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Gustavo Sánchez Rojas, San Agustín y la Cultura PDF

23 Pages·2013·17.24 MB·Spanish
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CULTURA EN EL PENSAMIENTO DE SAN AGUSTÍN Gustavo Sánchez Rojas La reflexión sobre la cultura es, hoy en día, una de las tareas más importantes que el pensamiento católico está invitado a desarrollar, no sólo porque se trata de una realidad fundamental para la existen- cia —que de alguna manera se identifica con lo humano en cuanto tal—, sino porque la misma misión de la Iglesia se entiende en refe- rencia a la cultura, como de manera clarividente señaló el Papa Pablo VI: «Lo que importa es evangelizar —no de una manera decorativa, como con un barniz superficial, sino de manera vital, en profundi- dad y hasta sus mismas raíces— la cultura y las culturas del hom- bre»1. Y con mayor Gustavo Sánchez Rojas (Lima, 1962) es miembro del Sodalicio fuerza, si cabe, el de Vida Cristiana y doctor en Sagrada Teología por la Facultad Beato Papa Juan de Teología Pontificia y Civil de Lima. Actualmente Pablo II recordaba se desempeña como director de la Escuela de Postgrado de la que la fe debe misma universidad y es profesor principal de la Universidad hacerse cultura y Particular Marcelino Champagnat (Lima). expresarse en ella: También es director de la revista Vida y Espiritualidad, «La síntesis entre y miembro del Consejo Editorial de la Revista Teológica cultura y fe no es Limense. Es profesor asociado de la Universidad sólo una exigencia Católica San Pablo (Arequipa). de la cultura, sino 1. Pablo VI, Evangelii nuntiandi, 20. 120 PERSONAYCULTURA, año 9, número 9 también de la fe […] Una fe que no se hace cultura es una fe no ple- namente acogida, no totalmente pensada, no fielmente vivida»2. La evangelización de la cultura y de las culturas, tarea fundamenta- lísima de la Iglesia en nuestro tiempo, y uno de los cometidos más importantes de la Nueva Evangelización, ha sido profundizada por los obispos latinoamericanos en diversas Conferencias Generales, desde Puebla hasta Aparecida3. El actual Santo Padre, Benedicto XVI considera la evangelización de la cultura una cuestión prioritaria, y en diversas ocasiones ha puntualizado la necesidad de una com- prensión nueva de las relaciones entre razón y fe4, que son como el presupuesto que hace posible toda evangelización de la cultura. La crítica a la cultura contemporánea y su modelo específico de razón5, la centralidad de la verdad6, la búsqueda de Dios como punto de ori- gen de la cultura7, son otros tantos temas que aparecen como funda- mento teológico para una evangelización fructífera y eficaz. Sin embargo, la adecuada realización de esta labor presupone res- ponder correctamente a la pregunta por la naturaleza de la cultura. Y aquí se hace necesario, además de la contribución de las discipli- nas humanas, el aporte de quienes desde la fe se preocupan por todo lo que es del hombre. A la Iglesia, como recuerda el Concilio Vaticano 2. Juan Pablo II. Discurso a los participantes en el Congreso Nacional de Movimientos eclesiales de com- promiso cultural, 16 de enero de 1982. 3. El Documento de Puebla, fruto de la IIIConferencia General del Episcopado latinoamericano, realizada en 1979, habla sobre la evangelización de la cultura en sus nn. 385-443, y da magníficas orientaciones y criterios que, a pesar de los años, mantienen indiscutible vigencia. Por su parte, la IVConferencia de los obispos de América Latina y el Caribe, celebrada en Santo Domingo (1992), desarrolla lo que debe ser la evangelización de la cultura en el gran marco de la Nueva Evangelización (Véase SD 24-30; 35) y de la cultura cristiana (SD 228-286). Finalmente, la VConferencia General, realizada en Aparecida (Brasil) el año 2007, trata del tema en el capítulo 10, “Nuestros pueblos y la cultura” (nn. 476-480), y más en general, a lo largo de todo el capítulo. 