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Follar y filosofar, todo es empezar. La filosofía bien introducida PDF

90 Pages·2008·3.471 MB·Spanish;Castilian
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Manuel Luna A lcoba'. Follar y filosofar, I todo es empezar ¡ M La filosofía bien in tro d u c id a Manuel Luna Alcoba Follar y filosofar, todo es empezar. La filosofía bien introducida. A quienes son interrumpidos cada cinco minutos mientras leen, pero siguen leyendo. "Vosotros miráis hacia arriba cuando deseáis elevación. Y yo miro hacia abajo, porque estoy elevado. ¿Quién de vosotros puede a la vez reír y estar elevado? Quien asciende a las montañas más altas se ríe de todas las tragedias, fingidas o reales". Fiedrich Nietzsche, Así habló Zaratustra. ÍNDICE § 0. Modos de introducirla 5 § 1. ¿Qué es follar? 9 § 2. ¡A despelotarse! 16 § 3. A mano o a máquina. 21 § 4. Cómo hacer cosas con la lengua. 28 § 5. Los elementos a priori del coito. 40 § 6. ¿Qué tiene que tener un hombre? 45 § 7. Como un orgasmo. 51 § 8. Pruebas de la existencia del punto G. 59 § 9. La cuestión del culo. 65 § 10. Cómo seguir haciéndolo. 74 A. Platón para erotómanos 74 B. Aristóteles para impotentes 75 C. Epicuro para hedonistas 76 D. Descartes para folladores 76 E. Leibniz para onanistas 77 F. Kant para chupadores/as 78 G. Hegel para tríos 78 H. Marx para putañeros 79 I. Nietzsche para anorgásmicas 80 J. Heidegger para eyaculadores precoces 81 Apéndice: Unas palabras acerca de la pornografía. 82 § 0. Modos de introducirla. En los últimos años han aparecido en el mercado español diferentes intentos por acercar la filosofía al gran público. Algunos de ellos se basaban en el cine para conseguirlo. Yo mismo participé en un proyecto de esta naturaleza. El problema radica en que no a todo el mundo le gusta el cine. Además, las películas con más enjundia filosófica suelen ser las menos valoradas porel espectador medio. Por el contrario, las más descargadas de Internet, suelen tener muy poco interés filosófico. Sin embargo, todo el mundo está interesado en follar más o, por lo menos, en que se lo/a chupen un poco. Las agencias de publicidad lo saben desde muy antiguo. No hay producto, por trivial que sea que no nos haya sido presentado junto a una modelo impresionante, preferentemente, desnuda. Por fortuna, la progresiva liberación de la mujer y su mayor nivel socioeconómico, ha hecho que las cosas cambien... ahora los anuncios también muestran hombres en pelotas. La proliferación de sexo en los anuncios presupone de modo nada disimulado que estamos siempre pensando en lo mismo. Si entendemos el sexo en un sentido amplio, como hacía Freud, incluyendo la práctica totalidad de la vida afectiva, esto es, desde luego, cierto. Y si no lo cree, haga el siguiente experimento. Probablemente ha vivido lo que supone colgar una nota en el tablón de anuncios de su empresa bajo el encabezado "Atención, muy importante", sin que nadie le hiciera el más mínimo caso. Pruebe a colgar otraque comience con una sola palabra, simplemente, "Sexo". Comprobará cómo esta nota sí que la lee todo el mundo, incluso los que, teóricamente, no pasan nunca por delante del tablón de anuncios. Si hasta las compresas se introducen por nuestros ojos mostrándonos mujeres desnudas ¿por qué no utilizar el mismo truco con la filosofía? Si todo el mundo está siempre pensando en lo mismo ¿por qué no aprovecharlo para que piensen, a secas? Mil respuestas obvias acechan a estas preguntas. Pero la filosofía, al contrario que la publicidad, consiste en huir de lo obvio. Se nos dirá, por ejemplo, que es imposible encontrar la palabra "felación" en Descartes, que Sto. Tomás nunca habló del pene y que Kant ni folló, ni pensó nunca en hacerlo. Correcto, pero intrascendente. Al parecer, si Cervantes nunca describió una felación no fue porque no pensara en ellas, sino por miedo a la censura. En cambio, si Descartes no describe una felación, eso no fue por miedo a la censura sino porque, efectivamente, como filósofo que era, nunca pensó en ellas. Habría que ver si Sto. Tomás 5 Manuel Luna hubiese llegado a santo en caso de escribir alguna vez la palabra "pene" con todas sus letras o cuántos textos, firmados con el nombre de su autor, hablaban de cómo follar en la época de Kant. ¡Por supuesto que tales cosas no aparecen en los textos de los filósofos! Ésa fue la razón por la que estos textos llegaron efectivamente a