hecho en el Apure. Morillo quería forzar una acción definitiva, pero era interés de los patriotas impedirlo. Querían evitar la batalla, y atraer a los españoles más adentro de los llanos, pues era allí donde todo conspiraba contra éstos. Bolívar alcanzó su ejército por ese entonces, en los primeros días de marzo. Aunque la acción defensiva era contraria a su naturaleza, debía admitir que las tácticas de quebrantamiento prometían los mayores beneficios.615 Entonces comenzó una guerra curiosa. La caballería de Bolívar atrajo a los españoles a los pantanos, de los cuales sólo los nativos sabían salir. El enemigo se hundió en las ciénagas con sus caballos y equipos.616 La infantería republicana, que aún no era igual a la de los españoles, estaba acuartelada en el terreno aluvial de las islas formadas por las grandes corrientes tropicales. Aquí estaban seguros y tenían agua y carne que le habían sido enviadas de antemano. Cuando la caballería de Bolívar se retiraba, prendía fuego a las pampas de manera que los españoles no encontraran pasto para sus caballos. Las pocas granjas existentes eran quemadas y los caballos y el ganado alejadas de ellas. Los españoles, que habían inventado la guerra de guerrillas, encontraron que Bolívar estaba práctico en ella. Morillo era un soldado valiente que no se dejaba intimidar por inconvenientes, pero vio en unas pocas semanas que el desinterés y el sacrificio eran inútiles. Bolívar lo engañó y después desapareció como un espejismo que confunde el jinete exhausto en el desierto. Morillo volvió al Apure, donde las condiciones generales eran más favorables. Ahora era el turno de Bolívar para empezar la persecución. Tuvieron lugar encuentros con éxito variable para ambos bandos. 617 En uno de estos encuentros, Páez realizó una acción brillante que todavía se recuerda en Sudamérica. Bolívar había ordenado un reconocimiento de las líneas del enemigo del otro lado del Apurito. Páez eligió ciento cincuenta de sus mejores jinetes y cruzó el río con ellos. Al llegar a la orilla los dividió en pequeños grupos y los hizo cabalgar hacia las posiciones españolas con riendas sueltas. Morrillo escuchó los gritos de los llaneros y vio el polvo levantado por todas partes. Creyó que todo el ejército patriota había cruzado el río y se regocijó pensando que finalmente podría medirse con Bolívar. desplegó a su ejército en formación de combate y cabalgó hacia los llaneros al frente de la caballería. Páez se desvió y atrajo a los realistas cada vez más lejos de su ejército, sólo para desviarse otra 615 O’Leary: Doc. vol. XVI, págs. 259, 270, 272 616 O’Leary: Memorias, vol. I, pág. 529. O’Leary: Doc. vol. XVI, págs.507-508 617 O’Leary: Doc. vol. XVI, pág. 286. Torrente: op. cit., vol. II, pág. 519 321 vez y caer sobre ellos, haciéndolos volver al punto de partida, donde sólo el fuego de su infantería los salvó de la destrucción total. El encuentro tuvo lugar en Queseras del Medio el 2 de abril. Los españoles perdieron cuatrocientos hombres; los patriotas, seis.618 Bolívar celebró la victoria con brillantes palabras. En su proclama al ejército dijo: “Lo que han hecho es sólo el preludio de lo que pueden hacer. Prepárense para las batallas y descuenten la victoria. La lograrán con las puntas de vuestras lanzas y bayonetas.”619 El significado de estas pequeñas escaramuzas residen en el hecho de que elevaban el espíritu guerrero de las tropas y les daban sentimiento de superioridad sobre los españoles. Además estos encuentros infundían confianza en la dirección de Bolívar. así continuó la guerra, saltando entre los ríos. Consistía sólo en ataques, escaramuzas y hostigamientos. ¡Los republicanos debían ahora sufrir las consecuencias de sus propias tácticas! Ellos mismos habían destruido los pastos y los establecimientos dispersos. Doquiera