4. Así, por ejemplo, el ya célebre discurso en Ratisbona durante el viaje apostólico del Papa a Alemania, el 12 de septiembre de 2006. Un excelente análisis de este discurso está en Ángel Cordovilla S. J., “Por una razón abierta y una fe iluminada. Benedicto xvi entre la Universidad de Ratisbona y la Universidad de La Sapienza”, en Revista Estudios Eclesiásticos, vol. 83, 2008, pp. 399-424. 5. Como en la encíclica Spe salvi (2007), sobre todo en los nn. 16-23, y en diversas ocasiones a lo largo de su pontificado. Véase una profundización sobre esta cuestión en Gustavo Sánchez Rojas, “Esperanzas humanas y esperanza divina. La crítica de Benedicto XVIal pensamiento contemporáneo en la encíclica Spe salvi”, en Revista Teológica Limense, vol. XLII, 2008, pp. 143-160. 6. Un magnífico ejemplo de esta centralidad aparece desarrollado en el discurso preparado por el Papa Benedicto XVIpara ser pronunciado en la Universidad de la Sapienza, previsto para el 17 de enero de 2008 y que nunca se realizó. El íntimo origen de la universidad, señala el Papa, está en el afán del hom- bre por la verdad. 7. Véase Benedicto XVI, Discurso en el encuentro con el mundo de la cultura en el Collége des Bernardins, 12 de septiembre de 2008. HORIZONTES 121 II, nada de lo humano le puede ser ajeno, y por lo mismo halla eco en su corazón8. Por eso, una realidad tan humana como la cultura siem- pre ha sido objeto de constante reflexión y práctica, y a lo largo de su historia la Iglesia ha sido promotora, creadora y defensora de cultu- ra, expresando así su preocupación por el hombre. Los Padres de la Iglesia son los grandes testigos de la Tradición, y con sus reflexiones, obras y testimonio no sólo han ayudado a la mejor comprensión y adecuada transmisión de la Revelación divina, sino también han contribuido a clarificar cuestiones profundamente humanas como, por ejemplo, la cultura, y desde su trabajo evangeli- zador han ayudado a formar una cultura cimentada en el cristianis- mo. «Los Padres, conscientes del valor universal de la Revelación, han iniciado la gran obra de la inculturación cristiana, como se suele llamarla hoy. Así, han llegado a ser ejemplo de un encuentro fecun- do entre fe y cultura, entre fe y razón, permaneciendo como guía para la Iglesia de todos los tiempos, empeñada en predicar el Evangelio a hombres de culturas muy diversas y a actuar en medio de ellas»9. Y entre los Padres de la Iglesia, sin lugar a dudas San Agustín ocupa un lugar muy destacado. Considerado como el más grande de los Padres y uno de los mejores maestros de la Iglesia, de quien —según decía el hoy Beato Juan Pablo II— todos de alguna manera nos sentimos discípulos e hijos10, el Doctor de Hipona ha delineado la mentalidad de Occidente, y en buena medida ha ofreci- do las coordenadas intelectuales desde las que la Iglesia se aproxima a muchas realidades, sea para comprenderlas, sea para renovarlas y ponerlas al servicio de su misión evangelizadora. En el caso concre- to que nos ocupa, vamos a investigar acerca de lo que San Agustín nos dice acerca de la cultura, con el objetivo de enriquecer nuestra intelección sobre esta temática, y también con la finalidad de obtener criterios que puedan permitirnos una praxis evangelizadora que nos lleve a realizar una labor análoga a la que, desde sus características y circunstancias históricas particulares, realizó el Santo africano para hacer presente en la cultura de su tiempo el anuncio de la Buena Nueva. 