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Fueros. Las palabras angulosas de Nicolas Abraham y Maria Torok PDF

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FUEROS: Las palabras angulosas de Nicolas Abraham y Maria Torok JACQUES DERRIDA Traducción de Javier Pavez 1 Fueros: Las palabras angulosas de Nicolas Abraham y Maria Torok* A partir de ahora, este goce, celosamente guardado en su fuero, no podría sino ser objeto de una total desaprobación. Además, no habiéndose incluido en la escena […] La intervención de la madre, con sus palabras en ruso, y luego la de la enfermera con sus palabras en inglés, le han cerrado dos puertas a la vez. El verbario de El Hombre de los lobos. Pero gracias a este subterfugio, el texto del drama que se escribe detrás de su fuero interior, podría actuarse por delante, en el fuero exterior, por así decirlo. Nicolas Abraham, El caso Jonás (Inédito).* * Agradezco profundamente a la Dr. Olivia C. Harrison, quien permitió que emprendiera esta traducción en su seminario “Translating Race” en la University of Southern California, y muy especialmente a Caroline Delgado y Noraedén Mora Méndez quienes leyeron y revisaron atentamente la versión preliminar. [N. del T.]. * Cf. Abraham, N., Jonas et le cas Jonas. Paris: Flammarion, 1981, p. 105. [N. del T.]. 2 Bajo este título y estos exergos, sólo queremos leer (o mejor, saltar) un extenso se ruega (aquí haga, como yo, lo que quiera con esta palabra) insertar. Páginas más que nunca, sí, voladas, como el “se ruega insertar”, que, por otra parte, se desprende sin demora y que supongo, sin embargo, incluso antes de comenzar, conocido. 3 ¿Qué es una cripta? ¿Y si escribiera aquí sobre ella? Dicho de otro modo, ¿sólo sobre el título del libro, sobre la pared externa de su primera y aparente legibilidad? Menos aún: ¿sobre el primer fragmento desmontable de un título, sobre su símbolo roto o columna truncada, criptonimia aún sin nombre? Si me detuviese [Si je tombais en arrêt]*, inmovilizándome, y a ti lector, ante una palabra o una cosa, más bien ante el lugar de una palabra-cosa –como nos lo dan aquí a descifrar Nicolas Abraham y María Torok: ¿Cripta de criptonimia? Porque no me comprometeré más allá. En lugar de otra, aquí la primera palabra-cripta. No habrá sido, pues, en principio, la primera. No habrá tenido lugar como tal. Su lugar propio es el del otro. La cripta, por esta causa, guarda un lugar inencontrable. ¿Qué es una cripta? Todo lo malo de un prefacio, ya lo he dicho. ¿El prefacio pretende ocupar el lugar de qué ausencia –de qué, de quién, de qué texto perdido? Así, al predisponer de una primera palabra que no le pertenece, el prefacio –una cripta, a su vez– tendrá la forma de lo que guarda y me mira aquí, lo irremplazable. No me comprometeré más allá de esta primera palabra en lugar de otra. Ni siquiera más allá de un pedazo de palabra, lo que queda de un símbolo (uno de los objetos del libro) a título de un compromiso. De lo que se compromete y vincula, desde la pared misma del título: el nombre cripta antes incluso de cualquier criptonimia. Me detengo aquí (estupefacto [tombe en * La expresión “tomber en arrêt” quiere decir “detenerse”, sin perjuicio de que “je suis tombé en arrêt” se puede traducir, incluso, como “estoy estupefacto”. Sin embargo, en el contexto de este texto, junto con el “arrêt”, que indica tanto la “detención”, la “interrupción”, “la suspensión”, o incluso una “sentencia” (como en el caso de “arrêt de mort”, “sentencia de muerte” y “suspensión de muerte”), hay que considerar que el “tomber”, “caer”, aquí nombra también la “tumba”, “tombe”. Al tiempo de lo “caído” cabría decir, pues, lo “tumbado”. Por otra parte, en castellano el vocablo “tumba” no sólo significa “lugar en el que está enterrado un cadáver” o “ataúd”, sino que también guarda las significación de “vaivén (ir y venir) o traqueteo (mover o agitar algo)”, y coloquialmente se dice de una persona (“alguien es una tumba”) que “guarda celosamente un secreto”. “Tumba”, “cripta” y “secreto”, entonces, “oikesis”, se tocan en traducción. Sobre “oikesis” véase “El pozo y la pirámide”, “La différance” (en Márgenes de la filosofía), y “Tener oído para la filosofía” (en El tiempo de una tesis: Deconstrucción e implicaciones conceptuales. Barcelona: Proyecto A Ediciones, 1997, pp. 39-47). [N. del T.]. 