ebook img

Grecia. La Guerra del Peloponeso PDF

55 Pages·1989·2.516 MB·Spanish
Save to my drive
Quick download
Download
Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.

Preview Grecia. La Guerra del Peloponeso

25 HISTORIA ^MVNDO A ntigvo ............. e S m · HISTORIA ^MVNDO Αιτπανο r n r n λ l f \ V i I v l I Director de la obra: Julio Mangas Manjarrés (Catedrático de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid) Diseño y maqueta: Pedro Arjona «No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del Copyright.» © Ediciones Akal, S.A., 1909 Los Berrocales del Jarama Apdo. 400 - Torrejón de Ardoz Madrid - España Tels.: 656 56 11 - 656 49 11 Depósito Legal:M. 17137-1989 ISBN: 84-7600-274-2 (Obra completa) ISBN: 84-7600-389-7 (Tomo XXV) Impreso en GREFOL, S.A. t Pol. II - La Fuensanta Móstoles (Madrid) Printed in Spain LA GÜERRA DEL PELOPOMESO Feo. Javier Fernández Nieto Ί Indice Págs. Introducción............................................................................................................... 7 I. Los antecedentes de ia Guerra del Peloponeso ............................................ 8 1. Los incidentes previos y el debate sobre las causas................................. 8 2. Atenas y Esparta en la víspera de la guerra ............................................... 12 3. Las últimas negociaciones ............................................................................... 14 4. Los efectivos materiales y los estados beligerantes................................... 15 5. La concepción estratégica de la guerra ....................................................... 19 II. Las campañas y las operaciones de la Guerra del Peloponeso ................ 22 1. La Guerra Arquidámica o de los Diez Años............................................. 22 La guerra de Pericles ......................................................................................... 22 La epidemia de Atenas y la desaparición de Pericles ............................. 23 Los sucesores de Pericles ................................................................................. 26 La extensión del conflicto ................................................................................ 28 El desplazamiento hacia Occidente .............................................................. 31 La guerra de C'león ............................................................................................ 33 Las últimas ofensivas ........................................................................................ 36 La paz de Nicias ................................................................................................. 40 2. El período de la paz de Nicias y la expedición a Sicilia ......................... 41 La lucha diplomática y los conflictos parciales......................................... 42 La disensión en Atenas .................................................................................... 44 La expedición a Sicilia ..................................................................................... 46 3. Ultimas campañas y rendición de Atenas................................................... 48 La continuación de la guerra y la crisis política....................................... 48 La guerra de Alcibiades y el fin del conflicto ........................................... 50 Consideración final ........................................................................................... 52 Bibliografía 54 La guerra dei Peloponeso 7 I Introducción HI conflicto que en las postrimerías ideas y tradiciones aniquiladas, por la del siglo V enfrentó a Esparta y Ate­ imagen trágica de sus escenas, por nas, seguidas por sus respectivos alia­ la inmensidad de la ruptura que crea dos, durante veintisiete años, consti­ entre ciertos Estados helénicos, por la tuye un episodio crucial en la historia sensación de agotamiento ante el pre­ del mundo griego puesto que por sus cio tan alto pagado, por la incapaci­ consecuencias determinó notablemen- dad de reconstruir un sistema autóno­ mente la evolución posterior de todos mo de soberanía, porque de nuevo se los estados griegos, incluso la de aque­ adivina la sujeción a otras potencias llos situados en los territorios periféri­ griegas, más tarde a Persia. Suficiente cos del Mediterráneo. Es cierto que la cantidad de motivos, cuya repercu­ guerra movilizó a ia mayoría de los sión señalaremos luego, como para griegos —y afectó también a los neu­ avivaren la