iban, encontraban sólo tierra estéril. Era verano, la estación seca y el sol despiadado quemaba la tierra desde la mañana a la noche. Ningún árbol daba sombra; los riachuelos estaban secos; las raciones eran magras y consistían casi solamente de carne. De noche, los oficiales y los soldados dormían en el suelo. Las enfermedades y los insectos aumentaban los infortunios. Bolívar no pedía para él nada que no pudiera dar a los soldados rasos, y la fe que despertaba crecía día a día. Por una de esas intuiciones que desafían el análisis, todos estaban convencidos de que esta suerte cambiaría y que su estrella era ascendente.620 Pero si los patriotas tenían que soportar infortunios en esta campaña, la situación era todavía peor para los monárquicos. El terreno le era menos familiar y la gente hostil. Dondequiera que iban no encontraban casi habitantes que pudieran ayudarlos; era solamente “viejos perros muy inválidos para acompañar a los republicanos”. Finalmente, Morillo se dio por vencido. La estación lluviosa estaba cercana y comprendió que no podía exigir más esfuerzos a sus cansados hombres, por lo cual se dirigió a los cuarteles permanentes más allá del Apure. Había perdido muchas semanas y no había ganado ninguna ventaja. Los resultados de los primeros meses de 1819 están descritos en una carta de Bolívar: 618 Páez: “Campañas de Apure”. B. de H. Caracas. Num. 21, pág. 1192. O’Leary: Doc. vol. XVI, pág. 293. O’Leary: Memorias, vol. I, Págs. 533-534. Dávila: Investigaciones, pág. 185. Lecuna: Guerra en 1819, vol. XXIII, pág. 50. 619 Proclamas: pág. 237. 620 O’Leary: Memorias, vol. I, pág. 538. 322 “Nuestra defensa fue fatal para Morillo, perdió casi la mitad de sus hombres en las marchas y contramarchas y en las escaramuzas. Yo podía haber hecho un ataque frontal y desafiarlo a abrir batalla, pero tuve que reprimir mi deseo y evitarlo porque debía escuchar los repetidos consejos de nuestros amigos, que no deseaban arriesgar la suerte de la República en un encuentro... En todo se me aconseja seguir la actitud de Fabio, y esto para mi disgusto. Desgraciadamente, mi carácter es muy diferente al que tenía el general romano. El era cauto: yo soy impetuoso.”621 El puma, el león americano, ronda a su presa a veces durante días a través de la selva. Silenciosamente la sigue, esperando el momento para el ataque. Así Bolívar continuó esperando, decidido a caer sobre los flancos del enemigo. Sus planes fluctuaban; todavía no estaba seguro de la suerte de Urdaneta y de los cuerpos expedicionarios ingleses. Esperaba provisiones frescas desde Angostura, pero antes que nada tenía que saber qué camino tomaría Morillo. Quería impedir que la lucha se llevara hacia el Este, por lo cual sugirió a Páez que penetrara en la provincia de Barinas para cerrar el camino a los españoles en el Oeste. 622 Ninguno de estos planes fue llevado a cabo, pues ninguno había sido estudiado cuidadosamente. Eran esfuerzos mentales por aclarar la niebla tras la cual estaban ocultos. La solución vino de pronto y por otra fuente. El 14 de mayo, Bolívar recibió un mensaje del general Santander, que le informaba del éxito de los patriotas en las llanuras de Casanare, y repentinamente Bolívar vio una luz. Fue un momento de cristalización, en el que nació una de las ideas más audaces.623 Las llanuras de Casanare eran las únicas zonas de Nueva Granada que habían resistido la restauración española. Vistas geográficamente forman parte de las pampas americanas. Con las mismas tierras amplias, vastos ríos, árboles dispersos, llegaban hasta los llanos del Orinoco y del Arauca. Cuando Morillo sojuzgó la Nueva Granada con puño de hierro en 1816, los mejores y más valientes patriotas huyeron hacia Casanare, y allí sobrevivieron al terror. Los españoles enviaron tropas para apagar las llamas de rebelión en este lugar de refugio, pero sus esfuerzos fueron vanos. Los patriotas se habían fundido con la inmensidad, y la inmensidad era inconquistable.624 621 Cartas: Vol. II, págs. 107-108, del 4 de abril de 1818. 