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Generando el peronismo : estudios de cultura, política y género (1946-1955) PDF

184 Pages·2004·6.256 MB·Spanish
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GENERANDO EL PERONISMO. Estudios de cultura, política y género (1946-1955) Compiladoras Karina Inés Ramacciotti y Adriana María Valobra Prólogo Dora Barrancos Autores ornar acha Carolina Patricia Bariy Isabella Cosse Sol Peláez Karina Inés Ramacciotti Adriana María Valobra proyecto ■■■ e d ito ria l rA Generando el peronismo : estudios de cultura, política y género 1946-1955 / compilado por Karina Inés Ramacciotti y Adriana María Valobra. Ia ed. - Buenos Aires: Proyecto Editorial, 2004. 196 p., 22x15 cm. ISBN 987-1130-30-9 1. Ciencias Políticas-Peronismo I. Ramacciotti, Karina Inés, comp. II. Valobra, Adriana María, comp. CDD 322.2 Diseño de tapa: Roger Lucas Diseño interior y diagramación: Roger Lucas [email protected] Coordinación: Walter Di Bono Imágenes de portada extraídas de: Archivos de la Secretaría de Salud Pública, febrero de 1948. Revista Gobernantes, septiembre de 1949. Juan Carlos Torre. Nueva Historia Argentina, Ed. Sudamericana, 2002, pág. 305. Fotografía de la Película “El hincha” © Proyecto Editorial, 2003. Ayacucho 786 (Florida) CP: 1602 ADD. Pcia de Buenos Aires. Tel.: 4786-4456. Hecho el depósito que dispone la ley 11.723. Impreso en Argentina. ÍNDICE Prólogo Dora Barrancos......................................................................................pág. 9 Palabras preliminares Karina Inés Ramacciotti y Adriana María Valobra....................pág. 17 “...plasmar la raza fuerte...” Relaciones de género en la campaña sanitaria de la Secretaría de Salud Pública de la Argentina (1946-1949). Karina Inés Ramacciotti y Adriana María Valobra....................pág. 19 Las Unidades Básicas del Partido Peronista Femenino (1949-1955). Carolina Barry......................................................................................pág. 65 “Sea legisladora...” Una aproximación a la representación de las primeras legisladoras nacionales argentinas (1952-1955). Sol Inés Peláez y Adriana María Valobra........................................pág. 89 Masculinidad Futbolística, Política y Homoerotismo en el cine durante el primer peronismo omar acha.........................................................................................pág. 123 El orden familiar en tiempos de cambio político. Familia y filiación ilegítima durante el primer peronismo (1946-1955). Isabella Cosse.....................................................................................pág. 169 SOBRE LOS AUTORES ornar achaes historiador y ensayista. Investigador del Instituto de Historia «E. Ravignani», de la Universidad de Buenos Aires. Realiza estudios de doctorado en la UBA y en la Ecole des Hautes Études en Sciences Sociales, en torno a una historia sentimental del peronismo. Ha publicado El sexo de la historia (2000), Carta abierta a Mariano Grondona. Interpreta­ ción de una crisis argentina (2003), y participado en la compilación Cuerpos, géneros e identidades (2000). Prepara actualmente un volumen sobre historia y psicoanálisis. Carolina Patricia Barry Licenciada en Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Buenos Aires, doctorando en Ciencias Políticas en la Universidad Católica Argentina, ex Miembro de Nlimero INIHEP, ex asesora del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires, investigadora y profesora universitaria, ha publicado numerosas investigaciones so­ bre la participación política femenina durante el primer peronismo disertando en congre­ sos y reuniones académicas sobre su especialidad. Isabella Cosse Magister en Investigación Histórica y realiza sus estudios de doctorado en la Universidad de San Andrés. Se desempeña como ayudante en la cátedra de Historia Lati­ noamericana en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Ha escrito artículos sobre la familia y el peronismo y es autora con Vania Markarian de los libros 1975: Año de la Orientalidad. Identidad, memoria e historia en una dictadura, Montevideo, Ediciones Trilce, 1996 y