meticulosa conciencia de trales—, que su escenario se extendió Tucídides la certeza de que la Guerra desde Sicilia hasta Asia Menor y des­ del Peloponeso llegó a ser la mayor de Tracia a Creta; aun descontando conmoción que sacudió a ¡os griegos y a los intervalos en que cesaron las ope­ algunos de los bárbaros, e incluso, por raciones el número de choques e inci­ así decirlo, a la mayor parte de la dentes (tanto en tierra como en mar), humanidad. de asedios y represalias, de prisione­ ros y muertos, tejen una crónica larga y penosa que desgastó sin descanso a los contendientes. Y sin embargo ni por la magnitud de los esfuerzos diplomáticos desple­ gados antes del inicio y durante toda la lucha ni por la espectacularidad o carácter decisivo de las batallas la Guerra del Peloponeso aventaja a otros conflictos armados que Grecia había conocido, tales como, por ejemplo, las Guerras Médicas. ¿Por qué, en esc caso, la contienda adquirió una indis­ cutible dimensión simbólica? Proba­ blemente por la crisis que produjo de AkaI Historia del Mundo Antiguo I. Los antecedentes de la Guerra del Peloponeso 1. Los incidentes previos del Peloponeso, así como Cefalonia, Ambracia, Léucade y Tcbas (algunas y el debate sobre las causas mediante la aportación de dinero); El excurso sobre la Pentecontecia en el pero la flota corcirense fue más eficaz libro primero de Tucídides está consa­ y derrotó a la armada de Corinto en el grado a distinguir, por una parte, las golfo de Ambracia. Después saquea­ razones más profundas que conduje­ ron Léucade y el puerto de Cilcne, en ron a la guerra —aquellas que se evi­ el mismo Peloponeso. dencian después de un análisis minu­ Corcira quedó entonces, prudente­ cioso de todas las circunstancias ante­ mente, a la defensiva, mientras Corin­ riores, coetáneas y posteriores al en­ to consumió los dos años siguientes en frentamiento— y, por otro lado, a los preparativos de la revancha. A recordarlos episodios que cabría con­ comienzos del 433 a.C. los corcirenses siderar como ocasiones inmediatas, deciden, ante el incremento de los pero no esenciales, y que fueron esgri­ efectivos navales corintios, recurrir a midos como agravios por unos y otros la alianza con los atenienses. En Ate­ para justificar la abierta iniciación de nas la delegación de Corcira presentó las hostilidades. a la Asamblea la siguiente propuesta: Atenderemos en principio a estos como Esparta ya pensaba en la guerra últimos. Los roces entre Corintoy Corci- y Corinto alentaba este designio, que ra en el Adriático, que datan del 435 habría de permitirle destruir el pode­ a.C., constituyeron el primer acto. La río naval de Corcira —y simultánea­ ciudad de Epidamno, antigua colonia mente impediría que estos barcos se de Corcira, no había obtenido ayuda sumaran a los de la Liga marítima de la metrópoli en la guerra civil que ático-délica—, la admisión de Corcira enfrentaba a demócratas y oligarcas. como un nuevo aliado de Atenas Sus autoridades procuraron entonces reportaría numerosas ventajas a ambos, que interviniera el gobierno de Corin- en concreto la incorporación a la Liga to, fundadora de Corcira pero enfren­ de la segunda flota en importancia tada luego a los corcirenses por moti­ dentro del mundo griego y la posibili­ vos políticos y comerciales. Corinto dad táctica, dada la posición geográfi­ hizo llegar por tierra tropas propias y ca de los corcirenses, de interceptar de sus aliados hasta Epidamno y reu­ los contactos entre los griegos de Occi­ nió una flota, con dos mil hoplitas, en dente y los dorios del Peloponeso. la que participaron varias ciudades Pero hasta Atenas se había desplaza- La guerra del Peloponeso 9 El Erecteo La Acrópolis de Atenas do también lina embajada corintia, Corcira una alianza estrictamente que se opuso a los argumentos de sus defensiva, lo que suponía protegerlos antiguos colonos con otra serie de contra cualquier agresión externa. No razones: Atenas debía a Corinto el era pues ni una declaración de guerra favor de que la liga lacedemonia no ni una alianza plena que comprome­ hubiera intervenido durante la defec­ tiera a Atenas a tener como enemigos ción de Samos en el año 440 a.C., con a todos aquellos que lo fueran de los lo que su ingratitud sería doble por­ corcirenses, sino solamente la decla­ que auxiliando a los corcirenses viola­ ración pactada de prestar ayuda a este rían además los principios que inspi­ aliado cuando su territorio fuera ata­ raron el tratado de paz de treinta años cado. Así es