622 O’Leary: Doc., vol. XVI, pág. 334, 362. Lecuna: “Guerra en 1819”. Páginas 66-68. 623 O’Leary: Memorias, vol. I, pág. 540. O’Leary: Doc., vol. XVI, pág. 360-362. Cartas: Santander; Vol. I. págs. 23-24. 624 Plinio A. Medina: Campañas de Casanare, 1816-19. Bogotá, 1916. F. P. Santander: Apuntamientos para las memorias de Colombia y de la Nueva 323 Pasaron dos años. La región montañosa sufrió en silencio, pero Casanare, en los llanos, respiraba un aire de libertad. El virrey español, que residía nuevamente en Bogotá, temía que los patriotas atacaran las montañas, y tenía las gargantas ocupadas por fuertes guarniciones. 625 Pero no pudo conseguir que los independientes dejaran los llanos. Bolívar había asignado la reorganización del Casanare a Santander, quien cumplió su misión en forma ejemplar, podía vanagloriarse de haber creado orden administrativo en medio del caos. Desafió a los españoles en una proclama, copias secretas de la cual llegaron a Bogotá y fueron pasadas de mano en mano entre los patriotas.626 El virrey Sámano no quiso seguir soportando estos gestos de Santander y envió a uno de sus mejores oficiales para acabar con ellos. Santander, sin embargo, siguiendo instrucciones de Bolívar, acosó al enemigo, pero rehusó comprometerse en una batalla que podría haber sido desastrosa para él. Mientas tanto, comenzó la estación lluviosa, y los españoles se sintieron primero desalentados y después desesperados en medio del desierto. Forzados a admitir una vez más que los “bandidos de Casanare” eran invencibles, comenzaron a retirarse. Para fines de abril los llanos eran nuevamente libres. Cuando Santander envió esta información a Bolívar, 627 su decisión fue inmediata. Decidió liberar las montañas de Colombia, pues comprendió que la clave de la victoria residía en Nueva Granada. En el pensamiento geopolítico y geoestratégico de Bolívar, Venezuela y Nueva Granada habían sido siempre una sola. Dos veces la nación hermana había ofrecido refugio al destituido Libertador, y en Jamaica había hablado de la Nueva Granada como del corazón de América. Menos de un año antes había profetizado que 1819 traería la libertad a los colombianos. Había llegado ahora el momento de cumplir su profecía y arrancar el corazón de América de manos de los españoles. Sabía que una vez controlara las montañas podría arrollar las posiciones enemigas en el Norte y en el Sur, hacia Panamá y Venezuela, y también hacia el Granada .Bogotá, 1838. N. González Ch.: Estudio Cronológico de la Independencia, París. 1879. 625 A. Obando: Autobiografía”B. de H. Bogotá, vol. VIII, pág. 596. L. Vallenilla Lanz: Centenario de Boyacá. Caracas, 1919. O’Leary: Doc. vol. XVI, pág. 200. 626 Cartas Santander: Vol. I, pág. 5. Arch. Santander: Vol. II. pág. 68 87. O’Leary: Doc., vol., XVI, pág. 286. 627 Libro de órdenes militares del general Santander en las campañas de 1819. B. de H. Bogotá. Vol. XVIII, pág. 1089. 324 Ecuador y Perú. Desde allí podría tomar contacto con Chile y Argentina y así cumplir su más cara ambición: la liberación del continente. 