8. Véase Gaudium et spes,1. 9. Congregación para la Educación Católica, Instrucción sobre el estudio de los Padres de la Iglesia en la for- mación sacerdotal, 1989, 32. 10. Véase Juan Pablo II, carta apostólica Augustinum Hipponensem, V, conclusión. 122 PERSONAYCULTURA, año 9, número 9 UNAPRIMERAAPROXIMACIÓN A diferencia de otros temas, de corte más bien filosófico o teológico, el de la cultura no es algo que haya sido desarrollado exhaustiva- mente por Agustín. En su pensamiento y en su obra escrita la cultu- ra es un presupuesto antes que un contenido11. Y por lo mismo, es difícil contar con textos específicos en los que el gran Doctor Africano puntualiza cuestiones de cierta relevancia sobre nuestro tema, al menos de forma clara. La palabra “cultura” en San Agustín no tiene el sentido moderno y actual que manejamos hoy en día. Si bien el término es antiguo, tiene en su origen el sentido de “cul- La comprensión de las cosas que nos tivo” y se refiere al campo, al trabajo rural y al esfuerzo por rodean y con las que nos relacionamos hacer que la tierra dé frutos12. supone valorarlas, siempre con En el santo de Hipona este uso referencia al ser humano. es frecuente, e incluso sus opo- nentes conocen este sentido. Así, por ejemplo, dirigiéndose al mani- queo Fausto, le dice: «También los agricultores, cuando ven que una tierra produce abundante, aunque inútil maleza, la juzgan apta para los cereales […]; donde ven un monte repleto de olivos silvestres, no dudan de que, con el oportuno cultivo [= cultura], es adecuado para el olivo»13. Comentando el libro del Levítico, Agustín emplea nuevamente la palabra en el sentido de cultivo, como, por lo demás, repite en diver- sos momentos y lugares. De hecho, la cultura como dimensión humana de la existencia encuentra en el cultivo de la tierra no sólo 11. Las obras que tratan sobre la cultura en San Agustín son escasas y tocan el tema de diversas formas. El libro del P. Pedro Langa O. S. A., titulado San Agustín y la cultura (Editorial Revista Agustiniana, Madrid 1998), examina la relación del Santo con la cultura pagana, la cultura cristiana y con la cultura moder- na; sin embargo su aproximación es muy general. El estudioso francés Henri Irenée Marrou tiene dos libros muy valiosos: el primero es Historia de la Educación en la Antigüedad, (2.aed., Fondo de Cultura Económica, México D. F. 2000); el segundo y más importante es el clásico San Agustín y el fin de la cultu- ra antigua(ed. ital. Sant’Agostino e la fine della cultura antica, Jaca Book, Milán 1994. 12. «“Colere” y “cultura” se entienden propiamente para el cuidado de los campos, de los frutos, de las bes- tias, son palabras de la lengua rústica, pero a través de la metáfora se ha extendido su sentido» (Henri Irenée Marrou. Sant’Agostino e la fine della cultura antica, ob. cit., p. 444). 13. «Sicut enim et agricolae quam terram viderint quamvis inutiles tamen ingentes herbas progignere, fru- mentis aptam esse pronuntiant […] et quem montem oleastris silvescere aspexerint, oleis esse utilem cultura accedente non dubitant» (Contra Fausto maniqueo,22, 70; pl 42, 444). HORIZONTES 123 una figura que le da inspiración, sino también fundamento. El ser humano pasa de un estado muy primitivo a una condición más civi- lizada con la agricultura, es decir, con el cultivo del campo: «Al decir “No podarás” debemos entender que ese año está prohibido todo el cultivo [= cultura]. Porque si no se puede podar, tampoco se podrá arar, ni sostener con estacas ni emplear ninguna otra cosa que sirva para el cultivo»14. Pero la palabra “cultura” tiene también el sentido de culto, tri- butado a la divinidad, y San Agustín maneja también este sentido, la