como los atenienses cre­ suscrito en el 446/5 con Esparta, que yeron salvar la vigencia del tratado del obligaba también a los respectivos 446/5. aliados. En cualquier caso, llegaron a Unos meses más tarde ciento cin­ sugerir, aceptar a Corcira en la'Liga cuenta naves reunidas por Corinto marítima podría contribuir a desatar luchan contra las ciento diez unida­ unas hostilidades hacia las que Corin­ des de la escuadra de Corcira junto a to, contra lo que allí mismo se había las islas Sibota. Diez embarcaciones asegurado, nunca sintió inclinaciones. atenienses, mandadas por tres de los La Asamblea ateniense se encontró estrategos, serán testigos neutrales de de este modo frente a un difícil dile­ la batalla, cumpliendo la orden de no ma, y si en primera instancia se pro­ combatir más que en el caso de que la nunció a favor de las tesis de Corinto, ciudad de Corcira sufriera un ataque. en la siguiente sesión adoptó una La victoria se inclinó del lado de los solución de compromiso: conceder a corintios, que no se atrevieron a apro­ 10 Akal Historia del Mundo Antiguo vechar su superioridad cuando al atar­ Esparta, tan predispuesta a asistir a decer apareció un nuevo contingente Potidea que planeaba, al decir de Tucí- ateniense de veinte naves e imagina­ dides, invadir el Atica si los atenienses ron que los atenienses acabarían por atacaban la ciudad de Calcídica. Y tomar parte en la lucha. Formalmente así, a comienzos del 432 Potidea hizo no existió transgresión a la paz de defección de Atenas y de su liga, arras­ treinta años, puesto que la flotilla ate­ tró consigo a otras ciudades calcidias, niense no abordó en ningún momento con las que se federó, y suscribieron a los corintios, pero éstos denunciaron una alianza con los botieos. El rey Per- la actitud de Atenas como contraria al dicas II de Macedonia alentó abier­ tratado y negociaron su retirada. Con tamente el movimiento de insurrección. ello los corcirenses salvaron una parte Atenas respondió mediante el envío, de sus fuerzas navales y Atenas conso­ en dos expediciones, de setenta barcos lidó su presencia e intereses estratégi­ y tres mil hoplitas; pero antes de cos en el Adriático y el camino hacia enfrentarse a los potidatas los estrate­ Sicilia. gos atenienses tuvieron que intimidar A la cuestión corcirense sucede la a Perdicas en la propia Macedonia y rebelión de Potideci, que exacerbó de conseguir apartarlo del conflicto gra­ nuevo las diferencias entre Corinto y cias a un acuerdo. Pero también Corin­ Atenas. Emplazada en la península de to había aprovechado el tiempo: mil Calcídica, al norte del Egeo, la ciudad seiscientos hoplitas voluntarios y cua­ de Potidea había formado parte del trocientos peltastas mercenarios —pro­ imperio colonial de Corinto y conti­ bablemente reclutados en todo el Pelo­ nuaba ahora, en que era miembro de poneso— llegaron desde la metrópoli la Confederación ateniense, recibien­ conducidos por el corintio Aristeo para do de la metrópoli a varios magistra­ reforzar la defensa de Potidea seis dos anuales, los epidemiurgos. Por semanas después del alzamiento. Inca­ razones que ignoramos, hacia finales paces de resistir en campo abierto, del 433 Atenas lomó una decisión sor­ corintios y potidatas se encierran en la prendente, por la que requería a los ciudad, forzando a un asedio por tie­ potidatas para que demoliesen las rra y por mar que duraría dos años y murallas que cerraban el istmo de medio, hasta el 429, ya iniciada la Palene, entregasen rehenes y no vol­ Guerra del Peloponeso. vieran a aceptar los magistrados que Corinto parece haber devuelto el Corinto nombraba. Sin duda alguna golpe a Atenas. Su decidida interven­ desconfiaba de la situación en Calcí­ ción en un asunto interno de la liga dica, en donde debía de sentir amena­ marítima ático-délica, pues tal es el zados sus intereses tanto por parte de carácter del conflicto entre los ate­ Macedonia y Corinto como por algu­ nienses y Potidea, tampoco cabe denun­ nos de los aliados propios sujetos a tri­ ciarla como un atentado a la paz de buto —los estados que constituirían la treinta años del 446/5 (aunque así lo liga calcídica—, entre los que Potidea proclamaran desde Atenas) puesto que tenía capacidad para ejercer una nota­ respetó las formas; los corintios no ble influencia. habían enviado oficialmente solda­ Una embajada de Potidea hizo pro­ dos a Potidea, sino que toleraron a fesión de lealtad ante los atenienses e Aristeo actuar como agente de engan­ intentó que las medidas