Memorias de la historia. Una aproximación al estudio de la conciencia histórica nacional, Montevideo, Ediciones Trilce, 1994. Sol Inés Peláez Profesora y Licenciada en Historia egresada de la Universidad de Buenos Aires. Docente universitaria en historia argentina. Se especializa en estudios europeos en el período de entreguerras. Ha publicado varios artículos. Actualmente se encuentra cursan­ do el Doctorado en Comparative Literature en la Universidad de Búfalo, EEUU. Karina Inés Ramacciotti Profesora y Licenciada de Historia en la Universidad de Buenos Aires. Investigadora y becaria de la UBA. Es docente del Departamento de Humanida­ des Médicas en la Facultad de Medicina de la UBA. Realiza los estudios de doctorado en la UBA, bajo la dirección del Dr. Alfredo Kohn Loncarica. Participa en el ubacyt: Traba­ jadores Cultura y Política, Argentina 1890-1945, coordinado por la Dra. Mirtha Loba­ to y el Dr. Juan Suriano. Ha publicado artículos sobre las políticas sanitarias durante 1946-1955- Ha participado en congresos y en diferentes ámbitos académicos. Adriana María Valobra Licenciada en Historia egresada de la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente se desempeña como docente en el área de Metodología de esa casa de estudios. Cursa estudios de Doctorado en Historiay es becaria en el nivel de perfecciona­ miento bajo la dirección de la Doctora Dora B. Barrancos en la misma universidad. Ha publicado varios artículos y participado en congresos abordando la temática de género en estudios socio-políticos en el periodo peronista, 1946-1955- [email protected] AGRADECIMIENTOS. Las condiciones del contexto actual argentino son poco propicias para todo tipo de iniciativas. La educación, en general, ha quedado relegada por la urgencia de atención de otras necesidades básicas. Es estimulante que, en esta situación, hayamos encontrado personas que nos incentivaran en este proyecto. En ésta propuesta, entendemos que la indagación del pasado es un compromiso para con este presente tan vapu­ leado en el que la educación (o la falta de ella) acentúa las marcas de la exclusión. Por ello, entonces, nuestro especial agradecimiento a la Doctora Dora Ba­ rrancos, por su paciencia y su sapiencia; a Walter Di Bono por su apuesta a este emprendimiento y a los lectores y lectoras, por su disposición al abor­ dar este trabajo. PRÓLOGO Todo y cualquier proceso histórico puede constituir una cantera inagota­ ble, aunque más no sea que por la actualización de problemas que suscitan las circunstancias del presente, tiempo decisivo para el escudriñamiento del pasado. ¿Y qué decir entonces del período peronista inaugural? La historiografía no cesa de producir indagaciones, de renovar los ángulos de observación, de interrogar nuevos agentes, de trastocar las interpretaciones. Materia primero de análisis sociológico, el peronismo parece concentrar los interrogantes fundamentales de nuestra sociedad en el siglo pasado, de modo que las preguntas historiográficas no han cesado de inquerirlo multiplican­ do así los exámenes. He aquí un conjunto de ensayos que vuelve sobre la saga del régimen peronista con lentes casi recién estrenados a cargo de un grupo de mujeres investigadoras a quien acompaña un investigador. Estamos frente a una variación de enfoque que, si no está huérfana de antecedentes, no es redun­ dante en los análisis corrientes del peronismo. La nueva historiografía que estos textos exhiben es irreverente, acodada como está sobre nuevos marcos de sentido. Su singularidad más expresiva es que incorporan en el centro mismo del análisis la perspectiva de género dando cuenta de una dinámica arrolladora, constitutiva de la acción humana. El fenómeno de la diferencia sexual, la producción de significados culturales que deriva de esa diferencia, consta hoy en la base de cualquier repertorio aggiornado de las ciencias sociales y de las humanidades, aunque haya resistencias a la transformación propuesta —entre otras iniciativas- por el selecto grupo que bajo la coordi­ nación de Immanuel Wallerstein1 -y que integraron figuras como Ilya Prigonini, Evelyn Fox Keller y Calestous Juna-, produjo el conocido