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Gonzalez, Luis. El Oficio De Historiar [1999] PDF

398 Pages·1999·6.1 MB·Spanish
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EL OFICIO DE HISTORIAR Luis González Estudios introductorios de: Guillermo Palacios Andrew Roth Seneff El Colegio de Michoacán 907 González y González, Luis Gon-o El Oficio de historiar / Luis González. 2a. ed.- Zamora, Mich.: El Colegio de Michoacán, 1999. 400 p.; 23 cm. ISBN 968-6959-58-0 1. Historia - Estudio y enseñanza 2. Historia - Historiografía 1.1. © D.R. El Colegio de Michoacán, 1999 Martínez de Navarrete 505 Esquina Avenida del Árbol 59690 Zamora, Mich. [email protected] Impreso y hecho en México Printed and made in México ISBN-968-6959-58-0 segunda edición, corregida y aumentada, 1999 (ISBN-968-7230-42-8 primera edición, 1988) (ISBN-968-7230-42-8 primera reimpresión, diciembre de 1988) ÍNDICE ESTUDIOS INTRODUCTORIOS EL CAPÍTULO FALTANTE DE EL OFICIO DE HISTORIAR Guillermo Palacios 11 LA NOVELA VERÍDICA EN MÉXICO Andrew Roth Seneff 31 SER HISTORIADOR 41 Nombre propio, patria y oficio 41 El oficio de historiador en México 43 La profesionalización de la historia 46 Ensanchamiento del mundo histórico 48 Práctica metódica 50 Escribir, editar y vender 53 EL QUEHACER HISTÓRICO 57 La invitación 57 Del historiador 59 Las fuentes de Clío 61 La realidad histórica 63 La reconstrucción del pasado 65 Historiar para quién 68 SOBRE LA INVENCIÓN EN HISTORIA 71 Los maestros disputantes 71 Los alumnos perplejos 73 La loca semiatada 74 EL RIGOR DOCUMENTAL EN LA HISTORIA DE MÉXICO 77 Los archivos de papeles viejos 77 Memorias documentadas 80 Historia erudita, documental 81 Historia narrativa cultivada en tierra de archivo 84 Historia didáctica 86 Historia académica 88 EL REGRESO DE LA CRÓNICA 93 La crónica 93 Los cronistas 96 La meta y el contenido de la crónica 99 El arte de la crónica 102 LA HISTORIA ACADÉMICA Y EL REZONGO POPULAR 107 PLAN DE OPERACIONES 123 EL HISTORIADOR 129 Los cien mil historiadores 131 Condicionamiento social privilegiado 135 Práctica de la verdad 139 Simpatía y patriotismo 142 Cultura general y experiencia 146 Raciocinio, imaginación y perseverancia 152 LO HISTÓRICO 157 La tela de donde corta 159 Épocas y períodos 163 Configuraciones geográficas 167 Figuras antropomorfas 170 Sectores de la vida práctica 174 Mentalidades, ideas y valores 178 PREGUNTAS DEL HISTORIADOR A LO HISTÓRICO 183 La elección del campo de estudio 185 Selección de tema 188 Status quaestionis 192 Imagen interina del pasado 194 Plan de operaciones 197 RESPUESTAS DE UNA MÉDIUM LLAMADA FUENTE 203 Investigador que escribe a base de fuentes 205 Ratones de biblioteca 209 Ratas de archivo 212 La lectura y los apuntes 217 Corpus o colecciones documentales 221 PROCESO A LAS RESPUESTAS DE LA FUENTE 225 Las operaciones críticas 227 Critica de erudición 230 Critica de credibilidad 234 Crítica de interpretación 238 Verificación de testimonios 241 COMPRENDER, EXPLICAR Y JUZGAR 247 Las razones y las causas 249 Los motivos del lobo 253 Chorizo o cadeneta 256 Como tiestos de rosas 260 Filosofía especulativa de la historia 265 Juicios de valor 269 EL ARTE DE LA COMPOSICIÓN 275 La arquitectónica 277 La estructura de la monografía 280 Formas investigante, narrativa 284 Las formas estructural y dialéctica 288 Plan polémico y en plan comparativo 291 Citas y notas 293 El apéndice documental, la bibliografía y los índices 297 MODOS DE ESCRIBIR Y DAR A LUZ 301 Sentarse a escribir 303 El estilo historiográfico 307 La presentación de originales 312 La impresión multivoluminosa 314 Captura de lectores 317 USO Y ABUSO DEL SABER HISTÓRICO 321 Las salidas profesionales 323 Premios y recompensas 325 La popularidad y la crítica 330 La utilidad de las historias tradicionales 333 Utilidad de la historia científica 338 BIBLIOGRAFÍA 343 Filosofía de la historia 346 Teoría del saber histórico 350 Historia de la historia 357 Métodos y técnicas de investigación histórica 363 Didáctica de la historia 369 Ciencias hermanas y auxiliares de la historia 373 EL CAPÍTULO FALTANTE DE EL OFICIO DE HISTORIAR Guillermo Palacios El Colegio de México En los diez años que median entre la primera edición de El oficio de historiar y esta edición conmemorativa, el asunto del título del libro de Luis González -su "referente", digamos- ha sufrido un verdadero terremoto. Es un movimiento que, en los círculos íntimos del oficio, ha venido haciendo sentir una creciente fuerza ya desde hace algunas décadas; más particularmente desde los años sesenta, con las sacudi das combinadas, aunque no coincidentes, que siguieron a la aparición de los trabajos sobre historia de la ciencia de Thomas Kuhn y su teoría del modus operandi de las revoluciones científicas, y las amenazado ras reflexiones de Roland Barthes sobre la insustentable naturaleza científica de la historia, especialmente las contenidas en Le discourse de l 'histoire, con sus respectivas e intensas réplicas. Unos años después, articulando las ya superadas preocupaciones de la filosofía del lenguaje de Danto, Mink y Gallie, con los avances realizados por ciertos sectores de la crítica literaria anglosajona, particularmente Northrop Frye y su Anatomy of Criticism, apareció en 1973 la primera obra importante de Hayden White, Metahistory, dedicada (con cierta influencia oculta del Michelet de Barthes) a mostrar cómo la