mayoría de las veces con sentido negativo de culto a los falsos dioses o culto torcido. Hablando de los niños educados en el mundo, critica San Agustín que sean enseñados por sus mis- mos padres a un culto equivoca- do: «Nacido el niño, el futuro ciu- San Agustín dadano de Jerusalén, ciudadano ya en la predestinación de Dios e interinamente cautivo, ¿qué apren- de a amar? Lo que al oído le susurran los padres. Le instruyen y le enseñan la avaricia, el robo, la mentira cotidiana, los distintos cultos [= culturas] de los dioses y demonios»15. Se trata de un texto muy interesante que muestra cómo el culto religioso está vinculado a la vivencia de valores, virtudes y comportamientos de orden moral que se expresan en la convivencia social. Se sigue de aquí que el olvido o rechazo del verdadero Dios y de su culto respectivo llevan a una forma de vida errada que, paradójicamente, se ordena según una nueva forma de culto: «El sueño del alma consiste en olvidarse de Dios. El alma que se olvida de su Dios duerme. Por eso reprocha el 14. «Et per hoc quod ait “Non putabis” omnem culturam eo anno prohibitam debemus accipere. Neque enim si putanda non est, aranda est aut adminiculis suspendenda vel quodlibet aliud, quod ad cultu- ram eius pertineat» (Cuestiones sobre el Levítico,n. 89; pl 34, 714). En la misma línea de “cultura” como “cultivo”, puede verse Las costumbres de los maniqueos,II, 17, 62; El trabajo de los monjes,XV, 16; La ciudad de Dios,VI,9, 2; Homilía sobre la Primera Carta de San Juan a los Partos,3, 13; Exposición de la Epístola a los Gálatas,18 (3, 1). 15. A estas criaturas, dice el Santo, «instruunt et docent illum avaritias, rapinam, mendacia cuotidiana, diversas culturas idolorum et daemoniorum» (Explicación sobre el Salmo 136, 21). 124 PERSONAYCULTURA, año 9, número 9 Apóstol a ciertos individuos que se olvidaron de Dios, y como entre- gados al sueño, se rindieron al delirio de dar culto a los ídolos»16. Son numerosas las referencias agustinianas donde la palabra “cultu- ra” posee el sentido de culto religioso que venimos señalando y que muestran la dimensión religiosa asociada a la comprensión moderna de la cultura17. Sin embargo, las palabras que más se acercan a lo que hoy entendemos por “cultura” y que usa San Agustín, son humanitas, doctrina y eruditio. En ellas se hace referencia al acervo de conoci- mientos, valores, enseñanzas y diversas expresiones que hacen al hombre más humano, que lo llevan a un nivel de desarrollo de su humanidad. Tomemos por ejemplo el diálogo sobre El orden, en el que Agustín, alabando a su madre Mónica, critica a los sabios de este mundo, repulsivos por su soberbia, pero no deja de reconocerles cier- ta cultura, o humanitas, como es de uso común: «Ellos [los sabios según el mundo] no miran lo que son, sino cómo visten y el brillo de su pompa y bienestar. Ni indagan en el estudio de las letras de qué cuestión se trata, ni el fin que se pretende con ella, ni las explicacio- nes que se han dado. Entre ellos no faltan algunos merecedores de aprecio por cierto barniz de humanidad y porque fácilmente entran por las doradas y pintadas puertas al santuario de la filosofía»18. Tal vez más común sea el término doctrina, y en ese sentido, cuando San Agustín escribe su libro La doctrina cristiana, en realidad nos habla de la cultura cristiana, y no primeramente del contenido dog- mático o doctrinal del cristianismo, como una simple ojeada al libro nos puede mostrar. Un ejemplo extraído del mismo libro nos ilustra: «Toda doctrina se reduce a enseñanzas de cosas y signos, mas las cosas se conocen por medio de los signos»19. 