infor­ me Gulbenkian destinado a la reforma educativa superior y de las mismas ciencias. Entre sus proposiciones centrales cuenta la incorporación del en­ foque de género como un aspecto crucial para esas reformas. Repensar los fenómenos producidos bajo el peronismo, con el mapa gnoseológico de las dimensiones de género, obliga a cambios “posicionales” ' I. Wallerstein (Coor<3.): “Abrir las ciencias sociales”, México, Siglo XXI, 1996. de género, esto es, obliga a las/los oficiantes a un acierto subjetivo, emocional y cognitivo que predispone a otros modos de lectura de las fuentes y docu­ mentos. Esa operatoria es regida por la autorización de descentrar el orden de los datos para disponerlos ahora en una nueva codificación. La antigua “natu­ raleza” de lo obvio es subvertida por la perspicacia de los hallazgos, y los textos se permiten entonces hablar de otras cosas toda vez que median interpelaciones consentidas por nuevas subjetividades. En estos últimos cin­ cuenta años especialmente, los asuntos de la historia -las poliformas de la interacción humana- fueron puestos patas para arriba, como ponderaba Christofer Hill, y las cuestiones de género han contribuido mucho a esas inestabilidades que posibilitaron alterar los significados procesados por el sexo dominante. Pero ingresemos a los trabajos que integran este libro. Entre los repertorios del régimen peronista la salud es preceptual. Los alcances de las medidas higiénicas y sanitarias para proteger a la población resultaron exponenciales tal como un buen número de investigaciones lo ha revelado. Para el peronismo la salud se constituyó en una cuestión de Esta­ do, de eficacia poblacional y de justicia redistributiva a un tiempo. En este caso la indagación se demora en aspectos de la propaganda sobre cuestiones juzgadas gravitantes en materia de salud individual y colectiva; y además de poner en evidencia que dada su envergadura, estos reclames podían contar con un régimen especial, no centralizado de recursos, el análisis de Adriana Valobra y Karina Ramacciotti desmenuza el significado diferencial de y para los sexos de un conjunto de afiches empleados en campañas específicas. Se trata de una semiología que subraya el dimorfismo sexual, ajustada a una intelección inapelable -intelección que seguramente no hubiera variado con gobiernos de otra raigambre ideológico-poiítica- y por lo tanto amol­ dada a las expectativas diferenciales de rol, de agencia y de valor social debi­ dos a varones y mujeres. Es cierto, todos los antecedentes son reveladores de una trama que coincide en el mismo sentido y el peronismo sólo contribu­ ye a reforzar —por lo que se ve en estas campañas de salud-, los estereotipos de género, algo que seguramente habrían hecho otras fuerzas políticas si hubieran llegado al gobierno. ¿Cómo olvidar los mecanismos controladores y ciertamente dimórficos exhibidos por la socialdemocracia austríaca cuan­ do dirigió los destinos de la Viena Roja en los años 1920? Aunque la expe­ riencia del socialismo real efectuó algunas transformaciones de los estereoti­ pos, hay que concluir que tampoco se desmoronaron del todo en las socie­ dades que asistieron a sus cambios. Las autoras destacan una cuestión que a menudo queda sumergida: el vigoroso propósito eugénico que destella en la serie. Aunque los motivos de “la raza” habían pagado escalofriantes tributos con el nazismo, estamos frente a una reposición estertórea, ya que tal vez esta apelación resulte una de las últimas notas de la sinfonía eugénica en nuestro medio. Creo que el propio peronismo, paradojalmente, se ofrecía como una contralectura para el eugenismo que ancoraba en ciertos paradigmas virtuosos de la población. Al final, los menos favorecidos por el ideal de “de un buen nacimiento” habían hecho su fiesta, como razonaban los eugenistas “negativos” y recalci­ trantes. Que el inteligente Dr. Ramón Carrillo insistiera en propagandas eugénicas resulta seguramente un rasgo de su adhesión a la vertiente “posi­ tiva”, que proclamaba que más que evitar los fetos débiles y enfermos, la obligación del Estado era asegurar el bienestar necesario para engendrar con buena