SALVADOR Amalia Domingo boler CONJUQSdeülTRATUflBA t -Historia de dos a/moS Casa Editorial MAUCCI.—Mallorca, 166; Barcelona CONSEJOS DE ULTRATUMBA 8 4 9 2Í HISTORIA DE DOS ALMAS POR BARCELONA: CASA EDITORIAL MAUCCI Gran medalla de oro en las Exposiciones de Viena de 1903, Madrid J907, JJudapest 1907, Londres 1913, París 1913, y gran premio en la de Buenos Aires 1910 Calle de Mallorca, aún». 1@P HISTORIA DE DOS ALMAS PRIMERA PAiRTE Como lodo mi afán ha sido constantemente bus car el porqué d!e los acontecimientos de la vida, siempre recuerdo, entre tantos, um> que me había preocupado bastante; y es el de una amig|a da la infancia con la que había mezclado mis juguetes durante nuestros infantiles juegos^ y por lo tan to, nos teníamos muchísimo cariño. Pasandio de la infancia a la edad dei las ilusio nas, recuerdo que mi amiga, siempre que de amo res se trataba, me decía: —¡Ay, Amalia!, tú ya ves cómo me asedian mis adoradores, pero yo no siento simpatía ni amor por ninguno de ellos, y sí oigoi, comoMsi una voz oculta mé; dijera: —«No hagas caso; que todos ésos que te rodean, noi te harán feliz.» Y verdaderamente mi tierna amiga reunía todos los encantos y bellezas que se pres tan a las diez y ocho primaveras. María, que ésíie fra su nombre, tenía todas las cualidades para — 6 — enloquecer al ífue en ella se fijaba, y como' buena andaluza le sobraba la sal, y, cuando^ hablaba, parecía que todas las gracias de Diosi (había guar dado para ella. Yo, comprendiendloi que aquello tenía que tocar a su término-, le decía: —¿Es q!ue te has propuesto, María, enloquecer a los hom bres, y darles después un buen chasco, para más tarde deijarlos en el olvido? Y ella me contestaba: —No, no, es que tú no- me compren- idles, ¡Am'a^ia mía! És ,que yo no- sé si a ti te pasa lo mismo que a mí, pues sueño con( una fi gura que no se ha presentado todavía y a la que busco sin cesar, y no sé si así me pasaré la vida esperando un imposible que no ha de llegar nunca; y vamos a ver: tú que eres tan pensadora y siempre vas en busca de esas his torias de amor, ¿qué te parece de mi febril ima ginación? Yo me apresuré a replicarle: Si te he de decir la verdad, no te comprendo'; porque yo en aquella época, aunque ya escribía, aunque ya mi imaginación se remontaba alto- y le pre guntaba a la Naturaleza, el porqué db esas ¡des- iguald'ades sociales, ésta nada m© contestaba. Y así es que yo, al igual que la Naturaleza^ enmu decí a las revelaciones de mi amiga. Y asíj llegó el tiempo que tuvimos que separarnos, y al des pedirme de ella le encargué que no me olvidara, y que si hasta el presente no- había p o di de/ res ponder a su pregunta, seguiría indagando^ y quién sabe si algún día podría complacerla Así fué que, siempre que mi imaginación vo-
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