4 arrêt]), colocando en su borde la pequeña piedra blanca de un escrúpulo, una palabra áfona para el único pensamiento, en el único camino, para ahí comprometer a otros, de una cripta. ¿Qué es una cripta? ¿No la cripta en general, sino esta, completamente singular, al borde de la cual siempre retornaré? A partir de ahora, la forma de esta pregunta precederá a aquellas que, desde el origen de la filosofía, se han llamado primeras: ¿qué es, originalmente, La Cosa?, o ¿a qué se llama Pensar? Le verbier de Wolfman [El verbario del Hombre lobo] (me precipito aquí hacia el último capítulo) da a pensar la Cosa a partir de la Cripta, la Cosa como efecto de cripta. El Verbario no respeta ya el orden, el orden de la filosofía, que, por tanto, ciertamente y sin retorno posible, se encuentra desplazado por una palanca psicoanalítica, pero tampoco respeta un cierto orden común del psicoanálisis. Esta cripta no reúne ya las metáforas fáciles del Inconsciente (oculto, secreto, subterráneo, latente, otro, etc.), del objeto primero, en suma, de cualquier psicoanálisis. Más bien, utilizando este primer objeto como fondo, es una especie de “falso inconsciente”, un inconsciente “artificial”, alojado como una prótesis, un injerto en el corazón de un órgano, en el yo escindido [moi clivé].* Un lugar muy particular, fuertemente circunscrito, al que se puede acceder, sin embargo, solo por vías de una tópica otra. Invertir el orden de las preguntas, no considerar más el nombre de cripta como una metáfora, en el sentido corriente, sería tal vez proceder –a partir del psicoanálisis y, dentro de él, a partir de una nueva criptología– a una retranscripción anasémica de todos los conceptos, a ese “cambio semántico radical que el psicoanálisis ha introducido en el lenguaje”.1 Respecto de esta “conversión” anasémica que procede por “de-significación” según los giros de una “anti- semántica”, será necesario volver a hablar. Es conveniente, sin embargo, designarla inmediatamente como la condición de toda empresa, su elemento y su método. En lugar de pretender acceder aquí a esta cripta desde del sentido corriente o la figura común de la cripta, debemos inclinarnos a un movimiento respecto del cual sería demasiado simple, lineal o unilateral, creer que es lo opuesto, como lo describí apresuradamente un poco más arriba, y * Para “clivage” por “escisión” he considerado, por ejemplo, la traducción de “La escisión del yo en el proceso defensivo” de Freud (en Freud, S. Obras completas. Volumen 23 (1937-39), trad. J. L. Etcheverry. Buenos Aires: Amorrortu, 1991, pp. 271-278), vertido en francés como “Le Clivage du moi dans le processus défensif” (en Œuvres Complètes, Vol XX. Paris: PUF, 2010). [N. del T.]. 1 Nicolas Abraham, “L’écorce et le noyau”, Critique 249, febrero 1968. [Cfr., “La corteza y el núcleo” en Abraham, N. & Torok, M., La corteza y el núcleo (trad. M. Segoviano) Buenos Aires-Madrid: Amorrortu, 2005, pp. 183-204]. 5 que, por anasemia, regresa al lugar propio y al sentido propio desde esta cripta. Paradigma sin el cual, no obstante, el resto de la cuestión “¿Qué es una cripta?” ya no podría, me parece, plantearse. Ni metáfora, ni sentido propio, el desplazamiento que voy a seguir aquí obedece a otra tópica. Afecta todo lo que una cripta pone en cuestión: los lugares, la muerte, la cifra. Estas cosas son lo propio [même] de la cripta. No se dejan disociar ni ordenar según alguna jerarquía. No forman una multiplicidad de predicados separables, ni de atributos esenciales o accidentales de la cripta. Su ser-conjunto no sobreviene, su unidad no es irreductible sino con respecto a la cripta que constituyen de parte a parte: aquí, esta unidad sólo es pensable a partir de esta cripta. 1. LOS LUGARES ¿Qué es una cripta? Una cripta no se presenta. Cierta disposición de lugares ha sido establecida para disimular: algo, de cierta manera, siempre un cuerpo. Pero también para disimular la disimulación: la cripta, que es cripta de sí misma, se cela [se cèle] tanto como oculta [recèle]. Tallados en la naturaleza, a veces haciendo uso de las oportunidades o los hechos, estos lugares no son naturales. Una cripta, de parte a parte, nunca es natural, y si, como es sabido, la physis ama criptar(se), es porque se desborda para encerrar, naturalmente, a su otro, a todos sus otros. La cripta no es, pues, un lugar natural, sino la historia prominente [marquante] de un artificio, una arquitectura, un artefacto: de un lugar