspasia la Menor, amante de Ciro el Menor y de Artajerjes Mnemón, o es posiblemente del propio Eliano. 4. De nat. déor., 1, 28, 79. V. también Dión Crisóstomo, Melancomas, o sobre la hermosura, donde se establecen las INTRODUCCIÓN ■i Más importantes son las opiniones de Aristóteles res­ pecto a la belleza. Donde no esperábamos encontrar­ las, en su obra Política (v, 7), y con la misma lógica con la que establece las reglas respecto al Estado, expone son justificados tipos distintos de belleza ; tra­ tando de la nariz, además de la recta, que es el tipo más perfecto, puede ser bella también la nariz algo acha­ tada y hasta la aguileña, siempre que la variación no traspase ciertos límites. En su modo de ver, la belleza es en parte una cualidad posteriormente adquirida, pu- diendo hablarse, pues, de una belleza doble, como en el caso de los campeones del péntalon, que se perfeccio­ nan, no sólo en el uso de la fuerza, sino también en el de la rapidez. Reconoce en las distintas edades de la vida diversas normas de belleza, y no sólo las admite en los jóvenes y en los hombres de edad media, sino tam­ bién en los ancianos.5 Se sobrentiende que más allá de toda teoría, en la vida siempre se consideraron como bellas las formas más diversas.6 Al contrario de los tiempos modernos, que suelen ver en ella desde el punto de vista ético un bien muy ca­ duco, la belleza ejerció un efecto sin par sobre los grie­ gos y la convicción de su valor era expresada de una manera general y explícita. Era en primer lugar per- estatuas de Olimpia como normas para dar cuenta de la dis­ minución en la belleza masculina ; donde ésta existiese toda­ vía no se la apreciaba o se abusaba de ella, discutiendo acto seguido la conducta de los bárbaros respecto a la belleza. 5. Arist., ref. I, 5. Allí mismo se dice, respecto a las cualidades decorosas para una cosa : Οηλειών 8‘ αρετή σώματος μεν χάΧΚος καί μέγεθος ψοχής δέ σωφροσύνη. De lo que resulta qué la belleza perfecta de la mujer exige cierta elevación. Res­ pecto al envejecimiento y disminución más rápida de la be­ lleza femenina, v. Endp. Eolo (Nauck), fragm. 24. 6. V., por ejemplo, la parte de Platón, De rep., v, 4, 3, 474, donde se trata de la admiración de las formas distintas por los amantes. 8 HISTORIA DELA CULTURA GRIEGA fectamente lícito pedir a los dioses en las oraciones la concesión de la belleza para sí. Así, por ejemplo, por ser fea, una niña espartana —la que más adelante fue esposa de Aristón— era llevada diariamente al templo de Helena, en Terapne, por su ama, quien colocándola delante de la imagen de la mujer más bella imploraba que la niña fuera liberada de su fealdad ; llegó el día en que una aparición en forma de mujer, acariciando la cabeza de la niña, profetizó que sería la más bella de las mujeres de Esparta, lo que acto seguido se convirtió en realidad,7 Una persona hermosa, después de muerta podía ser objeto de veneración como semidiós, es más, su misma belleza hacía suponer a sus enemigos que se trataba de un semidiós y que matarle sería digno de cas­ tigo. Así se explica que los egestanos (a quienes real­ mente no podemos calificar de griegos puros) a Filipo el Crotoniano', campeón de los juegos olímpicos y el griego más hermoso de su tiempo, después de haber caído en una batalla contra ellos y los cartagineses (al­ rededor del año 510), por su gran belleza le levantaran un templo y le hiciesen ofrendas.8 También se da el caso de que los enemigos dejen incólume a un guerrero que los asalta, por ver en su belleza juvenil algo sobre­ humano.8 El ejemplo del caudillo persa Masistio, que había muerto en la primera escaramuza de Platea, y que fue llevado en procesión a través del campamento porque todos los griegos querían verle a causa de su gran belleza, demuestra que los helenos no pecaban de parcialidad nacional en la veneración de lo bello.10 In­ cluso al mismo Jerjes le reconocían que nadie era tan 7. Herodoto, vi, 61. 8. Ibid., v, 47. 9. V. la relación de Isadas, de Plut., Agesilao, 41. 10. Heródoto, ix, 25. INTRODUCCIÓN 9 digno como él de ser el primero en cuanto a belleza entre los tantísimos miles de hombres de su ejército.11 Lo que más nos sorprende es la ingenuidad con que se solía alabar la belleza propia; en el Banquete de Jeno­ fonte (IV, 10 y sig.) expresa Cristóbulo clara y deta­ lladamente en cuán alto grado la estima, y que no la cedería ni por todo el poderío del rey de los persas. Para los hijos que se destinan a la sucesión en el mando se desea, ante todo, un aspecto físico correspondiente, ya que(íe ,ederpo se consideraba como lo primero para justificar pretensiones a una posición elevada.12 Muy pronto verían los griegos, sin duda, el reflejo de las cualidades interiores del hombre en su aspecto exterior, formándose suposiciones