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Guénon, René. El Reino De La Cantidad Y Los Signos De Los Tiempos [EPL FS] [1945] [2018] PDF

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El Reino de la Cantidad y los Signos de los Tiempos es la obra magna de René Guénon en cuanto a la crítica al mundo moderno y sus concepciones más arraigadas. En ella desarma desapasionada y rigurosamente, pieza por pieza, los compo‐ nentes de la modernidad, haciéndolos ver como ingenuas ca‐ ricaturas del conocimiento verdadero. Los postulados presentados en su anterior obra la Crisis del mundo moderno son aquí desarrollados in extenso y provistos de un marco doctrinal más profundo. Comienza formulando claramente las concepciones de ma‐ teria, calidad, cantidad y tiempo, desde una óptica opuesta a la visión materialista y mecanicista moderna, ya que son expli‐ cadas ubicándose desde el orden metafísico para luego ir des‐ cendiendo hasta llegar al orden de la manifestación. De este modo Guénon deconstruye las categorías episte‐ mológicas y las concepciones del mundo más universalmente admitidas por la modernidad, no dejando en pie ni ciencias exactas ni sociales, ni religiones ni pseudoesoterismos o pseu‐ doiniciaciones, en suma, ninguna de las concepciones moder‐ nas ni instrumentos intelectuales con que la civilización es‐ conde su incapacidad de acceder al plano metafísico. Una civilización que, además, se vanagloria de su ignoran‐ cia creyendo ser el resultado del progreso y la evolución. Una civilización decadente cuyas concepciones científicas, de las que tanto se enorgullece, son desenmascaradas como «resi‐ duos» degenerados de las antiguas ciencias tradicionales, dando lugar a una existencia vaciada de todo lo que constituía su propia esencia. Las previsiones de Guénon son en la actualidad incluso más evidentes, desde la vulgarización general en todas las es‐ feras sociales, pasando por el avanzado proceso de solidifica‐ ción o materialización de nuestro mundo, y el más preocu‐ 2 pante y palpitante proceso de subversión y disolución como corolario. Las fuerzas de la acción anti-tradicional y contra-iniciática que operan detrás de esos procesos son puestas a la luz con maestría sin igual en este libro realmente singular. 3 René Guénon EL REINO DE LA CANTIDAD Y LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS ePub r1.0 Titivillus 24.04.18 EDICIÓN DIGITAL 4 Título original: Le règne de la quantité et les signe des temps René Guénon, 1945 Traducción: Ramón García & Agustín López Editor digital: Titivillus ePub base r1.2 Edición digital: ePubLibre, 2018 Conversión PDF: FS, 2020 5 Advertencia del Editor Digital Se han seguido las grafías de transliteración de vocablos empleadas por René Guénon. 6 Prefacio Desde la aparición de la Crise du Monde moderne (1927, N. del T.), los acontecimientos han confirmado plenamente y con notable rapidez todos los puntos que acerca de este tema ex‐ poníamos entonces, a pesar de haberlo tratado sin el mínimo interés por incidir en la «actualidad» inmediata y al margen de todo afán «crítico» que sería tan vano como estéril. Ello se debe al hecho de que las consideraciones de este orden sólo valen como aplicación de los principios a determinadas cir‐ cunstancias. Apuntemos asimismo que, si aquellos que con más justeza han juzgado los errores y defectos propios de la mentalidad actual en general se han limitado a adoptar una actitud completamente negativa no abandonándola sino para proponer unos remedios prácticamente insignificantes y per‐ fectamente incapaces de detener el creciente desorden que cunde en todos los terrenos, ello debe atribuirse sin duda a una ignorancia de los verdaderos principios que los equipara‐ ba con aquellos que, por el contrario, se empeñaban en admi‐ rar el supuesto «progreso» concibiendo toda suerte de ilusio‐ nes acerca de su fatal desenlace. Por lo demás, incluso desde un enfoque plenamente desin‐ teresado y «teórico», no basta con denunciar unos errores y hacerlos aparecer tal y como son verdaderamente; por muy útil que ello pueda parecernos, resulta todavía más interesante e instructivo explicarlos, es decir, investigar cómo han llegado a producirse y cuáles han sido sus causas, ya que todo lo que existe en cualquier forma, incluso el propio error, necesaria‐ 7 mente posee una razón de ser, de modo que hasta el propio desorden debe encontrar finalmente su lugar entre los ele‐ mentos del orden universal. Así ocurre que, si bien el mundo moderno considerado en sí mismo constituye una anomalía e incluso una especie de monstruosidad, no menos cierto es que, si se le incluye en el conjunto del ciclo histórico del que forma parte, corresponde exactamente a las condiciones de una fase de este ciclo, precisamente a aquella que la tradición hindú designa como el período extremo del Kali-Yuga; son estas condiciones, resultantes de la propia progresión de la manifestación cíclica, las que han determinado sus caracterís‐ ticas, pudiendo afirmarse a este respecto que la época actual no podía ser diferente de lo que efectivamente es. El proble‐ ma es que, para ver el desorden como un elemento del orden o