628 Primero, Bolívar consideró las ventajas de tal campaña. Tendría un elemento sorpresa, pues si ahora emprendía el camino hacia Nueva Granada , Morillo nunca sospecharía de su plan. Debido a la estación lluviosa los caminos eran casi intransitables y toda información demoraba semanas. Morillo no recibiría informes, y si los recibía no les daría crédito, ya que un movimiento audaz y arriesgado como cruzar Los Andes en esa época nunca se le hubiera ocurrido. Además el ejército español en Nueva Granada no estaría preparado, y Bolívar lucharía también en un territorio amigo, y en un país que, aunque oprimido, no estaba destruido como Venezuela. Pero Bolívar no se ocultó los peligros. El riesgo de tal marcha, durante la estación lluviosa, era grande: cuán grande, no lo adivinaba siquiera en aquellos momento. Si él partía, llevándose la mejor parte del ejército, nadie podría predecir qué sucedería en Venezuela. Consideremos el problema de Bolívar. Su correspondencia diaria le demostraba que no podía confiar en sus generales. Urdaneta reñía con Arismendi; Mariño luchaba con Bermúdez. Un oficial podía asumir un rango que no le correspondía; otro daría órdenes contrarias a las emanadas por sus superiores. ¿Podían tales hombres defender la República contra Morillo? ¿No estaba él jugando demasiado a una sola carta? Pero, creía Bolívar, dios es omnipotente. Tal vez Morillo supiera lo ocurrido junto cuando alcanzara sus cuarteles de invierno, y entonces sería demasiado tarde para atacar Guayana y el Orinoco. Tal vez Páez podría retener a los españoles, y hacerles creer que todo el ejército estaba aún en Venezuela. Páez y su caballería constituían otro riesgo. ¿Quiénes irían con Bolívar? ¿Podía él confiar en su apoyo? Bolívar estudió el audaz plan de invasión durante varios días y repentinamente decidió actuar. Primero consultó a Páez. Le describió los riesgos de permanecer inactivo en los llanos durante la estación lluviosa. El ejército desertaría o moriría de fiebres. Entonces pintó la conquista de Nueva Granada en resplandecientes colores. No esperaba que Páez tomara parte en ella, pues su tarea sería entretener a Morillo. En un momento dado debía atacar el valle de Cúcuta y cortar las líneas de 628 Proclamas: pág. 190. Uno de los primeros en sugerir la conquista de Nueva Granada fue J. F. Blanco: Doc., vol. VI, pág. 646. Sin embargo, no sólo la idea, sino también la ejecución en 1819 deben acreditarse exclusivamente a Bolívar. Páez por un lado y Santander por el otro reclaman la responsabilidad por la conquista de Nueva Granada, pero sus disputas no tienen fundamento. 325 comunicaciones de los españoles. 629 Páez escuchó todo esto en silencio y finalmente estuvo de acuerdo. No se atrevió a oponerse a Bolívar, pues, para usar sus propias palabras, los ojos del Libertador eran irresistibles. Si estaba realmente convencido o si solamente estaba contento de librarse de su gran rival, sabiendo que emprendería una peligrosa aventura, no lo sabemos. Suficiente fue que estuviera de acuerdo. De los otros, Bolívar no esperaba ninguna oposición. El 23 de mayo citó a un consejo de guerra, para explicar a los generales que debían acompañarlo en sus planes para la conquista de la Nueva Granada.630 Tomó esta decisión en una pobre cabaña de las riberas del Apure. La pobreza del país era tan grande después de diez años de guerra, que no había ni sillas ni mesa en el lugar. Lo oficiales se sentaron en cráneos de bueyes muertos, que el sol había blanqueado y lavado las lluvias. La reunión fue tan pintoresca como los alrededores. Todos los oficiales eran jóvenes. Ninguno llegaba a los cuarenta años. El lugar junto al Libertador fue ocupado por el jefe de la plana mayor, Carlos Soublette. Tenía sólo treinta años, y en todos los aspectos representaba la aristocracia venezolana. Delgado, alto, con maneras impecables y facilidad de palabra, había tenido éxito por su ambición y su don metódico. Anzoátegui, comandante de la infantería, había nacido en el Este de Venezuela. el, también, tenía sólo veintinueve años, pero había luchado por la causa de la libertad durante diez. Su temeridad ganaba los corazones de sus camaradas, pero su carácter no le ayudaba a granjearse muchos amigos. Estaba siempre de mal humor, y no había situación que le agradara o que no criticara. Era un descontento nato, y estaba, sobre