comprendido dentro de otro pero rigurosamente separado de él, aislado del espacio general por tabiques, cierre, enclave. Para sustraer la cosa. Construyendo un sistema de paredes, con sus superficies internas y externas, el enclave críptico produce una escisión [clivage] del espacio general, en el sistema ensamblado de sus lugares, en la arquitectónica de su plaza abierta en su adentro y delimitado en sí mismo por un cierre generalizado, en su forum. Al interior de este foro, lugar [place] de libre circulación para los intercambios de discursos y objetos, la cripta construye otro fuero [for]: cerrado, interior, pues, a sí mismo, interior secreto al interior de la gran plaza, pero, al mismo tiempo, exterior a ella, exterior al interior. Lo que sea que se escriba sobre ellas, las superficies parietales de la cripta no separan simplemente un fuero interno de un fuero externo. Éstas hacen del fuero interior un afuera excluido al interior del adentro. Tal es la condición, tal la estratagema, por la cual el enclave críptico puede aislar, proteger, celar, mantenerse a resguardo de cualquier 6 penetración, de todo lo que pueda infiltrarse desde fuera con el aire, la luz o el ruido, con la mirada o la escucha, el gesto o la palabra. Calafateada o acolchada a lo largo de su pared interior, con cemento u hormigón en el otro lado, el fuero críptico, contra el afuera, protege incluso el secreto de su exclusión intestina o de su inclusión clandestina. ¿Esta extraña clausura es hermética? Que siempre se deba responder sí y no a esta pregunta, cuyo vencimiento postergo aquí, ya se habrá leído en la estructura tópica de esta cripta, desde su más amplia generalidad: la cripta no constituye su secreto sino por la partición de una fractura. El “yo” salva un fuero interno sólo poniéndolo en “mí”, aparte de mí, afuera. Aquí se pone en juego lo que tiene un lugar secreto para guardarse en alguna parte salvo en un yo. Antes de saber si tal fuerte es hermético, reservemos este nombre, lo hermético, para designar una ciencia de la interpretación criptológica. Esta no es una hermenéutica, ya veremos por qué, y comienza por un reconocimiento de los lugares. Antes de centrarnos en la irrupción [effraction] que permite penetrar en una cripta (que localiza la grieta o la cerradura, escoge el ángulo de una pared y procede siempre por algún forzamiento), hay que saber que la cripta misma se construye en la violencia. En uno o varios golpes, uno o varios pero cuyas marcas son, en principio, silenciosas. La hipótesis primera del Verbario es un trauma pre-verbal cuya escena habrá sido “encriptada” con todas sus fuerzas libidinales, con su contradicción que, por la oposición misma de esas fuerzas, como de los pilares, de las vigas, de las traviesas, de los muros de apoyo, sustenta la resistencia interna de la bóveda [caveau], con sus poderes de sufrimiento intolerable apoyados en un goce indecible, prohibido, en un lugar que no es simplemente el Inconsciente sino el Yo [Moi]. Esto supone una redefinición del Yo (el sistema de introyecciones) y de la fantasía [fantasme] de la incorporación. Wolfman habría incorporado dentro de él, en su Yo, a su hermana mayor: en tanto que seducida por el padre y tratando de repetir la misma escena con su hermano. Y al mismo tiempo, habría incorporado el lugar del padre, el pene paterno confundido con el suyo. La violencia de las fuerzas mudas que instalan así la cripta no termina con el trauma de una sola escena de seducción insoportable y condenada, condenada a permanecer en silencio, sino también condenada como se dice de un lugar que está condenado al término de una sentencia jurídica. Un foro siempre se define, desde el principio y se verificará concretamente en este caso, como una instancia político-jurídica, como algo más que un terreno de duelo [duel] pero un terreno que llama a terceros, a los testigos; un tribunal que instruye un proceso, convocando 7 para alegaciones, requerimientos, sentencias, a una multiplicidad de personas desplazadas para comparecer. Pero aquí el fuero del adentro, que no puede llamarse interior, no es ya el tribunal de la conciencia, aunque esté enclavado en el Yo. La escena de seducción por sí sola no es suficiente. Hace falta, aún silenciosa, la contradicción que surge de la incorporación en sí misma. No deja de oponer dos fuerzas, tensas e incompatibles, una banda contra la otra: “placer