para reducir el error a un enfoque parcial y deformado de algún tipo de verdad, es preciso elevarse sobre el nivel de las contingencias para situarse en el ámbito al que pertenecen este desorden y estos errores, considerados como tales; asimis‐ mo, para captar, conforme a las leyes cíclicas que rigen el desarrollo de la presente humanidad terrestre, el verdadero significado del mundo moderno, es necesario desprenderse por completo de la mentalidad que le confiere su especial ca‐ rácter para no verse afectado por ella en modo alguno; ello re‐ sulta además tanto más evidente cuanto que esta mentalidad implica forzosamente, e incluso por su propia definición, una total ignorancia de las leyes de que se trata y también de todas las demás verdades que, al derivarse de forma más o menos directa de los principios transcendentes, forman una parte esencial de este saber tradicional del que todas las concepcio‐ nes modernas no son, consciente o inconscientemente, sino la negación pura y simple. Hace tiempo que nos habíamos propuesto dar a La Crise du Monde moderne una continuación de naturaleza más estricta‐ 8 mente «doctrinal», con el fin de mostrar precisamente algunos aspectos de esta explicación de la época actual según el enfo‐ que tradicional al que nos hemos propuesto ceñirnos siempre de manera exclusiva y que, por las razones que hemos dado, resulta ser en este caso, no sólo el único válido sino también el único posible, pues sólo a su luz cabe considerar una explica‐ ción como la presente. Diversas circunstancias nos han obli‐ gado a aplazar hasta la fecha la realización de este proyecto, mas poco puede importar este retraso a aquel que está persua‐ dido de que todo lo que debe ocurrir ocurre necesariamente a su tiempo, y ello muy a menudo por unos medios imprevistos y completamente independientes de nuestra voluntad; la prisa febril que nuestros contemporáneos aportan a todo lo que hacen nada puede contra ello y en realidad sería incapaz de producir algo que no fuese agitación y desorden, es decir, unos efectos completamente negativos; pero cabe preguntarse: ¿seguirían siendo «modernos» si fuesen capaces de compren‐ der las ventajas que supone seguir las indicaciones dadas por las circunstancias que, lejos de ser «fortuitas» como ellos se imaginan en su ignorancia, en el fondo constituyen unas ex‐ presiones más o menos particularizadas del orden general; es decir; a la vez del humano y del cósmico, en el que hemos de integrarnos voluntaria o involuntariamente? Entre los rasgos característicos de la mentalidad moderna tomaremos en primer lugar, como punto central de nuestro estudio, la tendencia a reducirlo todo al mero punto de vista cuantitativo; como inclinación fuertemente marcada en las concepciones «científicas» de los últimos siglos que por otra parte dejan una huella igualmente clara en otros muchos cam‐ pos entre los que destaca el de la organización social, de ma‐ nera que, salvo una restricción cuya naturaleza y necesidad habrán de aparecer posteriormente, casi podría definirse nues‐ tra época como un verdadero «reino de la cantidad». Si esco‐ 9 gemos así esta característica con preferencia a cualquier otra, ello no se debe únicamente, ni siquiera principalmente, a ser uno de los más visibles y de los menos cuestionables sino, sobre todo, al hecho de que esta reducción a lo cuantitativo traduzca de manera rigurosa las condiciones de la fase cíclica que parece haber alcanzado la humanidad en los tiempos que corren, de manera que la tendencia considerada no es en defi‐ nitiva más que la que lógicamente conduce al propio final del «descenso» que, a creciente velocidad, se opera desde el prin‐ cipio hasta el final del Manvantara, es decir, a lo largo de toda la duración de la manifestación de una humanidad como la nuestra. En definitiva, este «descenso», como ya hemos dicho en bastantes ocasiones, no es más que el gradual aleja‐ miento del principio necesariamente inherente a todo proceso de manifestación; en nuestro mundo y, en virtud de las parti‐ culares condiciones de existencia a las que se ve sometido, el punto más bajo reviste la apariencia de la cantidad pura des‐ provista de toda distinción cualitativa; por lo demás, resulta evidente que en realidad este es sólo un límite, lo que explica que, de hecho, no podamos hablar más que de «tendencia» ya que, en el propio recorrido del ciclo, el límite nunca puede llegar a alcanzarse, encontrándose éste hasta cierto punto en el exterior y en el plano inferior a toda existencia realizada e incluso realizable. Ahora, para evitar todo posible equívoco y para reparar en una cuestión que puede dar lugar a ciertas ilusiones, interesa apuntar que, merced a la ley de la analogía, el punto más bajo es como un oscuro reflejo o una imagen invertida del punto más alto, de donde se deduce la consecuencia, que sólo en apariencia puede resultar paradójica, según la cual la más ab‐ soluta ausencia de principios implica una especie de «falsifica‐ ción» o deformación del propio principio, o bien, como algu‐ nos han formulado en forma teológica, que «Satán imita a 10

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