historiografía y la reflexión filosófica sobre la histo ria de la época clásica del oficio, esto es, el siglo xix, podían y debían ser analizadas, antes que nada -y, lo que era peor, prácticamente mejor que nada-, como construcciones literarias. Los templos supre mos de la ortodoxia historiográfica de los centros pensantes hegemónicos, tanto los reunidos en torno del club de los Annales en Francia, como sus encarnizados enemigos de Pasí and Present en Inglaterra, se cimbraron en sus fundaciones. Estantes y anaqueles, 11 EL OFICIO DE HISTORIAR archivos y bibliotecas se estremecieron con una fuerza telúrica que no se había sentido desde la publicación, en 1962, de Histoire et Dialectique, el capítulo conclusivo de La Pensée Sauvage, de Lévy- Strauss. Como se recordará, en ese texto, el Papa del estructuralismo, mostrando el camino que Barthes habría de seguir con su semiología unos años después, había declarado simplemente que la Historia, como disciplina y campo de conocimiento, no tenía objeto. Un año después de la primera edición de El oficio de historiar esa corriente de perturbaciones subterráneas mostró que bien podía dar lugar a un cataclismo. Efectivamente, en 1989 afloraron a la superficie verdaderos volcanes en erupción que arrojaron piedras, lava y otros materiales incandescentes y malolientes sobre el oficio y sus practi cantes. Por un lado (que resultó ser el más inofensivo y fácilmente rebatible), apareció el hasta hace poco célebre y ahora casi olvidado artículo "The End of History", de Francis Fukuyama (que poco des pués alargaría y fortalecería su argumento en el libro The End of History and the Last Man); por el otro, se inició -más devastador y de efectos que aún perduran y que parecen no tener visos de terminar- el debate sobre "historia y posmodernidad". Abierto para todos los efectos en el ámbito general de las ciencias en 1979 por un francotira dor, el ex miembro fundador de la disidencia marxista Socialisme ou Barbarie, Francois Lyotard, autor de La condition postmoderne, el debate parece haber llegado a un punto de relativa saturación, por lo menos hasta nueva orden o nuevos desempeños, con la aparición de la magna obra neomarxista de Frederic Jameson, Postmodernism or the Cultural Logic of Late Capitalism (Durham, 1991). Entre ambos, varias centenas de libros de todos los matices y tendencias, con énfasis en el campo de estudios feministas y en el deconstruccionismo de Derrida, así como réplicas de detractores de la "pos", han enriquecido, o por lo menos aumentado, la polémica sobre el fin de la historia, el fin de la modernidad y el abismo nihilista al borde del cual, según algunos, nos encontramos. En años recientes, las galeras de la versión original de El oficio de historiar se refundieron en una segunda edición, publicada en 1995 por la Editorial Clío como parte de las Obras completas del hombre de San José de Gracia, aumentada con 12 EL CAPÍTULO FALTANTE DE EL OFICIO DE HISTORIAR cinco trabajos posteriores a 1988 que podríamos clasificar como "Ensayos y conferencias", y una nueva reflexión intitulada "Ser his toriador", que de alguna forma "actualiza" el primer capítulo de la edición original. Mientras todo eso acontecía, una nueva "amenaza", en la opinión de Lawrence Stone (la última, por el momento), se cernía sobre el ya desestabilizado sismógrafo de los historiadores: la llegada de los neohistoricistas, encabezada por Stephen Greenblatt, Walter Benn Michaels y otros, con sus radicales disoluciones de las fronteras entre las fuentes de la narrativa historiográfica y los ingre dientes de la literatura, esto es, entre "historia verdadera" y "ficción". Pero el terremoto más reverberante fue sin duda el que, en los cortos y fulminantes diez años que separan las dos ediciones de El oficio de historiar publicadas por El Colegio de Michoacán, hizo tabla rasa de la monumental, absoluta y aparentemente indestructi ble fortaleza teórico-metodológica del marxismo -por lo menos tal y como ésta había sido cimentada por los fundadores, y reformada por Gramsci y el llamado marxismo occidental. Es verdad que ya antes de la fecha inicial las aplicaciones marxistas de la disciplina, y quienes en ellas se inspiraban, andaban con el alma en pena, buscando caminos de renovación que las sacaran de los callejones estrechos y mal iluminados a donde habían llegado de la mano de una teoría me- tamorfoseada en trinchera imbatible del historicismo teleológico. Pero, hace diez años, aun alguien tan poco marxista como Luis González no tenía empacho en reconocer: "en tiempos que corren, el materialismo histórico es la filosofía de la historia más utilizada para resolver de un plumazo el espinoso problema de la explicación" (p.154). Ahora, diez años después, hay quien hable en derrota, quien confíe en los efectos transitorios del eclipse, quien busque la refun dación, y, por fin, quien ventile la difuminación posmodernista. Pero la vida continúa: diez años atrás, Luis González iniciaba este trabajo con una nota de agradable sorpresa ante el crecimiento de la profesión y de sus practicantes: más de cincuenta mil en el mundo entero contra menos de un millar a inicios del siglo. Al mismo tiempo, del otro lado del Atlántico, donde las apariencias son siempre más brumosas y siniestras, F.R. Ankersmit advertía que estábamos a punto 13

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