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Historia de España en el siglo XX PDF

556 Pages·2015·3.516 MB·Spanish
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Seguramente no hay otra época que más atención haya recibido por parte de los historiadores, pero un lector no es‐ pecializado, un estudiante universitario o un extranjero cu‐ rioso que quiera acercarse a la historia más reciente de Espa‐ ña tiene dificultades para encontrar un texto que en pocas páginas presente los acontecimientos fundamentales y los problemas más importantes de un siglo complejo y diverso, controvertido y polémico, apasionado y apasionante. Ése es el espacio que pretende ocupar este libro, una obra que com‐ bina el relato con el análisis, el ritmo de la narración con la pausa de la interpretación, el detalle de los acontecimientos con la actualización científica. 2 Julián Casanova & Carlos Gil Andrés Historia de España en el siglo XX ePub r1.0 Titivillus 23.11.15 EDICIÓN DIGITAL 3 Título original: Historia de España en el siglo XX Julián Casanova & Carlos Gil Andrés, 2009 Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 Edición digital: ePubLibre, 2015 Conversión PDF: FS, 2020 4 INTRODUCCIÓN «En todos sus asuntos, nada es completamente lo que pa‐ rece. Andamos a tientas en una especie de niebla cuando tra‐ tamos de entenderlos». La cita pertenece a El laberinto espa‐ ñol, el libro que Gerald Brenan empezó a redactar en Gran Bretaña mientras la guerra civil desangraba España. El autor escribía casi enfermo de ansiedad y de emoción, horrorizado por el «frenesí histérico de matanza y destrucción» que había visto con sus propios ojos en el verano de 1936, antes de abandonar la península. España era su pasión intelectual. En 1919 había atravesado la «infinita piel de toro amarillen‐ ta» viajando en sucios vagones de tercera atestados de cam‐ pesinos con gallinas y hatillos de verduras; había dormido en pobres posadas con jergones llenos de chinches y de pul‐ gas hasta encontrar el retiro que buscaba, un pequeño pue‐ blo perdido en las Alpujarras, un paisaje que le parecía más cercano a las montañas de Afganistán o a las aldeas berebe‐ res del norte de África que a la Europa populosa de la que procedía, ensombrecida por la experiencia devastadora de la Gran Guerra. Para Brenan España era el país del sentimiento exaltado de la «patria chica», del pensamiento oriental, del hambre y las privaciones de todo género, de la inmensa injusticia agra‐ ria, del fervor casi religioso del anarquismo popular, de la permanente invitación a la revolución, difícil de gobernar aun en sus mejores épocas. En su opinión, la guerra civil 5 había sido la explosión de un polvorín que se había ido acu‐ mulando lentamente, el escenario de un drama en el que se representaban en miniatura los destinos del mundo civiliza‐ do. Porque España no vivía aislada de los acontecimientos europeos, pero sus habitantes se enfrentaban a situaciones sociales y económicas muy diferentes y sólo reflejaban de manera superficial y con retraso las tendencias políticas de las grandes naciones. «Todo lo que se encuentra en España es sui generis». En 1949 Brenan volvió y se encontró una so‐ ciedad bloqueada por la miseria, sumida en la peor resaca, «la que sigue a una guerra civil y a un reinado del terror». En los años cincuenta regresó para quedarse definitivamente a vivir en un país «disfrazado con modernas formas euro‐ peas en las que no encaja, y contra las cuales ofrece una re‐ sistencia continua y no del todo consciente», un territorio que seguía definiendo como «enigmático y desconcertante». De alguna manera, la biografía del hispanista inglés sim‐ boliza como pocas la historia del siglo XX. Cuando nació, en 1894, España era un viejo imperio venido a menos en las vís‐ peras de su «desastre» final. La esperanza media de vida de la población no superaba los 35 años. La mayoría de los es‐ pañoles permanecía al margen del sistema político y muchos tenían que cruzar el Atlántico para ganar en las antiguas co‐ lonias el pan que les faltaba en