publicarse. Pero si se los lee como hay que leerlos, si uno se atiene no a la letra, sino al espíritu de los mismos, se puede llegar a descubrir en ellos muchas cosas sorprendentes. Se me dirá, quizás, que la filosofía siempre ha tratado de pensar lo otro y que, por tanto, no pudo haber pensado en lo mismo en que estamos pensando todos a todas horas. Curiosa objeción, sin duda. Es de dominio público que los hombres, precisamente, somos los que siempre estamos pensando en lo mismo. Ahora bien, la filosofía, como la mayor parte de las disciplinas científicas y artísticas, ha sido hasta hace relativamente poco, dominio exclusivo de hombres. Es una simple cuestión sociohistórica. Hasta finales del siglo XIX, a la mujer no se le permitía acceder a estudios superiores y, con frecuencia, no se le permitía acceder a ninguna forma de conocimiento. El resultado es que, desgraciadamente, la filosofía, como la ciencia y buena parte de las artes, han sido firmadas por hombres. Hoy día se están intentando rescatar algunos nombres de mujer del olvido al que su condición femenina los condujo. Es un hermoso intento, pero me temo que, hasta que las aportaciones de la mujer a la mayor parte de las disciplinas iguale a las de los hombres de la historia, tendrá que pasar algún tiempo. Estoy seguro de que, en un futuro muy próximo, la filosofía será pensada también en femenino. Mientras tanto, la realidad es que la inmensa mayoría de los filósofos, han sido hombres. Pues bien, a pesar de esto, se pretende que, a diferencia del resto de los hombres, los filósofos no estuvieron todo el rato dándole vueltas a lo mismo. Quien de verdad crea eso no haría mal en echarle un vistazo a los poemas de San Juan de la Cruz. Con poco que lea se convencerá, de que un hombre, por mucho que sea, no ya filósofo, sino santo, místico y habitante de una cueva, nunca deja de pensar en el triqui-triqui. Por supuesto, por supuesto, los filósofos son seres elevados y espirituales que viven en torres de marfil y no tienen ni idea de lo que ocurre en el mundo y menos en la cama. Claro que, entonces, es difícil entender esa afirmación de uno de los primeros filósofos cristianos, santo varón por más señas, Agustín de Hipona, quien dijo aquello de "hombre soy y nada humano me es ajeno". Una declaración curiosa, sin duda, para alguien supuestamente entregado a la orado et meditado. En la misma filosofía medieval hay de todo. Desde quien entró joven en un convento y allí pasó toda su vida, hasta quien se dedicó a la filosofía porque el padre de una joven, habiéndolo descubierto en la cama con ella, le cortó la otra vía para llegar al éxtasis. El conjunto de filósofos es como cualquier otro grupo 6 Follar y filosofar humano: hay homosexuales como Foucault; maridos monógamos como Fichte; maridos, nazis y con amantes judías, como Heidegger; solteros y sin compromisos hasta su muerte como Kant; defensores del masoquismo como Deleuze; promiscuos incorregibles como Sartre; algo que llamaríamos bisexuales, como Sócrates; practicantes del amor libre como Epicuro; enamorados románticamente de un amor imposible como Nietzsche; etc. Lo cierto es que los partidarios de esa corriente filosófica llamada hermenéutica, tienen razón. Si se interpretan los textos filosóficos, si se les hace decir lo que, aparentemente, no dicen, todo cobra sentido. Tomemos la famosa afirmación aristotélica de que el ser, siendo, se dice de muchas maneras. Tal cual, esto parece un galimatías formado por palabras colocadas al azar. Pero si tenemos en cuenta que el orgasmo es lo más cercano que puede estar una persona corriente del ser puro, la cosa se aclara. Porque lo que quiere decir Aristóteles es, simplemente, que aunque sólo hay un tipo de orgasmos, hay diferentes vías para acceder a él. Esto no sólo es perfectamente comprensible, además, es correcto y es lo que venden muchos sexólogos actuales como la gloria en frasquitos. De modo semejante, podemos llevarnos horas ejemplificando la afirmación kantiana de que, si bien todo conocimiento comienza con la experiencia, no todo él proviene de la experiencia. Sin embargo, hay un ejemplo que todo el mundo comprenderá de inmediato, a saber, que el conocimiento es como el coito. Naturalmente, hace falta recibir algunos estímulos de los sentidos para que se produzca la erección y se inicien los preparativos que llevan a follar, pero no todo lo necesario para follar puede venir dado sólo por la