mortífero”… “doble exigencia contradictoria: que el pene del Padre no perezca ni goce”. Sin esta contradicción en el deseo, no se comprendería nada: ni la solidez relativa de la cripta, lo que los arquitectos llaman la “resistencia de los materiales” que equilibra las presiones, rechaza las intrusiones, previene el colapso que, en cualquier caso, retrasando el vencimiento trata de calcular, como los mineros, el momento de la demolición; ni el hermetismo, ni los esfuerzo infatigables para mantenerlo, ni su fracaso, lo que se viene filtrando hacia afuera o desde fuera, traspasando [franchissant] las paredes de la cripta, pasando de una parte del Yo escindido a la otra, inscribiéndose sobre varias superficies según líneas angulares que identificaremos más adelante y que siguen siempre la partición de un “doble fantasmático”, cada fantasía siendo “doble y opuesta”. La “marca indeleble” (sí, una marca que es en primer lugar prelingüística) dejada por la incorporación de la hermana seductora forma una contradicción enclavada, enterrada, enquistada al interior del Yo. Esto no es una solución, más bien lo contrario, pero permite, fingiendo su internalización, aliviar el conflicto entre la agresividad y la libido que se dirigen hacia el Objeto. La cripta es siempre una internalización, una inclusión en vista de un compromiso, pero como es una inclusión parasitaria, un adentro heterogéneo en el interior del Yo, excluido del espacio de la introyección general en el que toma lugar violentamente, el fuero críptico mantiene en la repetición el conflicto mortal que es incapaz de resolver. Introyección / incorporación: todo se juega en el límite que los separa y los opone. De un fuero interior a otro, de un adentro al otro, el uno en el otro, y lo mismo fuera del otro. Incluso antes de abordar nuevamente el caso del Hombre de los lobos, Nicolas Abraham y Maria Torok habían sometido a una reelaboración rigurosa el concepto de introyección introducido por Ferenczi en 1909, y del cual se puede seguir el trayecto problemático a través de Freud, [Karl] Abraham, Klein. La introyección, tal como la define Ferenczi, es el proceso que permite extender las catexis* auto-eróticas. Extiende el yo incluyendo en él al objeto, de ahí * El término francés “Investissement” traduce el alemán “Besetzung”, como en los casos de “Besetzungenergie”, “Énergie d’investissement”, o “Rückbesetzung”, “Investissement régressif”. En español usualmente se ha acogido el neologismo 8 el nombre de introyección. No se retrae, gana, se propaga, asimila, avanza: “He acentuado esta ‘inclusión’, para subrayar que considero todo amor objetal (o toda transferencia), tanto en el sujeto normal como en el neurótico… como una extensión del Yo, es decir, como una introyección. En último término, el amor del humano sólo puede dirigirse sobre sí mismo. En la medida en que ama un objeto, lo integra como parte de su Yo” (Ferenczi).* Refiriéndose a esta definición, Maria Torok precisa que la introyección no incluye solo al objeto sino también las pulsiones que se le atribuyen.2 En contra de la confusión generalizada, ella inscribe una demarcación rigurosa entre introyección e incorporación. Este límite es indispensable para la localización de la cripta, porque rodea, al interior del Yo (el conjunto de introyecciones), el enclave críptico como espacio alógeno de incorporación. Según Duelo y melancolía (que está situado entre el primer análisis del Hombre de los lobos y la publicación de Extracto de la historia de una neurosis infantil [1918], las dos siendo casi contemporáneas), la incorporación en el Yo proporciona una respuesta económica a la pérdida del objeto. Así, el Yo trata de identificarse con este objeto “incorporado”. Gracias a lo que Maria Torok llama “temporización”, el Yo reapropia sus anteriores catexis en el objeto perdido, mientras espera una reorganización libidinal. Al firmar la pérdida del objeto, aunque también el rechazo del duelo, tal maniobra es extraña y, a decir verdad, opuesta al proceso de introyección. Finjo tomar al muerto vivo, intacto, salvo (excepto [fors]) dentro de mí, pero es sólo para rechazar, de una manera necesariamente equívoca, amarle como parte viviente, muerto salvo en mí, según el proceso de introyección, tal como lo haría el duelo denominado “normal”. Del cual, por supuesto, se puede preguntar si guarda o no al otro como otro (vivo