sus comunidades de origen. Era un país de emigrantes, de perseguidos y de desterrados. En el exilio murieron Alfonso XIII, el rey coronado al co‐ menzar el siglo, y Primo de Rivera, el dictador que lo arras‐ tró en su caída. Y los dos presidentes de la Segunda Repúbli‐ ca, Alcalá Zamora y Azaña, y la mayoría de sus jefes de go‐ bierno, igual que otros cientos de miles de personas que al terminar la guerra civil emprendieron un éxodo masivo para escapar de la represión. Durante el franquismo muchos es‐ pañoles vivieron en un exilio interior impuesto por el silen‐ 6 cio y la lucha por la supervivencia y varios millones de hom‐ bres y mujeres salieron de nuevo al extranjero en busca de trabajo. Quien nunca lo tuvo que hacer fue Franco, que murió en la cama de un hospital después de casi cuatro déca‐ das de poder autoritario. Brenan pertenecía a la misma generación de Franco, ape‐ nas dos años más joven que el dictador. Falleció casi a los 93 años de edad, en 1987, una longevidad también producto de los cambios del siglo. Entonces España era ya una sociedad moderna plenamente integrada en la Europa comunitaria, una democracia consolidada que crecía y se transformaba con una extraordinaria rapidez. Su entierro definitivo en la tierra que tanto había amado y estudiado tuvo lugar en enero de 2001, apenas veinte días después de terminar la centuria, en un país que se parecía muy poco al que había descubierto ochenta años atrás. Ya no era un destino exótico y romántico para viajeros inquietos que buscaran nuevas sensaciones sino el lugar de acogida elegido por oleadas de inmigrantes desplazados de sus países por la pobreza y la in‐ seguridad. La fama que Brenan alcanzó como escritor le ha sobrevi‐ vido, pero no su visión de la historia peninsular, superada por los análisis de hispanistas más jóvenes y por una gene‐ ración de historiadores españoles que, desde los años ochen‐ ta, han ampliado los temas de estudio, han renovado los mé‐ todos de investigación y también las maneras de abordar e interpretar el pasado para revisar y desmontar los tópicos más usados y los lugares comunes más repetidos. Hoy sabe‐ mos que la historia de España del primer tercio del siglo XX no fue la crónica anunciada de una frustración secular que, forzosamente, tenía que acabar en una tragedia colectiva; un cúmulo de fracasos y carencias —de la industria y la agricul‐ 7 tura, de la burguesía y las clases medias, del Estado y la so‐ ciedad civil— que impidieron al país seguir la vía europea hacia el progreso y la modernización. La época de la Restau‐ ración no fue un estanque inmóvil de aguas tranquilas donde nada se movía; ni tampoco fue la breve experiencia democrática de la Segunda República el prólogo inevitable de la Guerra Civil; ni la larguísima dictadura franquista un paréntesis que, a la postre, propició el desarrollo económico y el advenimiento de la libertad; ni la transición hacia la de‐ mocracia un guión perfecto escrito de antemano desde las alturas del poder. La historia de España no discurrió al margen de la euro‐ pea, no fue ajena a las profundas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales vividas en el resto del con‐ tinente. Hay muchas más similitudes que diferencias, sobre todo con los países cercanos del ámbito meridional. Los his‐ toriadores conocemos también que no existe un modelo «normal» de modernización frente al cual España pueda ser comparada como una excepción anómala. Casi ningún país europeo resolvió los conflictos de los años treinta y cuarenta —la línea divisoria del siglo— por la vía pacífica. En la época dorada posterior, el crecimiento económico y la extensión del Estado del Bienestar tuvieron lugar tanto en países mo‐ nárquicos como republicanos, tanto con gobiernos socialde‐ mócratas como con coaliciones democratacristianas. Fuera de la Europa occidental el panorama es todavía desalentador. La brecha de la desigualdad ha ido creciendo en vez de dis‐ minuir. Una de las lecciones que nos ha dejado el siglo XX es que no existía un camino lineal que conducía de manera ininterrumpida hacia el progreso, un esquema único que po‐ dían seguir todos los países del mundo para alcanzar el desa‐ rrollo y el bienestar colectivo. 