salud. Esto se refleja en sus escritos, sus planes sanitarios y en la gestión que llevó adelante. La serie bajo análisis revela cuán presente esta­ ban las orientaciones eugénicas “positivas” de modo diferencial para varones y mujeres, y evidencia -en el sentido que ya he sostenido, de que no hay política gubernamental peronista pro natalista-, que el significado de la campaña insiste en fortalecer “la raza” para hacer potente la Nación, y que este desiderátum es, en lo esencial, una obligación de los varones. Tal vez se asiste a una cierta alteración del canon tradicional que preconizaba, de modo prominente, la salud del vientre materno, aunque siempre reunió esta con­ dición con las aportaciones esenciales de la herencia paterna cifradas en la ausencia de taras tuberculosas, alcohólicas y sifilíticas, por orden de impor­ tancia. El texto de Valobra y Ramaciotti es un reto para seguir pensando las formas reactivas eugénicas en una época en que la barbarie nazi ya las había hecho estallar, pero que de manera residual —para emplear el concepto de Raymond Williams-, persistían en las versiones populistas con claras mar­ cas de género. Carolina Barry incursiona en un instituto central de la liturgia peronista y su especial significado desde la perspectiva de las mujeres militantes: las Unidades Básicas. Aspecto menos registrado —aunque no ausente de la historiografía-, la diferencia sexual fue rigurosamente tenida en cuenta a la hora de diseñar los organismos fundamentales de la fuerza política. El aná­ lisis de Barry se detiene en una serie de atributos de las Unidades Básicas Femeninas y su evolución durante el escenario del primer peronismo pro­ poniendo una interpretación apegada a los designios de la gran arquitecta, Eva Perón. Que Evita fuera el alma mater de las organizaciones femeninas peronistas no resulta nada novedoso, pero sí lo es el carácter de firme iden­ tidad diferencial, expresamente sostenida en sus dichos, que debía contra­ poner las Unidades Básicas Femeninas -tornándolas un ejemplo de gestión política-, a las “conductas masculinas”. Esto llegó al extremo de impedirse el ingreso de los varones a los nuevos templetes de la identidad política. Para que se evitara cualquier asomo de transgresión, cualquier posibilidad de conducta “non sancta”, Evita instruyó a sus cuadros para que las Unida- des de la Rama Femenina fueran auténticos gineceos. Estaba prohibida la visita de los varones aunque se tratara de apariciones tangenciales. Maridos, novios, amigos, debían aguardar fuera de las instalaciones. No le escapaba a Evita que autorizar la copresencia de los sexos en los locales era “darle pasto a las fieras”, aumentar las prevenciones de quienes la insultaban, y segura­ mente más allá de estos cálculos, no puedo dejar de pensar que también estuvo movida por una auténtica convicción moralística. La compleja relación de Evita con “sus” mujeres pone de manifiesto, entre otros ángulos, la suspensión de las obligaciones domésticas, el sote­ rramiento hasta de los deberes maternales si Perón así lo demandaba. El culto a la familia y el hogar -que tanto tipificaron la gobernabilidad peronista- también puede infrigirse por obra de razones más fundamenta­ les, el líder y su causa. El trabajo de Barry arroja luz sobre estos designios paradojales de “lo femenino” bajo el peronismo. La constitución de una nueva funcionalidad de las Unidades Básicas Femeninas, basada en la asis­ tencia social, vuelve a convocar los trazos arquetípicos de las mujeres. Con­ tinuación del hogar/sustitución del hogar, estos organismos pudieron arti­ cular con menos tensión “la mujer y la ciudadana”. A menudo —para lo que entonces se identificaba como “la contra”- eran calderos de fanatismo, an­ tros de viragos endemoniadas o de putas prepotentes, justamente por esa relación entre viejos y nuevos papeles tan desestabilizadores en una socie­ dad en donde las relaciones de clase también se trastocaban y en la que ya nada estaba en su lugar, fueron objeto de toda suerte de prevenciones, y no sólo desde las filas opositoras. Barry nos brinda un fresco de esos organis­ mos que de todas maneras alteraron el