todo, lleno de un apasionado odio respecto a ciertos hombres de la plana mayor. Pero era lealmente devoto al Libertador.631 El coronel Rooke, bajo cuyo mando Bolívar había puesto a los legionarios británicos, era la antítesis de Anzoátegui. Estaba contento de sí mismo y con el mundo y encontraba todo maravilloso. Su optimismo no conocía límites. Para él, el clima de los llanos era saludable; sus soldados los mejores del mundo mientras vivían, y cuando morían encontraba que podían haber muerto muchos antes. Allí donde estaba, creía que tenía 629 Páez: Autobiografía, págs. 136-137. O’Leary: Doc., vol. XVI, páginas 357- 357. 630 O’Leary: Memorias, vol. I. pág. 543. 631 O’Leary: Memorias, vol. I. pág. 555. F. Lozano y Lozano: “Anzoátegui” B. de H. Bogotá, pág. 548. 326 el paraíso entre las manos. Tenía un carácter ejemplar para un soldado y un guerrero, y así como vivió, así murió. Estas eran las principales personalidades entre los once oficiales que Bolívar reunió. Les explicó la campaña y entonces preguntó: “¿Quieren continuar?” el primero en responder fue Rooke. “General —dijo—, con usted iré a donde desee; si es necesario, hasta el Cabo de Hornos.” 632 Los otros oficiales también declararon su complacencia respecto a la orden. Sólo uno se negó. Pero esta voz no tenía mucho peso. Las ideas de Bolívar habían triunfado. Todo dependía ahora de su ejecución. La primera condición era el secreto. Las tropas no debían saber adónde eran guiadas y qué iban a hacer. Debido al elevado número de desertores, una palabra indiscreta podía arruinarlo todo. Bolívar era tan cuidadoso que no reveló todos los detalles de la campaña ni siquiera al consejo de guerra. Pero después que su idea fue aceptada en lo fundamental, trabajo con la rapidez que le era característica. Santander debía empezar sus operaciones contra Nueva Granada. También él recibió órdenes de hacer todos sus preparativos con el más estricto secreto. 633 Bolívar redujo sus preparativos a las cosas más necesarias, como procurarse armas y municiones, caballos y ganado. Ya había ordenado reunir todos los botes que fuera posible. Eran vitales, pues los llanos parecían lagos en la estación lluviosa. El precavido Santander temía que las tropas no pudieran cruzar las montañas sin botas y mantas de lana, pero nadie sabía donde encontrar ropa de abrigo y zapatos de cuero. 634 Hacia fines de mayo de 1819, el ejército partió. Bolívar halló menos resistencia en las tropas, de la que había esperado. La mayoría de los hombres estaban contentos de tener algo que hacer otra vez. Eran jóvenes, despreocupados por sus vidas y acostumbrados a los infortunios. Muchas mujeres iban con ellos. Estas “Juanas”, como se las llama, sirvieron de enfermeras; su vocabulario no siempre se ajustaba a las reglas de la Real Academia de Madrid, pero eran tan bravas como los hombres, y cuando era necesario, hasta portaban armas. 635 El ejército no se dirigió hacia Cúcuta, como Bolívar había hecho creer a su gente, sino hacia las llanuras de Casanare. El 11 de junio Bolívar se encontró con Santander. Este oficial era uno de los generales más jóvenes 632 Larrazábal: Vol. I, pág. 579. 633 O’Leary: Doc., vol. XVI, pág. 364. Arch. Santander: Vol. II. pág. 131. O’Leary: Doc., vol. XVI, págs. 371-374, 389. Restrepo: H. de R. C., vol. II. página 506. 634 Cartas Santander: Vol. I, págs. 12-13. 635 O’Leary: Memorias, col. I, pág. 547. 