8 Las cosas fueron de una manera determinada, pero pudie‐ ron haber sido muy distintas. La historia del siglo está pobla‐ da por fracturas y retrocesos, por revoluciones violentas y conflictos enconados entre ideologías opuestas, por Estados totalitarios y dictaduras de todo signo, por guerras mundia‐ les y catástrofes humanas sin precedentes que han dejado en penumbra las luces espectaculares de los descubrimientos científicos y las mejoras materiales. Cien años de barbarie y de civilización; de víctimas civiles y de conquistas ciudada‐ nas. Porque el siglo XX ha sido también testigo de los cam‐ bios sociales más acelerados de la historia de la humanidad. Un tiempo que para España ha supuesto el final de la transi‐ ción demográfica, la desaparición del mundo tradicional campesino, la generalización de la educación, la emancipa‐ ción de las mujeres, la revolución de los medios de transpor‐ te y de comunicación, la creación de la opinión pública y la extensión de los derechos ciudadanos. Al comenzar la centu‐ ria había escritores que hablaban de la «era de las masas», un concepto casi siempre peyorativo que escondía el temor a las multitudes que salían a la calle a reclamar derechos, a las mayorías que podían derribar gobiernos en las urnas. Cuan‐ do el novecientos ha pasado ya a la historia, parece más co‐ rrecto hablar del siglo de los ciudadanos, del acceso de la gente corriente a las libertades individuales, a los derechos políticos y laborales y a los nuevos derechos sociales que de‐ manda la sociedad civil. Hemos olvidado con demasiada ra‐ pidez que no siempre estuvieron a nuestro alcance, que no fueron concesiones gratuitas de los poderosos sino logros colectivos de generaciones enteras y de personajes extraor‐ dinarios que se empeñaron en mejorar el mundo en el que habían nacido. Demasiados nombres propios, demasiados acontecimien‐ tos para que aparezcan todos en un libro que pretende abar‐ 9 car la historia del siglo XX en menos de cuatrocientas pági‐ nas. Es posible que algunos lectores echen de menos el apunte de un dato concreto, la mención de un apellido rele‐ vante o el relato de un suceso notorio. Un trabajo de síntesis es siempre una selección limitada. Los historiadores elegi‐ mos y clasificamos las huellas que nos ha dejado el pasado para construir interpretaciones generales que nos ayuden a comprender los problemas históricos más importantes. Quien busque una crónica más detallada de los hechos, un estudio más profundo de las variables económicas, los acon‐ tecimientos políticos, las estructuras sociales y los cambios culturales puede hacerlo en las enciclopedias, las colecciones de varios volúmenes o los manuales más extensos disponi‐ bles en librerías y bibliotecas. En la última década se han pu‐ blicado muchas obras sobre la España del siglo XX, algunas de ellas realmente buenas. Pero un lector no especializado, un estudiante universitario o un extranjero interesado en co‐ nocer la historia más reciente de España tienen dificultades para encontrar un libro manejable que relate los hechos esenciales y explique los cambios y los procesos fundamen‐ tales de un siglo intenso, controvertido y extraordinariamen‐ te complejo. Ése es el espacio que pretenden ocupar las páginas de este libro. La narración sigue el hilo conductor de la historia polí‐ tica y el ritmo de las divisiones cronológicas convencionales para detenerse con más sosiego, al término de cada parte y en el epílogo final, en análisis que plantean y resumen algu‐ nas de las reflexiones más interesantes y de los debates más actuales de la historiografía española. ¿Había al final de la Restauración un camino abierto hacia la democracia? ¿Qué significó la dictadura de Primo de Rivera? ¿Por qué empezó la guerra civil? ¿Qué causas explican la derrota de la Repú‐ blica? ¿Por qué duró tanto tiempo la dictadura de Franco y 10

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