16. «Somnus autem animae est oblivisci Deum suum. Quaecumque anima oblita fuerit Deum suum, dor- mit. Ideo dicit apostolus quibusdam oblitis Deum suum, et tanquam in somno agentibus deliramentas culturae idolorum» (Explicación sobre el salmo 62, 4). 17. Puede verse Espejo de la Sagrada Escritura,31; pl 34, 1005; Réplica al adversario de la Ley y de los Profetas, I, 38; (en ambos casos se cita 1 Co 10, 14 donde San Pablo exhorta a huir del culto de los ídolos, en latín «fugite ab idolorum cultura»); La adivinación diabólica,ix, 13; pl 40, 589; Carta 149 a Paulino,2, 28; La ciu- dad de Dios,IX, 32, 3; Contra Fausto maniqueo, 20, 23; 33, 1; Réplica a Juliano, obra inacabada, I, 48 (es Juliano el que habla). 18. «Non emin cogitant quales ipsi, sed qualibus induti vestibus sint et quanta pompa rerum fortunaeque praefulgeant. Isti enim in litteris non multum attendunt aut unde sit quaestio aut quo pervenite disse- rentes moliantur, quidve ab eis explicatum atque confectum sit. In quibus tamen quia nonnulli repe- riuntur quorum animi contemnendi non sunt (aspersi sunt enim quibusdam condimentis humanitatis et facile per aureas depictasque ianuas ad sacrosancta philosophiae)» (El orden,I, 11, 31). 19. «Omnis doctrina vel rerum est vel signorum, sed res per signa discuntur» (La doctrina cristiana, I, 2, 2). HORIZONTES 125 La diversidad de expresiones remite, entonces, al mismo fenómeno complejo y profundo de la cultura y sus elementos. Toca ver ahora cuáles son sus características según el pensamiento de San Agustín y según las peculiaridades de la antigüedad en la que se inserta el santo obispo de Hipona. Llámese doctrina, humanitas, eruditioo inclu- so “cultura” el núcleo de lo que se quiere expresar con la palabra apunta siempre a la misma realidad, y en ello podemos encontrar una sorprendente sintonía con nuestra época, de donde se sigue que San Agustín puede ayudarnos muchísimo a entender, valorar y evangelizar nuestra cultura hodierna, así como él mismo hizo en su propio momento histórico. LO ESPECÍFICO DE LACULTURA Aunque parezca una verdad de perogrullo, la cultura está siempre referida al hombre, ya que el ser humano es el que hace la cultura, y él mismo es hecho —en cierto modo— por la cultura en la que se halla situado. Existe, pues, una dimensión antropológica fundamen- tal inherente a la cultura y desde este punto de vista es interesante leer el clásico libro agustiniano La doctrina cristiana, que, según lo anteriormente dicho, podría muy bien traducirse como “La cultura cristiana”. Puesto en medio del mundo, por Dios que lo ha creado, el hombre está llamado a dominar toda la tierra y someterla20. Para ello, requie- re conocer las cosas y nombrarlas, cosa que, por lo demás, también recuerda el texto bíblico21. Por lo tanto, la comprensión de la realidad mediante la inteligencia, y el lenguaje como medio que expresa lo inteligido, son como los pilares en que se fundamenta la apropiación de lo existente por medio del ser humano: «Denominamos ahora cosaslas que, como una vara, una piedra, una bestia y las demás por el estilo, no se emplean también para significar algo […]. Existen otra clase de signos cuyo uso solamente se emplea para denotar alguna significación, como son las palabras. Nadie usa de las palabras si no es para significar algo con ellas. De aquí se comprende a qué llamo 20. Véase Gn 1, 28ss. 21. Es la indicación divina presente en el segundo relato creacional, Véase Gn 2, 16ss. 126 PERSONAYCULTURA, año 9, número 9 signos, es decir, a todo lo que se emplea para dar a conocer alguna cosa. Por lo tanto, todo signo es al mismo tiempo alguna cosa, pues lo que no es cosa alguna no es nada, pero no toda cosa es signo»22. Sin embargo, la comprensión de las cosas que nos rodean y con las que