Description:La herrería se hallaba junto al camino, aislada de las edificaciones del pueblo que quedaban cien yardas más allá. Oliver Caturell, el herrero, abrió las pinzas y una herradura al rojo vivo cayó en la pileta chirriando. Se volvió con el entrecejo fruncido hacia el cliente que estaba sentado en un escalón de la puerta. —Esto va a costarle dos dólares, abuelo —dijo. El anciano a quien se dirigía frisaría en los sesenta años, era pequeñajo y desde que había llegado se había limitado a permanecer callado y a chupar un mondadientes.