fisonómicas que luego se convirtieron en convicciones. En ello se basa la ciencia físonómica, tal como la conocemos por Aristó­ teles.13 Ante todo, se creía firmemente que la belleza estaba en relación con la nobleza del alma. Que a pesar de todo ello los griegos no dejarían de parecemos extraños se ve en el detalle de ungirse todo el cuerpo, costumbre que a nosotros nos resultaría mo­ lesta e inaguantable. Por otra parte, su aspecto ganó mucho debido a la belleza y a la sencillez de sus ves­ tidos. El himatión,14 que el pobre alquilaba por medio óbolo diario del enfurtidor, le sentaba tan bien como el de cualquier hombre rico, siempre que el que le llevara supiese hacerlo con distinción. Este es el lugar de ocuparnos de la salud tan extra­ 11. Heródoto, vn, 187. 12. Eolo, Encip., fragm. 15 (Nauck). 13. V. tomo iii, p. 35 y s. Datos fisonómicos, probable­ mente de Aristóteles, se encuentran también en Antigo­ no, 114 (Keller Paradox). 14. Aten., v, 62. Sobre el aspecto físico del griego en comparación con los bárbaros, de los cuales se distingue particularmente por ser imberbes, V. Luciano, Scytha, 3. 10 HISTORIA DELA CULTURA GRIEGA ordinariamente buena de los helenos. La prueba de que ella no es un mero mito la tenemos en la edad avanzada que muchos de ellos alcanzaban. Notable en los helenos ilustres es, sobre todo, la falta absoluta de toda debilidad senil. El mismo Néstor no le con­ cede a la vejez miramientos especiales,15 y muchos poetas y filósofos afamados llegaron a edades muy avanzadas y, como algunos de los grandes artistas ita­ lianos, crearon la parte más importante de sus obras en los últimos años de su vida. Sófocles escribió sus obras Filoctetes y Edipo en Co­ lona, y Eurípides sus Bacantes, en sus últimos años, y, sin embargo, son ellos los mismos autores que lamen­ tan la vejez en todos los tonos y nos la pintan con los colores más negros. Mas para ellos la vejez no tuvo achaques, como tampoco para muchos de los filósofos que nos presenta Luciano en su obra Macrobios,16 ¡Qué asombroso vigor tiene que haber existido en la raza helénica para atreverse a lo más increíble sin temor ni a enfriarse siquiera! Ulises y Diomedes, volviendo de un viaje nocturno cubiertos de sudor, se arrojan al mar inmediatamente. Néstor (el anciano) y Macaón (el cirujano militar), después de volver sudorosos de una batalla, se van a orillas del mar para exponerse al viento.17 (¡Qué escalofríos lno5 daría este solo pensa­ miento a todos los reumáticos modernos!) Podría du­ darse de si los antiguos han sido o no sensibles a las co­ rrientes de aire. Por cierto que se mantuvo la raza en este alto nivel gracias a medidas violentas de un modo que no cabe ya en nuestra imaginación. Sobre todo conviene re­ ís. II., x, 79. |π3', fcrsxpsTta fjjpat λυγρω. 16. Respecto a las lamentaciones sobre la vejez, v. to­ mo II, p. 498. 17. II., x, 572 y s. ; xi, 621 y s. INTRODUCCIÓN 11 cordar18 que estaban convencidos de que sólo los sanos tenían derecho a vivir. Los griegos (como también los romanos) tenían un temor enorme a todo lo anormal. El nacimiento de una criatura deforme, no sólo era, como en nuestros tiempos también lo es, una desgracia para la familia, sino una causa de pánico, prueba de la ira de los dioses, que reclamaban una satisfacción que afectaba a toda la ciudad y hasta al pueblo entero. De ello resultó la casi prohibición de criar a los lisiados, y hasta los contrahechos hacían bien en no llamar la atención para no atraer las ironías de un Aristófanes.19 A las personas enfermizas, Platón20 les niega el de­ recho de vivir, y mucho más el de tener descendencia. Ya hemos mencionado anteriormente en esta obra las restricciones al aumento de la población mediante abor­ tos, nulidad del matrimonio de los esclavos, que, por supuesto, tenían como consecuencia unos enormes sa­ crificios de niños, y la matanza de éstos en las familias pobres.21 Esto nos lleva a tratar de los nombres propios que tenían los griegos.22 Mientras que los romanos llaman a una persona en primer lugar por el nombre común de su alcurnia (gens) y en segundo lugar por el de su familia, los griegos le dan tan sólo un nombre propio, en posible relación con el nombre de su padre o de su pueblo. Por lo tanto, los nombres griegos tienen, al contrario de los romanos, carácter puramente individual. 18. V. tomo i, p. 104. Sobre la relación de la fuerza y la belleza físicas con la matanza y exposición de niños en­ fermizos o lisiados, Y. Hellwald, Kulturgesch, p. 276. 19. Sobre el papel que tuvo la pierna contrahecha en la vida ^le Agesilao, v. Plut., Ages., 2 y s. 20. V. tomo ii, p. 515. 21. V. tomo i, p. 104, 200 y s.; ii, p. 502 y s. 22. V., respecto a ello, K. v., Hermann, Griech., Privatal­ tert, 32.

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