nos relacionamos supone valorarlas, siempre con referencia al ser humano. Así, dice San Agustín que las cosas son para ser usadas o para ser disfrutadas. Se entiende que las primeras son medios para alcanzar un determinado fin, mientras que las otras tienen una fina- lidad propia y, en cierto sentido, son superiores a las que meramen- te se usan. Se trata de la clásica distinción agustiniana entre el uti y el frui, y recuerda el santo que ¿Cómo encontrar la felicidad? una equivocada comprensión Es obvio que tal pregunta presupone de lo que se debe usar y de que se sabe en qué consiste ser feliz, aquello que se debe gozar trae- ría serios trastornos en la exis- y por lo mismo, la posesión de aquello tencia: «Unas cosas sirven para que hace feliz debe considerarse el gozar de ellas, otras para usar- valor supremo y la aspiración las y algunas para gozarlas y máxima del ser humano. usarlas. Aquéllas con las que nos gozamos nos hacen felices; las que usamos nos ayudan a tender hacia la bienaventuranza y nos sirven como apoyo para poder con- seguir y unirnos a los que nos hacen felices. Nosotros que gozamos y usamos nos hallamos situados entre ambas; pero si queremos gozar de las que debemos usar trastornamos nuestro tenor de vida y algunas veces también lo torcemos de tal modo que, atados por el amor de las cosas inferiores, nos retrasamos o nos alejamos de la posesión de aquéllas que debíamos gozar una vez obtenidas»23. 22. «Proprie autem nunc res appellavi, quae non ad significandum aliquid adhibentur, sicuti est lignum, lapis, pecus, atque huiusmodi caetera […] Sunt autem alia signa quorum omnis usus in significando est, sicuti sunt verba. Nemo enim utitur verbis, nisi aliquid significandi gratia. Ex quo intelligitur quid appellem signa; res eas videlicet quae ad significandum aliquid adhibentur. Quamobrem omne signum etiam res aliqua est; quod enim nulla res est, omnino nihil est; non autem omnis res etiam signum est» (La doctrina cristiana, I, 2, 2). 23. «Res ergo aliae sunt quibus fruendum est, aliae quibus utendum, aliae quae fruuntur et utuntur. Illae quibus fruendum est, beatos nos faciunt. Istis quibus utendum est, tendentes ad beatitudinem adiuva- mur, et quasi adminiculamur, ut ad illas quae nos beatos faciunt, pervenire, atque his inhaerere pos- simus. Non vero qui fruimur et utimur, inter utrasque constituti, si eis quibus utendum est frui voluer- imus, impeditur cursus noster, et aliquando etiam deflectitur, ut ab his rebus quibus fruendum est obti- nendis vel retardemur, vel etiam revocemur, inferiorum amore praepediti» (La doctrina cristiana, I, 3, 3). HORIZONTES 127 El contacto con la rea- lidad lleva, entonces, al descubrimiento de valores inherentes a las cosas y, en general, a la misma realidad. Este descubrimiento se logra por la inteligen- cia, que para San Agustín es una facul- tad maravillosa y que debe ser cuidada y amada. Ahora bien, entre las cosas y su valoración intelectual, el ser humano percibe también la meta a la que se dirige, que no es otra que el para qué de su existencia y la razón última de su relacionarse con la rea- lidad, usando y gozan- do según una recta San Agustín jerarquía. Descubre, pues, que está llamado a ser feliz y a ser pleno: «Es opinión general de los que de cualquier modo pueden hacer uso de la razón que todos los hombres desean ser felices. Quiénes lo son y de dónde les viene la felicidad que buscan los débiles mortales ha suscitado muchas y grandes controversias»24. «Veamos, pues, a la luz de la razón, lo que debe ser la vida del hombre. Es cierto que todos quere- mos vivir una vida feliz, y no hay nadie que no asienta a esta propo- sición aún antes de terminar su enunciado»25. 