327 del ejército. No tenía más de veintisiete años, y era de regular estatura, con una tendencia a la corpulencia que disminuía en algo su apariencia. Su cara era seria y decidida y sin rasgos de humor o amabilidad. Su cabello era lacio y castaño, y lo usaba a la moda de entonces, en mechones que llegaban al cuello de su uniforme. Al igual que Bolívar, pertenecía a la aristocracia criolla, pero se le notaba un leve rastro de sangre indígena. Sus ojos color ámbar, sombreados por largas pestañas, estaban hundidos en sus fosas y eran penetrantes y reservados.636 Bolívar ordenó un descanso de tres días, que aprovechó para ordenar las tropas. Él mismo tomó el mando, mientras Soublette conservaba la jefatura del Estado Mayor. La avanzada fue asignada a Santander, quien, como nativo de Nueva Granada , conocía bien el terreno, y era el jefe lógico, especialmente debido a que sus hombres también eran de Nueva Granada . Es difícil trazar un cuadro exacto del tamaño de este ejército, pues los números e informes varían. Probablemente, el ejército de Bolívar, contando todas las reservas, era de aproximadamente tres mil hombres: dos mil trescientos de in infantería y setecientos de caballería.637 Su camino los conducía a través de las llanuras, pero éstas ya no eran llanuras. Los ríos se habían convertido en lagos; por los lechos de los ríos, antes secos, corrían caudalosas corrientes; el terreno a su alrededor era cenagoso y pantanoso, y lluvias incesantes caían sobre la tierra. Enjambres de mosquitos pululaban sobre las aguas y atormentaban al ejército. Las tropas tenían poca ropa para protegerse, y durante las lluvias torrenciales le hubieran servido de poco. Muchos soldados no tenían siquiera pantalones, y usaban un “guayuco”, especie de delantal que apenas les cubría. Lo que servía de uniforme se usaba para mantener secas las armas y las municiones. “Durante siete días —asegura O’Leary— marchamos con el agua hasta la cintura.”638 Los establecimientos en los llanos de Casanare estaban dispersos, y sólo ocasionalmente encontraban 636 Cartas Santander: Vol. I, págs. 23, 29, 41. O’Leary: Memorias, vol. I, págs. 473, 553. M. Grillo: El Hombre de las Leyes. Bogotá, 1940. P. Gómez: Santander. Bucaramanga. 1940. G. Camacho Montoya: Santander. Bogotá. 1940. M. J. Forero: Santander: Bogotá, 1940. I. E. Pacheco: La familia de Santander. Cúcuta, 1940. 637 M. París. Campaña del Ejército Libertador Colombiano en 1819, pág. 26. Bogotá, 1919. P. J. Dousdebes: Trayectoria militar de Santander. Bogotá, 1940. H. Bingham: The Journal of an expedition across Venezuela and Colombia. New Heven. 1909. 638 O’Leary: Memorias, vol. I, pág. 552. Cartas: Santander: Vol. I, pág. 54. Rivas Vicuña: Vol. IV, pág. 6. 328 un pueblo. Lo más difícil era cruzar los ríos. Los botes que poseía Bolívar eran insuficientes e hizo confeccionar otros con cueros de vaca cosidos. En ellos se transportaban los cañones y la pólvora y también a los soldados que no podían nadar. El Libertador estaba siempre en medio de sus hombres. Después de una larga marcha, se le veía generalmente ocupado cuidando los caballos y las mulas o ayudando a descargar los caballos. En su marcha desde Venezuela hasta la Nueva Granada , el ejército cruzó el Arauca, Lipa, Ele, Cravo del Norte, Tame, Casanare, Ariporo, Nuchía, diez ríos navegables, además de arroyos, pantanos y lagos. Muchas mulas y caballos se ahogaron; la mitad del ganado se había perdido ya.639 Bolívar hizo lo posible para hallar remedio, pero no tenía ingenieros ni herramientas. Además cualquier pérdida material era preferible a una pérdida de tiempo. Hubo muchos días en que las tropas no tenían nada para comer, pero la frugalidad de los llaneros ayudó a resistir todas las vicisitudes. Cuando Bolívar llegó al pié de las cordilleras a fines de junio, escribió a Páez: “Las operaciones del ejército, hasta ahora, se han reducido a marchar a través de territorios amigos: Después cruzamos con éxito el Arauca y todas las corrientes navegables desde allí hasta el Pore; creo que el obstáculo más importante de nuestra empresa ha sido superado. Pero a la vista de los nuevos riesgos que aparecen cada día y que se duplican a nuestro paso, casi desespero de acabar con