experiencia, algo tiene que ser previo a ella. De lo contrario, no sabríamos por dónde meterla. Esto es lo que encontrará el lector aquí, un modo, fácil, ameno e irreverente de ir entendiendo el meollo de algunos problemas filosóficos clave que se suelen presentar de un modo mucho más árido. Inevitablemente, el vuelo de la pluma nos llevará a divagaciones sobre la naturaleza misma del sexo o a aclarar dudas sobre temas relacionados con él. No lo hago como un experto. ¿Cómo podría? En nuestro país, por suerte o por desgracia, la sexología no es una disciplina independiente. Lo que separa al lector asiduo de consultorios sexuales del "experto" que responde en los mismos es un máster de, a lo sumo, dos años. Por fortuna, los sexólogos que menudean en nuestro país son psicólogos, sociólogos, antropólogos y, cómo no, filósofos, reconvertidos en algo mucho mejor remunerado y considerado socialmente. Y digo "por fortuna", porque la práctica de la sexología ha devenido un procedimiento de normalización. El filósofo francés Michel Foucault denunció que los curas primero y, durante el siglo XIX, los médicos, se convirtieron en presuntos expertos en separar lo "normal" de lo que no lo es en la 7 Manuel Luna sexualidad. La crítica de Foucault medio acertó. La lectura o audición de cualquier consultorio sexual basta para comprobar que son los practicantes del sexo los que ansian la libre absolución por parte de un "experto". Más allá de las dudas, de las preocupaciones lógicas, lo que le interesa a los participantes en estos consultorios es ser normalizados, clasificados y diagnosticados. Buena parte de las consultas que reciben los sexólogos están relacionadas con si determinadas prácticas, que no interfieren en la integridad física o psíquica de segundas o terceras personas, son "normales". Por eso me gusta la filosofía, porque en ella nadie ha pretendido nunca que algo sea "normal". 8 § 1. ¿Qué es follar? La filosofía consiste en arrojar una mirada diferente a lo que nos rodea, un apreciar cosas que en la vida cotidiana pasan desapercibidas. En cierta medida, filosofar es como follar, pues "follar" proviene del latín follicare. Originalmente significaba darse un respiro, detenerse en el trajín de la vida para dedicarse al esparcimiento, al relajamiento, al goce de los placeres. Follar y filosofar tienen, pues, un vínculo en esa pausa, en ese parar el ritmo cotidiano para dedicarse a otra cosa, para acercarse a las cosas de otro modo. Las prisas, las carreras, el agobio de las tareas cotidianas, son los peores enemigos del follar y del filosofar. Ambas actividades requieren un tiempo, un tiempo que les es propio y que no debe medirse en horas, minutos o segundos. Lo importante no es lo que dure, sino el adecuado desarrollo de la actividad correspondiente. Follar implica un arrebato, un sacarnos de la vida cotidiana para saltar a otro mundo, al mundo de las pulsiones y la pura biología. Ese salto, ese arrebato de las actividades cotidianas, es una de las características de la filosofía. Decía el filósofo griego Aristóteles que la filosofía es un deseo de llegar a ser nosotros mismos en la posesión de otra cosa y eso es casi una definición del follar. Follando llegamos a la unidad, a la identificación plena con nosotros mismos, a la suprema conciencia de nuestro ser, mientras poseemos a otro. Por eso, follar, como filosofar, son actividades que se desean por sí mismas y no para conseguir otra cosa. Por más que follemos como conejos para tener hijos, no es en eso en lo que estamos pensando mientras estamos follando. Del mismo modo que no se filosofa para... conseguir algo, tampoco se debe follar para conseguir nada. Lo bueno de follar, lo que lo convierte en una actividad realmente placentera, es el follar por el puro placer de follar. Todo lo demás, ni siquiera merece realmente ser llamado follar. Sin embargo, la filosofía no se puede identificar con la pura elucubración alejada del mundo y sin contenido práctico, como tampoco se puede identificar el sexo con el puro meterla. Esta confusión forma parte de una importante polémica filosófica. El filósofo alemán Martin Heidegger, acusaba a casi toda la filosofía anterior a él, de haberse olvidado del ser para preguntar sólo acerca de los entes. De entre estos entes hay uno muy peculiar al que Heidegger llama el "ser-ahí" (Da-sein) y que, en definitiva, sería cada uno de 9

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