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Georg Simmel, filósofo de la vida PDF

98 Pages·2007·3.337 MB·Spanish
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Vladimir Jankelévitch Georg Simmel, filósofo de la vida •í- •••• I ^B s "i V • L/imensión wlásica TEORÍA SOCIAL Dh 'imension V_ylásica TEORÍA SOCIAL Director de la serie: Esteban Vernik La Serie Teoria Social reúne obras que son muestras del estado la- tente de la modernidad. Si la historia del pensamiento social y hu- manístico delineó un conjunto de textos clásicos sobre el legado mo- dernista, a su sombra restan aún por recuperarse contribuciones incisivas que conservan viva la inquietud sobre los fundamentos de nuestro presente. La Biblioteca Dimensión Clásica se inicia con una Serie que se propone ampliar los horizontes del estado de la teoría social -tanto en sus resonancias filosóficas como político-culturales— mediante la publicación de un conjunto de ensayos claves hasta ahora alejados de los currículos universitarios, y que se ofrecen en todos los casos a través de traducciones cuidadas y textos introductorios de alto nivel realizados por destacados especialistas en la materia, que, por un la- do, devuelven los textos a su estado original de indicación y presenti- miento, y, por otro, los reintroducen plenamente en la discusión de lo contemporáneo. Imágenes momentáneas Georg Simmel Roma, Florencia, Venecia Georg Simmel Los debates de la Dieta Renana Karl Marx Max Weber y Karl Marx Karl Lowith Próxima aparición Los empleados Siegfried Kracauer Pedagogía escolar Georg Simmel Vladimir Jankélévitch Georg Simmel, filósofo de la vida Traducción de Antonia García Cast ro Prólogo de Cécile Rol editorial indi ice PRÓLOGO: Impresiones y reminiscencias. Vladimir Jankélévitch y la recepción de Georg Simmel Cécile Rol 9 GEORG SIMMEL, FILÓSOFO DE LA VIDA Vladimir Jankélévitch 31 Razón teórica y razón práctica 33 La «autotrascendencia» . 47 Aplicaciones 60 La tragedia de la cultura . 81 Conclusión 95 Notas 98 Pròlogo Impresiones y reminiscencias. Vladimir Jankélévitch y la recepción de Georg Simmel ReminLicencia es una palabra banal que mantiene para mi una dono rid ad poética y nostálgica [...] la reminucencia no tiene el peso del recuirào, es niád bien el toque fugitivo que nos roza, a menudo din que nod demod cuenta.; nod queda algo y, a la vez, no nod queda nada, nod queda algo que no ed nada. ¡Ed una huella que no deja hue liad! {QJ: 5J). " Vladimir Jankélévitch (1903-1985) había cumplido 20 años cuando empezó la redacción de su ensayo «Georg Simmel, fi- lósofo de la vida».' Durante décadas, la recepción de Simmel en Francia fue sin lugar a dudas mediocre,^ de tal manera que sin pasar totalmente desapercibido, dicho texto no se encon- tró con su público al ser editado en 1925. «En vano Jankélé- vitch intentó revivir el pensamiento de Simmel a través de un artículo publicado en la Reme de Métaphydique ct de Morale», re- sumía Freund, y en cierto sentido Jankélévitch compartió ese veredicto a regañadientes (Freund, 1981: 9). Evocando aquel «extenso artículo entusiasta» como una guirnalda de «exage- raciones juveniles», concedía con melancolía el poco éxito de sus esfuerzos al respecto (S: 125; QJ: 242). Sin embargo, estas palabras tampoco constituían una abierta confesión de fraca- Para hacer más ligera la lectura, hemos recurrido a siglas que especiíica- mos en la bibliografía, en donde también figuran las referencias de las obras traducidas al castellano. ,, VLADIMIR JANKÉLÉVITCH so. A los 75 años proclamaba lo contrario con la misma con- vicción que medio siglo antes. «Pronto, quizá, la posteridad volverá a leer a Georg Simmel, lo reconocerá [...]. Algún día, se sabrá; algún día, tarde o temprano, el ignorado será reconoci- do; nunca nadie ha sido ignorado por los siglos y los siglos» (ibíd.: 243). Desde entonces, la historia le ha dado la razón y Simmel, de hecho, no es el único en conocer un vertiginoso reconocimiento desde finales de la década de 1980. Publicado por segunda vez en Francia en 1988, ese artículo fue traduci- do al alemán en el año 2003 y hoy se traduce al castellano, un idioma que Jankélévitch apreciaba especialmente. Esta intro- ducción pretende contextualizar aquel ensayo: ¿cómo se ubi- ca en la obra de Jankélévitch? ¿En qué radica su propia ori- ginalidad? I. «Serás simmeliano y vitalista hasta el final... » En 1922, finalizados los estudios secundarios, Jankélévitch entra en la École Normale