esto. Sólo una constancia que supera toda experiencia y nuestra determinación de no detener un plan que encontró la aprobación universal, me ha permitido conquistar estos caminos”640 Bolívar no estaba equivocado. La conquista de esta región, que según Santander era más un pequeño mar que tierra firme, no constituía el problema mayor. Desde el 22 de junio en adelante, el ejército encontró un obstáculo que parecía insuperable. Poderosa e inaccesible, la cadena de Los Andes asomaba ante sus ojos. Las pocas huellas habían sido barridas por las lluvias. Los Andes eran considerados imposibles de trasponer en esa época del año. Además el inconveniente de transportar el material no era el único ni el peor. Surgió la resistencia psicológica, que era más difícil de combatir. El ejército de Bolívar estaba constituido casi completamente por hombres de tierras cálidas, no habían soñado nunca que algo como esas 639 O’Leary: Doc. .vol. XVI, págs. 401-402. Cortés Vargas: De Arauca a Nuchía, campaña libertadora de 1819. Bogotá, 1919. 640 O’Leary: Doc., vol. XVI, pág. 404-406. Cartas Santander;: Vol. I, pág. 55. 329 montañas existiese, y su sorpresa aumentaba con cada paso que daban. Con cada pico que alcanzaban, pensaban que el ascenso había terminado, y que tenían por delante una tierra comparable con la propia. Pero en lugar de los llanos que esperaban, había nuevos abismos y nuevas y más elevadas alturas. Roca sobre roca las cimas alcanzaban el cielo; sus picos más altos se perdían entre la niebla y las nubes. El hombre primitivo se siente indefenso cuando a su alrededor se producen cambios repentinos. Todas sus fuerzas son fuerzas naturales, y sólo con energías espirituales y morales puede ajustarse a las exigencias de nuevas formas de existencia. Estos pastores intrépidos que nadaban por corrientes tumultuosas, que luchaban con tigres y cocodrilos, se sentían intimidados a la vista de una naturaleza todopoderosa. Con cada nuevo ascenso la temperatura disminuía. Los sentidos perdían su actividad y el cuerpo su movilidad. Caballos que podían correr sin herraduras por los llanos, caían en los caminos resbalosos. La comida no era apropiada y morían en grupos. Los animales que transportaban los cañones y las municiones caían y bloqueaban el camino para aquellos que los seguían. La lluvia caía a torrentes y el agua fría causaba una especie de disentería en muchos soldados. Después de cuatro días de marcha a través de las montañas, casi todos los vehículos eran inútiles. El ganado moría, y todo parecía conspirar para causar el fracaso de Bolívar. los venezolanos se hicieron pendencieros. ¿Qué les importaba a ellos la Nueva Granada y estas montañas dejadas de la mano de Dios? Pero Bolívar era inflexible. Una y otra vez logró animar a las tropas. Les hablaba de la gloria que les esperaba, de lo mucho que obtendrían una vez que llegaran a las tierras altas. Los soldados le creían y siguieron marchando.641 Finalmente encontraron al enemigo el 27 de junio. La tercera división del ejército de Su Majestad Católica, estaba estacionada en Nueva Granada y Morillo la había puesto bajo el comando del joven coronel Barreiro.642 Morillo consideraba dos puntos de Nueva Granada como estratégicamente vitales: la capital, Bogotá, y el puerto de Cartagena. Por consiguiente las tropas estaban dispersadas a través de las regiones montañosas. Bogotá sólo podía ser conquistada desde los llanos. Los Andes que se elevaban allí a una altura de cinco mil metros, eran sus defensas naturales. En esta situación, Barreiro había dispuesto sus cinco mil hombres. Había cometido, sin embargo, tres errores en sus cálculos. 641 O’Leary: Memorias, vol. I. pág. 561. 642 Rodríguez Villa: Vol. III, pág. 499. Restrepo: H. de R. C., vol. II. pág. 596. 330
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