muerto) dentro de mí. * Esta cuestión de la guarda o de la apropiación general del otro como otro determinará siempre la decisión, pero ¿acaso no confunde con un equívoco esencial el límite que introduce entre la introyección y la incorporación? Dejemos a esta cuestión descansar. Para Maria Torok, la “incorporación, propiamente dicha”, en su “especificidad semántica propia”, interviene en el límite mismo de la introyección, cuando ésta, por alguna razón, fracasa. Ante la impotencia del introducido por los traductores ingleses de Freud “Cathexis”, como en los respectivos “Energía de catexis” y “Catexis regresiva”, sin perjuicio de las nociones de “investimiento”, “investidura” o “carga”. [N. del T.]. * Cfr., Ferenczi, S. “El concepto de introyección”, en Obras completas, I. Madrid: Espasa-Calpe, 1981. [N. del T.]. 2 Torok, M., “Maladie du deuil et fantasme du cadavre exquis”, Revue Française de Psychanalyse, 1968, p. 4. [“Enfermedad del duelo y fantasía del cadáver exquisito” en Abraham, N. & Torok, M., La corteza y el núcleo, Ed. Cit., pp. 207-225]. * Cfr., Derrida, J. “Istrice 2. Ick bünn all hier” en Points de suspension. Paris Galilée, 1992, p. 331; y Derrida, J. “Béliers. Le dialogue ininterrompu: entre deux infinis, le poème”. Paris: Galilée, 2003, p. 76 (Carneros. El diálogo ininterrumpido: entre dos infinitos, el poema. Buenos Aires: Amorrortu, 2009.p. 71). [N. del T.]. 9 proceso de introyección (gradual, lento, laborioso, mediado, efectivo), se impone la incorporación: fantasmática, inmediata, instantánea, mágica, a veces alucinatoria. La magia (Wolfman recurrirá a una “palabra mágica” para conmemorar en silencio –esta palabra también es una “palabra-cosa” y una “palabra muda”– el acontecimiento de incorporación) ya está reconocida en el artículo de 1968, como elemento mismo de la incorporación. Anasemia de la lectura: el nuevo concepto de incorporación nos dice, así, más acerca de la magia que la concepción corriente de magia, la cual se podría creer que está asegurada, no viniendo a aclarar una característica de la incorporación. El texto inaugural sobre el “cadáver exquisito” identifica igualmente el carácter secreto o críptico de la incorporación. Desde que la pérdida real del objeto ha sido rechazada, y el deseo es mantenido pero simultáneamente excluido de la introyección (conservación y supresión sin síntesis posible), la incorporación es una suerte de robo [vol] para reapropiar el objeto-placer. Pero esta reapropiación es simultáneamente rechazada: de ahí la paradoja de un cuerpo extraño guardado como extraño, pero al mismo tiempo excluido de un yo que, a partir de entonces, no tiene más relación con lo otro, sino solo consigo mismo. Cuanto más guarde lo extraño como extranjero dentro de sí mismo, más lo excluye. El Yo imita la introyección. Pero para esta mímica, cuya lógica es temible, la clandestinidad es esencial. La incorporación negocia clandestinamente con una prohibición que no acepta ni transgrede. “El secreto es de rigor” [214], de ahí la cripta, como lugar oculto, disimulación que borra las huellas de la disimulación, lugar del silencio. La introyección habla, la “nominación” es su medio “privilegiado”. La incorporación se calla, no habla sino para callar o para desviar de su lugar secreto. Lo que la cripta conmemora, “monumento” o “tumba” del objeto incorporado, no es el objeto mismo, sino su exclusión, la exclusión del deseo fuera del proceso introyectivo, su puerta condenada en el interior del Yo, el fuero excluido: “Monumento conmemorativo, el objeto incorporado marca el lugar, la fecha, las circunstancias en que tal deseo ha sido proscrito de la introyección: otras tantas tumbas en la vida del Yo” (ibíd. [cfr. 214]). La cripta es la bóveda de un deseo. Al igual que el límite conceptual, el tabique tópico que separa la introyección de la incorporación es idealmente riguroso, pero de hecho no excluye todo tipo de compromisos originales. La equivocidad que mencioné anteriormente (la reapropiación del otro como otro) hace que este compromiso sea irreductible. Aunque se mantiene en secreto, la fantasía de incorporación puede e incluso debe “significar”, a su manera, la introyección de la que es incapaz: su imposibilidad, su simulacro, su desplazamiento. Por supuesto, si se parte de esta posibilidad de compromiso o de pasajes, de la semi- 10

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