Supérieure de París, en donde asiste a las clases de un importante representante de la filoso- fía francesa del período de entreguerras, Léon Brunschvicg (1869-1944). «En un principio», él fue quien lo «atrajo hacia Simmel» {S\ 133) y, de hecho, los lazos entre los dos filósofos son más tenues de lo que se podría pensar a priori. Simbólica- mente, primero, ya que Brunschvicg asegura la continuidad de la enseñanza filosófica en Estrasburgo, haciéndose cargo de la antigua cátedra de Simmel en 1919.' Brunschvicg se incor- pora más tarde a un círculo de pensadores que militará acti- vamente por una «Europa» intelectual.'' Después de la guerra, una de las preocupaciones de Brunschvicg fue el abismo esta- blecido entre el pensamiento francés y el alemán. Decidido a «hacer que la película de Europa retome el curso que le co- rresponde» (ibíd.: 139), él seguía esgrimiendo su antorcha, GEORG SIMMEL, FILÓSOFO DE LA VIDA ^RJ usando el espacio de sus clases para sensibilizar a sus alum- nos. ' Pero las afinidades terminan ahí, si se considera hasta qué punto^runschvicg se sentía lejano al vitalismo. Ante todo, Jankélévitch debe su encuentro con Simmel más que nada a otro «maestro», cuyo prestigio fue mucho menos académico. En efecto, la recepción de Simmel es una historia familiar que empieza con el padre de Vladimir, Samuel. Samuel Jankélévitch (1869-1951) En 1890, Samuel Jankélévitch parte de Odessa rumbo a Montpellier, donde cursa sus estudios de medicina.' Sostiene su tesis sobre la enfermedad de Hodgson y, en 1895, se radica en Bourges para atender a las necesidades de su familia. «El doctor Samuel Jankélévitch desempeñará un papel funda- mental en la vida de su hijo» {Corn 172); en primer lugar, por intermedio de su impresionante biblioteca, en la que el joven Vladimir encontrará materia para sus primeras afinidades electivas. Ahí devorará prácticamente toda la obra de Simmel, la mayor parte en alemán, lengua que lee con gusto aunque la hable «muy mal» (ibíd.: 202).^ No obstante, serán las repeti- das conversaciones con su padre las que se revelarán determi- nantes para Vladimir y, respecto a éstas, la muerte de Samuel, a fines de 1951, no implicará más que un final relativo.^ Autor ocasional, Samuel Jankélévitch fue un médico atipico, apa- sionado por la filosofía, por la psicología e incansable traduc- tor de obras rusas, italianas, inglesas o alemanas. ' Si bien la misteriosa traducción de Simmel, que a veces se le atribuye, no ha sido encontrada hasta ahora, el hecho es que, desde 1905 hasta la década de 1920, el doctor Jankélévitch se inte- resó especialmente por la sociología y a menudo propuso sus escritos a revistas de primer rango: la Reviw de dynthcM, Scientia o precisamente \&RMM. Una señal de la importancia otorgada ,, VLADIMIR JANKÉLÉVITCH a Simmel, es la publicación en 1911 de una reseña de la Sociolo- gia editada por la Reviie de jynthèje y por la Revu£ philodophiqLie. En esas ocho páginas elogiosas no sobresale más que una críti- ca, pero apenas «de pasada, sin ninguna intención de rebajar el valor de un libro que se puede considerar, sin exageración, co- mo una de las contribuciones más capitales hechas a la investi- gación sociológica en los últimos años» (Soz: 139). Tal como in- dica el libro que había publicado en 1906, Nature et docieté, en Samuel Jankélévitch perduraba, fruto de su paso por Montpe- llier, la huella de un enfoque vitalista de lo biológico y de lo social. Centrada en la cuestión de lo humano y de sus efectos recíprocos, ésta se refleja por ejemplo en su interés por «las dis- cusiones sobre el objeto sociológico» y también en su crítica ra- dical al «sociologismo». «Modesto», pero a la vez «profundo y penetrante», el esfuerzo de abstracción y la perspectiva forma- lista elaborada por Simmel remitían directamente a su sensi- bilidad, y veía ambos como la única alternativa posible a las derivas de la escuela durkheimiana (ibíd.: 129-130). El hecho de que Vladimir haya asumido las posiciones de su padre sobre la polémica que oponía Simmel a Durkheim se desprende claramente de su ensayo de 1925. El formalismo sociológico de Simmel, fundado en la WecLielwirkung, está en «desacuerdo profundo» con las «escuelas positivistas» y los «excesos del "psicologismo" y del "sociologismo" en los que demasiado frecuentemente se ha incurrido estos últimos tiem- pos en Francia», especialmente en lo referente a la «escuela de Durkheim» {SPV\ 17; 22) según su resumen, tan enfático como