decretadas che en territorio corintio. ¿Acaso el por el pueblo fuesen revocadas; esfuer­ decreto ateniense relativo a Potidea zo vano, puesto que Atenas reiterará pudo dictarse ante noticias llegadas al sus órdenes. No negaron en cambio a Atica sobre el reclutamiento de merce­ los potidatas la promesa de ayuda el narios y voluntarios peloponcsios des­ rey de Macedonia, Corinto e incluso tinados a la Calcídica? Lo cierto es La guerra del Peloponeso que los atenienses entran ya en cam­ debe por consiguiente extrañar que paña no directamente contra la liga de Tucídides conceda mínima relevancia los lacedemonios, pero sí frente a tro­ a esta disputa con los megarenses, por pas de uno de sus miembros, que reco­ creer que no influyó realmente en el mendaba a Esparta no dilatar por más desencadenamiento de la Guerra; sin tiempo la declaración de guerra. embargo, después de abierta la con­ Coincidiendo tal vez con la tensión tienda contra los lacedemonios la opi­ causada por los sucesos de Potidea nión más difundida entre la pobla­ votaron los atenienses el famoso decre­ ción ateniense fue que el bloqueo de to contra Megara; propuesto a la Asam­ Megara se había convertido en el blea por Pericles, este psephisma prohi­ detonante de la guerra. De hecho fue bía a los megarenses el acceso a los defendido obstinadamente por Peri­ mercados del Atica y visitar el resto cles cuantas veces los embajadores de los puertos del dominio ateniense. espartanos solicitaron a la Asamblea Tampoco es fácil en este punto vislum­ ateniense, como requisito imprescin­ brar las razones que promovieron la dible para mantener la paz de 446/5, la aprobación de tal medida. Evidente­ derogación del decreto (por privar de mente para una ciudad, como la del independencia a los griegos). Istmo, con una importante población Pero las razones más profundas de la obrera, que debía importar grano y Guerra habrían sido, según declara vender la cerámica y otros productos Tucídides, menos visibles aunque más en la misma Atenas, en las islas del eficaces. En el fondo se reducían, a su Egeo y en el Mar Negro, el decreto pre­ entender, a un problema de antago­ sagiaba un inquietante porvenir comer­ nismo irreductible: el crecimiento del cial, y esta era una realidad que Atenas poderío ateniense generó en los espar­ conocía. Sus autoridades manifesta­ tanos tal suerte de temores que la gue­ ron que el psephisma era simplemente rra se hizo inevitable. De este profundo la respuesta a la actitud de Megara por miedo de los lacedemonios, incubado haber usurpado algunos territorios desde el final de las Guerras Médicas limítrofes del Atica y haberlos cultiva­ y la fundación de la liga marítima do, así como por conceder asilo a ático-délica, los incidentes de Corcira, esclavos fugitivos. Potidea y Megara no eran sino un sim­ Pero detrás de esta explicación ofi­ ple corolario, puesto que la oposición cial se ha querido desde antiguo encon­ entre ambos estados era ya irreductible: trar otros motivos (provocación de las diferencias entre democracia y oli­ Pericles a Esparta para iniciar la gue­ garquía, el contraste entre las concep­ rra en las mejores condiciones o domi­ ciones políticas, sociales y civiles de nar el golfo de Corinto y la ruta hacia cada parte, la manera distinta con que Occidente; castigo a los megarenses se entiende desde Esparta y Atenas el por haber abandonado quince años papel director de una confederación antes la liga marítima, o porque inten­ helénica —el imperialismo o la hege­ tó ayudar a Samos en el 440 o porque monía al frente de los propios aliados— se unió a Corinto en el conflicto con­ y cómo debía armonizarse con el man­ tra Corcira). Sin embargo la ciudad de tenimiento de la autonomía de todas Megara sólo consideró el decreto como las ciudades, quizá la angustia de pen­ una violación al tratado de paz de sar que en un día no lejano toda Gre­ treinta años —probablemente tan dis­ cia dependería de Atenas para su sub­ cutible como las señaladas cuando sistencia, conducían a la necesidad de Corcira y Potidea— y no acusó a los un conflicto entre ambas hegemonías. atenienses de albergar intenciones Partiendo de todas estas considera­ hostiles o de haber infringido princi­ ciones —el convencimiento en la exis­ pios legales comunes a los griegos. No tencia de causas graves y meros pretex­

See more

The list of books you might like

Most books are stored in the elastic cloud where traffic is expensive. For this reason, we have a limit on daily download.