paisaje del agenciamiento político en nuestra sociedad. Adriana Valobra y Sol Peláez se ocupan de identificar con mayor detalle la condición personal- subjetiva y política a un tiempo- de las mujeres que fueron seleccionadas por Evita para ocupar cargos en el Parlamento. En efecto, la elección de las candidatas fue un acto realizado personalmente por aquella -no se conoce a ciencia cierta con quién podría haber intercambiado opinión al respecto- y que les fue comunicado sin que, al parecer, pudieran oponerse. Las investigadoras han apelado al registro oral de algunas pocas sobrevivientes y sorprende todavía el carácter ilocutivo, articulado, externado, con casi ausencia de cualquier referencial sobre sí, de las narrativas obtenidas. Los textos en realidad se comportan tal vez como ellas mismas lo hicieron durante sus mandatos: su desempeño estuvo mar­ cado por las órdenes de los líderes del bloque; la pauta de la iniciativa, del hablar y del callar allí se originaba, por lo tanto estuvieron sujetas a decisio­ nes de la jerarquía masculina. Su ciudadanía encontraba un límite expreso en el ámbito destinado a hacer exponencial su significado. Debe pensarse que Eva Perón se enfermó y agravó rápidamente, y que su muerte ocurrió cuando las representantes estaban estrenando cargos. Es probable que la falta de esa interlocución se hiciera sentir y que las sujeciones a los varones del bloque no resultaran morigeradas, absolutamente, por mediadoras fe­ meninas de poder, si no equivalente, al menos aproximado. El hecho de que Delia Parodi ocupara un alto cargo en la Cámara no releva la circunstancia perdurable del poder de los hombres. Desde luego, como en todo sujetamiento, debió haber disenso y hasta pleito, pero no hay asomo de ese registro en la construcción narrativa que, ni aún después de transcurrido tanto tiempo, se permite signos de insubordinación. Esra serie de exámenes generizados sobre el período peronista se com­ pleta con un texto de ornar acha realizado con gran osadía y destreza interpretativa que seguramente resultará un revulsivo a la consagrada homofobia que rige nuestros parámetros culturales. En este caso, acha cruza al andarivel de “lo masculino”. Una relectura de lo que ocurre en torno de uno de los máximos acontecimientos populares, el fútbol, con­ duce al autor a reinterpretar los significados semiológicos, restableciendo lo que permaneció desarraigado u oculto, investido ahora de fulgores homoeróticos difícilmente contestables. Es bien conocida la persecución de que fueron objetos algunos homosexuales durante el peronismo, el miedo a las identidades sexuales turbias, la preferida y hegemónica co­ rrespondencia entre el modelo heterosexual, el ideal sostenido de vigor nacional y la cultura machista que constituye una baza de las funciones masculinizantes proclamadas como supremo valor social. Sin embargo, ornar acha analiza una serie de procesos culturales vinculados al fútbol que ponen en cuestión estas construcciones conscientes, ya que el orden de las metáforas se refiere a juegos eróticos intercambiados por la fantasía de los varones. Pasiones que se encarnan en las figuras de los ídolos futboleros y que aluden, sin ninguna discreción, a actos sexuales tan ex­ plícitos como el significante permite, son habituales en el deporte más consagrado. El lenguaje del fútbol —nos revela el autor- está atravesado por el deseo homosexual. Es cierto que “desear” no es lo mismo que “que­ rer”, pero tal vez el mismo psicoanálisis nos autorice a decir que es su antecámara. Las fantasías homoeróticas señorean las canchas, se derraman en otros ambientes cotidianos, perseveran en las imágenes aparentemente más racionales de la prensa escrita y migran al lenguaje pródigo del cine que acha examina admirablemente. Hay metáforas agregadas y metonimias. El autor sugiere que en esos depósitos de amor que los seguidores varones del gran conductor le prodigan, también hay poderosas aunque sumergi­ das corrientes homoeróticas. Desde luego, ornar acha no dice —absoluta­ mente- que los comportamientos no discursivos sean homosexuales, lo

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