el de su padre. Ahora bien, si las reticencias del joven Vladimir acerca de una «sociología sin alma» nunca fueron desmentidas,"' esta faceta de Simmel tampoco era la más rele- vante a sus ojos. Sus «descubrimientos fecundos» y sus «aná- lisis tan variados» del grupo social no le interesaban sino como preámbulo anunciador de una filosofía de la vida, verdadero resultado de la obra de Simmel (ibíd.: 26). GEORG SIMMEL, FILÓSOFO DE LA VIDA „_ 0/ «Los dos filósofos más grandes del siglo xx»: Bergson y Simmel En 1908, Samuel Jankélévitch publicó un artículo en el que, transponiendo su análisis sobre el cáncer, ' ' trató de combinar sociología y filosofía. Bajo el título «Del papel de las ideas en la evolución de las sociedades», sus conclusiones se inspiraban, en gran medida, en La evolución creadora de Bergson (1907): La vida en general, dice el señor Bergson, siempre empuja hacia delante; sus manifestaciones particulares quisieran permanecer en un mismo lugar [...]. Lo que es cierto de la vida en general lo es también de la vida histórica y social, y nada ilustra mejor que estas palabras las relaciones entre la evolución histórica en gene- ral y sus fases particulares, la primera estando determinada por ideas y tratando de adquirir su plasticidad [...], las últimas re- presentando esas ideas en el estado de materialización, es decir, limitadas, inmovilizadas, obstruidas en su expresión por la for- ma concreta que han adoptado» {RIS-. 279-280). He aquí un marco de lectura que su hijo no vaciló en retomar para elogiar dos ideas geniales de Bergson: la existencia de una esclerosis del impulso vital y la necesidad de explicar la vida mediante la vida. Sin embargo, Vladimir irá más lejos, afinando la formulación de su padre, por lo demás bastante trabajosa, cruzándola con los análisis de la temporalidad y de la moral expuestos en Lebeiwaruchauung {Intuición de Li \>ida^. Así como la vida, para realizarse, precisa de su mortal antíte- sis, las obras del espíritu se reifican al objetivarse. Y si, al igual que su padre, consideraba la filosofía de Simmel como muy próxima a la de Bergson,' ' el núcleo que constituía su médula le parecía, al contrario, «totalmente antibergsoniano» (SPV-. 69). ¿Buscaba Vladimir convencer a su padre de la «in- comparable superioridad de Simmel sobre Bergson» al tratar de captar «el origen interior y profundo del cáncer»? {Corr. ,, VLADIMIR JANKÉLÉVITCH 65; SPV\ 64) ¿Veía, acaso, en esa jerarquía, que de hecho Sim- mel hubiera refutado, un intersticio donde emanciparse de un pensamiento del que seguía siendo deudor? A decir verdad, la alquimia del encuentro del joven Vladi- mir con la obra de Simmel proviene de una lógica mucho me- nos freudiana. Ciertamente, en un principio el atractivo de lo nuevo se traducía por una apología ditiràmbica. Sus artícu- los, «verdaderamente maravillosos», le hacían el efecto de ser «puras obras de arte» (Corr. 47). Insiste Jankélévitch: Cada vez que abro Intuición de la vida, [...] o ProbUmaj funciainen- tahd de filosofía es [...] como una bocanada refrescante de entu- siasmo [...] Este hombre endiablado me hace pasar de maravi- lloso desconcierto en maravilloso desconcierto [...] Sólo un genio pudo haber escrito esas líneas» (ibíd.: 52-54). Sin embargo, Jankélévitch opta rápidamente por los rnatices. A partir de 1923, sin negar sus diferencias, sitúa a los dos hombres en un mismo plano" del que no los volverá a despla- zar. Su ensayo sobre «La decadencia», publicado en 1950, nos da la medida: «Los dos filósofos más grandes del siglo XX dieron, cada uno en su lenguaje, la formulación de esta fatal y fundamental decepción que [...] representa toda nuestra medianía creativa, fienri Bergson describe, en La evolución creadora, el impulso formativo, a cada ins- tante fascinado por la tentación del torbellino en un mismo lugar e inmovilizándose, complaciente, en esos mismos organismos que son obra de su genialidad. Bajo el nombre de «tragedia de la cul- tura», Georg Simmel estableció la ley muy general que norma esta ironía metafísica: el espíritu inventor produce obras que lo desmienten [...] [éstas] se vuelven ingratamente en su contra; el pensamiento creador llega a ser irreconocible en sus progenito- res; los signos no expresan ya el sentido, ni los aódigos la necesi- dad de justicia; la revolución, finalmente, se reseca en burocracia y en neopatriotismo» {D: 356; la cursiva es nuestra).

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