24. «Omnium certa sententia est, qui ratione quoquo modo uti possunt, beatos esse omnes hominess velle. Qui autem sint, vel unde fiant, dum mortalium quaerit infirmitas, multae magnaeque controversiae concitatae sunt» (La ciudad de Dios, X, 1; pl 41, 277). 25. «Ratione quaeramus quemadmodum sit homini vivendum. Beate certe omnes vivere volumus; neque quisquam est in hominum genere, qui non huic sententiae, antequam plene sit emissa, consentiat» (Las costumbres de la Iglesia Católica, I, 3, 4). 128 PERSONAYCULTURA, año 9, número 9 ¿Cómo encontrar la felicidad? Es obvio que tal pregunta presupone que se sabe en qué consiste ser feliz, y por lo mismo, la posesión de aquello que hace feliz debe considerarse el valor supremo y la aspi- ración máxima del ser humano. Por tanto, todo en la existencia debe ordenarse según esta realidad suma: «Feliz, a mi juicio, no es el que no posee lo que ama, cualquiera que sea el objeto de su amor; ni el que posee lo que ama, si es nocivo; ni el que no ama lo que tiene, aun- que sea muy bueno […]. Sólo queda una cuarta situación, en la que se puede dar la vida feliz, y es la producida por el amor y posesión del sumo bien del hombre. ¿Qué es gozar, sino tener la presencia de lo que amas? Nadie sin gozar del sumo bien del hombre es dichoso; y el que disfruta de él, ¿puede no serlo? Es preciso, pues, si queremos ser felices, la presencia en nosotros del sumo bien»26. Dios es el Sumo Bien al Dios es el Sumo Bien al que puede aspirar que puede aspirar el ser el ser humano, y por tanto, lo único humano, y por tanto, lo que da la verdadera felicidad. único que da la verdadera felicidad27. Tenemos entonces que en su proceso de ser hombre, o en “humanizarse”, se da una relación de la persona con la realidad toda, con las cosas que rodean al sujeto, y por ende, con los otros seres humanos que participan de esta misma experiencia. Esta relación permite descubrir el sentido de la existencia y los valores inherentes a ella, siendo la realidad de Dios el valor supremo, lo único que puede saciar el ansia de felicidad eterna e interminable que anida en lo más profundo del corazón humano. Pues bien, todo lo que venimos describiendo es la realidad misma de la cultura. Ella (la cultura) es lo que hace al hombre ser más hombre, 26. «Beatus, autem, quantum existimo, neque illi dici potest, qui non habet quod amat, qualecumque sit; neque qui habet quod amat, si noxium sit; neque qui non amat quod habet, etiamsi optimum sit […] Quartum restat, ut video, ubi beata vita inveniri queat, cum id quod est hominis optimum, et amatur, et habetur. Quid enim est aliud quod dicimus frui, nisi praesto habere quod diligis? Neque quisquam beatus est qui non fruitur eo, quod est hominis optimum; nec quisquam qui eo fruitur, non est beatus. Praesto ergo esse nobis debet optimum nostrum, si beate vivere cogitamos» (Las costumbres de la Iglesia Católica, I, 3, 4). 27. Pues la felicidad, para ser auténtica, debe ser infinita (si se termina nuestra felicidad, quedamos infeli- ces) y eterna (debe durar para siempre). Ahora bien, infinitud y eternidad son características que úni- camente se hallan en Dios y en nadie más. Luego, se puede deducir fácilmente que Dios es el Sumo Bien y lo único que da la felicidad digna de ese nombre. Puede verse Etienne Gilson, Introduzione allo Studio di Sant’Agostino,Marietti, Génova 1993, pp. 15-22 (el primer capítulo, titulado “La beatitudine”). HORIZONTES 129

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que no puede mostrársele por hallarse inquinado y débil»31. HORIZONTES. 131. 31. «Non enim hoc est habere oculos quod adspicere; aut item hoc
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